domingo, 27 de febrero de 2011

27F: un símbol de normalitat democràtica

Han estat restituïdes les quatre columnes jòniques dissenyades per l’arquitecte Josep Puig i Cadafalch que antuvi coronaven l’entrada al recinte firal del parc de Montjuic. Després d’haver estat enderrocades ara fa gairebé vuitanta-dos anys sota el règim del general Primo de Rivera, l’actual data del 27 de febrer del 2011 fa que aquest monument es converteixi en un símbol de normalitat democràtica, on totes les coses, de mica en mica, retornen progressivament al seu lloc. Sorprenentment per unanimitat de totes les forces polítiques del Parlament de Catalunya es va aprovar una proposició no de llei per a la restitució d’aquest patrimoni. Ha estat de les poques iniciatives populars i culturals que han rebut el suport de tots els partits, tant del govern com de l’oposició. A pocs metres del seu emplaçament original, les quatre columnes, de 20 metres d’altitud, que simbolitzen les quatre barres catalanes, tornen a lluir imperants i senyorials i la muntanya de Montjuïc sembla més sencera. No només van ser (i ho son novament) un símbol del catalanisme, sinó també una icona d’una època gloriosa per a Catalunya on la nostra terra tingué una excel•lent projecció mundial. Va ser un moment on grans polítics i intel•lectuals procedents de diversos camps de les arts i la cultura van “fer país” en tant aportar innovacions que convertissin a Catalunya en un model exemplar de referència a imitar en política, educació, pintura, escultura, arquitectura, literatura, urbanisme, indústria, economia, periodisme i filosofia, entre d’altres coses. I després que diguin que els catalans som gent tancada i excloent. Actualment que vivim sota una època de crisi econòmica i de valors caldria recuperar aquest afany espiritual i donar a la nostra terra un altre impuls que ens faci novament capdavanters. Cal cercar en l’actualitat aquesta nova generació, tot i que mai no es superarà l’altíssim nivell d’aquells homes i dones orgullosos de ser catalans i que la seva pròpia condició era prou motivació per a crear i produir no només per a Catalunya, sinó també per arreu d’Espanya i per al món. Desitjaria que la reconstrucció d’aquestes quatre columnes signifiqués també la reconstrucció d’un passat gloriós posat al dia i adaptat a les necessitats actuals. Animo així a treballar per Catalunya perquè això vol dir treballar per nosaltres, treballar per al nostre benestar, treballar per la nostra qualitat de vida, treballar per al món, i treballar per al futur en temps present per a fer que tots els somnis del l’endemà siguin una realitat en l’avui. Animo a la ciutadania de Catalunya, tant nativa com nouvinguda i que ha fet seva la nostra terra, a formar part d’aquest gran equip perquè mereix la pena.
El segle XXI és una centúria de canvis importants tal i com es pot apreciar. El món està deixant d’ésser el què era i passarem a viure una nova etapa que en els llibres d’història s’escriurà inexorablement. La restitució de les quatre columnes també són un símbol d’aquest canvi històric, en aquest cas de tot allò que hi té a veure amb Catalunya. Per nosaltres, per al món, anem endavant.

Aquestes quatre columnes de Puig i Cadafalch les dedico a la memòria de la meva mare, Griselda Valentí Jalón, filla de Montjuïc

miércoles, 23 de febrero de 2011

23F: punto y final de la Transición

Parece que fue ayer, pero ya han transcurrido treinta años del intento de golpe de estado por parte del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina. Todavía nos parece reciente su entrada en el Congreso de los Diputados y su célebre “quieto todo el mundo” que tanto impresionó en aquel entonces pero que ahora mucha gente se ríe cuando lo ve por el televisor.
El 23F fue en realidad el final definitivo de una corta pero intensa Transición hacia la democracia. Desde la muerte de Franco, tras ese aparente proceso tan ejemplar como dicen algunos, se sucedieron muchos episodios de miedo, tensión, violencia, manifestaciones, atentados, amenazas, muertes y conspiraciones. Hubo mucha censura, en ciertos aspectos tanta o más que bajo el régimen franquista. Son muchas cosas las que todavía no sabemos y que se encubren. Nos encontramos ante un caso similar al de JFK donde solo se publica aquella parte que no compromete a nadie. Deberán de transcurrir muchos años, tal vez cuando toda esa generación de franquistas haya muerto, para desvelar la verdad. No fueron años tan idílicos como pretenden hacer creer. Parece que discrepar con el proceso en que se llevó la Transición es políticamente incorrecto, y cualquier oposición es ir contra la paz y la democracia de este país.
Son muchas cosas las que ignoramos de esta llamada Transición ejemplar. Un procedimiento premeditado estando todavía vivo el general Franco, que aseguró dejarlo todo “atado y bien atado”. Efectivamente, porque el proceso se efectuó tal y como él habría querido, porque esa Transición en realidad empezó a principios de la década de 1970. Quien sabe si Franco, en caso de haber vivido más años, hubiese cedido a un proceso democratizador tal y como hizo Augusto Pinochet en Chile. Quién sabe, pero el caso es que por aquel entonces ya se estaba hablando de redactar una constitución, de una posible legalización de los partidos políticos y de ampliar el derecho al asociacionismo, entre otras cosas.

