domingo, 23 de junio de 2013

Los Rolling Stones en Barcelona. Concierto de 1976


La primera vez que los Rolling Stones aterrizaron en España fue en Barcelona en verano de 1976. Su actuación formaba parte de su gira Tour of Europe 76 entre el 28 de abril y el 23 de junio del citado año. El inicio del tour se produjo a los pocos días del lanzamiento de  su último álbum Black & Blue. Para la banda el objetivo era la realización de diversos shows rápidos, con un Mick Jagger que mostraría una nueva forma de cantar y la incorporación de Ron Wood como segundo guitarrista. Desgraciadamente, la visita a Barcelona se produjo en el contexto de una tragedia acaecida pocos días antes de llegar a la capital catalana, la noche del 6 de junio, cuando Keith Richards fue avisado por su mujer, Anita Pallenberg, de la muerte de su bebé de 10 semanas de vida, llamada Tara, a causa del síndrome de muerte súbita del lactante.


El responsable de traer al mítico grupo por primera vez en España fue Gay Mercader (sobrino de Vittorio de Sica y pariente lejano del asesino de Trotsky), el primer promotor musical del país que en 1973 fundó la compañía Gay & Company dedicada a organizar conciertos. Su primer intento fue en 1969 para que tocaran en la discoteca Pachá, pero debido a que la iniciativa costaba alrededor de dos mil libras esterlinas, el propietario del local, Ricard Urgell, lo descartó. Un segundo intento fue organizar un concierto en el municipio costero de Cambrils, en Tarragona, aunque la prensa hacía referencia a Salou. Para ello alquiló unos terrenos con el propósito de montar un auditorio al aire libre para 25.000 espectadores excavando el escenario y con una grada inmensa. Sin embargo, ello generó protestas llegándose a afirmar que si venían los Rolling Stones éstos traerían en camiones a un ejército de enloquecidos que violaría a las mujeres del pueblo. El tercer intento fue en el municipio vallesano de La Roca del Vallès, donde tenía localizado un terreno inclinado perfecto. No obstante, se generó oposición vecinal que confundió su apellido creyendo que se trataba de organizar un campamento homosexual. Incluso en la plaza del Ayuntamiento se colgaron pancartas que decían “Gay no”, llegándose al extremo de debatirse en el pleno municipal que no querían un campamento homosexual.


Finalmente, contactó con la empresa Balañà para organizar el concierto, la cual se decantó favorablemente. Se preveía celebrarlo en la plaza de toros de Las Arenas, poniéndose a la venta las entradas al precio de 900 pesetas, una suma bastante elevada para la época. Pero a última hora, justo una semana antes del concierto se eligió la plaza de toros de La Monumental, cambio que se anunció en los periódicos siendo válidas las mismas entradas. Gay Mercader era consciente del riesgo de traer a la banda británica porque sabía cual era el contexto histórico que se estaba viviendo. Según contaba él mismo, "Los Stones eran un grupo mal visto. Yo tuve muchos problemas para organizar el concierto. De los Stones, decían que era un grupo violento, llegaron a justificar que no me alquilaban el Auditorio porque los componentes del grupo eran una especie de salvajes que venían con cadenas en los aviones y violaban a las mujeres. España, en aquél momento, era mentalmente tercermundista. Cuando los conseguimos traer, hubo un locutor de radio muy famoso (no lo nombraré, porque al pobre se le caería la cara de vergüenza) que dijo que los Stones estaban pasados de moda. Lo dijo en el 76, y este señor era uno de los tres que regían los destinos de la música de este país (...) Las dificultades las pusieron desde la gente que se supone que tenía que apoyarnos hasta, por supuesto, gran parte de la sociedad, que estaba en contra."


Era el año 1976 y aquella sería la primera visita oficial del grupo a Barcelona, aunque Keith Richards en su libro de memorias "Vida" recuerda haber visitado la ciudad en convulsas circunstancias en 1967 acompañado de su novia Anita Pallenberg. Al recibir la propuesta de Gay Mercader, Mick Jagger llegó a admitir que España no estaba en sus planes, pero finalmente aceptó incorporarla en su gira europea. Para el concierto de Barcelona la banda cobraría diez millones de pesetas. Su llegada a Barcelona no estuvo exenta de una sutil campaña en contra manejada desde los medios de comunicación más conservadores. Un crítico del diario La Vanguardia del 29 de mayo de ese año que firmaba como A.M. escribió textualmente acerca del último disco de los Stones que "Debe ser cosa de verles en directo, porque escuchándolas en este disco que es lo último que han grabado, uno diría que los Stones están acabados. Y esto a pesar de las importantes colaboraciones de músicos distinguidos que según los créditos intervinieron en la grabación. La música resultante es anodina y banal y ni siquiera encierra interés estético ni sobresale por la calidad de la ejecución". Sobran los comentarios.
Se sabía que los Rolling Stones habían tenido problemas en algunos países por llevar encima marihuana, y hubo un cierto miedo por parte de los organizadores de que nada más llegar a España hubiesen problemas. Sin embargo, cuando aterrizaron en el aeropuerto de El Prat la policía no detuvo a ninguno de los miembros del grupo. Al llegar en coche privado a Barcelona se hospedaron en el hotel Princesa Sofía. Nada más llegar, Anita Pallenberg le echó una bronca monumental a Keith Richards, y éste cogió todo el equipaje mientras subía escaleras arriba a su habitación.


El concierto se celebró el viernes día 11 de junio. Poco antes de la actuación, Mick Jagger aprovechó la ocasión para tomarse una copa en el Café de la Rambla. En la plaza de toros de La Monumental acudieron a la cita 11.000 aficionados para un total de 18.000 localidades puestas a la venta, una parte de las cuales se vendieron a última hora poco antes del evento. Entre los asistentes figuraron personajes el mundo de la música como Miguel Ríos y Javier Gurruchaga. Se vendían cervezas a 30 pesetas y bocadillos de salchichas a 50 pesetas. Alrededor de las nueve de la noche empezó el espectáculo con la intervención de los teloneros Robin Trower  y The Meters, pero por indisposición del primero fue sustituido por John Miles. El grupo The Metters tocó durante casi una hora. El público de las primeras filas del público del ruedo se levantó ante la invitación al baile del quinteto negro y la gente que prefirió quedarse sentada se incomodó al ver bloqueada su visión del escenario, por lo que empezaron a volar botellas.


