domingo, 31 de diciembre de 2023

FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2024


No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros
y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero,
porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas
e intentar de nuevo
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás solo, porque yo te quiero.


No te rindas (Mario Benedetti)


FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2024

domingo, 24 de diciembre de 2023

MENSAJE DE NAVIDAD 2023


Amigos y amigas:

Desde la ciudad de Barcelona, acompañado de mi querida esposa Sayra, quiero felicitaros la Navidad. Y como es costumbre en estas fechas tan entrañables, las primeras palabras serán para expresaros mis mejores deseos de paz, amor, felicidad y prosperidad.
Cerramos un año lleno de incertidumbres debido a desgraciados sucesos como la guerra de Rusia contra Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina, además de la amenaza constante de padecer nuevas crisis económicas, de recursos y sanitarias. A todo ello el cambio climático, la crisis democrática de Occidente y la Agenda 2030 son motivo de división y controversia. El siglo XXI ha puesto en evidencia que el modelo mundial de desarrollo de los últimos setenta años ha llegado a su fin y que urge un cambio estratégico que garantice una evolución más acorde con las necesidades del mundo actual, de lo contrario nos hundirá nuevamente a una situación mucho más grave y difícil de superar. Para ello habrá que hacer frente al egoísmo de quienes se niegan a ese cambio porque solo velan por sus propios intereses y no desean otra cosa más que mantener sus privilegios, aunque ello suponga un perjuicio para los demás y la destrucción irreversible del planeta.


Años atrás vaticiné que el panorama que presenta el mundo en general y las democracias occidentales en particular podría llevar a una tercera guerra mundial o bien a un auge de los partidos extremistas. Desgraciadamente no me equivoqué. Actualmente podemos ver cómo las fuerzas de extrema derecha están gobernando en más países y tienen una notable representación en muchos otros. Ello debería ser motivo de reflexión porque el fenómeno responde a una creciente disconformidad de la sociedad hacia un modelo democrático fallido en el cual una mayoría de ciudadanos se siente desprotegida e ignorada ante los problemas, las amenazas y las injusticias. La inmigración ilegal e incontrolada, la corrupción, la inseguridad y el incivismo, la precariedad, la pérdida de valores, la (in)cultura de la cancelación y la falta de autoridad de padres y maestros hacia la juventud son las principales preocupaciones que llevan a votar a estas formaciones.


Las guerras ideológicas, principalmente causadas por la religión y la política, han sido y siguen siendo una constante a lo largo de la historia, a su vez una herramienta infalible para mantener por intereses a la sociedad constantemente dividida y enfrentada generación tras generación. El gran problema radica en que no se lucha para alcanzar la verdad y lograr ese entendimiento común que nos llevaría a la paz y a la convivencia, sino que el objetivo es imponer unas ideas religiosas y/o políticas determinadas aunque estén equivocadas, es decir, lograr una gran masa social mayoritaria de apoyo a pesar de que dichas ideologías nos lleven por caminos errados o incluso hacia una involución.


A nivel personal cierro un año complejo lleno de muchos cambios, a menudo inesperados, que han obligado a redefinir mi vida y mis relaciones sociales, incluso familiares. Las verdaderas amistades han sido aquellas que han permanecido a mi lado no solo en los buenos momentos sino también cuando he sufrido adversidades. Por ello, quiero agradecer de todo corazón a todas y a cada una de las personas que me han apoyado y ayudado en la medida de lo posible en los momentos difíciles. A todas ellas, cuando sea el momento, las compensaré. Por contra, quienes sólo se acercaron a mí por conveniencia y me han dado la espalda cuando más los necesitaba, les pido que así continúen y prosigan su camino porque ya no forman parte de mi vida ni de mis planes de futuro. Mi experiencia personal me confirma nuevamente que valores fundamentales como la empatía, la solidaridad y el compromiso no tienen color político o religioso, sino que dependen de la voluntad y el corazón de cada persona.