Sin embargo, ha sido una Transición al gusto de lo deseado por el régimen franquista. No hubo ruptura sino continuismo, y ceder ante los designios del dictador incluso después de muerto, algunos lo definen como un proceso de Transición pacífica y ejemplar. Eso es sin lugar a dudas un mito extendido, incluso quienes aseguran que en Cataluña en general y Barcelona en particular fueron años muy buenos y maravillosos, de unidad y cohesión social, y de luchas por la libertad, todos ellos rotos posteriormente por culpa del nacionalismo catalán. Quienes sean testigos de aquellos años se darán cuenta de que eso es una pura mentira. Nada más hay que observar como estaba la capital catalana antes y como está ahora. La década de 1970 nunca fue idílica sino todo lo contrario, llena de miedo e inestabilidad.
Vivimos bajo la democracia del miedo. Hay que acatar por la fuerza lo que nos han dado y no pensar, olvidarse del pasado sin rechistar. Se habla de no reabrir viejas heridas, cuando en rverdad no se han reabierto, sino que dichas heridas jamás se cerraron. En realidad, la Guerra Civil española jamás terminó, porque una guerra civil nunca termina, y hoy día todavía continua abierta. Solo concluyó la parte bélica, nada más, pero la lucha entre las llamados dos Españas es una realidad. La gente ni olvida ni perdona. Fue una guerra que no sirvió absolutamente para nada, como todos los conflictos bélicos, porque la sociedad española sigue dividida y a este paso siempre lo estará.

¿Qué se puede esperar de una Democracia en la que no puedes juzgar su proceso de transición, no puedes hurgar en el pasado, no puedes saber la verdad, algunas cosas no las puedes decir y no puedes cuestionar o reformar una declaración de principios como es la Constitución como si se tratara de la Biblia? Esa no es una Democracia normal. En un estado democrático la gente tiene derecho a saber la verdad y a poder cambiar las cosas, y es que esta Democracia no ha sido al gusto de todos sino diseñada por un lobby de poder que ya conocemos y que en la sombra todavía vigila el funcionamiento del estado y permanece alerta ante cualquier intento de cambio y rebeldía. Son “el ojo que todo lo ve” que nos pide que olvidemos el pasado como si la represión y los crímenes del pasado solo hubiesen sido una broma, y seguir hacia delante, acatando lo que hay, considerándolo lo mejor y sin plantearse siquiera alguna posible reforma. Todo atado y bien atado. Y quienes osen reformar la Constitución y los estautos de autonomía, defender los matrimonios y las adopciones de los gays, regularizar y ofrecer un trato de igualdad a la inmigración, abogar por un modelo laico que evite la influencia del catolicismo y sobre todo reconocer las diferencias identitarias, lingüísticas y culturales de España, el “Gran Hermano” se encargará de gritar “quieto todo el mundo”. Esa es nuestra democracia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Un premio “Goya” de acercamiento y de concordia

El pasado domingo 13 de febrero, cumpliendo un cuarto de siglo de la creación de los premios “Goya” de arte cinematográfico español, el filme “Pa negre” ganó el premio a la mejor película del año, además de recibir otras estatuillas. Hasta aquí no hay nada que llame la atención salvo que la película ganadora, obra del cineasta Agustí Villaronga, es catalana y rodada en catalán. Es por ello que las reacciones adversas de los más radicales tanto por parte de sectores españolistas como de algunos sectores catalanistas e independentistas no se han hecho esperar. Solo basta con ver los comentarios escritos en los diversos foros de Internet para percatarse. Afortunadamente, estos grupos de ciudadanos que tanto dañan la convivencia de nuestra sociedad y contribuyen a engendrar problemas allá donde no existen, creo (y quiero creer) que se tratan de una minoría que no representan al conjunto global de la sociedad española en general ni catalana en particular. Apuesto por una mayoría satisfecha por el certamen y por este gesto de premiar una película catalana rodada en catalán.
Estamos hablando de cine, del séptimo arte, de cualidades artísticas, de labor cinematográfica, de escenografía, de ambientación y de interpretación, entre muchas otras cosas. No estamos hablando de políticas, de catalanismo, de españolismo, de identidades territoriales o de lenguas. ¿Qué necesidad hay de hablar sobre eso y mezclar algo que no tiene nada que ver con lo anterior? ¿Por qué estas minorías, tanto catalanas como del resto de España se empeñan en tener una visión tan simple y cavernícola de la vida y de todas las cosas que nos rodean? ¿Por qué no dejan por una vez esa agresividad, esa violencia visceral e irracional, ese resentimiento espiritual y disfrutan un poco de la vida y de las oportunidades que nos ofrece este mundo?

