viernes, 17 de mayo de 2019

40 años de ayuntamiento democrático en Barcelona (III). Los alcaldes de la ciudad: Pasqual Maragall (1982-1997)


En sustitución de Narcís Serra, el segundo alcalde de Barcelona de este periodo democrático fue Pasqual Maragall i Mira, nombrado en un acto oficial el 2 de diciembre de 1982. Una vez se asentaron las bases del programa socialista por parte de su antecesor, en los años sucesivos quien fue nieto del ilustre poeta Joan Maragall i Gorina desarrolló un largo proceso de profunda rehabilitación de la ciudad que era necesaria para evitar su degradación. El objetivo era ponerla al día de la vida democrática y elevarla en calidad a la altura de las grandes ciudades europeas. Pero para ello era necesario disponer de un gran capital económico mediante la celebración de algún evento importante que sirviera para la proyección nacional e internacional de la capital catalana. Así se inició la recuperación de Barcelona en dos etapas: la preolímpica y la olímpica. La primera etapa de su mandato acaparó de 1982 hasta 1986, es decir, desde la toma de posesión de Maragall como alcalde hasta el año en que la ciudad fue designada como sede para la celebración de los XXV Juegos Olímpicos de la historia. Este cuadrienio se caracterizó por la drástica reducción de la especulación inmobiliaria y la progresiva recuperación del espacio urbano para la ciudadanía con el objetivo de hacer de la ciudad un lugar amable para poder pasear y disfrutar.


Intentó así que la percepción de una ciudad gris e inhabitable diese paso al de una ciudad verde y habitable. La inauguración de diversas plazas y jardines contribuyó a ese anhelado cambio de mentalidad, conseguido sobre todo gracias a la liberación de espacios donde se inicialmente se preveía la edificación de grandes bloques de pisos. Su estrategia se basó en ofrecer la imagen de proximidad al ciudadano, capaz de escuchar y ejecutar las demandas, y la de un alcalde que hacía de Barcelona un lugar para poder vivir. De este modo muchas reivindicaciones vecinales pudieron cumplirse tras muchos años de luchas y el resultado se tradujo en un notable incremento de los equipamientos sociales tales como escuelas, bibliotecas, casales de barrio, polideportivos y ambulatorios. La periferia obrera inició aquella deseada transformación integrando los barrios con el resto de la ciudad, mejorando notablemente la calidad de vida de sus habitantes. En cuanto a los cascos antiguos de los municipios anexionados, estos empezaron un proceso de remodelación reduciendo su envejecimiento y densificación. La red de transporte público inició una mejora con la incorporación de nuevos autobuses y la reestructuración de diversas líneas para racionalizar la red, y especialmente con la prolongación de la red de metro hasta las ciudades de Santa Coloma de Gramenet y Badalona y por el interior de L’Hospitalet de Llobregat y Cornellà, y también desde la plaza de Lesseps hasta el barrio de Montbau.


La segunda etapa abarcó de 1987 a 1992, es decir, desde la designación de Barcelona como sede olímpica hasta la celebración de este histórico evento. Los numerosos proyectos de reforma de la ciudad, diseñados años atrás y presentados para la candidatura de la capital catalana, empezaron a ejecutarse con celeridad, algunos de ellos a contrarreloj, de modo que durante este quinquenio fue muy característica la imagen de una Barcelona plagada de obras públicas, grúas y zanjas abiertas, hasta el punto de que escritores como Eduardo Mendoza lo caricaturizaron en su libro “Sin noticias de Gurb”. A pesar del gran engorro que supusieron estas obras por su prolongada duración y por los grandes cortes de tráfico, una vez finalizadas el resultado obtenido fue muy gratificante. Se renovaron colectores, redes de iluminación y alcantarillado; se renovó el sistema de limpieza y de recogida de basuras; se ampliaron aceras convirtiendo densas avenidas de coches en bulevares para peatones; se crearon ramblas como nuevos paseos ciudadanos allí donde se preveían vías rápidas; se peatonalizaron calles, especialmente en núcleos antiguos; se terminaron de construir los cinturones de ronda como vías rápidas de acceso a Barcelona; y se abrieron calles nuevas con miras a nueva reordenación morfológica de la ciudad. Con el propósito de dinamizar económicamente todos los barrios y evitar un modelo centralizado, se crearon las llamadas áreas de nueva centralidad destinadas a descongestionar el centro histórico y de servicios y a convertirse en nuevos motores de desarrollo. Los Juegos Olímpicos sirvieron de incentivo para promover el deporte, inaugurándose diversos equipamientos deportivos y habilitando espacios para su práctica.