Este año se ha conmemorado el 45 aniversario de la Constitución Española bajo la cual se rigen nuestros derechos y deberes como ciudadanos españoles. La Carta Magna debe garantizar que toda ley esté al servicio de las personas porque así es cuando la legislación es democrática, satisface las necesidades humanas, defiende y protege al individuo y se convierte en una herramienta útil encaminada al desarrollo. Ello refuerza el sentimiento de autoestima y se percibe la pertenencia a una nación fuerte donde las personas son prioritarias. Las leyes deben de ayudar a ofrecer soluciones que la sociedad sea capaz de asumir e interiorizar como un valor humano, lo cual contribuye al progreso, a superarnos en el día a día y a ser mejores ciudadanos. Ante la ignorancia de quienes juzgan la Constitución a favor o en contra sin haberse leído un solo artículo es importante que el sistema educativo haga pedagogía para permitir a las nuevas generaciones poder hacer una valoración de su contenido con conocimiento y fundamento.


La degradación de los servicios públicos es un fenómeno evidente e innegable de estos últimos años. Por un lado, debe garantizarse un sistema educativo gratuito de calidad que permita a los niños y niñas de familias marginales disponer de los medios y las oportunidades para que en el futuro sean hombres y mujeres de provecho. No es justo que la pobreza lleve a enterrar las aptitudes e impida descubrir el talento interior de cada alumno. Por otro, una sanidad pública de calidad tiene el deber de atender dignamente a aquellas personas con escasos o nulos recursos económicos y el derecho a que reciban los mejores tratamientos médicos disponibles. No se está negando la posibilidad de elegir libremente entre un servicio educativo y sanitario público o privado, sino de evitar la construcción de una estructura social clasista que sólo beneficie a los más privilegiados.


Cataluña tiene que recuperar su talante emprendedor de antaño que tanto la ayudó a ser un referente nacional e internacional en industrias, empresas, cultura, ciencia y educación. Sin embargo, la fractura social de estos últimos años debida a los conflictos políticos e identitarios ha ralentizado y, muy a menudo, impedido avanzar en esta línea. El hecho de haber pasado de ser la primera economía de España a ocupar la cuarta posición y que otras comunidades autónomas vayan recortando distancias debería ser razón de más para la autocrítica, la reflexión y la reacción. La identidad catalana, inevitablemente fruto de la transformación social, evoluciona y evolucionará hacia caminos muy alejados de las concepciones romanticistas que los nacionalismos se empeñan en mantener.


Tras un cambio de gobierno municipal, Barcelona necesita recuperar el prestigio y el pulso perdido durante estos últimos años para volver a ser referente y modelo de otras ciudades, centro de acogida y desarrollo de innovaciones, espacio para emprender, prosperar y, sobre todo, un lugar donde poder vivir y disfrutar. Para el próximo año la celebración del 37º America’s Cup debería de ser una magnífica oportunidad para poner nuevamente en marcha los engranajes de la ciudad que la mayoría queremos. Elementos clave de la economía barcelonesa como el turismo de calidad, un tejido comercial fuerte y diversificado, las empresas de investigación científico-tecnológica y biosanitaria, la celebración de ferias y congresos, la organización de eventos nacionales e internacionales y la mejora de las infraestructuras portuaria y aeroportuaria serían algunos de los parámetros más importantes a desarrollar. Todo ello, no obstante, debe ir acompañado de políticas sociales dirigidas a la construcción de equipamientos deportivos, culturales, educativos, sanitarios y comerciales, más zonas verdes, más vivienda social que alcance la media europea, espacios urbanos remodelados, más transporte público y medidas contra la pobreza y las desigualdades. 


Barcelona, además, debería de ser un referente cultural en tanto la cuna de nuevas corrientes artísticas que permitan el crecimiento de artistas emergentes que dispongan de un espacio para su creatividad. La capital catalana sufre un grave problema de masificación que impide a menudo poder disfrutar de la ciudad como merecemos. Esto es debido a un desajuste entre la oferta y la demanda, a un exceso de población para tan pocos servicios, lo cual provoca crispación, incomodidades y que nos degrademos como personas. A todo ello, se vive por encima de las posibilidades reales, pues cada vez resulta más difícil acceder a una vivienda y a los productos de consumo con los salarios ofertados. Ambos problemas son retos que deberían de solventarse, pues en más de 40 años de democracia apenas se han aplicado soluciones factibles, a la vez que parece existir una cierta resignación social.


