No hace ni una semana que terminé de leer el libro titulado “Odio Barcelona”, editado por Melusina. Desde que se anunció su publicación deseaba hacerme con un ejemplar, pues tenía curiosidad acerca de cómo se enfocarían las críticas hacia la ciudad de Barcelona.La obra está escrita por doce jóvenes escritores nacidos posteriormente a 1975: Javier Calvo, Agustín Fernández Mallo, Philipp Engel, Robert-Juan Cantavella, Hernán Migoya, Llúcia Ramis, Matías Néspolo, Carol Paris, Oscar Gual, Lucía Lijtmaer, Javier Blánquez y Efrén Álvarez.
Cada uno de ellos escribe un ensayo en el cual exponen sin tapujos su personal visión sobre Barcelona, expresando abiertamente y sin censura todo aquello que detestan de la ciudad. La especulación, las diferencias de clases, la “Marca Barcelona”, la ciudad del diseño, la Barcelona Fashion, la ciudad para el turismo y la ocultación de las miserias son, entre otras cosas, los temas que se mayormente se abordan y que son objeto de crítica.
Aunque los argumentos críticos puedan ser perfectamente compartibles y estén cargados de razón, sin embargo, todos los capítulos, a pesar de tener un estilo literario diferente, unos mejores y otros peores, comparten entre sí una fuerte pedantería intelectual, posiblemente porque, al tratarse de autores jóvenes, pretenden demostrar al mundo sus cualidades artísticas e intelectuales. Así, citas a filósofos contemporáneos, expresiones con sentido metafórico, simbolismos, palabras y conceptos de terminología rebuscada de las cuales se podría elaborar una larga lista, son constantemente presentes. Una forma de escribir que recuerda a la del escritor israelita Yoram kaniuk, autor de la excelente obra El hombre perro, pero con la diferencia de que éste es un verdadero maestro a la hora de construir frases y seleccionar palabras cultas.
En definitiva, puedo decir que odio Odio Barcelona no por su contenido crítico, del cual comparto la mayoría de argumentos, sino por la forma. O sea, no se trata del qué dicen, sino del cómo lo dicen. Remarcar, a pesar de todo, que el ensayo de Hernán Migoya sea, tal vez, el mejor y el más divertido y simpático, pues no negaré que he llegado a soltar alguna carcajada y que merece ser salvado. Y destacar que el primer y el último relato son los más soporíferos y pretenciosamente intelectuales hasta el extremo de caer en una cierta repugnancia, sobre todo el último, que al terminar de leerlo no te faltan ganas de gritar.
En cuanto a obras críticas hacia el modelo de ciudad, destacaría como referencia interesante el título Què esteu fent amb Barcelona, de Joaquim Roglan. A diferencia de Odio Barcelona, el autor escribe claro y conciso, con una carga de ironía constante en cada capítulo que no desfallece en ningún momento. Un aspecto a su favor es que Joaquim Roglan no esconde en absoluto sus ideas y se muestra claramente como un hombre conservador, algo que de él no voy a criticar en absoluto a pesar de que discrepo en algunas de sus críticas, como por ejemplo, la que hace contra el tranvía. Los autores de Odio Barcelona, aparentemente todos ellos de izquierdas, se contradicen porque responden al perfil de pijoprogres que hoy día abundan por Barcelona.

Tras la muerte de Franco, creyó la necesidad de coordinar su acción exterior con las fuerzas políticas del interior mediante la constitución del Consell de Forces Polítiques de Catalunya. El gobierno de Arias Navarro envió una delegación del gobierno español a Saint-Martin-le-Beau. Junto con Carlos Sentías, se trasladó a Madrid para hablar con el entonces presidente del Gobierno Adolfo Suárez. La entrevista, a pesar de las tensiones iniciales, terminó con un acercamiento entre los dos y con la aprobación de un Real Decreto de reinstauración de la Generalitat. Tras su regreso a Francia, el 20 de octubre de 1977 regresó a Madrid, y tres días después a Barcelona. En el balcón del Palau de la Generalitat gritó a la multitud de la plaza de Sant Jaume la famosa frase “Ciutadas de Catalunya. Ja sóc aquí”, que acompañó un discurso. Hoy en día, estas palabras son de mucha emoción, especialmente para los catalanes, pues de alguna forma ponen punto final a la Dictadura Franquista y todo lo que ella implicaba, para dar paso a la Democrácia. Tarradellas formó un gobierno de concentración con doce consejeros para redactar el Estatut d’Autonomía de Catalunya que sería aprobado en referéndum en noviembre de 1979, convocando después elecciones al Parlament de Catalunya en 1980. Su período de tiempo como presidente abarcó de octubre de 1977 a abril de 1980. Su primer gran reto fue la construcción de un gobierno de unidad proporcional a los resultados de las elecciones autonómicas de 1977. Se reservó para él las carteras de Gobernación, Hacienda y Cultura porque eran las que representaban la esencia del poder y las que ostentó durante la II República. Sus cuatro preocupaciones básicas fueron: dotar a la administración catalana de una normativa básica, para la cual se promulgó el Reglamento de Régimen Interior de la Generalitat, y luego el decreto estructurando la organización, competencias y servicios dependientes de cada departamento; disponer de los instrumentos necesarios para coordinar la administración civil del Estado, la Generalitat y las entidades locales; preparar la estructura y los cuadros de la función pública en Cataluña; y la regulación de la incorporación de la lengua catalana en el sistema educativo. Tras la elecciones de 1980 se retiró de la política. En 1985 fue nombrado marqués de Tarradellas por S.M. el Rey Juan Carlos I. Murió en Barcelona en 1988.

