viernes, 31 de mayo de 2013

Parada 300: el tranvía 48


Coincidiendo con mi 42º aniversario, hemos llegado a la parada número 300 de este blog. Durante todo este tiempo, el tranvía 48 ha viajado por un largo e intenso recorrido lleno de artículos de opinión y de historia local que se inició el 5 de noviembre del año 2008. Al tratarse de una doble celebración, he creído oportuno brindar con una entrada especial pendiente de publicar y que da nombre al presente blog: la historia del tranvía de la línea 48, con la cual se completaría la serie de artículos dedicados a los transportes de la barriada de Can Tunis.
Remontándonos a sus orígenes, el 23 de junio de 1877 el empresario Joan de Maza presentó un proyecto de tranvía que comunicara el centro de la ciudad con la barriada de Can Tunis, justificando como necesidad y ventajas del servicio el incremento de construcciones en las Hortes de Sant Bertran, de almacenes y edificios en la playa de Can Tunis y las obras de ampliación del puerto de Barcelona. Inicialmente, esta nueva línea no se preveía para pasajeros sino solamente para el transporte de arena de la playa y de piedra procedente de las canteras de la montaña de Montjuïc. Sin embargo, el proyecto no fue aprobado hasta el 5 de diciembre de 1884 mediante una Real Orden que estableció algunas modificaciones con respecto al proyecto original.


Una nueva memoria del 23 de noviembre de 1886 justificaba nuevamente las ventajas de la nueva línea haciendo referencia al barrio del Poble Sec como un importante núcleo urbano, al aumento de los almacenes en la zona portuaria y a la existencia de equipamientos generadores de movilidad ciudadana como el Café Miramar, la estación ferroviaria de Vilanova en el muelle de Sant Bertran, el nuevo cementerio, unas atarazanas, el hipódromo, la fábrica de electricidad sita en la calle del Marqués del Duero (Paral•lel) y la fábrica de productos químicos cerca de la Font de la Puda. Entonces ya se consideraba como un servicio regular de pasajeros y no de mercancías.
Iniciadas las obras de construcción pronto fueron suspendidas porque la carretera de Can Tunis todavía no había sido cedida al Ayuntamiento de Barcelona. Al poco tiempo la concesión de la línea fue traspasada al Banco de Villanueva, entidad que nada hizo para avanzar trabajos constructivos alegando que se trataría de un servicio deficitario, lo que llevó a un nuevo traspaso por 50000 pesetas a la sociedad Compañía Central de Ferrocarriles y Tranvías de España. Esta empresa introdujo leves modificaciones en el proyecto, como el cambio del ancho de vía, pasando de 1,43 metros a 1 metro y la sustitución de la tracción animal por la eléctrica.


Ello fue autorizado por el Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio y Obras Públicas el 1 de febrero de 1905. No obstante, ello tampoco permitió un gran avance en las obras constructivas porque un tramo de la calle de Vila i Vilà (entre el paseo de Colom y la calle de Carrera) todavía no estaba abierto y algunos terrenos, propiedad del ferrocarril MZA no eran fáciles de adquirir. Tales razones motivaron a solicitar un año de prórroga para terminar las obras, concesión que fue otorgada el día 23 del mismo mes y año. Dicho tramo sin construir de la calle de Vila i Vilà, una vez abierto pasó a pertenecer a la compañía tranviaria, lo que obligaba a ser vigilado y a prohibir el paso de peatones debido a su estrechez. El 23 de junio siguiente se pidió autorización para el montaje de la cochera ubicada al final de la línea, en Can Tunis.
Terminadas las obras de construcción, una Real Orden de 15 de junio de 1905 concedió el traspaso de la futura línea a la compañía Tranvías de Barcelona a San Andrés y Extensiones. El 12 de mayo del mismo año tuvo efecto el reconocimiento técnico cuyo resultado fue satisfactorio. Finalmente, el 19 de mayo del mismo año 1905 fue inaugurado el servicio “Ramblas-Casa Antúnez”, sin distintivo numérico.


La línea partía de la Rambla a la altura de la calle del Portal de Santa Madrona, y seguía por esta misma calle, Palaudàries, Vila i Vilà (regresando por Conde del Asalto), Marqués del Duero (Paral·lel), carretera del puerto y carretera de Can Tunis hasta Mare de Deu del Port. El billete del trayecto completo era de 15 céntimos, y los trayectos intermedios de la Rambla a Miramar y de Miramar a Can Tunis de 10 céntimos. Hasta el 17 de junio siguiente no fue posible poner en servicio la línea completa debido al retraso en la obtención del permiso para instalar rosetas de soporte de la catenaria en la calle del Conde del Asalto (Nou de la Rambla), lo que obligó a los tranvías a circular temporalmente en vía única en el tramo de la Rambla hasta la calle de Vila i Vilà. Para la explotación se usaron entre seis y ocho vehículos de la serie 401-412 con remolques de dos ejes de la serie 19651-1668. Entre 1906 y 1909 se usaron coches motores de la serie 446-451 y a partir de 1910 vehículos de la serie 455-457.


Cuando eran fechas señaladas como Todos los Santos y los Fieles Difuntos se reforzaba el servicio para los visitantes con destino al cementerio de Montjuïc, algo que a menudo resultaba complicado por la presencia de tramos en vía única con apartadores. El trayecto era bastante difícil en el tramo comprendido entre la carretera del puerto cuando llovía porque ello ocasionaba desprendimientos en la montaña de Montjuïc que obligaban a interrumpir el servicio durante varias horas e incluso días hasta que las brigadas no finalizaban los trabajos de limpieza. 
El 1 de octubre de 1911 el servicio pasó a manos del Marqués de Foronda, director de Tranvías de Barcelona, que compró el 75% de las acciones de Tranvías de Barcelona a San Andrés y Extensiones. Fue entonces cuando la línea pasó a disponer el distintivo numérico 48. La terminal de Can Tunis estaba congestionada por el elevado tránsito de camiones hacia las fábricas y de automóviles hacia el hipódromo y el campo de aviación. Es por ello que se planteó separar el final de la línea de la carretera, proyecto aprobado el 2 de junio de 1925 por el Ayuntamiento de Barcelona el cual sugirió la entrada al cementerio. Los trabajos finalizaron en marzo de 1926.


