martes, 28 de mayo de 2019

Érase una vez Barcelona... ¿y mañana?


Con motivo de las recientes elecciones municipales celebradas el pasado domingo día 26 permítanme que haga un breve paréntesis a la serie de artículos sobre la gestión de los alcaldes de la ciudad de estos 40 años de ayuntamiento democrático para hacer una reflexión personal acerca de estos últimos comicios locales.
Barcelona ha apostado por un cambio de alcaldía, una situación con mayorías simples cuyo abanico refleja la pluralidad ideológica de la sociedad barcelonesa. ERC, encabezado por Ernest Maragall, ha ganado los comicios con 10 regidores, siendo la fuerza más votada. Le sigue BComú con Ada Colau, que empata en regidores pero no en votos. El PSC ha recuperado nuevamente la fuerza de años anteriores, con 8 regidores para la lista encabezada por Jaume Collboni. El cuarto lugar lo ocupa C's y el proyecto de Manuel Valls. JxCat con Elsa Artadi pierde peso y se queda en quinta posición con 5 regidores, y cierra el grupo de partidos un testimonial PP liderado por Josep Bou con tan solo 2 representantes.


De los resultados obtenidos se concluye en primer lugar que las fuerzas unionistas, federalistas y constitucionalistas son mayoría, con lo cual Barcelona continúa siendo un bastión no independentista. Aunque ERC haya ganado las elecciones, no suma suficiente, ni siquiera con JxCat como para consolidar un proyecto secesionista, pues serían 15 regidores frente a 26 en contra. Con BComú, en cambio, sí sumarían mayoría los partidarios favorables a un referéndum por la independencia, 25 regidores a favor frente a 16 en contra. En segundo lugar, las izquierdas (ERC y BComú) y el centro-izquierda (PSC) suman mayoría frente a los partidos de centro (C's) y centro-derecha (JxCat y PP), lo garantizaría un pacto entre izquierdas pero no entre derechas, si bien pueden prevalecer otros intereses más particulares como el independentismo, el unionismo o la gestión ciudadana. La CUP no ha obtenido regidores y ha quedado fuera del consistorio.


La mayoría de votantes se han percatado de que las políticas comunistas y antisistema no funcionan, ni son más "progres", ni más democráticas, ni generan más riqueza económica y bienestar social, ni son más feministas, ni ayudan a una igualdad plena entre colectivos. Y de ello tenemos numerosos ejemplos en el mundo que lo demuestran. Y en tercer lugar, se observa que la sociedad barcelonesa apuesta mayoritariamente por una gestión que haga compatible el crecimiento económico con el bienestar social, con un fomento de la cultura y el mantenimiento de Barcelona como ciudad abierta y cosmopolita. Por contra se rechazan las políticas de ideología como las aplicadas habitualmente a nivel autonómico y estatal en favor de políticas de gestión ciudadana, es decir, de actuaciones que contribuyan a mejorar el nivel y la calidad de vida de la gente. En definitiva, importa más la gestión municipal y el carisma del alcalde que no las doctrinas ideologicas de partido.


Lo que vulgarmente llamamos "pactómetro" ofrece varias alternativas de gobierno: un pacto entre las fuerzas defensoras del derecho a decidir, o sea ERC+BComú+JxCat; un gobierno que deje fuera de juego a las fuerzas independentistas, con BComú+PSC+C's; o un tripartito similar al de los años 90 de las fuerzas de izquierdas con ERC+BComú+PSC. Sea cual sea la opción ganadora, debería garantizar la máxima estabilidad posible y satisfacer a la mayoría de votantes, de lo contrario tendremos una alcaldía débil e incapaz de cumplir su programa electoral, provocando así división, enfrentamiento social, una mayoría social descontenta y una oposición política en bloque muy crítica y cada vez más fuerte.


Barcelona es una de mis grandes preocupaciones en todos sus ámbitos, la ciudad que me motivó a crear este blog de artículos de historia local y de opinión personal. Aunque no me declaro independentista soy abierto a un modelo que garantice la mejor gestión en tanto que se observe una mejora real de la ciudad durante los próximos cuatro años. Sin duda, la opción que me hubiese provocado gran satisfacción de haberse presentado es Barcelona com Tu, plataforma ciudadana transversal y apolítica liderada por Daniel Vosseler. Solo un sabotaje provocado (¿premeditadamente?) por un hacker impidió alcanzara las firmas suficientes para que se presentara cuando en verdad las había superado ampliamente. Espero que dentro de cuatro años lo pueda hacer y se convierta en un claro candidato para alcanzar la Casa Gran. Acerca de esta formación hablaré detalladamente en un próximo artículo.