Ha sido un lamentable error haber mostrado a Pepe Rubianes como un antiespañol. Los nacionalistas españoles han caído en el mismo error de quienes tachan de fascistas a los que no son nacionalistas catalanes. Solo decirles a quienes se alegran de su muerte que más les vale no tener hijos, que se esterilicen por el bien de la humanidad, que se hagan la vasectomía si son hombres o bien la ligadura de trompas si son mujeres. En caso contrario, no sé que educación ejemplar le puede dar un padre o una madre de esta calaña a sus retoños, qué pueden aprender esos pobres seres inocentes que han venido a este mundo, moldeables como la arcilla, de unos padres cuyos valores se basan en el rencor y la venganza hacia quienes discrepan de ellos y celebran la muerte de sus enemigos.
Otro tema es la llamada discriminación positiva que, a mi parecer, no existe este concepto porque debería llamarse solamente discriminación, a secas. Es decir, se valora dar un trato de preferencia a una mujer solo por el hecho de ser una mujer. Así, ceder un asiento para demostrar que eres un caballero, detener un coche en un paso de cebra solo cuando cruza una bella moza y el resto que se fastidien, otorgarle un premio literario o de musical a una chica cuando quedan finalistas ella y el resto son chicos porque así crees que “quedas bien”, etc., son algunos de los muchísimos ejemplos que se podrían citar. En resumen, se valora el género y no el mérito, el esfuerzo, el carisma y la inteligencia de la persona para recibir un premio o un trato especial. Y lo más grave de eso es que muchas mujeres, cómplices, lo ven y se callan, lo que te hace dudar de si realmente quieren la igualdad de su género o, por el contrario, les va bien el machismo y sacan partido de él para beneficiarse, aunque sea políticamente incorrecto reconocerlo.
Para terminar, no quiero dejar pasar la polémica acerca de la mujer y el Islam. Aunque es innegable que determinadas tendencias islamistas radicales suponen una discriminación para la mujer y que esta no goza de las mismas libertades y derechos que en las sociedades occidentales, es sorprendente que una sociedad tan machista de fondo como es la occidental, proteste tan enérgicamente cuando ven por la calle a una mujer con el velo o con el pañuelo. No dudo en absoluto de la buena fe de muchos hombres que se indignan de la situación que viven estas mujeres, pero sin embargo tampoco voy a negar que también existe una hipocresía en tanto que aquello que en fondo de su corazón (o de su pene) les fastidia es que esas mozas guapas y exóticas de pura raza aceitunada no vayan por la calle enseñando tetas y culo como las jovencitas de los institutos. ¿Se defienden realmente los derechos de la mujer musulmana? ¿La indignación porque lleven puesta la yihad se debe al deseo de liberarlas del yugo patriarcal o bien de que no puedan pasar del machismo musulmán al machismo occidental? Curioso es el testimonio de una mujer musulmana que afirmaba no sentirse reprimida ni maltratada, que ella era una pieza fundamental en la familia la mano derecha de su marido, el cerebro de la casa, y que despreciaba a la mujer occidental europea alegando que esa "liberación" no era otra cosa que una conversión en un objeto de deseo sexual y materia de consumo. La verdad es que no iba mal encaminada.
En definitiva, como un elemento decorativo e histórico que ha formado parte de nuestra historia, el toro de Osborne merece ser conservado. Que cada uno lo interprete como quiera. Para un servidor, solo un bonito elemento decorativo e histórico que ayuda a embellecer los espacios colindantes de las grises carreteras. Así que, hagamos entre todos una pequeña excepción: aparquemos las etiquetas políticas porque solo nos cuentan mentiras, y dejemos vivir a este pobre animal de contrachapado en paz, que siga disfrutando eternamente del paisaje y nosotros, del horizonte.