Se puede criticar el premio a la mejor película por “Pa negre”, pero alegando criterios cinematográficos, nunca políticos o ideológicos, siendo esto segundo lo que lamentablememnte predomina en los foros de Internet por no decir de manera aplastante.
Desde el punto de vista artístico, debo afirmar que me gustó la película tanto por la interpretación como por la ambientación de la posguerra, y que en definitiva se trata de un “Goya” justo. Desde el punto de vista político, respondiendo a las quejas de los internautas radicales, decir que como catalán me alegro de este gesto por parte de la Real Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas porque veo una evolución y un reconocimiento a la diversidad cultural y lingüística de España, motivo personal de orgullo, un premio sin prejuicios de lengua o territorio. Me alegro que en Madrid se haya premiado a una película catalana en catalán como me alegraría de que a un escritor catalán que escribe en castellano le otorgaran un premio literario español. Pero en nuestro país hay de todo, y desgraciadamente encontramos a gente que no valora ni le interesa la cultura, porque apostar solo por aquella parte de la cultura más cercana a los intereses políticos individuales eso no es realmente valorarla y fomentarla. Es una lástima que en este país, con la diversidad y la riqueza cultural y lingüística que ofrece nuestro territorio, todavía existan mentes rancias y de pensamiento simple encoñadas en defender solo una porción y repudiar el resto. Todavía hay quienes tienen la convicción de que dicha diversidad es un obstáculo, que solo es para joder, que no tiene futuro, que es un gasto económico inútil, que no abre fronteras, que divide a la sociedad y que debilita la unidad del estado. Es decir, lo entienden exactamente al revés.

domingo, 13 de febrero de 2011

Cuando no eres de la “capelleta”…

No solamente sucede en las dictaduras, sino también en las democracias que cuando un personaje no interesa se le margina y una vez muere, se le olvida para siempre como si jamás hubiese existido, o al menos se intenta hablar de él lo menos posible. Y que eso precisamente suceda en un estado democrático donde se supone que hay libertad de expresión, de opinión y de culto resulta especialmente muy grave y escandaloso. No se trata de un fenómeno reciente sino que viene de muy lejos, tal vez de toda la historia. Cuando nos gobierna un grupo político en concreto (da igual que sea de derechas o de izquierdas, catalanista o españolista) y los llamados lobbies de poder presionan para que se impongan sus intereses personales por encima de los generales, es entonces cuando se decide qué personajes famosos tanto vivos como muertos serán exaltados y puestos como iconos de referencia para rendirles culto y cuáles se enterrarán y permanecerán en el olvido, borrados para siempre de la memoria histórica.
Cuando un personaje público no interesa y se le aparta a pesar de sus cualidades y de sus aportaciones al progreso de la sociedad e incluso de un país, en Cataluña se dice que ello se debe a que no ha formado parte de la “capelleta” (capillita), o sea, que no ha hecho migas con aquel partido o lobby que manda y decide. Y es que todo funciona así. Si quieres disponer de un rango determinado o aspiras a alcanzar la cima del éxito, tienes que formar parte de la “capelleta” que te apadrinará y te ayudará en tu viaje. Da igual que tus méritos y tu labor sea más mediocre que la de tu contrincante, o que seas menos inteligente y competente, porque si les caes bien llegarás hasta donde te dejen llegar.