El 3 de agosto del mismo año 1926 se produjo un grave incidente cuando una piedra de la montaña de Montjuïc se precipitó sobre un tranvía ocasionando importantes destrozos y algunas víctimas. La compañía llegó a atribuir el accidente como un hecho intencionado. Otros incidentes similares se produjeron el 24 de enero, el 27 de febrero, el 7 de noviembre y el 21 de diciembre del año 1928 y el 3 de octubre de 1929. Tras numerosas presiones por parte de la compañía, el Ayuntamiento de Barcelona destinó un presupuesto de 250000 pesetas para prevenir nuevos desprendimientos y mejorar la seguridad.
A modo de curiosidad, mencionar que al inaugurarse el tramo ferroviario entre la Bordeta y el puerto de Barcelona de la Compañía General de los Ferrocarriles Catalanes el 24 de noviembre de 1926, el tramo de vía comprendido entre el paso a nivel de los ferrocarriles de MZA hasta Can Tunis lo compartieron los trenes de mercancías de la citada Compañía y el tranvía. Aunque ello dio pie a alguna anécdota, no se conocieron accidentes graves.


Al estallar la Guerra Civil, el servicio pasó a depender de la CNT que colectivizó a casi todas las compañías de transporte público de la ciudad. A medida que avanzaba el conflicto bélico, las restricciones de electricidad obligaron a menudo a suspender temporalmente el servicio. En marzo de 1938 la línea abandonó su trazado por el Barrio Chino y limitó su recorrido en la avenida de Francesc Layret (Paral·lel).
Ya entrada la posguerra, en 1939 el tranvía pasó a tener su nuevo origen y final en el Paral•lel. Desde la calle de Vila i Vilà giraba por Palaudàries, Marqués del Duero (Paral.lel), Conde del Asalto (Nou de la Rambla) y nuevamente Vila i Vilà porque se aplicó sentido único con la supresión de una de las controlas en los tranvías. El 16 de marzo de 1948 prolongó su recorrido hasta el Pla del Palau, pasando a circular en ambos sentido por la plaza del Portal de la Pau, paseo de Colom, plaza de Antonio López y paseo de Isabel II. Este cambio se aprovechó para estrenar nuevo ancho de vía. Desde entonces pasó a disponer vehículos de las series 200 y 800 con remolques.


El 2 de octubre de 1951, a causa de un importante desprendimiento de tierras de la montaña de Montjuïc se suspendió temporalmente el servicio para reanudarse parcialmente el día 14 siguiente entre el Pla del Palau y Miramar. El 7 de enero de 1952 se pudo prolongar hasta el Morrot y el día 18 de febrero siguiente se creó como complemento la línea provisional 49, con un recorrido desde el paso a nivel de RENFE hasta el barrio de Can Tunis, prolongándose al cabo de tres días hasta el Morrot para enlazar con la línea 48, la cual no pudo restablecer su recorrido el 29 de abril siguiente. Como consecuencia, la línea provisional 49 fue suprimida en esa misma fecha al abrirse nuevamente la carretera.


El 9 de enero de 1963 hubo otro desprendimiento de rocas de la montaña de Montjuïc que obligó nuevamente a limitar su recorrido. Ante los problemas que ocasionó este fenómeno y las grandes dificultades técnicas para remediarlo, el 7 de abril siguiente la línea 48 de tranvías llegó a su fin, siendo sustituida por la línea H de autobuses que prolongó su recorrido desde Can Tunis hasta las Drassanes. En el aviso al público se decía literalmente que esta sustitución venía motivada "para suprimir el molesto y forzoso transbordo a que actualmente están obligados los usuarios de servicio 48 de tranvías", aunque tal disposición en realidad respondió a la política de supresión de la red tranviaria de Barcelona.


Esta es la historia del tranvía de la línea 48, que ha dado nombre al presente blog para recordar que buena parte de mis raíces familiares debo situarlas en la desaparecida barriada barcelonesa de Can Tunis, y para homenajear a la memoria de mi madre. Mis antepasados fueron usuarios asiduos por unas u otras razones. Mi bisabuela Valentina viajaba para ir a su punto de ocio favorito, el Paral·lel de antaño, ágora del mundo del espectáculo barcelonés, donde frecuentaba el Café Español. Mi abuela Rosita tomaba el tranvía para ir hasta el monumento a Colón y de allí transbordar con otra línea hasta el paseo de Gràcia para trabajar como criada en la casa del matrimonio Sanglas, dueños de una popular marca de motocicletas.


Mi madre Griselda usaba el 48 cuando era una niña para ir al cine Hora del Paral·lel y disfrutar de su afición al séptimo arte deleitándose de un programa doble con varietés incluidas, comprar en los comercios de las viejas calles del Barrio Chino, o incluso subir hasta el Pla de l’Os de la Rambla para recibir una ración de sopa de racionamiento, y si era posible que le añadiesen una cucharada sopera más a cambio de cantar una canción. Fue en ese mismo tranvía donde mis padres se conocieron. Mi padre Tomás, con mis abuelos paternos y tíos llegados de Almería se asentaron en las barracas de Can Tunis. Él viajaba diariamente para traer dinero a la familia porque era el hermano mayor, trabajando duramente en la fábrica Proas de productos asfálticos del muelle de Sant Bertran, y esporádicamente de camarero en algún bar restaurante del Paral·lel, como peón de obras o transportando carbón en carros. Demasiados recuerdos, emociones, sentimientos e historias que una modesta línea de tranvías ha traído consigo, pero que con el tiempo me ha hecho entender que una de mis funciones de mi vida a la que estoy llamado es a reivindicar, recuperar, difundir y transmitir la memoria histórica de mi ciudad.