En líneas generales, los candidatos a la alcaldía de Barcelona han sido, globalmente, poco carismáticos y con programas de actuación imprecisos, además de mostrar un nivel cualitativo más bajo con respecto a los alcaldables de años anteriores. La capital catalana es demasiado importante como para dejarla en manos de personas mediocres. Durante los últimos años la ciudad ha evolucionado hacia un rumbo incierto, pàra unos excelente e interpretado como una nueva manera de hacer política, para otros ha causado alarmismo e inquietud entre muchos sectores sociales y económicos. Es fundamental renovar el modelo de ciudad y adaptarnos a las nuevas necesidades vigentes, incluso avanzarnos a las previsibles. Para los próximos cuatro años sería deseable mayor estabilidad política y progreso ciudadano traducido en un equilibrio entre políticas sociales y políticas empresariales.


En términos sociales no hay que abandonar la lucha contra los desequilibrios territoriales con la creación de nuevos equipamientos culturales, deportivos, sanitarios y educativos. Debe además mejorarse la red de transporte público, crear más zonas verdes, construir vivienda asequible hasta llegar al 30% del total regulando además los alquileres y aplicar políticas de convivencia entre colectivos. En términos económicos Barcelona requiere urgentemente reactivar su función de ciudad cosmopolita, abierta e integradora. Hay que apostar por un nuevo modelo de turismo, fomentar el comercio, la atracción de empresas que generen nuevos puestos de trabajo, la investigación científico-tecnológica y bio-sanitaria, las ferias, los congresos, el desarrollo de infraestructuras y la aplicación de políticas medioambientales y de sostenibilidad. Además, Barcelona debería ser un nuevo referente cultural, cuna de nuevas corrientes artísticas, con el fomento y la apertura de museos más cercanos al ciudadano, la concesión de espacios vecinales autogestionados, la apertura de galerías de arte, la potenciación del cine, el teatro, la música, la danza y el circo, y permitir el desarrollo de nuevos de artistas emergentes que dispongan de un espacio de creatividad.


Tomar la alcaldía de Barcelona es mucho más que un reto, una aventura que no se puede jugar de cualquier modo, no apta para provincianos ni para quienes quieren un decrecimiento económico. La democracia participativa resultará fundamental para establecer una buena relación entre vecinos y administración, recogiendo las preocupaciones e inquietudes de las gentes y sus propuestas de mejora de la ciudad. Por ello, la sociedad barcelonesa debería percibir en un futuro cercano que cada bario, cada calle o plaza o cada elemento allá construido es gracias también a su esfuerzo, a su lucha, que Barcelona es como es gracias en parte debido a uno/a mismo/a. Escribamos, por favor, una nueva y mejor historia, otro capítulo de esos más de dos mil años. Érase una vez Barcelona... ¿y mañana?

Fotos: Agencia EFE, Ajuntament de Barcelona (barcelona.cat), Alejandro García (EFE), El Catalán, Horitzontal (CCMA), RTVE, Susanna Sáez (El País), Toni Albir (El País).

miércoles, 22 de mayo de 2019

40 años de ayuntamiento democrático en Barcelona (IV). Los alcaldes de la ciudad: Joan Clos (1997-2006)


Consciente del final de una etapa y con el propósito de abandonar el Ayuntamiento por la puerta grande y ser recordado en la posteridad como el gran “alcalde olímpico”, el 26 de septiembre de 1997 Pasqual Maragall cedió la alcaldía a su teniente de alcalde, Joan Clos i Matheu, que se erigió como nuevo “Batlle” de la “Casa Gran”.
Su mandato en el bienio de 1997 a 1999 fue el mejor gracias a la ejecución de una serie de actuaciones urbanísticas muy cercanas a la ciudadanía y encaminadas a mejorar la calidad de vida de los barrios populares, especialmente en el distrito de Nou Barris. El barrio del Raval se sometió a un proceso de remodelación y esponjamiento con la rehabilitación de edificios antiguos, el derribo y construcción de nuevas viviendas, la construcción y concentración de equipamientos culturales y la apertura de la rambla del Raval. Sin embargo, esta regeneración urbana no quedó exenta de polémica debido a la pérdida de identidad, de espacios históricos y de patrimonio arquitectónico. Igualmente, sectores concretos de otros barrios del distrito de Ciutat Vella perecieron ante las excavadoras y la especulación. En el distrito de Nou Barris se transformaron en bulevares los paseos de Fabra i Puig, Doctor Pi i Molist, Verdum y Valldaura, viéndose fomentados como grandes ejes comerciales. La plaza del Virrei Amat dobló su superficie y se estrenó el nuevo parque Central de Nou Barris. La avenida Meridiana, entre el paseo de Fabra i Puig y la calle de València amplió sus aceras para convertirse en bulevar y se abrió la avenida Diagonal por completo, desde la plaza de les Glòries hasta el Besòs.