Y puestos a olvidar y a enterrar personajes, merecen una mención especial los historiadores Jordi Nadal y Josep Fontana, a los que representantes de la Universitat Autònoma de Barcelona han considerado que no merecen ser reconocidos como doctores honoris causa a pesar de sus méritos académicos. Ambos personajes fueron durante muchos años profesores de esta universidad y miembros fundacionales de ella, y algunos entendidos en la materia han asegurado que su calidad y relevancia académica y científica son indiscutibles, superando sus obras incluso a la de Jaume Vicens Vives.
Entre sus trayectorias históricas, Josep Fontana destacó a finales de los años cincuenta formando parte de un grupo de jóvenes intelectuales por tener la heroicidad de publicar una revista en catalán, clandestina por supuesto, llamada “Quaderns de cultura catalana”. Además, tanto Nadal como Fontana fueron los grandes organizadores del año dedicado a la figura de Jaume Vicens i Vives, y en su juventud, formaron parte de los grupos de izquierdas y antifranquistas que tanto combatieron las represiones durante la década de 1970. Sin embargo, eso no ha bastado y han sido tachados de españolistas y faltados de catalanidad por parte de un sector claramente contrario a la entrada de nuevas generaciones de profesores con la influencia de Carles Solà, exmilitante del partido independentista Solidaritat Catalana.

Y después de tantos años de lucha y de trabajo por la democracia, la libertad, la memoria histórica, la cultura y la educación, esta ha sido la recompensa y el reconocimiento que han recibido. Los catedráticos en historia Jordi Maluquer y Borja de Riquer enseguida han reaccionado ante esta decisión y han hablado de sectarismo ideológico, envidias e ignorancia. Es de desear que quienes dirigen la Universitat Autònoma de Barcelona rectifiquen esta absurda decisión, pues sería un grave error denegar este título a Nadal y a Fontana porque desacreditaría y desprestigiaría a la UAB. Esta universidad, fundada el año 1968, nació como un icono de la resistencia antifranquista y su denominación pretendía homenajear el espíritu de libertad y democracia que imperó hasta la Guerra Civil. De ella han surgido alumnos que en el futuro han destacado como Matilde Asensi, Àngels Barceló, Llum Barrera, Antoni Bassas, Jaime Cañellas Galindo, María Casado, Joan Clos,Adrià Collado, Jordi Évole, Joan Ferran, Carles Francino, Manel Fuentes, Pasqual Maragall, Dani Mateo, Gemma Nierga, Oleguer Presas, Joaquim María Puyal, Xavier Sala Martín, Javier Sardà, José María Siles, Mònica Terribas i Sala Pau Solana i Roca y Marc Aguilera i Moncosí.
Pero la vida sigue y muchos personajes catalanes ilustres, a pesar de todo lo que han aportado por nuestra lengua y nuestra cultura, una vez más, lo que va a contar por encima de todo son sus ideas y con quienes comulgan. Su labor, su arte y su amor hacia Cataluña no cuentan absolutamente para nada si no es de la forma como algunos quieren. Podemos citar muchos nombres, como Josep Pla, Salvador Dalí, Avelí Artís Gener “Tísner”, Avelí Artís Tomás “Sempronio”, Josep Tarradellas, Francesc Cambó, Josep Maria de Nadal, Manuel Riu, Jaume Castell i Abellà, Fabià Estapé, Josep Clarà, Josep Maria Sert, Adolf Florensa, Martí Sanglas…
Todo ello demuestra en realidad que en el fondo ni a la clase política ni a los lobbies de poder les interesa en realidad Cataluña, el catalanismo, la lengua catalana y la cultura forjada en nuestra tierra, nuestra nación, nuestro “petit país”. Todo no es más que pura imagen y un juego de intereses. La defensa de todo lo dicho debería de estar por encima de ideologías o simpatías personales.

Por cierto, este año se conmemoran los cincuenta años del fallecimiento del ilustre dramaturgo, periodista, novelista, memorialista, traductor y poeta Josep Maria de Sagarra i de Castellarnau, otro personaje que, tras la muerte de Franco, inexplicablemente ha ido a engordar el saco de los olvidados porque tampoco interesaba. Pero bueno, no importa, que allá donde se encuentre no se preocupe porque yo ya me encargaré de reivindicarlo mediante una entrada en este blog.