El tranvía 48 continúa su recorrido estableciendo parada en los próximos artículos que deseo sean de vuestra satisfacción. Agradecer a todas aquellas personas que me siguen fielmente como pasajeros de esta línea, y dar la bienvenida a los futuros usuarios que me descubran.

lunes, 27 de mayo de 2013

Una aproximación a la prensa de barrio de la Barcelona de los años setenta


La prensa de barrio en Barcelona surgió como un medio práctico para difundir a la población las campañas y los idearios de las asociaciones y entidades que las fundaron con el propósito de crear una conciencia social y un movimiento solidario. La eclosión de estos movimientos fue una consecuencia y una reacción ante la crisis urbana que se vivía incluso a nivel nacional, expresada como una corriente sociocultural, ciudadana e incluso política avanzada que intentaba la transformación de una sociedad en crisis cuya resolución de todos los problemas solo podía pasar por el cambio hacia un régimen democrático que parecía avecinarse. El principal factor que originó estos movimientos fue la reacción ante las actuaciones urbanísticas aplicadas que se derivaban del Plan Comarcal de 1953, que generaron una serie de conflictos provocados por las expropiaciones de viviendas, desplazamientos forzados de población, situaciones catastróficas o peligrosas y la insuficiencia de equipamientos.


Aunque existieron claros antecedentes en los años sesenta, fue en la década de los años setenta cuando se produjo el apogeo y la máxima expansión de la prensa de barrios en Barcelona, a la vez que prácticamente tomó la forma y el estilo moderno que nos ha llegado hasta hoy. Por un lado hubo una producción desarrollada a través de las asociaciones vecinales, y por otro las ediciones de sectores sociales más avanzados políticamente que aprovecharon la mayor permisividad ofrecida por la Ley de Asociaciones de 1964 para dotarse de una plataforma legal de actuación. Las comisiones de barrio habían sido impulsadas principalmente por la organización marxista escindida del PSUC llamada Bandera Roja y por organizaciones católicas independientes. Paralelamente, actuaban diversos núcleos clandestinos que luego pasarían a formar legalmente asociaciones vecinales. El lenguaje críptico que tanto caracterizaba a las publicaciones oficiales fue definitivamente sustituido en esta década por otro lenguaje más comprensivo y cercano a los vecinos, cuyo contenido se centraba en la problemática de los barrios. Revistas como Asociación de Vecinos del S.O. del Besós (de 1962), Quatre Cantons (primera época de 1963 a 1967 de la parroquia de Santa Maria del Taulat), Carrilet (del 1967, del Centre Social Almeda, en Cornellà), La voz del barrio (de 1967, del Centro Social La Florida, en l’Hospitalet de Llobregat) y Besòs (de 1969, de l’Associació d’exalumnes del Sagrat Cor, en Sant Adrià de Besòs) fueron precursores de los boletines que se crearían en la próxima década, algunos de ellos clandestinos y contraculturales.


En 1970 únicamente salió a la luz la revista Butlletí, editada por la Asociación de Vecinos del Barrio de San Antonio. La difusión era uno de los principales problemas de la prensa de barrio, pues solo si reunían la condición sine quanon de “revista” se podían vender legalmente en los quioscos de prensa. Sin embargo, a menudo se desafiaba la ley y muchos quiosqueros sensibilizados por las luchas vecinales y los movimientos sociales se arriesgaron a difundir estas publicaciones bajo la amenaza de una continua persecución por parte de las autoridades.


El año 1971 supuso un notable impulso de la prensa de barrio con respecto al periodo anterior, incluso el asentamiento definitivo de un nuevo lenguaje. Ello coincidió con la formación de las primeras juntas vecinales que empezaron a ver la necesidad de comunicarse con los socios. Así, nacieron los boletines Barrio (Asociación de Vecinos de la Barceloneta), Hoja Informativa (Asociación de Vecinos del Carmelo), El Carmelo (Asociación de Vecinos del Carmelo), Boletín Informativo de la Asociación de Vecinos (Asociación de Vecinos Viviendas del Congreso Eucarístico-Can Ros), Nueve Barrios (Asociación de Vecinos del sector Vallbona-Torre Baró-Trinidad), La Sagrera (Asociación de Vecinos de La Sagrera) y Ciudad Meridiana (separata de la revista 9 barrios). Todas estas publicaciones eran ediciones muy sencillas, formadas por uno o dos folios, dobladas o desplegadas e impresas con ciclostil.


En 1972 esa proliferación disminuyó aunque la calidad de la redacción y la impresión mejoraron gracias a la formación de vocalías de boletines dedicadas a esta clase de publicaciones. Las nuevas revistas se caracterizaron por denominarse igual que el barrio al cual representaban. En ese año salieron a la luz Vallbona (separata de la revista 9 Barrios), Guineueta-Canyelles (separata de la revista 9 Barrios), Verdum-Roquetes (separata de la revista 9 Barrios) Butlletí de l’Asociació de Veïns (Centre Social de Sants) y Parque Valle Hebrón (Agrupación de vecinos y comerciantes del Parque Valle Hebrón).


La confluencia de una serie de factores tanto a nivel de Barcelona como a nivel español que posibilitaron una nueva organización vecinal más madura y politizada se dio en 1973. A partir de este momento, las asociaciones y entidades vecinales encabezaron un potente movimiento reivindicativo ligado a la reclamación de un régimen político democrático. En aquél año aparecieron numerosos boletines, siguiendo el mismo camino tomado por las anteriores mediante la creación de una vocalía de publicaciones. La periodicidad de las publicaciones era irregular, generalmente mensual, bimensual o trimestral, que a efectos prácticos no siempre era posible cumplir por razones técnicas, económicas o de gestión. Aparecieron las revistas Cobasa (Centre Social Besòs), Maresme (Associació de Veïns del Maresme), Full Informatiu (Associació de Veïns del Maresme), Asociación de Vecinos del Grupo La Paz (Associació de Veïns del Grup La Pau), Les Corts (Associació de Veïns de Les Corts), Guinardó (Associació de Veïns Joan Maragall) Trinidad Vieja (separata de la revista 9 Barrios), Quatre Cantons (Parròquia de Santa Maria del Taulat), Poble Nou (Associació de Veïns del Poble Nou), Poble Sec (Parròquia de Sant Pere Claver), Butlletí Associació de Veïns Sagrada Família (Associació de Veïns de la Sagrada Família), Sant Andreu (Associació de Veïns de Sant Andreu) y Los vecinos (Asociación de Vecinos de Nuestra Señora del Port).


