lunes, 30 de junio de 2025

San Pedro, una verbena testimonial en Barcelona


La noche del 28 a 29 de junio se celebra la verbena de San Pedro, una tradición que antaño se practicaba en Barcelona, además de la de San Juan y que, a diferencia de ésta, se ha ido perdiendo hasta convertirse en testimonial. La celebración es en honor al apóstol cristiano Simón Pedro (Betsaida, finales del siglo I a.C. - Roma, c. 67 d. C.) que, antes de seguir a Jesús, había sido pescador, motivo por el cual se convirtió en el patrón de los pescadores, siendo invocado para favorecer la pesca, apaciguar la mala mar y proteger las barcas y a los pescadores de posibles naufragios. La Iglesia instauró la fiesta de manera oficial el 29 de junio del año 441, si bien desde el siglo I ya se celebraba.
Durante esa noche se practican aproximadamente las mismas costumbres que en San Juan, aunque con menor intensidad y otorgándole menor importancia, de ahí que en Barcelona nunca haya tenido el arraigo de sobretodo los municipios costeros con tradición pesquera. Sin embargo es una fiesta colectiva y exalta la vida y el amor. Su riqueza simbólica difícilmente puede competir con ninguna otra celebración porque une el fuego, el agua, las hierbas medicinales, las canciones, las dichas, las brujas, los bailes e incluso los rituales de buscar pareja.


En la ciudad de Barcelona el origen de esta festividad se remonta a partir del siglo XI, con la creación del barrio de Sant Pere en los alrededores del convento benedictino femenino de Sant Pere de les Puel·les, fundado en el año 945. Se cuenta que en esta noche no eran propias las supersticiones, si bien se hacían hogueras, se cantaban habaneras y se consumía la típica coca, además de comidas típicas de pescadores como el suquet de peix, el all cremat o la cazuela de pescado, así como también se organizaban concursos y comidas colectivas en torno a la cocina marinera. La pirotecnia empezó a usarse con fines festivos y no militares a partir del siglo XV. En la calle de Sant Pere Més Baix se emplazaba una feria muy concurrida y visitada y, además, en el huerto del convento de Sant Pere de les Puel·les se abría al público el pozo de Sant Gem debido a la calidad de sus aguas. Este espacio, caracterizado por ser un lugar fresco y punto de encuentro social, se ubicaba en la actual plaza de Sant Pere, cerca de la calle de Lluís el Piadós. En una mesita se vendían perdices y almendras azucaradas y bajo un espaldero estaba el brocal del pozo del que los mismos clientes podían tomar el agua fresca.


La creencia popular afirmaba que si a las 24:00h de la noche se miraba el agua del surtidor de la fuente de Hércules, entonces ubicada en el desaparecido paseo de la Explanada, frente a la fortaleza de la Ciudadela, se podía observar la figura de San Pedro dentro de una barca. También se dice que a la misma hora la imagen románica de piedra del santo que hay en el frontis de la iglesia de Sant Pere de les Puel·les se levantaba, se rascaba un poco la nuca, ablandaba la almohada, la tumbaba del otro lado y volvía a sentarse por un año más.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se empezó a celebrar en el barrio de la Barceloneta la procesión de la figura de San Pedro procedente de la iglesia de Sant Miquel del Port, cuyo recorrido finalizaba en el muelle de pescadores del puerto de Barcelona. Terminada la romería se celebraba una misa en dicho muelle donde se realizaba una ofrenda de pescado por parte de la Cofradía de Pescadores. Para la procesión marítima esperaban en la misma zona portuaria unas barcas engalanadas una de las cuales tomaba la figura de San Pedro. Llegada la noche se celebraba la clásica verbena.
Ya en el siglo XIX la celebración evolucionó prácticamente a la manera tal y al carácter festivo como la conocemos en la actualidad, pues la prohibición de encender hogueras y usar pirotecnia decretada en 1820 nunca fue acatada por los barceloneses. Entrados al siglo XX la verbena de San Pedro era más propia de las clases populares, pues las clases sociales más acomodadas optaban por la de San Juan y en espacios cerrados.


Tras estallar la Guerra Civil española quedó inevitablemente interrumpida durante los años 1937 y 1938. Durante el franquismo se restableció a partir de 1939 pudiendo celebrarse siempre bajo permiso municipal. La pirotecnia sólo podía usarse únicamente en los lugares expresamente indicados bajo severa sanción en caso de incumplimiento. En 1949 las restricciones fueron a menos quedando prohibido el lanzamiento de petardos en clínicas, hospitales y centros donde hubiese ingresadas personas enfermas. En 1951 se prohibieron los fuegos artificiales. Durante los años sesenta y setenta, al igual que la verbena de San Juan, la de San Pedro también sirvió de algún modo para promover reivindicaciones democráticas y políticas, especialmente desde los barrios.
En la actualidad uno de los pocos lugares donde todavía se celebra la verbena de San Pedro es en el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, coincidiendo con su fiesta mayor. Se incluyen encuentros gastronómicos, espectáculos en la calle, visitas guiadas al monasterio de Sant Pere de les Puel·les, citas tradicionales, audiciones, sardanas, danzas populares, el correfoc de Sant Pere y la colla gegantera de Sant Pere de les Puel·les. También se suma a la festividad cada año el Centre Cultural la Farinera del Clot, en el barrio del Clot, donde principalmente se organiza una cena popular, un espectáculo con fuego a cargo de los Diables del Clot del Orfeó Martinenc y un concierto con orquesta. Otros espacios ocasionales han sido los barrios de Gràcia (Camp d’en Grassot) y de Sarrià.