Inevitablemente la Navidad es también para muchas personas una época de tristeza cuando se recuerdan a los seres queridos que nos han dejado. En este 2023 quisiera rendir un homenaje a Ginés Cuesta, Isabel Surís, Josep Manel Paino, Josep Bosch, Miguel Esteban, Ole Thorson, Vera Cruz Kinson y Vicenç Bassachs. A sus familiares les quiero hacer saber que comprendo perfectamente su profundo dolor por haber vivido una experiencia similar y les mando un fuerte abrazo. Como creyente tengo la fe de que esto no es el final y que algún día todos nos volveremos a reencontrar. En estas fiestas os invito a que brindéis en su recuerdo.


Durante este año he continuado colaborando en la medida de lo posible en el Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, una entidad cultural sin ánimo de lucro que trabaja por la recuperación y difusión de la memoria histórica y la preservación del patrimonio del distrito de Nou Barris. Ofrece mensualmente numerosas actividades y dispone de un rico fondo documental de gran interés. En este 2023 ha conmemorado el 40 aniversario de su fundación y, por todo lo que he aprendido tanto a nivel profesional como humano a lo largo de mis 24 años de socio y colaborador, quiero dar las gracias a las personas que allá colaboran por la oportunidad brindada, mandarles un fuerte abrazo y animarlas a que prosigan en el futuro con su magnífica labor. A todo ello, es importante asegurar un relevo generacional que garantice la continuidad de este magnífico proyecto.


A nivel de publicaciones ha salido a la luz mi nuevo libro titulado "Històries dels transports a Barcelona", una obra divulgativa la cual espero que sea de interés general. Para el próximo 2024 puedo prometer y prometo interesantes publicaciones que no voy a desvelar pero que serán del agrado del público. Espero y deseo ofrecer nuevas entradas en mi blog, más de las que he podido hacer durante el presente año si las circunstancias personales y profesionales me lo permiten. Os avanzo que publicaré sobre todo artículos dedicados a conmemorar el primer centenario del metro de Barcelona. Una vez más agradezco la fidelidad, el apoyo y la renovación de la confianza depositada hacia mí por parte de quienes siguen la presente bitácora a lo largo de los 365 días del año.


Para terminar mi mensaje quisiera recomendar a todo el mundo que disfrute de la Navidad, una fiesta entrañable la cual, más allá de la trascendencia religiosa, es una tradición y un patrimonio cultural intangible compartido por una heterogénea pluralidad. No es cierto como algunos aseguran que ofende a quienes comulgan otras confesiones religiosas, pues gentes de otros credos e incluso ateos y agnósticos la respetan y la comparten como un motivo de reencuentro, de concordia y de fiesta. Sólo ofende a quienes afirman dichas mentiras porque detestan la Navidad y pretenden destruirla usando perversamente la diversidad cultural y religiosa como excusa.


Finalmente, deseo cordialmente de todo corazón con mis más humildes y sinceros sentimientos que paséis una FELIZ NAVIDAD y tengáis un PRÓSPERO AÑO NUEVO 2024.


MUCHAS GRACIAS Y FELICES FIESTAS

jueves, 7 de diciembre de 2023

El abeto de Navidad de los almacenes de Can Jorba (1965-1988)


Los antiguos almacenes Jorba de la avenida del Portal de l’Àngel, ya en su nueva etapa como Jorba Preciados a partir del año 1963, plantearon nuevas estrategias de marketing con el propósito de atraer más clientela a su recientemente renovado centro comercial durante las fechas navideñas. Desde 1959 se venía celebrando el concurso y exposición de Christmas y el concurso de cartas a los Reyes Magos, unos certámenes que atraían a visitantes de todas las edades y, de paso, se convertían en una perfecta excusa para efectuar alguna compra. A todo ello, se observó el ejemplo de algunas importantes ciudades europeas que exponían un gran abeto natural decorado adecuadamente con luces navideñas, siendo ejemplos representativos el de los almacenes Harrods de Londres y el de las galerías Lafayette de Paris. Sin dudarlo entonces, el director general de Jorba Preciados José Javier Aleixandre consideró que la exposición de un gran abeto de Navidad al lado del centro comercial, además de embellecer la calle y ofrecer una nueva perspectiva festiva en la avenida del Portal de l’Àngel, ayudaría a la llegada de más clientela. Debe considerarse que desde el año 1962 existía en la plaza de Catalunya un poderoso rival como era El Corte Inglés, al cual había que evitar que les arrebatara a los potenciales usuarios.