En 1974 se intensificaron los movimientos reivindicativos en Barcelona. La capacidad de desarrollar reivindicaciones e iniciativas globales dio prestigio y fuerza a los movimientos asociativos vecinales. Aquél año la revisión del Plan Comarcal y la situación política del país fueron dos grandes caballos de batalla. Los boletines de barrio desarrollaron una importante función informativa a pesar de la modestia y la calidad de las ediciones. La edición de ejemplares oscilaba entre los 500 y los 5000 en función del grado de importancia del tema. En ese año aparecieron las revistas El Bon Pastor (Asociación de Cabezas de Familia del Buen Pastor), Magòria (Cooperativa Magòria), Vila de Gràcia (Associació de Veïns de Gràcia), Horta (Associació de Veïns del Barri d’Horta), Prosperitat (separata de la revista 9 Barrios), Poble Sec (Associació de Veïns del Poble Sec) y Sarrià (Associació de Veïns de Sarrià).


El año 1975 fue especial por el final del régimen franquista y la incertidumbre que generó momentáneamente el futuro. Salieron a la luz los boletines Quart de Casa (Associació de Veïns de la Barceloneta), La Mina (Asociación de Vecinos Polígono La Mina), Clot-Camp de l’Arpa (Associació de Veïns del Clot-Camp de l’Arpa), Butlletí de l’A.V. Poble Nou (separata de la revista Quatre Cantons), Districte Vè (Associació de Veïns del Districte Vè), A.V. Badal-Brasil i adjacents, Coll-Vallcarca (Associació de Veïns Coll-Vallcarca) y Nuestra Voz (Asociación de Vecinos del Turó de la Peira-Vilapiscina-Ramón Albó). En algunos casos muy puntuales algunas publicaciones tenían suscriptores, otras basaban su contenido mediante cómics y dibujos mientras que otras decidían su contenido por votación mediante un método asambleario.


En 1976 se intensificaron las campañas ciudadanas relacionadas con la amnistía, el Estatut y los ayuntamientos democráticos. Las revistas de barrio tuvieron un importante papel como portavoces de campañas populares y como únicos altavoces de los problemas planteados por los vecinos. Igualmente, desde el punto de vista satírico, alcaldes como Massó y Viola fueron objeto de caricatura en las portadas de varias publicaciones.
Salieron a la luz varios boletines, igualando el récord alcanzado en 1973 como una reacción al final del régimen franquista y al crecimiento de las luchas vecinales, y también gracias a la legalización de las asociaciones de vecinos con la llegada del nuevo alcalde Josep Maria Socías. Así, surgieron las revistas Nuestro Barrio (Asociación de Vecinos Besòs-Sant Adrià), Hablan los mudos (redacción asamblearia de los barrios del Besòs), Tu padre (redacción asamblearia de los barrios del Besòs), Casc Antic (Associació de Veïns del Casc Antic), Fent Barri (Associació de Veïns Mossèn Cinto Verdaguer-Eixample Dreta), La veu de l’Esquerra (Associació de Veïns de l’Esquerra de l’Eixample), Xarxa (Associació de Veïns de Navas), Barri de Sant Antoni (Associació de Veïns del Barri de Sant Antoni), El Tramvia Blau (Associació de Veïns de Sant Gervasi de Cassoles), La Xemeneia (Associació de Veïns de Sants-Sol de Baix), Pueblo de Sant Genís (Asociación de Vecinos de Sant Genís y el Lladoner), Montbau (Asociación de Vecinos de Montbau) y Verneda Unida (Asociación de Vecinos de la Verneda Alta).


Llegados a 1977 el movimiento asociativo vecinal se había convertido en una pieza clave en la coordinación y representación de las entidades y grupos que defendían la democracia y en parte decisoria fundamental para la vida pública y política de la ciudad. Casi todas las revistas se imprimían en Offset, e incluso la mayoría pasó a enviarse por correspondencia a los socios de asociaciones y entidades vecinales. En aquél año llegaron a censarse en Barcelona un total de 39 boletines de barrio, una cifra que no se correspondía a la gran cantidad de publicaciones aparecidas hasta el momento. Ello se explica a que algunas de ellas tuvieron una vida limitada. La tirada mensual global era aproximadamente de unos 26000 ejemplares, de los cuales alrededor del 38% estaban escritos en lengua catalana. Como novedades aparecieron las revistas Fanal del Casc Antic (Associació de Veïns del Casc Antic), Portaveu Barri Gòtic (Associació de Veïns del Barri Gòtic), Gent i Barri (Associació de Veïns de Magòria), Circular (Associació de Veïns de Fort Pienc) y Can Baró (Associació de Veïns de Can Baró).


El año 1978 marcó el inicio de un cierto declive no tanto por decadencia o desinterés sino porque casi todas las barriadas, asociaciones y entidades vecinales disponían de su propia publicación. Sin embargo, los contenidos de los boletines empezaron a cambiar en función del contexto histórico con el objetivo de desempeñar un papel adaptado a los nuevos tiempos y a una sociedad democrática. Así, además de las típicas reivindicaciones vecinales, se introdujeron nuevas secciones destinadas a informar sobre fiestas, cultura, historia, artículos de opinión y entrevistas a personajes destacados, entre otras. Solo salieron a la luz las revistas Boletín Informativo (Associació de Veïns de Fort Pienc), Veïnat (Associació de Veïns de La Salut), Vallvidrera (Associació de Veïns de Vallvidrera) y Barrio (Asociación de Vecinos de Sant Martí de Provençals).


