Tal y como se comentó en el anterior artículo, Juan Mañé y Flaquer sustituyó a Antonio Brusi Ferrer en la dirección del Diario de Barcelona. Sin embargo, la propiedad del diario continuó a manos de la familia Brusi, ubicándose los talleres de impresión en la Imprenta Barcelonesa propiedad de Francisco Gabañach, en la calle Nueva de San Francisco nº17, y la administración en la calle de la Libretería nº22. Este periodista y escritor nacido en Torredembarra en 1823 ingresó en el diario en 1847 como redactor, convirtiéndose pronto en renovador del periódico, pues con él se acentuó el carácter político con el propósito de abrir nuevos horizontes. De este modo lo transformó en órgano definidor de la opinión conservadora de Barcelona, portavoz de la burguesía y contribuidor indirecto en la formación de la generación catalanista de 1900, a la vez que hizo grandes aportaciones en la técnica profesional periodística. Según el propio Mañé, "un periódico tiene que ser humano, doble naturaleza, corporal y espiritual. Es una industria, es decir, una especulación y un apostolado; el empresario está obligado a procurar al periódico una vida robusta, que lo coloque en situación independiente; dé a los capitales en él empleados una ganancia equitativa y a él una remuneración decorosa por sus desvelos y trabajos. Esta industria debe estar subordinada a las leyes morales, y está obligada por su misma naturaleza a prestar a la patria y a la sociedad el tributo de su influencia que es lo que constituye el apostolado del periódico, sus funciones espirituales.
El periódico puede ser, como lo fue el "Diario" durante muchos años, simple colección de noticias; en este caso, no está obligado a decir más que la verdad, empleando cuantos medios estén a su alcance para depurarla y a guardar silencio sobre aquellos hechos cuya publicidad pueda ser dañosa a la religión, a la moral y a las buenas costumbres. Cuando el periódico, además de anunciar los hechos, los comenta debe tener un criterio fijo, constante, que sea sólida base de sus juicios. Relatar con toda imparcialidad los hechos, favorezcan o contraríen nuestros deseos; pero juzgarlos según el criterio de nuestras convicciones, gusten o no gusten a los que nos lean."
Sin embargo, el hombre más decisivo en definir el perfil ideológico del diario fue el abogado y político Manuel Durán y Bas, el cual expuso textualmente su filosofía en tres bases:
- Doctrina del partido moderado, sin los resabios de la centralización cesarista, y de prevenciones regalistas.
- Doctrina de los neocatólicos sin las tendencias absolutistas y la ciega enemiga a toda novedad y a todo progreso.
- Aspiraciones de los progresistas de la monarquía limitada, despojadas del absurdo principio de la soberanía nacional, de tan fatales consecuencias para los pueblos modernos.
Este periodo fue fructífero hasta el punto que el diario se convirtió en uno de los periódicos más influyentes y bien informados de España. El mismo Mañé viajaba a menudo a Madrid, entraba en contacto con la clase política, organizaba la corresponsalía, buscaba colaboradores e intervenía en política. Personajes influyentes en la redacción fueron, principalmente, Jaime Balmes, Juan Maragall, Juan Cortada y Francisco Llorens y Barba. Mañé llegó a ser uno de los redactores más prestigiosos de su tiempo por su independencia de criterio, por lo que fue a menudo consultado por el rey Alfonso XII y por Antonio Cánovas del Castillo. Cercano al ideario de la Unión Liberal, sus artículos mostraban una moderada oposición descentralizadora, causa por la que fue perseguido y sancionado. En 1876 el Diario de Barcelona fue suspendido y sustituido por el nuevo periódico El Catalán, subtitulado como "Diario de Avisos y Noticias". El primer número salió el 30 de septiembre del citado año y el último el 1 de octubre siguiente. Fue extremadamente efímero, pues sólo salieron tres números. A partir del día 2 reapareció el Diario de Barcelona.
A finales del siglo XIX, la aparición de nuevos periódicos como El Correo Catalán (1876), La Publicidad (1878), El Diluvio (1879), La Vanguardia (1881), El Noticiero Universal (1888) y La Veu de Catalunya (1899), hizo perder progresivamente al diario su antiguo predominio debido a la nueva y fuerte competencia. A ello se sumó el hecho de que su regionalismo moderado no logró convencer a toda la burguesía y, además, no supo cómo responder a las grandes masas sociales. Cada vez que se planteaban nuevos problemas se fracasaba al intentar resolverlos siempre desde su perspectiva conservadora.
Al morir Antonio María Brusi Mataró en 1887, la propiedad del diario pasó a manos de su hija María Josefa Brusi García. A partir de 1895 la suscripción al diario en Barcelona pasó a 3 pesetas mensuales, siendo fuera de la capital catalana a 12 pesetas y en Francia a 18 pesetas. Cada ejemplar valía 15 céntimos de peseta la edición de la mañana y 5 céntimos de peseta la de la noche. En ese año el tiraje era de 9.000 ejemplares y se llegaban a enviar ejemplares a lugares tan lejanos exóticos como las Filipinas, las Antillas y Hong Kong.
Al morir Juan Mañé y Flaquer en 1901, la dirección del Diario de Barcelona pasó a manos del abogado, político, novelista y comediógrafo Teodoro Baró Sureda, el cual ya había ejercido como redactor. En 1904 la suscripción para los de fuera de Barcelona se rebajó hasta las 9 pesetas mensuales y se estableció en 15 céntimos de peseta el precio para todos los ejemplares sueltos con independencia de la edición del día. Fueron años discretos en los que no se aportaron novedades. A principios del nuevo siglo XX destacaron como redactores y colaboradores, entre otros, José Martínez Ruiz "Azorín", Buenaventura Bassegoda, José Antonio Brusi, Juan Burgadá, Francisco Carreras Candi, Manuel Durán y Bas, Joaquín María de Nadal, Gonzalo de Reparaz, José de Riquer y Carmen Karr como presencia femenina.
