La primera vez que los Rolling Stones aterrizaron en España fue en Barcelona en verano de 1976. Su actuación formaba parte de su gira Tour of Europe 76 entre el 28 de abril y el 23 de junio del citado año. El inicio del tour se produjo a los pocos días del lanzamiento de su último álbum Black & Blue. Para la banda el objetivo era la realización de diversos shows rápidos, con un Mick Jagger que mostraría una nueva forma de cantar y la incorporación de Ron Wood como segundo guitarrista. Desgraciadamente, la visita a Barcelona se produjo en el contexto de una tragedia acaecida pocos días antes de llegar a la capital catalana, la noche del 6 de junio, cuando Keith Richards fue avisado por su mujer, Anita Pallenberg, de la muerte de su bebé de 10 semanas de vida, llamada Tara, a causa del síndrome de muerte súbita del lactante.
El responsable de traer al mítico grupo por primera vez en España fue Gay Mercader (sobrino de Vittorio de Sica y pariente lejano del asesino de Trotsky), el primer promotor musical del país que en 1973 fundó la compañía Gay & Company dedicada a organizar conciertos. Su primer intento fue en 1969 para que tocaran en la discoteca Pachá, pero debido a que la iniciativa costaba alrededor de dos mil libras esterlinas, el propietario del local, Ricard Urgell, lo descartó. Un segundo intento fue organizar un concierto en el municipio costero de Cambrils, en Tarragona, aunque la prensa hacía referencia a Salou. Para ello alquiló unos terrenos con el propósito de montar un auditorio al aire libre para 25.000 espectadores excavando el escenario y con una grada inmensa. Sin embargo, ello generó protestas llegándose a afirmar que si venían los Rolling Stones éstos traerían en camiones a un ejército de enloquecidos que violaría a las mujeres del pueblo. El tercer intento fue en el municipio vallesano de La Roca del Vallès, donde tenía localizado un terreno inclinado perfecto. No obstante, se generó oposición vecinal que confundió su apellido creyendo que se trataba de organizar un campamento homosexual. Incluso en la plaza del Ayuntamiento se colgaron pancartas que decían “Gay no”, llegándose al extremo de debatirse en el pleno municipal que no querían un campamento homosexual.
Finalmente, contactó con la empresa Balañà para organizar el concierto, la cual se decantó favorablemente. Se preveía celebrarlo en la plaza de toros de Las Arenas, poniéndose a la venta las entradas al precio de 900 pesetas, una suma bastante elevada para la época. Pero a última hora, justo una semana antes del concierto se eligió la plaza de toros de La Monumental, cambio que se anunció en los periódicos siendo válidas las mismas entradas. Gay Mercader era consciente del riesgo de traer a la banda británica porque sabía cual era el contexto histórico que se estaba viviendo. Según contaba él mismo, "Los Stones eran un grupo mal visto. Yo tuve muchos problemas para organizar el concierto. De los Stones, decían que era un grupo violento, llegaron a justificar que no me alquilaban el Auditorio porque los componentes del grupo eran una especie de salvajes que venían con cadenas en los aviones y violaban a las mujeres. España, en aquél momento, era mentalmente tercermundista. Cuando los conseguimos traer, hubo un locutor de radio muy famoso (no lo nombraré, porque al pobre se le caería la cara de vergüenza) que dijo que los Stones estaban pasados de moda. Lo dijo en el 76, y este señor era uno de los tres que regían los destinos de la música de este país (...) Las dificultades las pusieron desde la gente que se supone que tenía que apoyarnos hasta, por supuesto, gran parte de la sociedad, que estaba en contra."