Los años 1979 y 1980 fueron una continuación de la línea marcada en 1978, con la aparición de boletines de mayor calidad de impresión y un contenido más variado y comercial no centrado únicamente en reivindicaciones. Este tipo de publicaciones son las que marcarían el estilo a tomar en consideración durante las próximas décadas hasta llegar a nuestros días. En 1979 aparecieron las revistas La Rambla (La Rambla Universidad Popular), Barri Vell (Associació de Veïns del Casc Antic), Parla Barri Gòtic (Associació de Veïns del Barri Gòtic), La Farinera (Ateneu Popular La Farinera), A.V. del Parc (Associació de Veïns del Parc), Carrer Gran (revista independiente), El Badall (revista independiente), Hortavui (revista independiente) y Poble Nou (Associació de Veïns del Poble Nou). En 1980 salieron los primeros números de las revistas L’Estació (Associació de Veïns del Clot-Camp de l’Arpa), Butlletí Associació de Veïns Les Corts (Associació de Veïns de Les Corts), Fem Barri (Associació de Veïns Mossèn Cinto Verdaguer-Eixample Dreta), Full informatiu de l’Associació de Veïns Vila de Gràcia (Associació de Veïns de la Vila de Gràcia), Gràcia (Associació de Veïns de la Vila de Gràcia), Sant Andreu de Cap a Peus (Associació de Veïns de Sant Andreu) y Torre Llobeta. Butlletí de l’Associació de Veïns (Associació de Veïns de Torre Llobeta). Destacar que una parte importante de estos boletines sirvieron para sustituir a publicaciones más antiguas ya extinguidas, aunque su función como portavoces de las asociaciones y entidades que las editaban siempre se mantuvo.


domingo, 19 de mayo de 2013

Òmnium SÍ, Òmnium NO



Injustamente polémicas y maliciosamente malinterpretadas fueron las declaraciones del presidente de la Generalitat Josep Tarradellas acerca de Òmnium Cultural. Generalmente sectores procedentes tanto del nacionalismo catalán como español vienen diciendo, aunque por diferentes motivos cada uno de ellos, que su postura era crítica y contraria a esta institución. Tales afirmaciones no son otra cosa más que una típica manipulación a la que habitualmente ambos bandos ya nos han acostumbrado con el propósito de modelar la historia a sus intereses particularistas. Sin embargo, las entrevistas que le fueron realizadas en vida así como sus numerosas y largas cartas nos ofrecen la realidad objetiva del asunto y un punto de vista bien diferente. Tarradellas nunca estuvo en contra de ninguna institución destinada a fomentar la lengua y la cultura catalanas, sino del uso político que se podía hacer de ellas. Apelando a su obsesivo pero imprescindible unitarismo, creía necesario que cualquier iniciativa de estas características debía de ser ante todo neutral y apolítica, con un proyecto de trabajo acordado por unanimidad, porque de este modo tendría cabida cualquier persona con independencia de sus ideas, salvo (claro está) aquellos quienes carecían de valores y principios democráticos. Por el contrario, la politización podía generar el rechazo de una parte de la población que se sentiría excluida, dividiendo a la sociedad y engendrando conflictos estériles e innecesarios.


En el libro “Conversaciones con Tarradellas”, el periodista Joaquín Soler Serrano entrevistó minuciosamente a Tarradellas, y acerca de su postura con respecto a Òmnium Cultural afirmó textualmente que “los señores (de dicha institución) han hecho una política partidista, y han dado una visión de la cultura pensando en sus fábricas. (…) Ha sido una política desastrosa, y ahora ya no se preocupan de disimular. Millet vino a contarme el plan de creación del Omnium, y yo ofrecí mi acuerdo siempre que hicieran cultura, pero no política. Y en un momento dado podríamos decir que sólo hacían política. Con Millet hubiera sido otra cosa. Han llegado a subvencionar campañas absurdas, como la de decir que Gibraltar es inglés y no español, o que los catalanes debemos aprender el francés antes que el español. Cosas increíbles y muy torpes. Una gente que era franquista, y que se había enriquecido con el franquismo, para no tener que pagar la factura hacen de nacionalistas catalanes. Y eso es intolerable. Y me ha ocasionado graves problemas, hasta en este momento. Los caballeros del Omnium tenían unos consejeros políticos anti-Generalitat, anti-Tarradellas, anti-todo… y no me han hecho callar nunca. Siempre les dije lo que pensaba, con toda claridad. (…) Tener enfrente a un buen grupo de burgueses con tanto poder económico y que está en el país, y yo combatirles desde Saint-Martin-le-Beau no es cosa fácil… Millet vino a verme la última vez muy pocos días antes de morirse, y comentábamos desolados el rumbo que tomaban en el Omnium. (…) Porque si tenían cuatrocientos millones (o los que fueren) para hacer cultura, y los han invertido en hacer una política personal, la diferencia es evidente. Empleado verdaderamente ese dinero en la cultura y la lengua catalanas, los resultados habrían sido muy otros”.


Tarradellas dejó muy clara su posición y fue consciente de que Òminum Cultural desde el principio debía dedicarse exclusivamente a la defensa, protección, enseñanza y difusión de la lengua y la cultura catalana, dejando al margen cualquier asunto político. Sin embargo, sus declaraciones fueron tergiversadas y malinterpretadas. Los sectores más catalanistas lo acusaron de querer impedir el fomento del catalán, llegando en algunos casos a difamaciones extremas que lo tacharon de ser un esquizofrénico que debía de recluirse en un sanatorio mental. Igualmente, los sectores más españolistas usaron sus palabras como una excusa perfecta para atacar a cualquier institución defensora del catalán, alegando que en tiempos de crisis debería invertirse en escuelas, bibliotecas, hospitales y creación de empleo en vez de potenciar una lengua minoritaria. Demagogia barata al poder.
En la misma entrevista, Tarradellas respondió que culturalmente el hecho más notable de los últimos cuarenta años (es decir, bajo el régimen franquista) fue “la del pueblo en su identidad y en su idioma. Haber conservado la lengua por encima de todas las dificultades y persecuciones”, afirmando textualmente que “lo que mejor define la cultura de un pueblo, dándole entidad cultural y personalidad propia es el idioma”. En definitiva, ni existe ni jamás ha existido hostilidad alguna contra la lengua y la cultura catalana por parte de Tarradellas ni contra Òmnium Cultural desde el punto de vista cultural, aunque sí político.


