Recientemente el Partido Popular de Cataluña ha celebrado su XIII Congreso en el cual se ha refundado bajo la denominación de “PP català”. Aunque no soy militante ni votante de dicha formación, la presidenta Alícia Sánchez-Camacho ha hecho un gesto muy positivo que podría suponer un aumento de su popularidad traducida en un mayor número de votos. Su defensa del autonomismo y del autogobierno, admitir la existencia de una realidad diferenciada y singular así como su creencia en la necesidad de reformar el actual sistema de financiación no es solo un acercamiento a los sentimientos de la gran mayoría de la ciudadanía catalana, sino también un reconocimiento de que la España real no es un estado uniforme sino que está formado por distintas realidades agrupadas dentro de un mismo territorio.
Las protestas de los sectores españolistas no se han hecho esperar, como si de una traición a su país se tratara y encima bajo el consentimiento de Mariano Rajoy. Por ello ya están hablando de crear una escisión que recoja el espíritu una vez impuesto por Vidal-Quadras. Sin embargo, ese “giro catalanista” del PP en Cataluña no es real porque en absoluto representa una deriva nacionalista como algunos pretenden hacernos creer. Reconocer el hecho diferencial y defender el autonomismo es tan legítimo que la misma Constitución Española lo recoge puesto que en sus artículos nos habla de la existencia de regiones y nacionalidades históricas y el derecho de todas ellas a constituirse en comunidades autónomas. La nueva postura del PP catalán sería similar a la practicada por Manuel Fraga Iribarne en Galicia, cuando ofreció un programa abierto al galleguismo y un mensaje de recuperación de la dignidad de la autonomía gallega, defendió la identidad cultural gallega dentro de España con la idea de la “autoidentificación” y un autonomismo avanzado con su propuesta de administración única, inspirada en técnicas político-administrativas propias del federalismo de ejecución.
Esa política que fue posible aplicarla por parte de un antiguo ministro de Franco y que tan buenos resultados obtuvo, con más razones el nuevo “PP català” tendría legitimidad de ponerla en práctica en Cataluña por vía de unos líderes políticos que intentan alejarse definitivamente del llamado “franquismo sociológico” que tanto ha dañado su imagen para convertir a este partido en una auténtica coalición democrática de centro-derecha liberal. Ese cambio de rumbo debe de considerarse no como una traición a los principios del partido sino una adaptación ineludible e indispensable a la realidad territorial. Aunque siempre se han identificado como los principales defensores del castellano y de la españolidad en Cataluña, es necesario mantener un equilibrio y adoptar posturas amables y de respeto hacia el catalán y la catalanidad, en armonía, equilibrio y convivencia. A nivel autonómico e incluso a nivel municipal, un mismo partido se amolda al talante de cada territorio, por la simple lógica de que sus gentes siempre esperarán que sus representantes políticos sean y vivan igual que ellos, los conozcan y participen de sus tradiciones y costumbres. De ahí que los representantes de partidos políticos estatales en Cataluña parezcan catalanistas (no en un sentido nacionalista), en Andalucía andalucistas, en Madrid madridistas, en Galicia galleguistas… porque de lo contrario serían percibidos como forasteros y nunca podrían triunfar. Eso es exactamente lo que ha sucedido con el PP en Cataluña, nada que ver con ese presunto “giro catalanista” que no existe más que en la imaginación de aquellos quienes pretenden inútilmente implantar un modelo alejado de la realidad catalana que está condenado al fracaso.
Una escisión españolista del PP difícilmente va a tener futuro ni representación política parlamentaria catalana, puesto que la mayoría de la ciudadanía prefiere una solución intermedia alejada de los extremismos expresados en el nacionalismo catalán y el nacionalismo español, que evite confrontaciones y apueste por un modelo de conciliación, concordia y convivencia que contribuya al acercamiento y al entendimiento entre todos los territorios que forman España, donde el mayor número de personas posible se sienta representada y tenga cabida dentro de Cataluña. No obstante, las “buenas palabras” de Sánchez-Camacho deberán de seguirse durante los próximos meses para comprobar los resultados de esa renovación, en tanto si realmente existe la aportación de algo nuevo e interesante, o si bien a efectos prácticos nada ha cambiado en el PP catalán y todo haya quedado reducido a una mera estrategia para la captación de nuevos votos.
Es innegable que Vidal-Quadras, con independencia de sus ideas políticas y de sus polémicas, es un hombre culto e inteligente tal y como lo ha demostrado a través de sus libros y por su brillante capacidad como orador, pero sin embargo su posición excesivamente conservadora, rancia, españolista, beligerante y puntualmente reaccionaria no lo hace aconsejable para liderar un proyecto alternativo al nacionalismo con un mensaje positivo y constructivo. De ahí que no es de extrañar que incluso el mismo Mariano Rajoy no quiera contar con él. Los actuales tiempos de crisis tan llenos de crispación y desengaños, momentos fáciles para hacer cuajar mensajes populistas recomiendan regresar hacia una actitud moderada capaz de crear ilusiones reales. Precisamente hacia estos partidos se han dirigido los “desengañados” del PP, lo que demuestra el perfil psicológico y político así como el escaso o nulo talante democrático de esos militantes. La solución a los problemas reales de Cataluña no pasa por la xenofobia, la búsqueda de culpables y el españolismo ultraconservador.
El nuevo “PP català” tendrá a partir de ahora un nuevo y difícil reto que deberá superar si quiere mejorar resultados en las próximas elecciones: seducir a la vez aquella parte de la población catalana que se siente únicamente identificada con Cataluña, y aquella que se identifica con España. Hasta ahora, ninguna fuerza política lo ha conseguido.
1 comentario:
Buen análisis. Lo veo igual. Ya que el voto anticatalán está amarrado en Ciutadans y CIU ha virado hacia posiciones más extremas, el PP quiere recuperar ese centro catalanista-españolista que representaba CIU hasta hace poco. Y ganar terreno, claro.
Intuyo que engañarán a algunos. Pero hay una diferencia que me hace tener esperanza de que la gente los vea venir: CIU nunca se presentó como españolista sino como partidario de no dar prioridad al catalanismo excluyente.
Veremos a ver qué pasa. Pero lo que sería muy triste es que el PP lograra engañar a algunos.
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