Era el año 1976 y aquella sería la primera visita oficial del grupo a Barcelona, aunque Keith Richards en su libro de memorias "Vida" recuerda haber visitado la ciudad en convulsas circunstancias en 1967 acompañado de su novia Anita Pallenberg. Al recibir la propuesta de Gay Mercader, Mick Jagger llegó a admitir que España no estaba en sus planes, pero finalmente aceptó incorporarla en su gira europea. Para el concierto de Barcelona la banda cobraría diez millones de pesetas. Su llegada a Barcelona no estuvo exenta de una sutil campaña en contra manejada desde los medios de comunicación más conservadores. Un crítico del diario La Vanguardia del 29 de mayo de ese año que firmaba como A.M. escribió textualmente acerca del último disco de los Stones que "Debe ser cosa de verles en directo, porque escuchándolas en este disco que es lo último que han grabado, uno diría que los Stones están acabados. Y esto a pesar de las importantes colaboraciones de músicos distinguidos que según los créditos intervinieron en la grabación. La música resultante es anodina y banal y ni siquiera encierra interés estético ni sobresale por la calidad de la ejecución". Sobran los comentarios.
Se sabía que los Rolling Stones habían tenido problemas en algunos países por llevar encima marihuana, y hubo un cierto miedo por parte de los organizadores de que nada más llegar a España hubiesen problemas. Sin embargo, cuando aterrizaron en el aeropuerto de El Prat la policía no detuvo a ninguno de los miembros del grupo. Al llegar en coche privado a Barcelona se hospedaron en el hotel Princesa Sofía. Nada más llegar, Anita Pallenberg le echó una bronca monumental a Keith Richards, y éste cogió todo el equipaje mientras subía escaleras arriba a su habitación.
El concierto se celebró el viernes día 11 de junio. Poco antes de la actuación, Mick Jagger aprovechó la ocasión para tomarse una copa en el Café de la Rambla. En la plaza de toros de La Monumental acudieron a la cita 11.000 aficionados para un total de 18.000 localidades puestas a la venta, una parte de las cuales se vendieron a última hora poco antes del evento. Entre los asistentes figuraron personajes el mundo de la música como Miguel Ríos y Javier Gurruchaga. Se vendían cervezas a 30 pesetas y bocadillos de salchichas a 50 pesetas. Alrededor de las nueve de la noche empezó el espectáculo con la intervención de los teloneros Robin Trower y The Meters, pero por indisposición del primero fue sustituido por John Miles. El grupo The Metters tocó durante casi una hora. El público de las primeras filas del público del ruedo se levantó ante la invitación al baile del quinteto negro y la gente que prefirió quedarse sentada se incomodó al ver bloqueada su visión del escenario, por lo que empezaron a volar botellas.
Mientras tanto, en los alrededores de la plaza se produjeron incidentes. El elevado precio de las entradas ocasionó protestas en la entrada del recinto, la cual fue tomada por los "grises" mediante la carga de balas de goma y bombas de humo. Muchos de quienes protestaban defendían que la música para el pueblo debía ser gratuita. Los empleados de La Monumental habían cerrado las puertas y desde los pisos altos de la plaza, parte del público coreaba “¡que pasen los de afuera!”, algunos de ellos lanzando botellas e increpando a los "grises". Precisamente una de estas bombas se coló en el interior del recinto de la plaza como respuesta a la reacción de este sector del público. Fue un momento de pánico porque el humo empezó a invadir una parte de las localidades y parecía que iba a comenzar una desbandada de consecuencias desastrosas, aunque la buena reacción del público impidió cualquier posible tragedia. Para calmar la situación, los altavoces hicieron llamamientos a la tranquilidad con frases como “a ver si entre todos podemos evitar que se repitan estas situaciones”.
Mientras tanto, en los alrededores de la plaza se produjeron incidentes. El elevado precio de las entradas ocasionó protestas en la entrada del recinto, la cual fue tomada por los "grises" mediante la carga de balas de goma y bombas de humo. Muchos de quienes protestaban defendían que la música para el pueblo debía ser gratuita. Los empleados de La Monumental habían cerrado las puertas y desde los pisos altos de la plaza, parte del público coreaba “¡que pasen los de afuera!”, algunos de ellos lanzando botellas e increpando a los "grises". Precisamente una de estas bombas se coló en el interior del recinto de la plaza como respuesta a la reacción de este sector del público. Fue un momento de pánico porque el humo empezó a invadir una parte de las localidades y parecía que iba a comenzar una desbandada de consecuencias desastrosas, aunque la buena reacción del público impidió cualquier posible tragedia. Para calmar la situación, los altavoces hicieron llamamientos a la tranquilidad con frases como “a ver si entre todos podemos evitar que se repitan estas situaciones”.