Tras su marcha en 1906 fue director efímero Miguel de los Santos Oliver. Sin llegar al año de mandato, le sustituyó al cargo nuevamente Teodoro Baró Sureda, el cual permaneció hasta el año 1912. En 1909 el diario pasó a tres ediciones, una de la mañana, otra del mediodía y otra de la noche.
Entre 1912 y 1920 la dirección pasó a manos de Luis Soler Casajuana. El cambio de dirección fue consecuencia de un periodo de problemas económicos que llevaron a cambiar las gestiones y a la aportación financiera de varias personalidades de la época. En 1915 batió un récord de ventas, llegándose a tirajes de hasta 15.000 ejemplares, con lo cual se superó la cifra de 10.000 del año 1850. A partir de 1919 dejaron de publicarse los almanaques anuales y se suspendió la edición de la noche, el precio de cada ejemplar subió a 10 céntimos de peseta, y pasó a publicarse en formato a doble tamaño, es decir, de 36cm x 24cm. Para ello se renovó el sistema de impresión con la adquisición de una rotativa Werk Augsborg. El 1 de enero de 1920 salió por primera vez un ejemplar con fotografía en la portada. A ello se adelantó a la mayoría de periódicos de la época, todavía sin fotos. La imagen hacía referencia a la Familia Real española. A partir de aquel momento, este periódico brindaría cada día con una portada ilustrada con algo relativo a algún tema de actualidad de la época, tanto nacional como internacional. En su interior pasó a duplicar el número de páginas y abundarían los anuncios dibujados de publicidad comercial y carteles de espectáculos. Durante ese mismo año la suscripción mensual pasó a 2 pesetas.
Tras la marcha del anterior director, entre 1920 y 1922 el Diario de Barcelona estuvo dirigido provisionalmente por Arcadio de Arquer. Al cabo de dos años lo sustituyó Juan Burgadá Juliá, responsable de equilibrar y recobrar la personalidad del diario, permaneciendo en su cargo hasta 1946.
Con la llegada de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, los Brusi dejaron definitivamente de ser propietarios del Diario de Barcelona, pasando a manos de la Editorial Barcelonesa, S.A. Al año siguiente se estableció la Real Orden de 24 de marzo de 1924 que obligaría al descanso dominical de la mayoría de las editoriales de prensa, de modo que los lunes solo saldrían algunos periódicos como la Hoja Oficial de la Provincia (luego Hoja del Lunes) y algunas ediciones de tarde. Desde entonces y durante los próximos 58 años, el Diario de Barcelona dejaría de salir a la calle todos los lunes. Dada la ideología monárquica y conservadora del periódico, el periódico fue bastante benévolo con el régimen primoriverista. Sin embargo, tras la proclamación de la Segunda República llegaron años difíciles al tratarse de un nuevo contexto político opuesto a la filosofía del diario.
A finales de 1935 cambió levemente su formato adoptando un diseño que se mantendría prácticamente intacto hasta el año 1960. En 1936 el tiraje era de 8.000 ejemplares, pasó a 15 céntimos de peseta el ejemplar y la suscripción mensual a 3,50 pesetas. Al estallar la Guerra Civil el 19 de julio del citado año, el Diario de Barcelona dejó de publicarse y fue incautado y transformado en órgano del partido Estat Català, publicado en catalán por el guerrillero y periodista Marcelino Perelló Domingo. El 22 de julio de 1936 se llamó Estat Català. Full Extraordinari Gratuït, pero al cabo de dos días se tituló Diari de Barcelona. Portaveu d'Estat Català. La redacción y administración se trasladó en la calle de Jaume I nº11. A partir de 1937 se empezó a notar la falta de papel y otras restricciones conforme la guerra avanzaba. Así, el 5 de mayo se publicó en ciclostilo y sólo cuatro páginas a tamaño 22x34 centímetros, el día 6 de mayo impreso a una sola cara, y el día 7 a cuatro páginas y tamaño 23x31 centímetros. El 1 de agosto del mismo año reapareció como Diario de Barcelona de Avisos y Notícias, publicado por parte de un grupo de antiguos trabajadores del periódico que formaron un comité de empresa con el fin de reivindicar la propiedad y hacer nuevamente (sin éxito en el propósito) la publicación en castellano.
Hasta el 31 de octubre del mismo 1937 no volvió a reaparecer otro número, y desde entonces el Diario de Barcelona no salió nuevamente a la venta hasta el 24 de noviembre 1940, siendo devuelto a sus antiguos propietarios. De 1923 a 1936 colaboraron en la redacción escritores y periodistas, entre otros, como Enrique del castillo, Gonzalo de Reparaz, José María de Sagarra, Francisco Aizcorbe y Valerio Serra. Sus directores fueron J. Josa (1936) y Marcelino Perelló Domingo (1936-37).
Hasta el 31 de octubre del mismo 1937 no volvió a reaparecer otro número, y desde entonces el Diario de Barcelona no salió nuevamente a la venta hasta el 24 de noviembre 1940, siendo devuelto a sus antiguos propietarios. De 1923 a 1936 colaboraron en la redacción escritores y periodistas, entre otros, como Enrique del castillo, Gonzalo de Reparaz, José María de Sagarra, Francisco Aizcorbe y Valerio Serra. Sus directores fueron J. Josa (1936) y Marcelino Perelló Domingo (1936-37).
Fotos: Arxiu Brusi, Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona, Arxiu Maragall, Editorial Nacional.