En materia de transporte público se completó al apertura de la nueva L2 de metro desde Paral·lel hasta La Pau, la L4 llegó hasta la Trinitat Nova y se procedió a reestructurar diversas líneas de autobús para racionalizar la red y ampliar la cobertura territorial. Y en otros barrios populares y de la periferia barcelonesa, especialmente en núcleos históricos se continuó con el proceso de ampliación de aceras, peatonalización de calles, pacificación del tráfico y rehabilitación de fachadas de edificios. A nivel económico, el turismo fue año tras año adquiriendo más fuerza, lo que originó un notable y progresivo aumento de visitantes tanto nacionales como extranjeros, repercutiendo en un importante beneficio económico para Barcelona. En definitiva, buena parte de las actuaciones llevadas a cabo satisficieron a la sociedad barcelonesa y supuso para Joan Clos obtener la mayoría absoluta en las elecciones municipales de 1999.
El mandato de 1999 a 2003, a diferencia del anterior bienio, supuso un importante descenso de su popularidad como alcalde de Barcelona por el radical cambio de orientación de su gestión, especialmente centrada en grandes macroproyectos económicos y empresariales de muy poco o nulo carácter social. Imitando a su predecesor Pasqual Maragall, intentó repetir la fórmula de organizar un evento internacional que inyectara una importante dotación económica para el desarrollo de grandes obras urbanísticas. Descartada la posibilidad de celebrar una Exposición Internacional, Clos optó por la creación del llamado Fòrum Universal de les Cultures, un evento trienal destinado a promover la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y la diversidad cultural.


Ello conllevó a la transformación de la zona del Besòs y de la fachada marítima entre la Vila Olímpica y Sant Adrià de Besòs, con la construcción de nuevas viviendas, hoteles, zonas verdes, edificios de oficinas y una gran superficie comercial. Paralelamente, el barrio del Poblenou inició un profundo proceso de transformación urbana con la remodelación y apertura de calles hasta entonces cortadas por viejas fábricas de antaño, la construcción de viviendas y oficinas y la rehabilitación de antiguas fábricas como patrimonio histórico destinadas a nuevos usos sociales y empresariales. Este proyecto se denominó 22@BCN y estaba destinado a hacer del Poblenou un barrio empresarial destinado al desarrollo de nuevas tecnologías.
Todos estos proyectos urbanísticos fueron muy criticados por parte de diversas asociaciones y entidades vecinales por impopulares. La zona del Fòrum fue considerada una excusa para generar una gran macroespeculación urbanística e inmobiliaria con grandes viviendas de lujo que rompía completamente con el popular PERI de 1989. El proyecto del 22@BCN en Poblenou se percibió como una remodelación que llevó a la expulsión de antiguos vecinos y a la escasez de equipamientos sociales en favor de la instalación de grandes empresas y viviendas a precios inasequibles para muchos bolsillos. Además, a pesar de la catalogación de diversos edificios fabriles con mucha historia, se perdió la gran oportunidad de materializar un museo de la industria tras el derribo de algunas y la expoliación y desaparición de numerosos ejemplos de maquinaria antigua, a menudo piezas únicas e irrepetibles.