Mientras tanto, en los alrededores de la plaza se produjeron incidentes. El elevado precio de las entradas ocasionó protestas en la entrada del recinto, la cual fue tomada por los "grises" mediante la carga de balas de goma y bombas de humo. Muchos de quienes protestaban defendían que la música para el pueblo debía ser gratuita. Los empleados de La Monumental habían cerrado las puertas y desde los pisos altos de la plaza, parte del público coreaba “¡que pasen los de afuera!”, algunos de ellos lanzando botellas e increpando a los "grises". Precisamente una de estas bombas se coló en el interior del recinto de la plaza como respuesta a la reacción de este sector del público. Fue un momento de pánico porque el humo empezó a invadir una parte de las localidades y parecía que iba a comenzar una desbandada de consecuencias desastrosas, aunque la buena reacción  del público impidió cualquier posible tragedia. Para calmar la situación, los altavoces hicieron llamamientos a la tranquilidad con frases como “a ver si entre todos podemos evitar que se repitan estas situaciones”.


Tras el incidente salió a actuar John Miles y su banda interpretando temas como “Music”, “Roll over Beethoven”, “Sweet Lorraine” y “Heartbreak Hotel”. Se dice que presentó un show muy calculado y destinado a complacer al público asistente, intercalando rock and roll cuando las canciones decaían con las baladas, algo que no fue precisamente del agrado de la gente. Hacía poco tiempo que este grupo había actuado con éxito en Badalona.
A las doce y media pasadas, los Rolling Stones acudieron a la cita bajo los acordes de un airoso pasodoble torero llamado "El gato montés". Los organizadores se dieron cuenta de que habían cometido un grave error al hacer esperar tanto tiempo al público para la aparición del grupo, pues parte de los asistentes empezaron a manifestar los primeros síntomas de cansancio. En el escenario estuvieron Mick Jagger (voz, guitarra, armónica), Keith Richards (guitarra, voces), Ron Wood (guitarra, voces), Bill Wyman (bajo) y Charlie Watts (batería). Como músicos adicionales participaron Billy Preston (piano) y Ollie Brown (percusión). Durante el concierto se interpretaron hasta veinte composiciones, algunas de finales de los 60 y comienzos de los 70, que alternaron con los temas de su último disco Black & Blue: "Honky Tonk Women", "If You Can't Rock Me", "Get Off of My Cloud", "Hand of Fate", "Hey Negrita", "Ain't Too Proud to Beg", "Fool to Cry", "Hot Stuff", "Star Star", "Cherry Oh Baby", "Angie", "You Gotta Move", "You Can't Always Get What You Want", "Happy", "Tumbling Dice", "Nothing From Nothing", "Outa Space", "Midnight Rambler", "It's Only Rock 'N' Roll", "Brown Sugar", "Jumpin' Jack Flash" y "Street Fighting Man".


Para la actuación se utilizaron voluminosos equipos de amplificación sonora valorados en más de sesenta millones de pesetas de la época. Equipos especiales de la NASA y técnicos venidos de Cabo Kennedy se ocuparon de garantizar su buen funcionamiento. Pero a pesar de estas innovaciones, el montaje en su conjunto global fue más bien pobre por la falta de medios en comparación con los espectáculos que se montan actualmente, pero precisamente ello dio un toque de autenticidad y la imagen más bohemia del grupo. Desde su actuación, Jagger utilizó numerosas veces el castellano e incluso el catalán para dirigirse al público con breves frases de salutación y ánimo y en algunos gags (como el abanico de pases de toreo) jugó con tópicos españoles pero integrados en el contexto del espectáculo. En la recta final del espectáculo, Mick Jagger derramó un recipiente de confeti sobre la batería de Charlie Watts y empezó a lanzar cubos de agua sobre el público vertiéndose él mismo el último.


La actuación terminó a las dos y diez de la madrugada. Al marchar el público sonaban los acordes de La Santa Espina. Finalizado el concierto, Gay Mercader se encontró a Mick Jagger y Ron Wood con dos chicas a las puertas del Hotel Princesa Sofía, donde se alojaban. Por razones morales de la época, los empleados del hotel no les dejaron subir con ellas porque no estaban casados, a pesar de haber ofrecido al conserje la suma de mil pesetas para que las dejaran pasar sin tener el carnet de familia.
Tras el concierto llegaron malas críticas por parte de los medios de comunicación, y debido a que la plaza no se llenó, hubo pérdidas de casi tres millones de pesetas. Sin embargo, gracias a la llegada de los Rolling Stones España consiguió colocarse por primera vez en su historia en el mapa del mundo musical internacional, lo que permitió abrir puertas para traer a otros grupos, tal y como ha sucedido hasta la actualidad.


miércoles, 19 de junio de 2013

Recordando las cocheras de Borbón


No eran precisamente hermosas, sino todo lo contrario (¿O tal vez sí?). Era un recinto gris, sucio y viejo, pero igualmente las echo de menos porque durante muchos años formaron parte de una etapa de mi vida. Me refiero a las cocheras de Borbón. Cercanas a mi casa y a mi escuela, fueron en buena parte las responsables de mi afición por los transportes. Estudiaba en el Grupo Escolar Timbaler del Bruch, y casi todos los días al salir a las 12 del mediodía y a las 5 de la tarde me dirigía a ver los autobuses de las cocheras, a veces solo o también acompañado de algunos compañeros de clase. Empecé a hacerlo a partir de los 10 años de edad, cuando estudiaba 5º de EGB y desde entonces se convirtió en una adicción que no abandoné ni siquiera en mis años de instituto. Antes de la urbanización de la ronda del Mig, la calle de Ramón Albó era un vial de calzada y aceras estrechas. En el lado que comprendía las cocheras existía una hilera de casas antiguas planta baja, la mayoría abandonadas y en ruinas, y justo al lado había un descampado donde solíamos jugar a canicas o a fútbol. En esa misma calle había también una entrada a las cocheras mediante una rampa. Los autobuses solían acceder por aquí mientras que la salida la efectuaban por el acceso a la avenida de Borbón. Por las noches la entrada se cerraba mediante unas compuertas de hierro. Era muy habitual que los niños intentaran colarse y esconderse entre las hileras de autobuses aparcados, y una estampa a veces frecuente que los empleados les llamaran la atención o les persiguieran para atizarles un escobazo en el trasero.


A través de la calle de Prats i Roquer se podía acceder a un patio de unos modernos bloques de viviendas que daba a un balcón desde el cual se podía contemplar todo el patio de las cocheras. Los autobuses maniobraban en su interior. El recinto olía a gasoil, aunque para mí era un aroma agradable y muy especial que hoy día me lleva a un viaje hacia nostálgicos recuerdos. Observar aquel paisaje era como un remanso de paz. Los autobuses monotrales Pegaso-Jorsa 6035 eran mayoritarios. Algunos estaban pintados con el antiguo doble tono verdoso y franja amarilla, colo conocido popularmente como "verde Porcioles". Otros ya eran rojos y franja crema, aunque algunos con el paso del tiempo dejaban nuevamente al descubierto el verde en el techo. Eran vehículos muy viejos, pues algunos lo menos tenían 20 años de antigüedad, pero eran buenos y muy fiables, con pocas averías y gran capacidad de autonomía. También había los autobuses Pegaso 6038, más modernos tanto en diseño como en concepción, los más recientes incluso con asientos de plástico.