Fotos: Arxiu Casa dels Entremesos, Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB), Arxiu Sant Pere de les Puel·les, Centre Sant Pere, Diables del Clot, Josep Postius.

lunes, 23 de junio de 2025

Centenario del metro de Barcelona (1924-2024): la Guerra Civil (1936-1939)


La madrugada del 19 de julio de 1936 hubo un levantamiento militar contra el régimen republicano. En Barcelona estuvo encabezado por el general Goded, si bien fue sofocado por las fuerzas del orden público de la Generalitat, activistas obreros, los guardias de asalto, los Mossos d'Esquadra y la Guardia Civil. Desde entonces se desató un gran movimiento revolucionario. Los cuarteles militares fueron saqueados para tomar las armas y la clase obrera afiliada a los sindicatos puso en marcha un proceso de colectivización de las empresas bajo control obrero y destituyendo a los antiguos encargados. Así, cinco días después del inicio de la Guerra Civil la Generalitat de Catalunya decretó la intervención tanto del Gran Metro como del Transversal a fin de asegurar su servicio. Todos los cargos directivos, especialmente aquellos trabajadores que no simpatizaban con los sindicatos, dentro de un proceso de depuración fueron despedidos, contabilizándose alrededor de sesenta personas en cada compañía, así como numerosas rebajas de categoría y salario. Por el contrario, quienes se quedaron tuvieron que jurar lealtad incondicional a la dirección de las nuevas colectividades. La mayoría de empresas de transporte estaban sindicadas en la CNT, que pertenecía al Sindicato Único Rama Transporte (SURT) y tenía cerca de 20.000 afiliados. 


El Comité Obrero de Control de CNT era el encargado de asegurar la colectivización obligatoria de las empresas de más de 100 trabajadores bajo control sindical. Durante el proceso colectivizador las empresas de transporte adoptaron distintas denominaciones. Así, por ejemplo, si los trabajadores no estaban todos afiliados a la CNT, la empresa incluiría la denominación de Empresa Colectivizada, mientras que si estaban todos afiliados se denominaría Colectividad Obrera CNT-AIT o Sociedad Obrera CNT-AIT, siendo entonces conocidas como empresas sindicalizadas.
En ese contexto se intentó mantener los servicios de transporte de forma ordenada y efectiva, mejorando la frecuencia de paso, bajando las tarifas (incluso se planteó la creación de un billete único para todos los sistemas de transporte) e incorporando nuevo personal, especialmente mujeres, las cuales, además de las labores de inspectoras, taquilleras y revisoras, empezaron a ocupar por primera vez cargos hasta entonces reservados exclusivamente a los hombres como contables, motoristas y mecánicas, previa formación. La presencia por primera vez de mujeres motoristas conduciendo los trenes, mecánicas y empleadas desarrollando varios cargos administrativos, es decir, desempeñando tareas que hasta entonces estaban reservadas a los hombres, significó romper con la tradicional subordinación de la mujer y las reivindicaba como portadoras del derecho a la igualdad de condición.


El 23 de septiembre de 1936, el Comité Obrero de Control del metro Transversal ordenó el embargo de la casa de veraneo que el ex gerente tenía en el municipio de L’Ametlla del Vallès con el objetivo de destinarla a casa de acogida infantil. Después de unas obras para la adaptación del espacio al nuevo uso se acogieron a 25 niños refugiados. La financiación para mantener a las personas que se alojaban fue mediante autogestión a partir del destino de una parte de la recaudación de los billetes vendidos para así garantizar techo y alimentos entre otras provisiones.
La autogestión obrera llegó a aplicar unas medidas laborales encaminadas al comunismo libertario como la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, el aumento de los salarios más bajos y congelación de los más elevados, la rebaja de la edad de jubilación a los 60 años, el establecimiento de prestaciones sanitarias y mutualistas así como la instalación de duchas y lavabos en los talleres. Las condiciones laborales experimentaron una mejora reflejada con la puesta en vigor de la aplicación de las previsiones para casos de discapacidad y de jubilación. Dentro de las posibilidades económicas se produjo un aumento de los salarios. La primera acción fue la creación de un servicio de vigilancia en las cocheras y en las subestaciones eléctricas para evitar sabotajes o problemas. Desde el 12 de noviembre de 1936 se montó un sistema de vigilancia nocturna en las estaciones, las cuales se habían convertido en refugios antiaéreos improvisados, mientras que los túneles se utilizaban como depósitos de material bélico.


Tanto el Gran Metro como el Transversal fueron colectivizados por el SURT. Una vez normalizada la situación y vencida la resistencia militar, los trabajadores de ambas sociedades decidieron reanudar la explotación a través de un Comité Obrero. Los talleres de ambas Compañías, además de emplearse para la reparación de los trenes, empezaron a convertirse en lugares de fabricación de material bélico (armas y municiones).
En el Gran Metro apenas se introdujeron mejoras en el servicio, ni siquiera cambios, salvo la conversión de las estaciones a refugios a partir del 17 de febrero de 1937 y el traslado de las oficinas a las cocheras de Lesseps. En el Transversal se convocó una asamblea de todo el personal para discutir el restablecimiento de la circulación, lográndose cuatro días después del levantamiento. En la estación "España" la tercera vía fue utilizada como cochera e incluso se llegó a instalar un foso para la revisión de los trenes. Más adelante se empleó como muelle de descarga de provisiones militares, algo que fue posible hacer pasar gracias a que la línea era de ancho ibérico como los ferrocarriles de MZA y Norte. Desde allí iban a la línea de Ferrocarriles Catalanes. A partir de 1937 el servicio se suspendió muchas veces a causa de los bombardeos de la aviación. Durante los últimos meses de la guerra, el servicio se fue progresivamente degradando hasta su interrupción definitiva.


Fotos: Arxiu Fundació TMB, Arxiu Nacional de Catalunya, Aureo & Calicó, La Vanguardia, Pérez de Rozas.