La anterior gestión le supuso un voto de castigo y una fuerte crítica de los partidos de la oposición, si bien ganó nuevamente las elecciones municipales del 25 de mayo de 2003 aunque con mayoría simple. La renovación de su mandato significó una continuidad de una gestión encaminada a grandes proyectos de carácter poco popular, a pesar de sus promesas de hacer una labor de carácter más social y cercana a la ciudadanía. Al proceso de configuración del distrito 22@BCN en Poblenou habría que añadir las obras de ampliación del puerto de Barcelona y del aeropuerto, la ampliación de la Fira de Barcelona, la remodelación de la montaña de Montjuïc y el proyecto de urbanización de la zona de la Sagrera con la construcción de una gran estación ferroviaria y la llegada del tren de alta velocidad. Entre el 8 de mayo y el 26 de septiembre de 2004 se celebró sobre unos terrenos ganados al mar el Fòrum Universal de les Cultures, de cuyo éxito del certamen siempre se ha discrepado llegando a generar mucha controversia política y social. A nivel de infraestructuras, se inauguró la nueva L11 de metro, la L3 llegó hasta Canyelles, se reintrodujo nuevamente la red de tranvías con las líneas del Trambaix y del Trabesòs y se implantó como servicio de proximidad en barrios de difícil accesibilidad el llamado “Bus del Barri” de pequeñas dimensiones.
El aumento del incivismo y la inseguridad en Barcelona lo llevó a aprobar una ordenanza cívica para intentar paliar los problemas relacionados con la prostitución, la venta ambulante, el vandalismo y las actitudes incívicas. A efectos prácticos, su aplicación fue poco efectiva, además de tener la oposición de algunas formaciones políticas (unos por excesiva y otros por insuficiente) y de determinados colectivos.


Un año antes de las elecciones municipales, tras el fuerte desgaste del alcalde y ante la apuesta por parte del PSC de efectuar una renovación generacional, se planteó la sustitución de Clos. Tras ser nombrado por parte del presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero como nuevo ministro de Industria, Comercio y Turismo, dimitió de alcalde de Barcelona, siendo oficialmente sustituido el 8 de septiembre de 2006 por Jordi Hereu. Pocos meses antes del traspaso, Clos logró la aprobación de la nueva Carta Municipal de Barcelona, una declaración de principios que ofrece a la ciudad un régimen especial en diferentes materias así como mayor autonomía y capacidad de competencia. Y desde febrero de 2006 la Feria de Barcelona acoge el Mobile World Congress, una feria internacional de la telefonía móvil en la que anualmente se presentan las novedades mundiales en tecnología sobre dicho ámbito.

Fotos: Carles Ribas (El País),  JAE (informativos.net), Maite Cruz (El Periódico), Marcel·lí Sáenz (El País).

viernes, 17 de mayo de 2019

40 años de ayuntamiento democrático en Barcelona (III). Los alcaldes de la ciudad: Pasqual Maragall (1982-1997)


En sustitución de Narcís Serra, el segundo alcalde de Barcelona de este periodo democrático fue Pasqual Maragall i Mira, nombrado en un acto oficial el 2 de diciembre de 1982. Una vez se asentaron las bases del programa socialista por parte de su antecesor, en los años sucesivos quien fue nieto del ilustre poeta Joan Maragall i Gorina desarrolló un largo proceso de profunda rehabilitación de la ciudad que era necesaria para evitar su degradación. El objetivo era ponerla al día de la vida democrática y elevarla en calidad a la altura de las grandes ciudades europeas. Pero para ello era necesario disponer de un gran capital económico mediante la celebración de algún evento importante que sirviera para la proyección nacional e internacional de la capital catalana. Así se inició la recuperación de Barcelona en dos etapas: la preolímpica y la olímpica. La primera etapa de su mandato acaparó de 1982 hasta 1986, es decir, desde la toma de posesión de Maragall como alcalde hasta el año en que la ciudad fue designada como sede para la celebración de los XXV Juegos Olímpicos de la historia. Este cuadrienio se caracterizó por la drástica reducción de la especulación inmobiliaria y la progresiva recuperación del espacio urbano para la ciudadanía con el objetivo de hacer de la ciudad un lugar amable para poder pasear y disfrutar.