Entrañables recuerdos de un lugar cuya existencia decidió parte de mi futuro. Aunque no se trata de las cocheras más antiguas de Barcelona porque a finales del siglo XIX ya existían otras dependencias similares, no por ello tienen menos historia. Estas instalaciones empezaron a funcionar con motivo de la entrada en servicio del tranvía eléctrico de Barcelona a Horta el 21 de junio de 1901. Pertenecientes a la compañía Tranvías de Barcelona a San Andrés y Extensiones, se ubicaban en el camino de Sant Iscle (avenida de Borbón) con la riera de Horta sobre los terrenos de la antigua masía de Can Xiringall, muy cercana al paseo de Maragall y al sector conocido como "Los Quince". Diseñadas para tranvías de vía estrecha, las obras de construcción tuvieron una duración de 9 meses, ejecución que fue a cargo de los señores Oliva. El conjunto, que ocupaba una superficie de 17.588,7 m2, lo configuraba un cercado de muros y edificaciones cuyas dependencias tenían unas fachadas de estilo arabesco que daban al camino de Sant Iscle y a la riera de Horta.


Los trabajos de las obras fueron dirigidos por el arquitecto Villa y las partes técnicas por los ingenieros belgas Charles Thonet y Albert Pirard, los cuales permanecieron a partir de 1914 al frente de la dirección de la empresa, momento en que la cochera se convirtió en subcentral. El conjunto era bien espacioso y acondicionado. En la planta baja había un pabellón destinado a oficinas y en la planta superior una habitación para el jefe de cochera. Otras dependencias eran un almacén, un taller de carpintería, un taller de pintura, el depósito para guardar el material móvil y una central eléctrica. Incluso hay constancia de que había una pequeña capilla. La sala de máquinas contaba con la instalación de 2 dinamos de 160 CV cada una y otra de 300CV, y 260 acumuladores que formaban una batería suficientemente grande como para evitar la paralización del servicio. Otra dependencia estaba destinada a gasómetro y bombas y a otros accesorios para la producción de electricidad. Anexo existía un deposito de agua y otro de carbón.


En 1911 las cocheras, al igual que el tranvía de Barcelona a Horta, pasaron a manos del Marqués de Foronda, director de Tranvías de Barcelona, que compró el 75% de las acciones de la empresa explotadora. Cuando los cobradores de los tranvías anunciaban con voz alta la parada correspondiente a "Los Quince" a menudo decían "Fábrica", que en realidad no era otra cosa que los generadores de energía eléctrica de los tranvías ubicados en la cochera, que entonces era conocida con el nombre de Horta.
Al estallar la Guerra Civil la empresa Tranvías de Barcelona Colectivizados que tenía en posesión la cochera de Horta intentó mantener el máximo de tiempo posible en servicio las líneas de tranvía que llegaban a "Los Quince". Si embargo, a partir de septiembre de 1937 se empezó a carecer de recambios y de material móvil. Las irregularidades de los servicios se hicieron patente con los bombardeos sobre la ciudad hasta que el avance del conflicto bélico obligó a suspenderlos todos.


Finalizada la Guerra Civil, las instalaciones se encontraban muy deterioradas, y por ello su reconstrucción implicaba su derribo para erigir unas nuevas dependencias más grandes y modernas. Durante los primeros años de la posguerra, las cocheras sirvieron como almacén de tranvías en mal estado a la espera de una reparación o reconstrucción, según el caso. Por otra parte, la conversión de la mayoría de líneas de vía estrecha a vía ancha fue también otro motivo para adaptar la cochera a las nuevas características. Ya en 1947 se iniciaron los trabajos con el derribo previo de la antigua subcentral y al año siguiente se iniciaron las obras de lo que sería el nuevo edificio. En 1950 habían erigidos 8.430 m2 de superficie y en 1951 se terminaron los 1.499 m2 que quedaban pendientes. Enseguida entraron en funcionamiento y sirvieron para acoger el material móvil más moderno. La nueva subcentral tenía mucha más potencia que la anterior, hasta el punto de que cuando la cochera de Sant Andreu se averiaba, la de Horta le proporcionaba la energía.


El 13 de septiembre de 1952, unos fuertes aguaceros caídos en Barcelona inundaron varias dependencias, especialmente los fosos de reparaciones. Esto inutilizó las instalaciones durante tres semanas y ocasionó algunos desperfectos en el material móvil estacionado o en reparación, pues el nivel del agua era de un metro y llegaba a los estribos de los vehículos. El hecho de que los tragaluces quedaran taponados con hojarascas dificultó las tareas de evacuación. Incluso, se sabe que un tranvía de la línea 37 quedó en la avenida de Borbón atascado entre barro, piedras y hierbas. El resultado de los destrozos obligó a construir un nuevo desagüe para evitar futuras inundaciones. En septiembre del año siguiente, sin embargo, las inundaciones se repitieron, y como solución se recurrió a la instalación de unas puertas blindadas para evitar la filtración del agua por la avenida de Borbón . El Ayuntamiento de Barcelona intervino con la canalización de la riera de Horta. Desde las últimas obras de reforma, la cochera subcentral de Horta cambió su denominación y pasó a ser conocida como la cochera de Borbón.


Los años posteriores a la inauguración de las nuevas cocheras de Borbón sobre las de Horta transcurrieron con normalidad. Sus instalaciones, junto con las del depósito de Levante, eran las más modernas de Barcelona. La supresión de los vehículos más antiguos permitió que fueran a descansar los tranvías más modernos, especialmente los de la serie 1200, concretamente del 1200 al 1260, y los remolques tipo "Zaragoza". Este material móvil solía destinar a las líneas 37, 45, 46, 47 y 49.
La calidad de las cocheras de Borbón llegó al punto de que en el XXXIII Congreso Internacional de la UITP de París de 1959, saliera fotografiada como ejemplo de modernización de instalaciones junto con otros depósitos de otros países. Este hecho animó a mejorarla aún más, de modo que a partir de 1960 se iniciaron las obras para la construcción de un nuevo depósito de 4609 m2 de superficie, más unas nuevas dependencias destinadas a comedores, vestuarios y duchas, de 198 m2 de superficie. El caso es que la ampliación se destinaría para los autobuses y no para tranvías. Era la primera vez que este sistema de transporte pisaría las instalaciones, y un primer aviso de que la red de tranvías iría año tras año en retroceso. El vecindario del barrio recuerda que por aquel terreno había una vaquería, una carbonería, un tostador de café, una pollería y otros establecimientos comerciales propiedad del vaquero, un amante del deporte el cual quería que una parte de los terrenos se destinaran a un campo de fútbol.


