Mario Cabré Esteve es un personaje destacado de la historia de Cataluña del siglo XX. Símbolo de una época condicionada por una situación política a caballo entre la posguerra y el desarrollismo y unos valores muy diferentes a los actuales, pronto se convirtió en un mito y en un objeto de deseo para muchas mujeres tan pronto saltó al estrellato. Treinta y un años después de su muerte, y por razones inexplicables, ha quedado en el olvido. De las generaciones actuales ¿quién se acuerda de Mario Cabré? Mejor dicho ¿quién lo conoce o ha oído hablar acerca de él? Barcelonés de nacimiento, no hay siquiera una calle o plaza dedicada a este torero, poeta, actor y presentador que contribuyó a escribir parte de la historia artística de Cataluña durante el franquismo, desde 1950 hasta 1975. Si los catorce últimos años de su vida fueron injustos con él por su larga enfermedad, injusto ha sido también el trato recibido tras su muerte por su falta de reconocimiento por parte del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. Es otro catalán más que ha quedado injustamente en el olvido. ¿Por qué?
Mario Cabré nació en Barcelona el 6 de enero de 1916 en el seno de una familia de artistas. Su padre y su hermano mayor eran actores. Su hermana Anna bailaba en el teatro del Liceu. De muy joven también se sintió artista y eligió el toreo como vía de expresión. Sin embargo, primero empezó siendo poeta, pero luego conoció a un chico al que le gustaban los toros, andaluz y de nombre Leopoldo Domínguez (llamado el “Niño de la Macarena”). Ambos se hicieron buenos amigos y Domínguez contagió a Cabré la afición por los toros. La primera capota que tuvo se la hizo él mismo, con una colcha de su madre teñida de rojo. A diferencia de ahora, eran tiempos en que en Cataluña había bastante afición a la tauromaquia y diversas plazas activas. Cabré debutó en la Monumental de Barcelona en 1934 bajo el apodo de “Cabrerito”, pero enseguida el estallido de la Guerra Civil Española interrumpió su carrera. No volvió a torear hasta el 10 de octubre de 1941 en la plaza de Las ventas de Madrid. Luego lo volvió a hacer el 1 de octubre de 1943, tomando la alternativa de manos de Domingo Ortega en la Real Maestranza de Sevilla.
A sus 27 años de edad, empezó una carrera irregular pero con momentos muy brillantes. Se le consideró un buen torero, elegante y valiente, que toreaba bien con la capota y la muleta y mataba bien porque era buen estoqueador. Se hizo amigo del torero catalán Joaquim Bernadó (llamado el “Maestro Catalán”), con quien mantuvo una buena amistad y llegaron a torear los dos juntos en muchas ocasiones, especialmente en Barcelona, Figueres y Palma de Mallorca. Antes de hacer una corrida de toros, Mario se entrenaba en un terrado haciendo manos de capote y toreo de salón. En su carrera de torero tuvo altibajos, llegando a hacer 17 corridas en un año, luego 14 y finalmente solo 3. Se dice que hubiese podido hacer mucho más como torero pero su afición al cine y al teatro, sumado a algún asedio de mujeres lo distrajo y evitó que se sentara plenamente en los toros. Llegó a compaginar todas estas aficiones a la vez, llegando incluso a torear por la tarde y luego interpretar una obra de teatro por la noche. Se le consideró un amante del teatro que quería mucho a sus compañeros de trabajo.
Cabré tuvo su propia compañía teatral donde hizo de director y de primer actor. Montó obras clásicas catalanas en catalán e hizo teatro comercial. Sus obras teatrales destacadas fueron “Història d’un mirall”, “Mar i cel”, “Terra baixa”, “El místic” y “Un marit baix”. En castellano, su papel favorito fue el de Don Juan Tenorio. Lo que ganaba toreando se lo gastó haciendo teatro catalán. Hizo amistad con el comerciante Joan Almirall, que le proporcionaba mobiliario diverso para los decorados de los escenarios teatrales.
