Una vez más, la reivindicación de un Museo del Transporte en Barcelona vuelve a generar debate y controversia. Cada vez más asociaciones, entidades y particulares se están pronunciando a favor de su materialización con el objetivo de difundir la memoria histórica de los transportes urbanos de Barcelona, a la vez que permitiría la preservación definitiva de un material móvil histórico pendiente de restauración que va agonizando lentamente mientras las administraciones no terminan de ponerse de acuerdo acerca de su ubicación. La última propuesta popular con el apoyo de los partidos políticos de la oposición municipal aboga por aprovechar el Palau de Comunicacions i Transports de la Fira de Barcelona, ya que se trata de un amplio espacio para acoger un museo de estas características. Sin embargo, el actual gobierno municipal sigue declinando tal opción alegando falta de diálogo con otros órganos y a la necesidad de usar los pabellones para ubicar los equipamientos reivindicados por el barrio del Poble Sec. A pesar de la necesidad de implicar más entidades e instituciones en el proyecto nada impide apoyar la construcción del museo y mostrar predisposición institucional a resolver una asignatura pendiente desde hace más de medio siglo. A ello, los pabellones seguirían teniendo usos feriales, ya que los equipamientos vecinales ya disponen de un espacio aprobado y más adecuado donde se construirán.
Ante la demagogia de quienes se oponen, cabe preguntarse cuáles serían las ventajas de abrir un equipamiento cultural de estas características y por qué debería invertirse en algo así. Otras ciudades tienen su propio Museo del Transporte y por ello existen razones fundamentales que justificarían la elaboración de un proyecto de musealización.
En primer lugar, sería un espacio activo y dinámico tanto por su temática como por su contenido, reuniendo tradición y modernidad. En este sentido, sería lugar para el desarrollo de conferencias, congresos, exposiciones y actividades especializadas, tanto en torno a las nuevas tecnologías del transporte como a la historia y evolución del mismo.
En segundo lugar, más allá de su interés turístico, estaría destinado a todo el público en general, pudiendo establecer convenios y colaboraciones con instituciones, asociaciones, entidades y empresas para la programación y desarrollo de todo tipo de actividades culturales y de difusión de nuevas técnicas y conocimientos en la materia. Es decir, el museo no viviría de espaldas ni a los barrios ni a la ciudad.
En tercer lugar, explicaría la historia y la evolución de los diferentes medios de transporte urbanos: autobús, tranvía, metro, tranvía, funicular y teleférico. En este sentido, adoptaría además una función pedagógica mediante acuerdos con centros educativos y universidades para el desarrollo de actividades didácticas de distintos niveles.
En cuarto lugar, establecería interacción con los visitantes en tanto que éstos podrían acceder al interior de los vehículos restaurados allá exhibidos, incluso en algunos casos que algunos de éstos funcionaran y organizaran pequeños itinerarios por los alrededores.
En quinto lugar, supondría la oportunidad de crear una escuela de restauración de vehículos históricos y de compartir experiencias enriquecedoras con los Museos del Transporte de otras ciudades del mundo, incluso creando programas de colaboración e intercambio.
Y en sexto lugar, el Museo del Transporte podría sentar las bases de lo que debería ser un museo del siglo XXI, incluso ser un referente para la modernización y actualización del resto de museos de Barcelona: definir claramente su temática; devenir una entidad con participación ciudadana; promover una fusión entre la arquitectura, la museología y la museografía, de modo que arquitectos, museólogos y museógrafos trabajen en equipo; adaptar el itinerario del museo a los intereses de los visitantes en tanto que éstos son decisivos para definir y adaptar contenidos; defender y difundir valores universales que no generalistas y difusos; y definirse como un espacio amable y pedagógico al alcance de un público para todas las edades, con un buen contenido y una interesante programación de todo tipo de actividades didácticas con un discurso que contenga un principio, un desarrollo y un final.
Para las próximas elecciones municipales, el Museo del Transporte será un punto de debate de todas las fuerzas políticas. Sólo esperamos que dichas promesas se cumplan. Algunos marcan como objetivo el año 2024, centenario del metro de Barcelona.
Fotos: Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona, Betevé, Fundació TMB, La Vanguardia.