Con el cierre de la cochera de Sarriá en 1969, el depósito de Borbón se convirtió en la única de toda Barcelona que disponía de medios técnicos y humanos para la reparación de tranvías, convirtiéndose en su taller central. En los últimos años, los tranvías PCC "Washington" de la serie 1600, junto con los 1200, llenaban el interior de la nave y fueron destinados a las líneas 45, 47, 48, 49, 50, 51 y 137. Los vehículos de las series más antiguas se encontraban apartados. Algunos de ellos se reformaron y emplearon como tranvías-talleres para la reparación y el mantenimiento de la infraestructura, como transportadores de arena, limavías, torres, engrasadores de cables, plataformas y volquetes. Como anécdota, mencionar que dado el estado de conservación en que se encontraban, algunos de ellos fueron popularmente nombrados como los "Rolls-Royce". Con el paso de los años las remodelaciones se hicieron en los interiores pero no en los exteriores, hecho que contribuyó a ofrecer un aspecto bastante degradado hasta su desaparición. El 18 de marzo de 1971 la cochera fue el escenario de salida y llegada de la rúa de material histórico que despidió a los últimos tranvías de Barcelona. Al día siguiente, pasaría a ser únicamente de autobuses.


Durante la década de 1980, los movimientos contrarios a la presencia de la cochera de Borbón se intensificaron. De hecho, no se trataba de una protesta reciente, sino que se remontaba a inicios de la década de 1960. Cuando la dependencia dejó de ser exclusiva para los tranvías y se amplió para incorporar autobuses, entonces comenzaron los problemas relacionados con la calidad de vida. Muchos vecinos todavía recuerdan como el pequeño campo de fútbol que había junto a la calle de Alfonso Aiguavives desapareció porque Tranvías de Barcelona ocupó todo el solar para ampliar las instalaciones, cuando el Plan Comarcal de 1953 lo contemplaba para equipamientos deportivos. Y estas ampliaciones llegaron hasta la calle de Felipe II, justo allí donde el Ayuntamiento de Barcelona había denegado el permiso de instalación de otras empresas porque era ilegal. Así, la cochera ejemplar reconocida internacionalmente en 1959 por la UITP inició un período de decadencia convirtiéndose en un lugar insalubre y degradado donde la contaminación acústica y ambiental estaban a la orden del día.


El vecindario, por su cuenta, expresó sus protestas pero de manera individual, escribiendo cartas al Ayuntamiento de Barcelona y al Distrito pidiendo su desmantelamiento y traslado. Pero a pesar de todo ninguna autoridad hizo caso. Fue entonces cuando un grupo de vecinos decidió la creación de una plataforma que uniera a todas aquellas personas disconformes con la presencia de la cochera en el barrio, y así hacer un frente más fuerte, proponiendo soluciones alternativas y pidiendo que el solar, una vez liberado, se destinara para equipamientos sociales que tanta falta hacían.


En 1980, el concejal del Distrito IX-b, que pertenecía a la Junta de Transportes, recibió a un grupo de representantes de la plataforma, y después de varias conversaciones prometió que presentaría un informe técnico sobre la cochera con el fin de estudiar su futuro aprovechamiento y si como mínimo una parte se pudiese emplear para el barrio. Posteriormente, en los años 1985 y 1987, el alcalde de Barcelona Pasqual Maragall y el concejal de distrito de Nou Barris llegaron a firmar un compromiso por el que prometían que a corto y medio plazo la cochera de Borbón se desmantelaría y se trasladaría fuera del barrio, destinando el solar para equipamientos. Por la avenida de Borbón colgaban en las ventanas y los balcones pancartas que decían "Fuera cocheras". Finalmente, se consiguió que la parte de la cochera comprendida en la banda de la calle de Prats i Roquer se desmantelara y en su lugar se construyeran viviendas, unas pistas deportivas con vestuarios y un espacio de recreo. El acceso de los autobuses por la calle de Ramón Albó se clausuró definitvamente.


Finalmente, a las 7 de la tarde del 15 de diciembre de 2003 se hizo el acto de despedida de la cochera de autobuses de Borbón, donde asistió el alcalde de Barcelona Joan Clos, que presenció el momento simbólico de salida del último autobús de las viejas instalaciones acompañado por el lanzamiento de fuegos artificiales. La clausura del recinto se trataba de una vieja reivindicación, terminada en un acuerdo con la gente del barrio a través de la Plataforma Alternativa a las Cocheras de Borbón (creada en 2002) por lo que la cochera se cerraría y se desmantelaría en el momento que las nuevas cocheras del Triangle y de Horta entraran en servicio. El solar que quedara se destinaría a equipamientos diversos, previa negociación con el vecindario. A partir de enero de 2004 se procedió al desalojo y al derribo parcial de las instalaciones, y durante el mes de abril de 2005 el Ayuntamiento de Barcelona elaboró el llamado "Plan Especial Urbanístico para la ordenación de los terrenos de las antiguas cocheras de Borbón", un documento consensuado entre entidades, vecinos y administraciones que incluía un programa de equipamientos que constituiría el proyecto definitivo.


El objetivo del Plan fue la definición y regulación urbanística del espacio, con la distribución de los usos y los tipos de suelo, la titularidad pública y las condiciones de edificación de los equipamientos previstos. Los aspectos principales que se tuvieron en cuenta fueron la distribución de los equipamientos bajo una ordenación y visión arquitectónica de conjunto, la adecuación e integración de las edificaciones con su entorno, la permeabilidad del solar con su apertura mediante vías de conexión y un eje central vertebrador, y la definición de una gran zona verde. Como resultado, el 8 de septiembre de 2010 se inauguró el Centre Integral de Salut Cotxeres y el Casal d'Avis, el 3 de septiembre de 2011 se inauguró el Centre Esportiu Municipal Cotxeres, y el 9 de diciembre del mismo año abrió la nueva Biblioteca Municipal Torre Llobeta-Vilapicina.


jueves, 13 de junio de 2013

Breve historia de los movimientos sociales en Nou Barris


El presente artículo es el resultado de una transcripción escrita de la conferencia que realicé el pasado lunes día 10 de junio a los alumnos de la Escola de Polítiques Socials i Urbanes (IGOP-UAB), cuya sede se encuentra en el paseo de Urrútia, nº 17, en Nou Barris. Quisiera agradecer al profesor Òscar Rebollo  Izquierdo del Departament de Sociologia de la Universitat Autònoma de Barcelona por haber depositado su confianza en mí, y al Ateneu Popular de Nou Barris por haber facilitado mi contacto. Espero y deseo en un futuro muy cercano próximas colaboraciones similares.