Recientemente ha sido condenado a ser expulsado del país el presidente de la sección catalano-marroquí de la Fundació Nou Catalans, Noureddin Ziani, acusado de promover el salafismo y el islamismo radical. Independientemente de si tal acusación es cierta o bien se trata de una mera patraña, la Fundació Nous Catalans está vinculada al partido Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), por lo que volvemos nuevamente al mismo problema planteado antes en el caso de Òmnium Cultural. De ser vivo en la actualidad, Tarradellas hubiese reconocido y valorado positivamente las buenas intenciones de esta institución por pretender la integración del colectivo inmigrante en Cataluña, pero sin duda hubiese criticado duramente la falta de imparcialidad y su posición política convergente.
El apoliticismo de cualquier institución de estas características es una condición fundamental para que sean lo suficientemente valoradas y respetadas por parte de la casi totalidad de la sociedad catalana. La defensa de la lengua y la cultura catalanas supone la defensa de un patrimonio de gran valor que a lo largo de la historia ha cosechado una producción literaria, artística, científica, intelectual, folclórica, pedagógica y social única e irrepetible capaz de otorgar una personalidad fuerte y singular a un territorio. En definitiva, es defender una lengua viva y útil minoritaria pero no por ello inferior o más pobre. La neutralidad implica evitar atribuir dicha defensa a una determinada ideología política como si fuese algo de su propiedad, excluyendo y marginando a quienes piensan diferente. Todo el mundo debería poder sentirse representado y tener la oportunidad de implicarse y participar en un programa constructivo que debe beneficiar a todas las comunidades sociales de Cataluña, sea catalana, sea castellana, sea aranesa o sea inmigrante de cualquier lugar del mundo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Sara, Alfredo y Constantino: todos los artistas van al cielo



En poco espacio de tiempo se nos han ido tres míticos y carismáticos artistas de nuestro país que destacaron por unas cualidades con las que saltaron a la fama pero que en realidad estaban por encima de estas. Me refiero a Sara Montiel, Alfredo Landa y Constantino Romero.
María Antonia Abad Fernández, nombre real de Sara Montiel, logró con su extraordinaria belleza ser la primera artista cinematográfica española de talla internacional y la mejor pagada del mundo. Su presencia, su carisma y su estilo embelesaron y cautivaron a actores, directores y público. Actriz y cantante, aunque pueda resultar difícil de creer, de ella destacó en realidad su trasfondo humilde, pues nunca alardeó de ser una gran artista porque era consciente de su potencial y de sus virtudes pero también de sus limitaciones. Sabía perfectamente que en ciertos aspectos no podía competir con el genio artístico de algunas grandes actrices de Hollywood de la época, por lo que recurrió a hacerse destacar en todo aquello que los espectadores esperaban de ella. Así fue como supo estar a la altura de las principales estrellas mundiales del séptimo arte, demostrando a su vez con solo observar la larga filmografía de su trayectoria una gran diligencia. No obstante, sus interpretaciones en los grandes clásicos son más que aceptables, algo que con la perspectiva del tiempo se ha podido reconocer, y especialmente en comparación con las actuales actrices nacionales. En ese sentido es innegable que fue única, irrepetible e inimitable. Muy trabajadora y consciente también de la caducidad de su juventud, supo reciclarse en el momento adecuado para luego retirarse a tiempo de las pantallas cinematográficas en 1974, aunque el mito perduró hasta el final de sus días. De inteligencia innata, aprendió a leer y a escribir a los 20 años de edad, momento en el cual supo abrir enseguida su camino hacia el estrellato, tarea nada fácil. Simpática y a la vez puntualmente temperamental, aunque su vida sentimental fue un poco inestable como le suele pasar a buena parte de las estrellas mundiales, supo ser una excelente madre de sus dos hijos adoptivos, Thais y Zeus.


Si por algo fue conocido Alfredo Landa Areta es por su larga trayectoria cinematográfica de películas que combinaron la comedia fácil cargada de cierto nivel de erotismo, entre los años 1969 a 1978, más moderado en sus inicios y más explícito tras la muerte de Franco, llegándose a estrenar algunas de sus cintas con el calificativo “S”. Esta etapa mereció el acuñamiento de “landismo”, un fenómeno que se tradujo en grandes éxitos comerciales en buena parte como reacción natural de la sociedad española a la censura. Aunque la calidad de las películas fue de escasa o nula calidad, y mayormente olvidables, económicamente fueron muy rentables puesto que al tratarse de producciones muy baratas enseguida se obtuvieron beneficios. Sin embargo, Landa estuvo mucho por encima de su “landismo” del que se sintió orgulloso haber forjado, porque en realidad fue un gran actor con unas cualidades por encima del promedio de la mayoría de actores del cine español. Se dice, y es creíble, que en los rodajes era un hombre muy serio, disciplinado y con un gran sentido de la responsabilidad, poco amigo de las tonterías y de la incompetencia profesional. Aparte de sus interpretaciones cómicas, destacó sobradamente en papeles dramáticos como “El crack” (1981), “El crack II” (1982), “Los santos inocentes” (1984) y “Sinatra” (1988), entre otras, así como en televisión y teatro, unas facetas poco conocidas que merecen ser recuperadas y reivindicadas.