Intentó así que la percepción de una ciudad gris e inhabitable diese paso al de una ciudad verde y habitable. La inauguración de diversas plazas y jardines contribuyó a ese anhelado cambio de mentalidad, conseguido sobre todo gracias a la liberación de espacios donde se inicialmente se preveía la edificación de grandes bloques de pisos. Su estrategia se basó en ofrecer la imagen de proximidad al ciudadano, capaz de escuchar y ejecutar las demandas, y la de un alcalde que hacía de Barcelona un lugar para poder vivir. De este modo muchas reivindicaciones vecinales pudieron cumplirse tras muchos años de luchas y el resultado se tradujo en un notable incremento de los equipamientos sociales tales como escuelas, bibliotecas, casales de barrio, polideportivos y ambulatorios. La periferia obrera inició aquella deseada transformación integrando los barrios con el resto de la ciudad, mejorando notablemente la calidad de vida de sus habitantes. En cuanto a los cascos antiguos de los municipios anexionados, estos empezaron un proceso de remodelación reduciendo su envejecimiento y densificación. La red de transporte público inició una mejora con la incorporación de nuevos autobuses y la reestructuración de diversas líneas para racionalizar la red, y especialmente con la prolongación de la red de metro hasta las ciudades de Santa Coloma de Gramenet y Badalona y por el interior de L’Hospitalet de Llobregat y Cornellà, y también desde la plaza de Lesseps hasta el barrio de Montbau.


La segunda etapa abarcó de 1987 a 1992, es decir, desde la designación de Barcelona como sede olímpica hasta la celebración de este histórico evento. Los numerosos proyectos de reforma de la ciudad, diseñados años atrás y presentados para la candidatura de la capital catalana, empezaron a ejecutarse con celeridad, algunos de ellos a contrarreloj, de modo que durante este quinquenio fue muy característica la imagen de una Barcelona plagada de obras públicas, grúas y zanjas abiertas, hasta el punto de que escritores como Eduardo Mendoza lo caricaturizaron en su libro “Sin noticias de Gurb”. A pesar del gran engorro que supusieron estas obras por su prolongada duración y por los grandes cortes de tráfico, una vez finalizadas el resultado obtenido fue muy gratificante. Se renovaron colectores, redes de iluminación y alcantarillado; se renovó el sistema de limpieza y de recogida de basuras; se ampliaron aceras convirtiendo densas avenidas de coches en bulevares para peatones; se crearon ramblas como nuevos paseos ciudadanos allí donde se preveían vías rápidas; se peatonalizaron calles, especialmente en núcleos antiguos; se terminaron de construir los cinturones de ronda como vías rápidas de acceso a Barcelona; y se abrieron calles nuevas con miras a nueva reordenación morfológica de la ciudad. Con el propósito de dinamizar económicamente todos los barrios y evitar un modelo centralizado, se crearon las llamadas áreas de nueva centralidad destinadas a descongestionar el centro histórico y de servicios y a convertirse en nuevos motores de desarrollo. Los Juegos Olímpicos sirvieron de incentivo para promover el deporte, inaugurándose diversos equipamientos deportivos y habilitando espacios para su práctica.


Importante y destacada fue la campaña “Barcelona, posa’t guapa” iniciada en 1987 y que contribuyó a la rehabilitación de numerosos edificios y monumentos históricos en tanto su recuperación como patrimonio histórico de la ciudad. Fueron años de revalorización histórico-arquitectónica que evitaron el derribo de edificios artísticos recuperados para usos sociales o turísticos. Especialmente la arquitectura modernista de l’Eixample fue motivo de reivindicación gracias a la campaña “Quadrat d’Or” que contribuyó a redescubrir diversos tesoros de la arquitectura barcelonesa. En el mismo año 1987 entró en servicio el Bus Turístic, dentro de un proceso imparable y acelerado del crecimiento del turismo que sirvió para impulsar una red de museos, la construcción de numerosos hoteles, dar a conocer los barrios históricos, abrir nuevamente Barcelona al mar y especialmente la proyección de la figura y la obra del arquitecto Antoni Gaudí.
Los Juegos Olímpicos abrieron Barcelona al mundo y a dieron a conocer la ciudad más allá de nuestras fronteras locales. La capital catalana inició una etapa de prestigio y cosmopolitismo, convirtiendo el turismo en uno de los principales motores económicos. Barcelona se había recuperado para la ciudadanía, de modo que los barceloneses por fin se sentían orgullosos de pertenecer a la capital catalana y disfrutaban de su propia ciudad. Como consecuencia de este gran evento mundial, las obras más destacadas fueron la Vila Olímpica en Poblenou, l’Anella Olímpica de la montaña de Montjuïc, el área olimpica de la Vall d’Hebron, la recuperación de las playas y los cinturones de ronda.