El movimiento asociativo en Nou Barris es relativamente contemporáneo. Cuando el territorio pertenecía al municipio de Sant Andreu de Palomar, siendo el Distrito V o Distrito de las Afueras sólo había el núcleo parroquial de Santa Eulàlia de Vilapicina y masías dispersas que no configuraron ningún tipo de movimiento vecinal. La población era bastante escasa y la única relación entre estas masías eran económicas y de linaje familiar, pero nunca dieron lugar a ningún tipo de asociación o de cooperativa. Sin embargo, había dos entidades religiosas que permitieron un tipo de asociacionismo mutual y cultural formado por gente procedente de Santa Eulàlia de Vilapicina, Sant Andreu y Horta: el Centro Moral Eulaliense (del 1882) y el Casino Auxiliar Eulaliense (del 1903), con finalidades religiosas y morales pero que desarrollaban actividades culturales, educativas, teatrales y deportivas, entre otras.
Sólo se conocen dos casos históricos donde se daría la posibilidad de intervención vecinal para pedir mejoras por parte de los habitantes del norte de Sant Andreu, aunque ambos hechos habría que estudiarlos más exhaustivamente para averiguar hasta qué punto participaron. El primero fue en 1880 para pedir una línea de tranvía de vapor que comunicara Sant Andreu con Horta a través de la rambla de Santa Eulàlia (actual paseo de Fabra i Puig), y el segundo sucedió en el año 1909, cuando los concejales del Distrito IX hicieron gestiones para pedir la construcción de un apeadero ferroviario de la compañía del Norte (actual estación de Sant Andreu-Arenal).


Los movimientos vecinales propiamente tal y como hoy los conocemos no aparecieron hasta la década de 1920, gracias al desarrollo de las primeras barriadas obreras habitadas mayoritariamente por inmigración de toda España que vino a trabajar en las obras de construcción de la Exposición Internacional de 1929, del metro y de otras obras urbanísticas de la ciudad. Había tres tipos de promociones urbanísticas: las promovidas por empresarios y emprendedores particulares que compraron terrenos a muy bajo precio para erigir viviendas de una o dos plantas, como las de las barriadas de La Prosperitat, Les Roquetes, Verdum y Charlot; las promovidas por sociedades cooperativas, como las casas del pasaje de la Esperança (de la Cooperativa de Algodoneros) y las del pasaje del Arquitecte Millàs (de la Cooperativa de Empleados de Tranvías de Barcelona); y las promovidas por la administración pública, como las casas baratas de Can Peguera.
Estas nuevas barriadas dieron lugar a un notable carácter asociativo para defender los intereses de la propiedad urbana y lograr mejoras en el barrio. Fruto de ello fue la creación de entidades vecinales, lúdicas, culturales y deportivas como la Sociedad de Obreros y Auxiliar la Estrella, el Ateneo Familiar Artístico y Cultural, la Asociación de Propietarios y Contribuyentes de las Roquetas, el Club Deportivo La Montañesa, el Club Deportivo Roquetas, la Unión Patriótica de la Prosperidad, la Sociedad Coral l'Ideal d'en Clavé y los Amigos del Verdum.


Personaje destacado que dio nombre a un barrio fue en Carmel Tusquellas Forcen (1894-1967), presidente de la Asociación de Propietarios y Contribuyentes de las Roquetas entre los años 1925 y 1927. Entre sus acciones alcanzó la urbanización de calles mediante la instalación de aceras y adoquines, la llegada de la red eléctrica de alumbrado, la instalación de fuentes públicas y la dotación de un sistema periódico de limpieza. Sin embargo, este singular personaje fue más conocido por haber sido un actor que hacía espectáculos de toreo cómico, empleando el nombre artístico de Charlot porque iba disfrazado como el actor Charles Chaplin. De este artista surgió el término "charlotada", que se utilizaba para definir no sólo una corrida cómica de toros sino también para evocar una situación grosera, grotesca o ridícula.
Con la llegada de la Segunda República, dado el carácter obrero del norte de Sant Andreu, se establecieron varios locales de signo político: el Ateneu Català Republicà d'Horta i Santa Eulàlia (adscrito a ERC), el Centre Català d'Horta i Santa Eulàlia (adscrito a la Lliga Regionalista), la Societat Recreativa Familiar (después Cercle Republicà Democràtic y adscrito a la Lliga Catalana), el Centre Republicà Familiar de Sant Andreu (adscrito al Partit Democràtic Federal Català), el Centre Republicà Radical de les afores de Sant Andreu (adscrito al Partit Radical Socialista), el Centre Català Republicà de les Roquetes (adscrito a ERC), el Centre Republicà de les afores de Sant Andreu (adscrito al Partit Radical Socialista), y el Centre Republicà Federal de la Prosperitat (adscrito a ERC).


Fuera del ámbito político se conoce la fundación en 1933 de la Peña Drácula, que organizaba los carnavales del barrio e instaló unos pabellones de beneficencia en Roquetes y Verdum.
En el barrio de casa baratas de Can Peguera la CNT tuvo gran influencia hasta el punto de convertirse en el núcleo urbano de toda Barcelona y el segundo de Cataluña de más implantación obrera con afinidad a la ideología anarcosindicalista después del barrio de la Torrassa de l'Hospitalet de Llobregat. El punto habitual de reunión de activistas, principalmente anarquistas, era el bar bodega Munich, ubicado en el número 37 de la calle de Espinauga. En ese barrio residía buena parte del equipo de redacción del diario "Solidaridad Obrera". Un personaje destacado fue Juan Manuel Molina Mateo "Juanele", conocido residente miembro de la CNT, secretario general de la FAI y director de su órgano de prensa, "Tierra y libertad".
Otros personajes destacados fueron Isidre Carandell Portillo (protagonista en la lucha para conseguir autobuses para los barrios) y Joaquim Valls Martí (propietario de terrenos de los alrededores de Can Dragó).


