El Ayuntamiento de Barcelona ha decidido finalmente descartar la construcción del Museo Hermitage al lado del Hotel W. Las principales razones son las malas comunicaciones con transporte público y el hecho de ubicarse en un espacio vulnerable a las inclemencias meteorológicas, especialmente tras los efectos devastadores de la tormenta Gloria. Si bien son dos motivos de los que se puede estar de acuerdo, no debería renunciarse a la materialización de un equipamiento cultural de suma importancia para la ciudad y beneficioso para todos. Sería más aconsejable erigir el museo en lugares más resguardados y concurridos como por ejemplo el Port Vell, sobre los terrenos que el próximo derribo de los cines Cinesa Maremagnum y el Ímax dejará libres. Ello posibilitaría la renovación urbana de este espacio a la vez que se hallaría más cerca del metro y de los autobuses.
El discurso acerca de la necesidad o no de acoger una sede como la del Hermitage se enmarca dentro de un debate acerca de la preocupación manifestada por mucha gente, entidades e instituciones por la deriva provinciana que está tomando Barcelona en estos últimos años ante la falta de una mayor inversión en cultura y de un proyecto ambicioso y engrescado que anteponga la ciencia y el conocimiento como elementos prioritarios dentro de las políticas de desarrollo ciudadano y económico, además de ser motor de renovación del modelo turístico hacia uno de más calidad.
Últimamente el proyecto del Museo Hermitage en Barcelona está siendo objeto de debate entre defensores y detractores. A pesar de haber detractores que alegan gentrificación, tiene el apoyo firmado de hasta 40 entidades sociales, culturales, educativas e incluso vecinales que lo contemplan como una oportunidad, negando posibles perjuicios sobre el territorio. Incluso se ha creado una plataforma en defensa llamada "Més cultura per Barcelona". Entre sus principales ventajas, regeneraría el espacio urbano, sumaría un equipamiento cultural para la ciudad y la ciudadanía, ayudaría a sustituir el ocio basado en bares y discotecas por un ocio cultural, transformaría el modelo de turismo de sol y playa por uno de más calidad, constituiría un punto de encuentro de artistas locales e internacionales, sería una inversión en educación por su interés pedagógico y, en parte, contribuiría a volver a situar a Barcelona como referente cultural internacional.
Paralelamente al Hermitage, dentro de una política museística, el Museu de la Mobilitat es una gran asignatura pendiente, pues no se está invirtiendo un solo céntimo mientras el material preservado formado por trenes del metro, tranvías, autobuses, trolebuses y otros vehículos históricos sufre lentamente la podredumbre del paso del tiempo por permanecer vulnerable al vandalismo y sin ningún tipo de restauración. Los partidarios del proyecto, que suma muchos años de retraso, tienen la esperanza de que, a mucho tardar, pueda abrir en el año 2024 coincidiendo con el centenario del metro de Barcelona.
Otros museos de interés para la ciudad y, por supuesto, para su ciudadanía, serían los de la Hispano-Suiza y de la Industria. ¿Cómo es posible que Barcelona, como cuna de una de las marcas automovilísticas más prestigiosas del mundo, no tenga una exposición permanente de los que fueron esos grandes automóviles, únicos e irrepetibles? ¿Y cómo se ha permitido que Barcelona, que fue capital y motor de la industria española, el “Manchester catalán”, no tenga tampoco un centro dedicado a rescatar la memoria del sector económico que catapultó la ciudad y toda Cataluña a la modernidad del siglo XX? Recuerdo allá en el año 2000 cuando trabajé para el Museu d’Història de Barcelona (MUHBA) como agente divulgador de la cultura industrial local que yo y dos compañeros más recorríamos las calles del Poblenou en busca de información. Nos adentrábamos en las viejas fábricas ya abandonadas y allí descubríamos maravillas: viejas máquinas de una industria ya desaparecida. Nada de esto queda porque las administraciones no se preocuparon en rescatar, restaurar y exponer aquellos singulares aparatos de producción que de existir hubiesen desempeñado una excelente función pedagógica mucho más allá del interés turístico. A sumar de los anteriores, recientemente ha llegado la noticia acerca de una propuesta de museo de la Radio. Quienes apostamos por el fomento de la cultura bendecimos la iniciativa para que pueda hacerse realidad.
Es absurdo concebir un museo como un elemento intruso alieno a los barrios y destinado solamente a satisfacer las necesidades de los turistas. El problema reside en una mala política museística que no ha acercado estos palacios de cultura e historia al ciudadano de a pie, de modo que los vecinos puedan sentirlo como algo suyo e incluso verse activamente involucrados. Por ello deberían ser entidades activas con participación ciudadana, integrados a su entorno, que ofreciesen variedad de contenidos, capaces de transmitir valores universales y, sobretodo, ser espacios de aprendizaje.
Paralelamente al entramado museístico, el teatro es otro sector pendiente de fomentar. Cataluña ha sido la cuna de numerosos dramaturgos y autores teatrales, y de Barcelona han surgido destacados artistas masculinos y femeninos de talla nacional e incluso internacional. Hubo una época en que la capital catalana brindaba una excelente oferta donde se podía elegir toda clase de géneros y estilos. Ello empezó a morir a partir de los años 80 con la lenta decadencia del Paralelo y la falta de una política renovadora adaptada a los nuevos tiempos. Se perdió entre otras cosas la oportunidad de reconvertir el citado Paralelo en un Broadway catalán. Solo compañías teatrales como Dagoll Dagom intentaron mantener vivo el teatro musical con producciones locales. Se cuenta que el prestigioso compositor inglés Sir Andrew Lloyd Weber pretendió comprar la plaza de toros de Las Arenas para convertirlo en un teatro musical y así poder estrenar sus excelentes y magistrales obras teatrales.