Sin lugar a dudas, Constantino Romero García ha sido la última gran voz del cine en España, de aquellas que todo el mundo conocía y que siempre quedaba bien aunque la voz original del actor tuviese un tono completamente diferente al suyo. Todos recordaremos sus doblajes de Arnold Schwarzenegger, Clint Eastwood, Roger Moore, William Shatner, Rutger Hauer, y de los personajes de Darth Vader (saga Star Wars), Mufasa (El Rey León) y del Gremlin locutor (Gremlins 2), entre otros. Aparte de hacerse oír en diversos spots televisivos, en 1992 su voz sirvió para presentar la inauguración y la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en catalán, castellano, inglés y francés. Sin embargo, Constantino fue mucho más que un doblador, una faceta que ocupó buena parte de su carrera durante casi cuarenta años. Todavía muchos lo recordamos como excelente y carismático locutor de radio en las emisoras de Radio Barcelona y Radio Nacional de España, y como presentador en programas de televisión. Sus trabajos como actor de cine y teatro no fueron nada despreciables. Sin pretensiones artísticas, aunque con una gran profesionalidad, salió muy airoso en su labor interpretativa ofreciendo lo mejor de sí mismo ante un público entregado y expectante de verlo en acción. Le recuerdo en su papel de barbero asesino en el musical Sweeney Todd, estrenada en el Teatre Nacional de Catalunya en 1995, en una versión mucho más que aceptable.
Así fueron Sara, Alfredo y Constantino, una mujer y dos hombres que merecen ser recordados no solo por aquellas cualidades que les hicieron saltar a la fama nacional, sino también por sus otras múltiples facetas dignas de ser recordadas en el futuro. Se les echará de menos, pero algún día los volveremos a encontrar porque todos los artistas van al cielo.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Un lugar llamado “LOS QUINCE”



En el año 1901, coincidiendo con la inauguración del tranvía eléctrico de Barcelona a Horta, alrededor del paseo de Maragall existía una confluencia de comunicaciones. Por un lado había la carretera de Barcelona a Horta a su paso por el camino de Sant Iscle (avenida de Borbó) y el tramo medio e inferior del paseo de Maragall, formando un eje de norte a sur. Por otro, había el tramo superior del paseo de Maragall y la calle de Estébanez (Garcilaso) que formaban un eje de oeste a este. Pocos años después, se abrió la avenida de la Mare de Déu de Montserrat que comunicaba con el Guinardó. Todo este conjunto formaba un trazado lineal de unos 200 metros de longitud, definido como un espacio fronterizo entre las barriadas de Horta, el Guinardó, Santa Eulàlia de Vilapicina, los Indians y la Sagrera. El tranvía de Horta efectuaba parada en el paseo de Maragall, entre la calle de Estébanez y el camino de Sant Iscle, y el precio del billete entre este lugar y Barcelona (y viceversa) costaba 15 céntimos. Desde entonces, aquella zona pasó a conocerse popularmente como "Los Quince", denominación que nunca ha sido oficializada pero que ha llegado hasta nuestros días. En los billetes del tranvía este destino se indicaba de tres maneras distintas: "Pl.Urquinaona-Dos Rius" (calle desaparecida y absorbida con la apertura de la avenida de la Mare de Déu de Montserrat), "Pl.Urquinaona-Carretera Sagrera" (Garcilaso), o bien "Pl.Urquinaona-Av.V.Montserrat". Cuando los cobradores de los tranvías anunciaban con voz alta la parada correspondiente a "Los Quince" a menudo decían "Fábrica", que en realidad no era otra cosa que los generadores de energía eléctrica de los tranvías ubicados en la cochera de Horta (posteriormente cochera de Borbón). El precio del billete a 15 céntimos se mantuvo entre los años 1901 y 1930.


El tramo superior del paseo de Maragall y la calle de Estébanez (Garcilaso) se formó a partir del trazado construido para el tranvía de vapor de la Sagrera a Horta, en 1883, por lo que no se corresponde a la antigua carretera de Barcelona a Horta. Éste camino medieval en realidad transcurría desde el nacimiento del paseo de Maragall con la calle de Fresser hasta la masía de Can Girapells. Desde allí tomaba la actual calle de la Garrotxa hasta un tramo del antiguo camino de Sant Iscle (avenida de Borbó) y bordeando la riera de Horta (calle de Cartellà) finalizaba en el antiguo municipio de Sant Joan d’Horta. Antaño, el paseo de Maragall se conocía durante el siglo XIX como la carretera nueva de Horta, para diferenciarla de la antigua. Empezó a urbanizarse a partir del año 1911 y fue bautizada en honor al poeta catalán el 6 de mayo de 1915 (aunque inicialmente el tramo inferior comprendido entre la plaza de Maragall (antaño del General Magaz) y la calle del Fresser se denominó como avenida de Martínez Anido).
En el barrio del Guinardó la calle de la Font Castellana fue bautizada como Dos Rius el 23 de diciembre de 1913 debido a de que por allí transcurría la canalización de aguas del acueducto de Dos Rius, una infraestructura de 40 kilómetros de longitud comprendida desde la comarca del Maresme hasta la Montaña Pelada. Finalmente, esta calle desapareció para convertirse en una importante vía de comunicación que dio lugar a la avenida de la Mare de Déu de Montserrat.


En los alrededores de “Los Quince” había algunas masías que fueron reflejo de un pasado rural, como Torre Llobeta, Can Xiringall, Can Barta y Can Sabadell, las cuales tenían en propiedad grandes extensiones de terreno dedicados al cultivo cuyos productos se vendían a los mercados de Horta, Sant Andreu, Gràcia y el Born. Como curiosidad, entre los años 1901 y 1905 el tercer campo de juego del Futbol Club Barcelona se instaló al lado de la masía de Can Sabadell. Justo al lado el Ayuntamiento de Barcelona cedió unos terrenos comprendidos entre las calles de Estébanez y Acàcies para que el doctor Jaume Ferran i Clua dispusiera de un laboratorio y desarrollara sus investigaciones.
Con la inauguración del tranvía eléctrico de Barcelona a Horta el 21 de junio de 1901, se estrenaron las nuevas cocheras situadas en el camino de Sant Iscle con la Riera de Horta sobre los terrenos de la masía de Can Xiringall. Estas dependencias disponían de un depósito para material móvil y de una sala de máquinas para generar electricidad.