Terminada la Guerra Civil, la vida asociativa fue casi eliminada por la clausura forzosa de los centros sociales, ateneos, casales, asociaciones vecinales y entidades políticas. Así, por ejemplo el Ateneo Familiar Artístico y Cultural estuvo ocupado por la falangista Educación y Descanso, y la Asociación de Propietarios y Contribuyentes de las Roquetas reanudó sus actividades en 1942 pero bajo control severo. Sólo las instituciones eclesiásticas pudieron resucitar la vida social del barrio gracias a las actividades desarrolladas por los centros parroquiales. Un ejemplo de ello fue la labor de la Obra Social de Verdún y la Sección Deportiva Santa Eulalia (SESE) fundadas en 1944. En 1941 nació la Asociación de Pequeños Propietarios de la Urbanización de Torre Baró, y en 1949, fusionándose con la Cooperativa Vallbona, constituyó la Sociedad Cooperativa de Torre Baró, que publicaba un boletín y realizaba actividades, además de defender los intereses vecinales. El punto de encuentro era el bar Los Cazadores.
En el seno de la Iglesia había una rama moderada que no simpatizaba con el régimen franquista y que desarrolló un papel como intermediaria entre el vecindario y las autoridades del régimen franquista de cara a hacer realidad las peticiones vecinales. Esta Iglesia más cercana al pueblo intensificó su presencia mediante la visita regular de catequistas durante los fines de semana, desarrollando actividades religiosas e impulsando tareas y obras sociales que ayudaron en parte a consolidar los barrios. La construcción de guarderías y escuelas y la creación de comisiones de fiestas y deportes fueron algunos ejemplos.


Durante la década de 1960 se empezaron a forjar los cimientos de los movimientos y las luchas vecinales que se desarrollarían durante la década de 1970. El gran crecimiento de población y la fuerte especulación urbanística sobre unas barriadas con insuficiencia de equipamientos forjó el nacimiento de una concienciación social. La Ley de Asociaciones de 1964 permitió mayor permisividad de asociacionismo y a la vez ampararse bajo un marco legal para poder desarrollar las primeras reivindicaciones vecinales. Habían las comisiones de barrio impulsadas principalmente por la organización marxista escindida del PSUC llama Bandera Roja y por organizaciones católicas independientes. Paralelamente, actuaban diversos núcleos clandestinos que luego pasarían a formar legalmente las asociaciones vecinales. La eclosión de estos movimientos fue una consecuencia y una reacción ante la crisis urbana que se vivía incluso a nivel nacional, expresada como una corriente sociocultural, ciudadana e incluso política avanzada que intentaba la transformación de una sociedad en crisis, de modo que la resolución de todos los problemas solo podía pasar por un cambio hacia un régimen democrático que parecía avecinarse. El principal factor que originó estos movimientos fue la reacción ante las actuaciones urbanísticas aplicadas que se derivaban del Plan Comarcal de 1953, que generaron una serie de conflictos provocados por las expropiaciones de viviendas, desplazamientos forzados de población, situaciones catastróficas o peligrosas y la insuficiencia de equipamientos. Cabe destacar la gestación de una prensa de barrio (a veces clandestina) como un medio práctico para difundir a la población las campañas y los idearios de las asociaciones y entidades que las fundaron con el propósito de crear una conciencia social y un movimiento solidario.


El origen de la Asociación de Vecinos de 9 Barrios se debió con motivo del proyecto de ejecución del Plan Parcial Torre Baró-Vallbona-Trinidad aprobado en 1969 por el Ayuntamiento de Barcelona. Afectaba 535 hectáreas y planteaba el derribo de 4.370 viviendas, daba prioridad a grandes vías de circulación y a la creación de espacios libres para el que las inmobiliarias dispusieran de nuevos terrenos donde construir pisos. A pesar de haber reunido en una mesa redonda a los principales representantes vecinales de los barrios afectados y haber hecho más de 3000 impugnaciones contra el Plan, las conversaciones no dieron resultado.
Para defenderse de este Plan tan agresivo, oficialmente nació en fecha del 11 de abril de 1970 la Asociación de Vecinos de 9 Barrios, en el barrio de la Trinitat Nova, en una reunión celebrada en el barracón del Centro de Vida Comunitaria para Todos. Como su nombre dice, la nueva asociación estaba formada y representada por nueve barriadas o secciones: Prosperitat, Verdum, Roquetes, Trinitat Vella, Trinitat Nova, Torre Baró, Vallbona, Guineueta y Ciutat Meridiana. A partir de diciembre de 1971 comenzaron a editar un boletín informativo llamado "Nueve Barrios" donde quedaría reflejada la cronología de todas las luchas. Además, cada barriada editó también su propia revista como una separata de "Nueve Barrios" donde se profundizaba sobre luchas y reivindicaciones concretas.


En el Pleno municipal de 10 de mayo de 1973 donde se presentó el Plan para ser aprobado tuvo lugar la entrada de un centenar de personas en el Salón de la Reina Regente del Ayuntamiento a mostrar ante el alcalde de Barcelona su oposición. El 11 de mayo siguiente, se hizo una manifestación silenciosa entre la plaza de Sant Jaume y la calle de Ferran. Ante fuerte revuelo que se produjo, finalmente, el Plan Parcial no fue aprobado.
Paralelamente a la Asociación de Vecinos de 9 Barrios también desarrollaron una fuerte actividad vecinal las barriadas de Turó de la Peira, Can Peguera (Ramón Albó), Porta y Torre Llobeta, representadas por la Asociación de Vecinos del Turóo de la Peira-Vilapiscina-Ramón Albó, constituida oficialmente el 5 de octubre de 1973 para defender los intereses vecinales, especialmente como reacción al Plan Comarcal. Informaban mediante la convocatoria de una Asamblea de Barrio, unas reuniones clandestinas donde participaban fundadores de CC.OO. Inicialmente, las reuniones se celebraban en el local-teatro del SESE bajo permiso de la rectoría. Más adelante se alquiló un local en la calle de Alloza, desde donde se emprendieron las luchas más importantes.


Con la fundación de la Asociación de Vecinos de 9 Barrios junto con la Asociación de Vecinos del Turó de la Peira-Vilapiscina-Ramón Albó, la década de 1970 iniciaría un nuevo rumbo en la historia de Nou Barris marcando un antes y un después, convirtiendo las luchas sociales en un referente histórico y geográfico más allá de los límites de Barcelona. Todo ello conllevó a pasar del poder político y clerical al poder vecinal, porque estos pasarían a ser los constructores de sus barrios, los arquitectos sociales de una transformación dirigida a mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. La celebración de varias asambleas vecinales (especialmente en los cines de barrio), la realización de manifestaciones y los cortes de las calles, entre otras acciones, centrarían las actuaciones para pedir equipamientos sanitarios, deportivos, educativos y culturales, zonas verdes y plazas, reparaciones las viviendas, mejores comunicaciones con transporte público, la urbanización de las calles, la erradicación de los focos de chabolismo y la construcción de infraestructuras básicas, entre otras acciones. Personajes destacados de las luchas vecinales de aquellos años fueron María Ángeles Ribas, Manuel Rodríguez, Andrés Naya, Manuel Vital y Maruja Ruiz, entre otros.