Por aquél entonces, Cabré no era especialmente famoso siendo tan solo conocido especialmente entre los aficionados a la tauromaquia y al teatro. Sin embargo, gracias al presunto romance con la actriz Ava Gardner se convirtió en el personaje más popular de España. Se ignora si realmente existió un romance real entre los dos o no. En caso afirmativo se trataría de un caso inédito de relación entre una gran estrella cinematográfica de Hollywood y un actor polifacético desconocido y muy local. Ambos coincidieron en el rodaje en Tossa de Mar de la película “Pandora y el holandés errante”. Se les vio juntos por Tossa, S’Agaró y Platja d’Aro. Ava Gardner acudió en varias ocasiones a ver las corridas de toros que Cabré exhibía tan elegantemente. Se sabe que le brindó con algunas cabezas de toro que él mismo había matado en la plaza y que fueron disecadas por el popular taxidermista cuya tienda se situaba en la plaza Real de Barcelona, hoy lamentablemente desaparecida. Ante tantos rumores, llegó por sorpresa el novio oficial de Ava, Frank Sinatra, celoso por la presencia del torero por medio.
En 1950 se inició el rodaje de “Pandora y el holandés errante” y del affaire con Ava Gardner del que antes he hablado. Esta historia sirvió de lanzadera internacional para Mario Cabré, a quien le ofrecieron diversos papeles de héroe romántico en películas españolas y sudamericanas. Durante unos años, Cabré no toreó y se centró en su nueva carrera de actor. El caso es que él, personalmente, jamás llegó a contar absolutamente nada de su relación y mucho menos de sus intimidades. Posteriormente a Ava Gardner llegaron otras actrices de Hollywood, y se cuenta que Cabré las esperaba en el aeropuerto con un ramo de flores y les recitaba un poema. Una de las actrices pretendientes fue Ivonne de Carlo, e incluso se dice que ella se quería casar con él.
En 1960 dejó definitivamente el toreo. Los estudios Miramar de Televisión Española emplazados en la montaña de Montjuïc se inauguraron por aquella misma época y Mario Cabré fue uno de los presentadores, siendo su momento más dulce el año 1964 con el programa “Reina por un día” con el que consiguió un éxito sin precedentes. Este programa fue el primer reality show de Televisión Española y tuvo mucho éxito. Se emitía los domingos por la tarde. Se cuenta la historia de que en algunos pueblos los curas suspendían las misas porque los feligreses no acudían para ir a ver este programa. Sus inicios televisivos fueron en 1959 con el programa “Club Miramar” y en 1963 con el programa “Bazar”.
Mario Cabré siempre tuvo mucho éxito entre las mujeres. Era un gran seductor que le gustaba seducir y además seducía porque era un hombre muy atractivo, tanto por su aspecto físico como en el trato, además de un hombre sensual pero muy tierno, cuando entonces lo que se estilaba era el llamado “macho ibérico” dominante y sexualmente agresivo. De ahí que muchas mujeres se le rendían porque él sabía como mirar y conquistar sin que otros hombres tuviesen celos sino todo lo contrario. De manera “oficial”, la actriz catalana Nuria Torray fue novia de Mario Cabré durante al menos dos años.
En mayo de 1976, las peñas taurinas de Cataluña celebraron una cena en el hotel Oriente de Barcelona y Mario Cabré asistió como invitado de honor. Después de un parlamento, cayó inconsciente al suelo fulminado por una embolia. Hacía algunos años que tenía una salud algo delicada, pero esto fue el final definitivo de su carrera profesional. Para recibir un tratamiento lo trasladaron a una clínica especializada de Benicassim, un balneario donde vivió la mayoría de sus años postrado en una silla de ruedas. La única afición que podía practicar era la poesía. Se le paralizó el brazo derecho y tuvo que aprender a escribir con la mano izquierda. Su labor como poeta fue buena hasta el punto de ganar el premio Ciutat de Barcelona de poesía. Se dice que tuvo una vena lírica importante. Su carácter afable le hizo ganar amigos por todas partes. Algunos de ellos le acompañaron en sus años de enfermedad. Desde su programa de radio, la locutora Odette Pinto movilizó a las fans de Mario Cabré organizando viajes en autocar para visitarlo y homenajearlo.
En 1989, Cabré regresó a Barcelona a su piso de la calle de Bailén, pero al cabo de poco su salud empeoró. Finalmente, el 2 de julio de 1990 murió después de catorce años de enfermedad. Hasta el final de sus días, se dice que siempre mantuvo su sonrisa, y solo cuando se acercó su final, dos días antes de fallecer, dejó de sonreír. Se fue así el ultimo romántico, un hombre que supo vivir la vida y aprovechar al máximo su momento.
¿Se acordará algún día la ciudad de Barcelona de dedicarle a Mario Cabré una calle o plaza? Entre todos recuperemos la verdadera memoria histórica.