A partir de la década de 1920 empezaron a proliferar por los alrededores de “Los Quince” las primeras urbanizaciones, formadas por casitas unifamiliares de una o dos plantas promovidas por cooperativas de trabajadores o bien por empresarios particulares que adquirieron aquellos terrenos a muy bajo precio para poder edificar. Las nuevas barriadas se efectuaron mayormente sin sujeción a ningún criterio racional que respondiera a un trazado viario previo. La gran mayoría de calles eran polvorientas, fangosas e intransitables cuando llovía. A ello había que añadir la carencia de una red de alcantarillado, salvo algún sistema privado de evacuación en infraestructuras sanitarias domésticas. Muchas calles no disponían de alumbrado eléctrico o de agua corriente. Las viviendas, de 40 m2 a 70 m2 de superficie, se edificaron con precarias técnicas de construcción. Las fachadas eran sencillas, con muy poca o ninguna decoración, pero quienes disponían de mayor poder adquisitivo incorporaron balcones más solemnes, imágenes religiosas, un reloj de Sol, adornos de piedra o de hierro, pequeños mosaicos e incluso elementos modernistas. El interior constaba generalmente de cocina, comedor, tres habitaciones más un aseo y un lavadero en la parte posterior. Muchas disponían de patios interiores con palmeras y magnolias. El teléfono y el coche quedaron reservados a las clases más acomodadas.


Este paisaje formado por campos de cultivo salpicados por masías y pequeños núcleos urbanos se mantuvo hasta la posguerra. A mediados de la década de 1940 en la confluencia del paseo de Maragall con una calle que a partir de 1955 se bautizaría como Ramon Albó se inauguró el colegio Divina Pastora de las Madres Franciscanas, una escuela religiosa para niñas de enseñanza primaria. El 7 de julio de 1942 la calle de Estébanez pasó a llamarse Garcilaso y la avenida del Mariscal Joffre (camino de Sant Iscle) se rebautizó como avenida de Borbó. A partir del año 1948, el Patronato Municipal de la Vivienda inició la construcción de un nuevo barrio sobre terrenos de la masía de Torre Llobeta. Las viviendas fueron habitadas entre 1952 y 1955 y formaban un conjunto de bloques con patios interiores agrupados en cuatro manzanas de casas separadas en grupos de dos por una gran plaza ajardinada. En octubre de 1952 abrió el cine Montserrat, una sala de reestreno que ofrecía programas dobles y que se constituyó como un centro de ocio de los barrios de los alrededores.
La mejora de la situación económica comportó un aumento de la población procedente del resto de España hacia Cataluña y especialmente hacia Barcelona, hecho que estimuló el sector de la construcción. Como consecuencia, durante la década de 1950 y especialmente en la de 1960 bajo el llamado Desarrollismo las zonas rurales desaparecieron definitivamente para dar paso a nuevos bloques de viviendas que urbanizaron definitivamente aquel sector y le otorgaron prácticamente el aspecto que ofrece actualmente. A su vez, todas las calles se adoquinaron o asfaltaron y se instalaron infraestructuras como alumbrado, alcantarillado y gas allá donde todavía carecían.


La red de transporte mejoró con la llegada del metro el 21 de julio de 1959 y la presencia de varias líneas de tranvía y autobús. Paralelamente, la cochera de Horta fue reformada y ampliada convirtiéndose en la cochera de Borbón. Allí, el 18 de marzo de 1971 fue el punto de partida de la rúa de vehículos históricos que despidieron definitivamente al tranvía de Barcelona. Desde entonces el depósito pasó a ser únicamente de autobuses, lo que originó un aumento de la contaminación que trajo en consecuencia una protesta vecinal que exigía el traslado de las instalaciones a cambio de construir en su lugar los equipamientos necesarios para los barrios.
La presencia de numerosos comercios de muy variada oferta otorgó vida y dinamismo a la zona, la cual se había convertido en un importante nudo de comunicaciones con altos niveles de tráfico automovilístico y una elevada densidad de población. A mediados de los años sesenta se abrieron las Galerías Varsovia, ubicadas entre el paseo de Maragall y la calle de Varsovia.


Con la llegada de la Democracia se fueron produciendo cambios destinados a mejorar la calidad de vida. El 19 de abril de 1982 llegó la L4 de metro que estableció correspondencia con la L5 en la estación “Maragall”. En 1983 la masía de Torre Llobeta abrió rehabilitada como centro cívico para el barrio. Sin embargo, el resto de masías de alrededor no corrieron la misma suerte porque fueron derribadas para dar lugar a nuevos bloques de viviendas. Con la decadencia de las salas de reestreno, el cine Montserrat, que efímeramente funcionó como Sala X, cerró definitivamente sus puertas en 1987 edificándose en su lugar un bloque de viviendas. El modelo de comercio que era tan cambiante en unos tiempos muy cambiantes provocó la decadencia progresiva y el cierre de las Galerías Varsovia. Actualmente las instalaciones son ocupadas por una clínica dental. Para promover el comercio de barrio, un grupo de comerciantes y profesionales creó el Eix Maragall con el objetivo de defender los derechos colectivos de comerciantes, dinamizar la vida del barrio y conservar las fiestas populares.


A mediados de 1999 se abrió definitivamente el tramo de la ronda del Mig entre el Guinardó y la avenida Meridiana, no como una vía rápida tal y como preveía el Plan Comarcal de 1953 sino como un boulevard con amplias aceras, árboles, bancos para sentarse y carril-bici. La calle de Ramon Alból pudo ser reformada gracias al derribo del antiguo colegio Divina Pastora y al traslado unos metros hacia la derecha de la boca de metro que había justo enfrente, dando lugar a una plazoleta. El 15 de diciembre de 2003 se celebró el acto de clausura definitiva de las antiguas cocheras de autobuses de Borbón, que posteriormente fueron derribadas y han permitido construir en su lugar un equipamiento deportivo, una biblioteca, un casal d’avis y un ambulatorio, haciendo realidad un sueño vecinal tras una larga y ardua lucha ejemplar. Aquel año coincidió con la finalización de las obras de reforma del paseo de Maragall con la ampliación de las aceras y el fomento del comercio de barrio.

Foto: Cesc Llaverias