Importante y destacada fue la campaña “Barcelona, posa’t guapa” iniciada en 1987 y que contribuyó a la rehabilitación de numerosos edificios y monumentos históricos en tanto su recuperación como patrimonio histórico de la ciudad. Fueron años de revalorización histórico-arquitectónica que evitaron el derribo de edificios artísticos recuperados para usos sociales o turísticos. Especialmente la arquitectura modernista de l’Eixample fue motivo de reivindicación gracias a la campaña “Quadrat d’Or” que contribuyó a redescubrir diversos tesoros de la arquitectura barcelonesa. En el mismo año 1987 entró en servicio el Bus Turístic, dentro de un proceso imparable y acelerado del crecimiento del turismo que sirvió para impulsar una red de museos, la construcción de numerosos hoteles, dar a conocer los barrios históricos, abrir nuevamente Barcelona al mar y especialmente la proyección de la figura y la obra del arquitecto Antoni Gaudí.
Los Juegos Olímpicos abrieron Barcelona al mundo y a dieron a conocer la ciudad más allá de nuestras fronteras locales. La capital catalana inició una etapa de prestigio y cosmopolitismo, convirtiendo el turismo en uno de los principales motores económicos. Barcelona se había recuperado para la ciudadanía, de modo que los barceloneses por fin se sentían orgullosos de pertenecer a la capital catalana y disfrutaban de su propia ciudad. Como consecuencia de este gran evento mundial, las obras más destacadas fueron la Vila Olímpica en Poblenou, l’Anella Olímpica de la montaña de Montjuïc, el área olimpica de la Vall d’Hebron, la recuperación de las playas y los cinturones de ronda.


Entre los años 1993 y 1997, el mandato de Maragall, lejos de proyectar grandes eventos, se limitó a terminar aquellas obras que quedaron pendientes de ser finalizadas a tiempo para 1992 debido a que no eran tan prioritarias, pero igualmente en la misma línea de recuperar Barcelona. Se fomentó la llamada “ciudad del diseño” y proliferaron numerosos locales de diseño destinados al ocio barcelonés y al turismo. En el ámbito cultural, se diversificó la oferta cultural y los barrios del Poblenou y del Raval se promovieron como lugares para la instalación de nuevos artistas emergentes.
Pasqual Maragall, del cual, a modo de curiosidad, merece comentar que en 1979 se había negado rotundamente a ser alcalde de Barcelona, fue elegido en dicho cargo en las elecciones municipales de 1983, 1987, 1991 y 1995. Hacía muchos años que en Barcelona no había un alcalde tan popular y bien valorado como éste a pesar de algunas críticas que recibió su concepción de la ciudad. A título personal, el mejor alcalde de Barcelona de todo el siglo XX y, junto a Francesc de Paula Rius i Taulet y Darius Rumeu Freixa (Baró de Viver), uno de los tres mejores de la historia contemporánea de la ciudad. Ello ha sido posible tras haber dejado una huella imborrable, pues el llamado "maragallismo" ha sido objeto de imitación por parte de otros alcaldables, incluso de diferentes partidos políticos. Ello no exime de poder ofrecer algunas críticas, pues ningún político ejecuta un mandato perfecto.


De Maragall se podría criticar el encarecimiento general de la ciudad, la expulsión de población local como consecuencia de lo anterior, la escasa construcción de vivienda social, la destrucción de una parte del patrimonio histórico y arquitectónico del casco antiguo, la pérdida de los entrañables chiringuitos de la Barceloneta y la eliminación de la llamada "Barcelona canalla" setentera y ochentera. Tras quince años en la Casa Gran, el 26 de septiembre de 1997 cedió la alcaldía de Barcelona a su teniente de alcalde Joan Clos i Matheu, Su última propuesta al marchar del Consistorio fue la de proponer una nueva Exposición Internacional, que al final derivaría en el Fòrum Universal de les Cultures 2004.

Fotos: Ajuntament de Barcelona, Archivo El Periódico, Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona, Fundació Campalans, Fundació Pasqual Maragall, Pilar Aymerich.

2 comentarios:

Júlia dijo...

Un análisis del período de Maragall muy interesante y completo. Maragall se paseaba, además, por los barrios, y solía pasar fines de semana en ellos, en casa de algún simpatizante, creo que esta manera de proceder no se ha repetido nunca más.

Ricard dijo...

Muchas gracias Júlia. Efectivamente, Maragall fue muy cercano yendo a vivir temporadas en barrios periféricos obreros como El Carmel, Roquetes y Verdum. En cambio los actuales... El nivel ha bajado en todas las formaciones.