El Ayuntamiento de Barcelona rechazó la oferta y prefirió convertir el viejo coso taurino en un vulgar centro comercial. Sería un deseo encomiable la pronta reapertura de los teatros Arnau, Barcelona Teatre Musical (antiguo Palau dels Esports) y Principal (el más antiguo de Barcelona) como estímulo a la reactivación del teatro de calidad. Hasta el momento no hay fechas si bien parece existir voluntad de recuperarlos. En locales actualmente cerrados como el cine Palacio del Cinema, en la Via Laietana, se podría estudiar una reapertura e incluso adaptarlo para funciones de teatro musical. Éste género que tanto triunfa en Madrid y en muchas de las principales ciudades europeas, no ha tenido continuidad en Barcelona. Al igual que en la capital de España, y no precisamente por “madriditis”, resultaría fundamental disponer también de una destacada escuela de arte dramático, danza y canto que preparara a todos los aspirantes a artistas para el desarrollo de la interpretación teatral en todos los niveles, incluido el musical, lo cual permitiría mejorar la calidad de las funciones, la oferta teatral, estrenar obras musicales de referencia mundial y evitar que jóvenes promesas tuviesen que marchar a otra ciudad (sea a Madrid o bien al extranjero) para perfeccionar su formación. A la situación actual deberíamos sumar locales cerrados como la Sala Muntaner, el Apolo y otros que amenazan cierre como el Club Capitol y el Antic Teatre. Malas noticias y malos tiempos para la cultura en Barcelona.
Ciudades como Londres, Berlín y Nueva York son referentes en proyectos culturales de gestión comunitaria nacidos de la voluntad popular que pretenden fomentar la creación artística y la llamada cultura urbana, entendida como cultura alternativa a la desarrollada por las instituciones y administraciones. Suelen tener como sedes antiguas fábricas abandonadas recuperadas y reconvertidas en centros sociales de creación al alcance de cualquier persona. De algún modo pretenden acercar la cultura y brindar una oportunidad a quien tenga alguna vocación o inquietud. En Barcelona existe una experiencia similar llevada a cabo gracias al arquitecto y gestor cultural Xavier Basiana Vers (por cierto, una bellísima persona). Tras crear la Fundació Basiana Vers y haber recuperado años atrás la Nau Ivanow, ahora su trabajo se centra en la recuperación y adecuación de la Nau Bostik, en el barrio de La Sagrera, como espacio cultural. Iniciativas como la de Basiana deberían extenderse por el resto de la ciudad para ensanchar la cultura de proximidad, a la vez que se preservaría patrimonio histórico-arquitectónico. ¿Por qué una administración local que defiende tanto potenciar la cultura de los barrios frente a la cultura institucional pone tantas trabas a dilatar por toda Barcelona iniciativas como la de la Nau Bostik?
Dentro de la infraestructura cultural la plaza de toros Monumental es uno de los grandes espacios pendientes de redefinir que inexplicablemente vive de espaldas a su entorno.
Ante la opción de la no menos polémica macromezquita, las características del coso taurino serían óptimas para acoger un espacio polivalente que incluyera espectáculos de circo, conciertos, audiciones, festivales, exposiciones, cinematografía y ferias, además de certámenes. De ello dependería un acuerdo entre el Ayuntamiento y la empresa Pedro Balañá.
Una iniciativa cultural muy interesante es la llevada a cabo en L'Hospitalet de Llobregat, donde jóvenes artistas emergentes decidieron huir de Barcelona por el encarecimiento de los alquileres y las trabas municipales para instalar sus propias galerías de arte y desarrollar allí su talento. Desde antiguos locales comerciales hasta viejas fábricas son la sede de este nuevo distrito cultural que muy buen grato ha acogido esta ciudad emergente que ha devenido la segunda economía de Cataluña. ¿Para cuando un distrito cultural en Barcelona?
Queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la cultura en Barcelona. Podríamos hablar de más iniciativas como hacer efectivo que en los locales de consumo puedan actuar músicos, elaborar programas interculturales entre artistas locales y extranjeros para intercambiar experiencias enriquecedoras, potenciar el sector editorial, declarar la Cabalgata de Reyes Magos de Barcelona como patrimonio cultural de la ciudad e incluso resucitar el ya extinto (y mal aprovechado) Festival Internacional de Cinema de Barcelona.
Con ese aliento de esperanza de que las políticas municipales despierten y tomen conciencia de la situación presente en beneficio de todos, merece terminar esta valoración personal con la noticia positiva de la pronta reapertura de la sala de baile La Paloma, tras 13 años de inactividad, recuperándose así un espacio histórico de la ciudad.
Fotos: Archivo La Vanguardia, Europa Press, Immobiliaria Gonsi, Jordi Ferrer, Jordi Play (Tot Barcelona), Nau Bostik, OK Diario, Ricard Cugat.