sábado, 5 de febrero de 2011

Ojo por ojo… y acabaremos todos ciegos

El pasado jueves día 3 de febrero la escritora catalana Núria Amat ganó el XXXI premio Ramon Llull por su primera novela en catalán titulada “Amor i guerra”, que transcurre en la Barcelona de la Guerra Civil y hace protagonista a Ramón Mercader, asesino de Leon Trotsky y con quien está emparentada su familia. Que el galardón haya sido otorgado precisamente a esta escritora ha generado polémica especialmente en determinados sectores nacionalistas e independentistas, que la acusan de anticatalana. El caso es que Núria Amat siempre se ha manifestado contraria a los nacionalismos, defensora del bilingüismo e incluso firmó el llamado “Manifiesto por una lengua común”. La lluvia de críticas no se ha hecho esperar.
Algunas voces preguntan por qué razón se la ha premiado cuando en el resto de España se nos ignora por el hecho de ser catalanes. Habría que analizar hasta qué punto esta afirmación es tan cierta. Sin embargo, en el supuesto de que algunas veces nos hayan ignorado, nosotros no podemos permitirnos el lujo de ponernos a la misma altura y aplicar el ojo por ojo. O sea, que porque una parte de España ignora la diversidad cultural y lingüística, nosotros hemos de hacer lo mismo como si de una venganza se tratara. Afortunadamente hemos dado un ejemplo de tolerancia y respeto premiando a esta escritora, y lo que cuenta es nuestra buena conciencia y nuestra satisfacción personal. Lo que opinen los demás no tiene ninguna importancia. Quienes no son tolerantes y respetuosos no lo son ni con Cataluña ni con nada ni con nadie. Es mejor olvidarlos y nosotros seguir adelante dando ejemplo a España y al mundo entero de la clase de personas que somos nosotros como pueblo. Por poner un ejemplo: si en los países donde reinan dictaduras se hacen prohibiciones y restricciones, cuando venga inmigración procedente de estos estados ¿debemos de dar ejemplo de respeto y tolerancia hacia ellos o bien deberíamos de maltratarlos igual que su gobierno y sus seguidores harían con nosotros? Volvemos otra vez al ojo por ojo diente por diente, y como dijo sabiamente Mahatma Gandhi, “ojo por ojo, y acabaremos todos ciegos”. Por lo visto, algunos lo prefieren así y que una vez sin ojos prosigamos la guerra a bastonazos.

Entiendo que para algunas personas haya provocado irritación que Nuria Amat haya ganado el Ramon Llull, pero un premio se otorga por unas cualidades artísticas y no por unas ideas políticas. ¿Es realmente anticatalana como algunos dicen? Creo que se trata de un juicio de valor personal y subjetivo, porque por anticatalán se pueden entender muchas cosas. En definitiva, se valora más la tendencia política de una persona en vez de su trayectoria, su labor o incluso su humanidad, porque seguro que si no es del agrado de unos cuantos, además será mala persona. Por favor, hagamos el favor de centrarnos un poco y ser un poco menos infantiles. Yo conozco a gente nacionalista, independentista, no nacionalista, de derechas, de izquierdas, creyente, atea, agnóstica, anarquista, del Barça, del Espanyol, del Madrid, okupas, sacerdotes… todos ellos excelentes personas y con quienes me llevo de maravilla. ¿Qué sería de mí si ahora empezara a discriminarlos porque no coinciden con mis ideas personales? Estaría bien apañado. Las ideas y creencias de cada persona se deben de respetar. Cada uno es como es y no como a uno le gustaría. Si Nuria Amat realmente ha hecho un buen trabajo, pues claro que merece el premio. Sus ideas políticas son secundarias. Parece que sea obligatorio valorar solamente a las personas con unas determinadas tendencias o creencias. Francamente, el sectarismo y el clientelismo no van con mi persona, y cuando alguien no me gusta o me cae mal, no es por sus ideas o sus creencias, sino por su persona. No existe un colectivo “de los buenos” que es mejor que los demás y tendrá el cielo asegurado y otro “de los malos” que automáticamente es perjudicial y va a ir directo “a las calderas de Pere Botera”. Las cosas no funcionan así.

Todos me conocéis porque soy abiertamente tarradellista. Y como tal, soy catalanista, y creo que Cataluña es una nación sin estado con un hecho diferencial. Sin embargo, si Tarradellas viviera jamás hubiese criticado este premio a Núria Amat. Al contrario. Posiblemente le hubiese dicho “enhorabona Núria, i moltes gràcies per haver-nos brindat aquesta magnífica obra en català i contribuir a fomentar la nostra llengua”. Tampoco hubiese consentido que en la feria de Francfort se vetara la literatura catalana en castellano o en aranés, porque la hubiese considerado como un reflejo de la realidad lingüística y cultural de Cataluña que también contribuye a dar a conocer, como él decía, “el nostre petit país” en todo el mundo. Obsérvese aquí la clara diferencia establecida entre literatura catalana y literatura en catalán.
No reconocer la España real, pluricultural y plurilingüe, así como ignorarnos como pueblo y como realidad, no es una actitud precisamente democrática. Por ello, si nosotros hacemos lo mismo que el nacionalismo español, criticando y vetando a quienes no sean de nuestro agrado, también dejaremos de ser democráticos para volvernos lo mismo que ellos, practicando el ojo por ojo… y acabar todos ciegos.