La lucha vecinal más representativa fue la comprendida entre los días 4 y 5 de junio de 1977 contra la planta asfáltica y la conversión de sus instalaciones en un Ateneo Popular. De alguna manera aquello simbolizó el fin del franquismo y el inicio de la democracia en Nou Barris, la derrota del modelo autoritario y el triunfo del poder social. Como equipamiento cultural producto del triunfo popular y símbolo de las luchas vecinales, se definió como un gran centro donde la acción cultural y artística era la herramienta de transformación social. Allí se desarrollaron diversas actividades artísticas, culturales, sociales y educativas dirigidas a mejorar la creatividad, la participación, la solidaridad y la cohesión social de las personas.
El 18 de enero de 1984 el Ayuntamiento de Barcelona aprobó la nueva división municipal de Barcelona en 10 distritos. Nou Barris pasó a ser el Distrito 8 de manera independiente a Sant Andreu, que se convirtió en el Distrito 9. Agrupaba los barrios de Can Peguera (Ramón Albó), Canyelles, Ciutat Meridiana, Guineueta, Porta, Prosperitat, Roquetes, Torre Baró, Torre Llobeta, Trinitat Nova, Turó de la Peira, Vallbona, Verdum y Vilapicina. Trinitat Vella pasó a formar parte del distrito de Sant Andreu.


Durante esta década la gente de Nou Barris continuó las luchas iniciadas en años anteriores con el propósito de lograr una mejor calidad de vida. Numerosas asociaciones vecinales y culturales ya existentes, una vez legalizadas y en pleno funcionamiento como entidades independientes una de la otra, consiguieron más fuerza y mayor capacidad de decisión hasta el punto de configurar un importante tejido asociativo. Era evidente el sentimiento de pertenencia de sus habitantes, pues el territorio había forjado una sólida personalidad. Gracias a estas luchas vecinales, diversas asociaciones y entidades de barrio entendidas como espacios de libre expresión ciudadana fueron abriendo las puertas porque resultaban imprescindibles y fundamentales en la vida social de unas barriadas tan luchadoras. Un mejor entendimiento con las administraciones democráticas permitió por fin hacer realidad muchas cosas que quedaban pendientes. Poco a poco, las deudas con los habitantes de Nou Barris se irían saldando y el distrito comenzaría a integrarse en Barcelona como un espacio más de la ciudad para dejar de ser visto como un espacio suburbial y marginal. En este sentido, se intentó cambiar el concepto tradicional de periferia obrera.


Durante la década de 1990 y sobre todo después de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 continuaron las reivindicaciones vecinales reclamando mejoras para los barrios del distrito, especialmente para la petición de equipamientos en general, que aún eran insuficientes en relación con la población existente. Básicamente hablaríamos de equipamientos culturales (bibliotecas, centros de jóvenes y ancianos y centros culturales), educativos (guarderías y escuelas públicas), deportivos (polideportivos), y sanitarios (ambulatorios y otros centros de salud). También se intensificaron las luchas para la mejora del transporte público (más líneas de autobús y metro), para la construcción de nuevas viviendas sociales y la rehabilitación de otros existentes, y para ejecutar reformas urbanísticas encaminadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes (islas peatonales, ampliaciones de aceras, zonas verdes y reducción de la densificación), entre otras cosas. La transformación de Nou Barris llevó a definir el distrito como "la nueva Barcelona" en contraposición a "la penúltima Barcelona", término acuñado por los periodistas Josep Maria Huertas y Jaume Fabre.


Llegados al nuevo siglo XXI, Nou Barris refleja todo lo que se ha conseguido gracias a las largas y duras luchas vecinales, las cuales no han cesado en ningún momento sino que prosiguen porque la renovación de los barrios del distrito es un trabajo continuado que las nuevas generaciones han sido capaces de heredar. La Coordinadora de Asociaciones y Entidades es la institución popular que reúne periódicamente y representa a todas las asociaciones y entidades diversas del distrito para plantear y resolver problemas de manera conjunta. Otra consecuencia de las luchas vecinales ha sido la creación de los llamados planes comunitarios. Entendemos por ello una red de propuestas y actuaciones promovidas por asociaciones vecinales y entidades con la colaboración de algunos servicios y administraciones públicas, que tienen como objetivo averiguar las necesidades y potencialidades en todos los ámbitos (educativo, sanitario, cultural, urbanístico , deportivo, etc) con el fin de progresar en la mejora de la calidad de vida colectiva de los barrios. Actualmente están en marcha los planes comunitarios de Torre Baró-Vallbona, Trinitat Nova, Roquetes y Verdum, lo que demuestra cómo el poder vecinal continúa teniendo fuerza, voz y capacidad de decisión. Más recientemente, con la crisis económica, han surgido movimientos contestatarios como Nou Barris cabrejada diu prou! y plataformas contra los desahucios que evidencian la existencia de un relevo generacional en las luchas y los movimientos vecinales en Nou Barris.


jueves, 6 de junio de 2013

Memorias de un cinéfilo de estreno VI: URGEL CINEMA


El pasado día 30 de mayo cerró para siempre sus puertas el URGEL CINEMA, la sala de estreno en activo más grande de Barcelona. Si bien algunos locales de cinematografía de la ciudad han sido recordados por su extraordinaria modestia y sencillez, otros como el del presente caso pasarán a la memoria histórica por su espectacularidad. En los tiempos que corren actualmente el concepto de la sala única ha dejado de ser rentable a favor de las llamadas multisalas. El modelo de ocio y cultura se ha transformado. Son solo casos aislados y excepcionales los que llevan a llenar de pleno un local de gran capacidad hasta las últimas butacas del anfiteatro, espacio el cual está en vías de extinción y que pronto las nuevas generaciones de cinéfilos desconocerán o incluso les extrañará que llegara a existir.


El URGEL CINEMA, a pesar de haber cerrado manteniendo dignamente y a la altura de las exigencias del siglo XXI la calidad de sus instalaciones, no cabe duda de que su concepto responde a unas pautas de comportamiento social pertenecientes a otros tiempos. Inaugurado el 20 de diciembre de 1963, se ubicaba en los números 29-33 de la calle del Comte d’Urgell. Tenía capacidad para 1832 espectadores, si bien el proyecto original preveía 2324 butacas. Iniciativa del empresario Pere Balañà, fue el cuarto cinematógrafo de nueva planta por parte de esta empresa abierto durante la década de los años sesenta después de los cines Novedades, Regio Vistarama Palace y Aribau. Esta nueva generación de locales se caracterizó por su nuevo diseño moderno y funcional, con la típica decoración en color rojo en butacas y paredes que tanto identificaba a las salas de la cadena Balañà. Enrique Mira fue el arquitecto y Antoni Bonamusa el responsable de la conocida decoración.