Entre los años 1993 y 1997, el mandato de Maragall, lejos de proyectar grandes eventos, se limitó a terminar aquellas obras que quedaron pendientes de ser finalizadas a tiempo para 1992 debido a que no eran tan prioritarias, pero igualmente en la misma línea de recuperar Barcelona. Se fomentó la llamada “ciudad del diseño” y proliferaron numerosos locales de diseño destinados al ocio barcelonés y al turismo. En el ámbito cultural, se diversificó la oferta cultural y los barrios del Poblenou y del Raval se promovieron como lugares para la instalación de nuevos artistas emergentes.
Pasqual Maragall, del cual, a modo de curiosidad, merece comentar que en 1979 se había negado rotundamente a ser alcalde de Barcelona, fue elegido en dicho cargo en las elecciones municipales de 1983, 1987, 1991 y 1995. Hacía muchos años que en Barcelona no había un alcalde tan popular y bien valorado como éste a pesar de algunas críticas que recibió su concepción de la ciudad. A título personal, el mejor alcalde de Barcelona de todo el siglo XX y, junto a Francesc de Paula Rius i Taulet y Darius Rumeu Freixa (Baró de Viver), uno de los tres mejores de la historia contemporánea de la ciudad. Ello ha sido posible tras haber dejado una huella imborrable, pues el llamado "maragallismo" ha sido objeto de imitación por parte de otros alcaldables, incluso de diferentes partidos políticos. Ello no exime de poder ofrecer algunas críticas, pues ningún político ejecuta un mandato perfecto.


De Maragall se podría criticar el encarecimiento general de la ciudad, la expulsión de población local como consecuencia de lo anterior, la escasa construcción de vivienda social, la destrucción de una parte del patrimonio histórico y arquitectónico del casco antiguo, la pérdida de los entrañables chiringuitos de la Barceloneta y la eliminación de la llamada "Barcelona canalla" setentera y ochentera. Tras quince años en la Casa Gran, el 26 de septiembre de 1997 cedió la alcaldía de Barcelona a su teniente de alcalde Joan Clos i Matheu, Su última propuesta al marchar del Consistorio fue la de proponer una nueva Exposición Internacional, que al final derivaría en el Fòrum Universal de les Cultures 2004.

Fotos: Ajuntament de Barcelona, Archivo El Periódico, Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona, Fundació Campalans, Fundació Pasqual Maragall, Pilar Aymerich.

sábado, 11 de mayo de 2019

40 años de ayuntamiento democrático en Barcelona (II). Los alcaldes de la ciudad: Narcís Serra (1979-1982)


Tras una visión general y personal sobre lo que han significado cuatro décadas de democracia municipal, merece la pena hacer un breve repaso de la obra de gobierno de los alcaldes que han regido Barcelona desde 1979 hasta la actualidad. El primer alcalde elegido democráticamente fue Narcís Serra i Serra, en las elecciones municipales celebradas el 10 de abril de 1979. En líneas generales, su mandato se orientó en una renovación urbanística moderada y amable cercana a la ciudadanía y alejada de la fuerte especulación inmobiliaria sufrida en años anteriores. Consciente de que los tiempos habían cambiado, Serra supo que bajo un sistema democrático la sociedad barcelonesa demandaría importantes cambios demandados desde hacía mucho tiempo. El hecho de que las entidades vecinales tenían cada vez más fuerza obligaba a descartar proyectos construidos a la espalda ciudadana y escuchar la voz de la calle, atendiendo sus peticiones porque de ello dependía principalmente la popularidad de la figura de un alcalde democrático. Sin embargo, paralelamente a la necesidad de atender las viejas reivindicaciones sociales, Serra supo que hacer realidad una transformación de la ciudad se necesitaba una fuerte inyección de capital económico que permitiese a Barcelona catapultarse como una urbe a la altura de las ciudades medias europeas. Por un lado, abogó por la redacción de la nueva Carta Municipal adecuada a una nueva ordenación jurídica. Y por otro, creyó imprescindible la celebración de un evento importante que sirviera de incentivo para esta renovación consciente de la necesidad de dar a la ciudad una mayor y mejor proyección nacional e internacional. Así, fue el primero en proponer, de común acuerdo con Joan Antoni Samaranch, la candidatura de Barcelona como sede de los XXV Juegos Olímpicos a celebrar en el año 1992.