Tras el incidente salió a actuar John Miles y su banda interpretando temas como “Music”, “Roll over Beethoven”, “Sweet Lorraine” y “Heartbreak Hotel”. Se dice que presentó un show muy calculado y destinado a complacer al público asistente, intercalando rock and roll cuando las canciones decaían con las baladas, algo que no fue precisamente del agrado de la gente. Hacía poco tiempo que este grupo había actuado con éxito en Badalona.
A las doce y media pasadas, los Rolling Stones acudieron a la cita bajo los acordes de un airoso pasodoble torero llamado "El gato montés". Los organizadores se dieron cuenta de que habían cometido un grave error al hacer esperar tanto tiempo al público para la aparición del grupo, pues parte de los asistentes empezaron a manifestar los primeros síntomas de cansancio. En el escenario estuvieron Mick Jagger (voz, guitarra, armónica), Keith Richards (guitarra, voces), Ron Wood (guitarra, voces), Bill Wyman (bajo) y Charlie Watts (batería). Como músicos adicionales participaron Billy Preston (piano) y Ollie Brown (percusión). Durante el concierto se interpretaron hasta veinte composiciones, algunas de finales de los 60 y comienzos de los 70, que alternaron con los temas de su último disco Black & Blue: "Honky Tonk Women", "If You Can't Rock Me", "Get Off of My Cloud", "Hand of Fate", "Hey Negrita", "Ain't Too Proud to Beg", "Fool to Cry", "Hot Stuff", "Star Star", "Cherry Oh Baby", "Angie", "You Gotta Move", "You Can't Always Get What You Want", "Happy", "Tumbling Dice", "Nothing From Nothing", "Outa Space", "Midnight Rambler", "It's Only Rock 'N' Roll", "Brown Sugar", "Jumpin' Jack Flash" y "Street Fighting Man".
Para la actuación se utilizaron voluminosos equipos de amplificación sonora valorados en más de sesenta millones de pesetas de la época. Equipos especiales de la NASA y técnicos venidos de Cabo Kennedy se ocuparon de garantizar su buen funcionamiento. Pero a pesar de estas innovaciones, el montaje en su conjunto global fue más bien pobre por la falta de medios en comparación con los espectáculos que se montan actualmente, pero precisamente ello dio un toque de autenticidad y la imagen más bohemia del grupo. Desde su actuación, Jagger utilizó numerosas veces el castellano e incluso el catalán para dirigirse al público con breves frases de salutación y ánimo y en algunos gags (como el abanico de pases de toreo) jugó con tópicos españoles pero integrados en el contexto del espectáculo. En la recta final del espectáculo, Mick Jagger derramó un recipiente de confeti sobre la batería de Charlie Watts y empezó a lanzar cubos de agua sobre el público vertiéndose él mismo el último.
La actuación terminó a las dos y diez de la madrugada. Al marchar el público sonaban los acordes de La Santa Espina. Finalizado el concierto, Gay Mercader se encontró a Mick Jagger y Ron Wood con dos chicas a las puertas del Hotel Princesa Sofía, donde se alojaban. Por razones morales de la época, los empleados del hotel no les dejaron subir con ellas porque no estaban casados, a pesar de haber ofrecido al conserje la suma de mil pesetas para que las dejaran pasar sin tener el carnet de familia.
Tras el concierto llegaron malas críticas por parte de los medios de comunicación, y debido a que la plaza no se llenó, hubo pérdidas de casi tres millones de pesetas. Sin embargo, gracias a la llegada de los Rolling Stones España consiguió colocarse por primera vez en su historia en el mapa del mundo musical internacional, lo que permitió abrir puertas para traer a otros grupos, tal y como ha sucedido hasta la actualidad.