Desde el punto de vista técnico, se dice que lo más importante residía en la estructura que sostenía el edificio y en el armazón del mismo. Los materiales de construcción empleados fueron el hiero, el cemento y el mármol, este último para ofrecer suntuosidad a la instalación. La entrada, ubicada bajo un bloque de viviendas, si bien no era precisamente lujosa sí que era grande. Disponía de dos taquillas, aunque normalmente solo funcionaba la de la izquierda. En la parte superior coronaba una gran cabecera que sobresalía al nivel del balcón de la primera planta destinada a exhibir una cartelera pintada a mano por parte de verdaderos artistas capaces de reproducir fielmente los carteles originales de la película a estrenar en breve tiempo. El vestíbulo constaba de dos partes: la superior, a nivel de la calle donde los empleados rompían las entradas y donde había las escaleras de acceso al anfiteatro; y la inferior, accesible mediante una corta pero amplia escalera, donde se ubicaban los servicios (el de señoras a la derecha y el de caballeros a la izquierda) y el bar. Este espacio daba acceso directo a la gran platea. Estaba decorado con mármol en el suelo y estucos metálicos en las paredes, elemento utilizado por primera vez en una sala de cine.


La sala de proyecciones constaba de platea y anfiteatro. El techo estaba decorado mediante franjas estrechas paralelas molduradas con yeso e iluminadas indirectamente, proyectándose verticalmente sobre la pared del escenario desde el fondo de la sala. Todas butacas eran de doble brazo, si bien fueron incorporadas años después tras una remodelación. Las paredes estaban decoradas con elementos de madera. La pantalla, con la doble cortina roja y blanca, era de grandes dimensiones, alcanzando los 200 metros cuadrados de superficie.


Siempre destinado a estrenos cinematográficos, el URGEL CINEMA abrió sus puertas con la proyección de la película Carmen Jones, de Otto Preminger. Otras películas destacadas fueron, entre otras, Lawrence de Arabia, West Side Story, El gran combate, Mayor Dundee, La muerte tenía un precio, El planeta de los simios, El exorcista, El baile de los vampiros, Topaz, El cerebro de Franknestein, Patton, The French Connection, Chinatown, El coloso en llamas, Tiburón, Supermán, ET, Regreso al futuro, Scarface, Cotton Club, Star Treck, En busca del arca perdida y El Padrino III. Además de películas, en algunas ocasiones se ofrecían otro tipo de espectáculos, como por ejemplo la actuación de músicos y cantantes. Hay constancia de que el 24 de febrero de 1964 actuaron Frank Sinatra, Jr., Jeannie Thomas, Helen Forrest, The Pied Pipers, Sam Donahue, Charlie Shavers y Larry O’Brien. El 17 de mayo de 1967 actuó el cantante Sammy Davis, Jr.


Con el apogeo de las multisalas en estos últimos años este cine se especializó como sala de proyecciones digitales y películas en 3D. Paralelamente, la empresa Balañà acordó con Nacho Cerdà la programación del Phenomena, the ultimate cinematic experience, una oferta cinematográfica alternativa consistente en el pase de filmes míticos de los años setenta, ochenta y noventa en copias remasterizadas cada último jueves y viernes de mes en sesión de tarde y noche que recuperaba el entrañable programa doble. La experiencia, que obtuvo un gran éxito de público mientras duró, se inició el 26 de noviembre de 2011 con el pase de las películas Alien, el 8º pasajero y Tiburón. Sin embargo, debido a un cambio en la política empresarial de Balañà, se rescindió el contrato, con lo cual la programación de Phenómena se trasladó a la sala grande de los multicines Comedia, donde continúa. Finalmente, la falta de rentabilidad del cine decidió su clausura definitiva el pasado 30 de junio, tal y como se ha indicado antes. Las dos últimas películas de estreno proyectadas fueron Iron Man III y Fast & Furious 6. En la última sesión hubo un gran número de espectadores que fueron a despedir este mítico cine.


Mi paso por el URGEL CINEMA no fue precisamente habitual debido a que casi toda la programación también se ofrecía en el cine RÍO, la sala de estreno de mi barrio también de la cadena Balañà. La primera vez que pisé este templo del séptimo arte fue en noviembre de 1977 con mi padre y mi hermano Tomás. Fuimos a ver el estreno de Encuentros en la tercera fase, de Steven Spielberg. Otra fecha señalada fue en diciembre de 1987 con la proyección de la película El último emperador, momento en que la sala estrenó el nuevo sistema de sonido Integral Sound, de 12000 watios de potencia, 5 canales en pantalla y 34 altavoces de ambiente. Fue una sesión de noche acompañado de mi madre, mis hermanos Tomás y Griselda y una pareja de amigos, Encarna y Juan Miguel. Previamente al cierre de las luces, una voz grabada daba la bienvenida al público asistente y explicaba la novedad del sistema acústico. Son de aquellas experiencias que solo se viven una vez. En marzo de 1997, con motivo del 20º aniversario del estreno de Star Wars, fui un par de ocasiones a ver la versión restaurada con retoques digitales y escenas inéditas de La guerra de las galaxias, posiblemente la película que más veces he visto en mi vida.


Ya en los últimos años de vida de este cine, me convertí en usuario más asiduo. El cine RÍO había cerrado sus puertas y buena parte de la oferta cinematográfica se concentraba mayormente en el centro de Barcelona. Aunque disponía de multicines cercanos, no quise renunciar a la visualización de las películas de estreno en una sala grande y confortable, sin las colas y los engorros de una multisala. Además, el URGEL CINEMA tenía la ventaja de que casi siempre podías sentarte allá donde querías, sin el riesgo de no poder entrar por el lleno de la sala o la obligación que te impone la butaca numerada. Así fue como vi los últimos estrenos, porque esas ventajas y comodidades solamente las ofrecen las salas grandes y las grandes salas. Mi última película fue The Amazing Spiderman.
Cuarenta y nueve años, cinco meses y diez días de historia de una sala de cine que ha vivido y sobrevivido a los cambios de ocio y entretenimiento de una sociedad que generación tras generación transforma muy rápidamente sus hábitos de consumo. Se despide así el que ha sido el mejor cine de Barcelona de estos últimos años y queda para siempre en la memoria histórica de quienes lo han conocido y de aquellas generaciones que saben cómo era una gran sala llena de espectadores.