Las actuaciones consideradas de urgencia se centraron en las áreas de servicios sociales y personales compatibles con unas cuentas municipales austeras, como el establecimiento de una política sanitaria de proximidad y la creación de zonas verdes e instalaciones deportivas, entre otras cosas. Para materializarlo durante los próximos años, primero se tuvo que reformar y mejorar la administración pública, con la elaboración de un plan de austeridad y el saneamiento de las finanzas municipales. Ello supuso obrar con unos bajos costes destinados a paliar en parte el abandono de determinadas áreas de la ciudad. Otro objetivo de Serra fue establecer una conexión económica entre Barcelona y los municipios que formaban parte de su área metropolitana.
Tres años de mandato municipal fueron muy pocos para poder demostrar realmente una buena capacidad de gestión. Eran tiempos difíciles más bien encaminados a reparar daños y a colocar las cosas en su sitio que no precisamente realizar grandes actuaciones, si bien se lograron hacer algunas cosas. Su alcaldía se convirtió en un puente entre el aperturismo de la Transición y el despegue dado por su sucesor, Pasqual Maragall. Como economista de formación, se dedicó más bien a liderar la falta de capacidad financiera municipal que a la inauguración de nuevos espacios, como consecuencia de las circunstancias que obligaron primero a una atención del problema económico para luego resolver el social. Sin embargo, plantó las bases del futuro desarrollo de Barcelona que tendría su máximo apogeo con la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.


En su efímero mandato se hicieron algunas actuaciones destacadas en materia de apertura de plazas y zonas verdes allá donde tenían que ir densos bloques de pisos, algunas mejoras en la red de transporte y la instalación de nuevos equipamientos culturales de gestión municipal en barrios populares. Además de las obras indicadas a continuación, se pusieron en marcha otros equipamientos culturales como los nuevos teatros Regina y Llantiol y espacios lúdicos como el Gran Cafè, la primera champañería de España y el Up & Down, pero al tratarse de iniciativas privadas paralelas no se incluyeron como actuaciones municipales inauguradas por el alcalde.
Durante el año 1979 las principales actuaciones fueron la inauguración de la nueva plaza de la Fundició, en el barrio del Clot; la celebración de la primera cursa atlética de las fiestas de la Mercè; la nueva depuradora del río Besòs; la entrada en servicio de la nueva estación central ferroviaria de Sants; el cambio de nombre de 59 calles que tenían toponimia franquista; la apertura del centro social Erasme de Janer; y el nacimiento en el barrio del Poble Sec de la primera escuela municipal de iniciación deportiva.
En 1980 se celebró el primer carnaval autorizado en Barcelona después de 40 años, se restauraron los Jocs Florals, se instalaron las primeras plantas de energía solar en el barrio de Vallbona y en las piscinas Picornell, y se inauguró el nuevo Museu de la Ciència.


En 1981 se hizo difusión del Full Municipal, se recuperó para el baño público la playa de la Mar Bella del Poblenou; se inauguró la escuela Alexandre Galí en el barrio de la Barceloneta, la nueva plaza de Gaudí en el Eixample, el nuevo polideportivo en el barrio de Can Caralleu; y se instalaron los primeros contenedores para el reciclaje del vidrio.
Y en 1982 se procedió a la ampliación del museo Picasso, la apertura del parque de Les Heures en la Vall d’Hebron, se prolongó la L4 de metro en los tramos "Guinardó-Roquetes" y "Selva de Mar-La Pau"; se abrieron los nuevos jardines de Emili Vendrell, se inauguró el primer centro cívico del Guinardó, se inició la campaña de rehabilitación de fachadas de edificios, se inauguraron los nuevos jardines de Sant Salvador y la nueva plaza de la Trilla en el barrio de Gràcia, se inauguró la plaza de Navas en el barrio del Poble Sec y la plaza de Mossèn Clapés en el barrio de Sant Andreu; y se inauguraron nuevos centros cívicos en los barrios de Hostafrancs, la Sagrera y Sant Andreu.
Narcís Serra, tras ser designado como ministro de Defensa por el entonces presidente del gobierno Felipe González, dejó la alcaldía, dimitiendo el 1 de diciembre de 1982 y dando paso a su sucesor, Pasqual Maragall, del cual hablaré en el próximo artículo.


Fotos: AMDE (Fons Ajuntament de Barcelona), González (El Mundo Deportivo), Joan Comalat (INSPAI), Pérez de Rozas (AFB), Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona (Creu de Molers).