El abeto, transportado pacientemente mediante un camión tráiler desde el Pirineo, otras veces desde el Montseny o incluso desde el Collsacabra, era una donación que la alcaldía de un municipio de estos territorios ofrecía, pues en aquellos tiempos las comarcas de montaña solían abastecer a las grandes ciudades regalando ejemplares. Sin embargo, el transporte por carretera lo costeaba el ayuntamiento de la ciudad agraciada o del centro comercial, en este caso Jorba Preciados. En 1965 se instaló por primera vez en la esquina del Portal de l'Àngel con la calle Santa Anna, justo enfrente de la entrada a los almacenes, ubicación que sería definitiva en los años consecutivos. Solía llegar a Barcelona a principios de diciembre y tras la festividad de la Purísima Concepción (día 8) ya quedaba instalado. Generalmente solían medir alrededor de 30 metros de altura y se decoraban con bombillas azuladas, color que atraía confianza y serenidad, oscilando entre las 3.000 y las 3.500. Tras el 6 de enero ya se procedía a su retirada.
El éxito de visitantes que tuvo el abeto supuso un beneficio para los almacenes de Jorba Preciados, pues la Navidad era un breve periodo de tiempo y se jugaban alcanzar entre el 30% y el 80% de su facturación anual.


Para la empresa era primordial aprovechar aquellas fechas tan entrañables y la presencia del abeto navideño se convirtió en una óptima y rompedora técnica de venta, pues el hecho de llamar la atención al público consumidor actuaba como un verdadero reclamo, además de traer recuerdos y transmitir sentimientos. Los medios de comunicación también se encargaban de hacer publicidad, como por ejemplo el diario La Vanguardia que decía así en un artículo del 4 de diciembre de 1974: “Los ciudadanos que, ajetreados por las compras que últimamente parecen ser requisito indispensable para tal ocasión, pasean entre los iluminados y atractivos escaparates, descansarán su vista en el monumental abeto instalado en la Puerta del Ángel (…) y quizá, durante algunos segundos, vivan realmente en su corazón el verdadero significado de la Natividad”. En cierto sentido, el abeto navideño de Jorba Preciados simbolizó el inicio oficial de la Navidad consumista moderna en Barcelona en detrimento de la tradicional Navidad puramente religiosa, un proceso progresivo de sustitución que ha perdurado décadas después hasta la actualidad y con una clara imposición de los valores comerciales, si bien las fiestas y su valor sentimental han sobrevivido gracias a su consideración como tradición cultural más allá de la fe religiosa.


Para Jorba Preciados, más allá de la Navidad, las ventas del resto del año fueron cada vez a menos frente al gigante El Corte Inglés que logró sobrepasar al antiguo centro comercial de Portal de l’Àngel. Además, a finales de los años 70 y durante los años 80 empezaron a hacerse más importantes los movimientos ecologistas, lo cual afectaría definitivamente al tradicional abeto. Se consideraba que la tala de árboles contribuía a la deforestación de los bosques y que podía ser perfectamente suplantado por un árbol artificial. En 1977 la Liga para la Defensa del Patrimonio Natural envió una carta al entonces presidente de la Generalitat Josep Tarradellas para que Barcelona dejara de importar abetos centenarios los cuales, además de ser talados, no procedían de un vivero sino de un paraje natural, con los perjuicios que esto conllevaba. Por fechas navideñas era habitual observar a pequeños grupos manifestándose frente al abeto, algo que en aquél entonces provocó cierta división social, desde apoyos hasta insultos.
En 1979 Jorba Preciados fue adquirida por el Banco Urquijo y en 1981 por Rumasa pasando a denominarse Galerías Preciados. En medio de las dificultades económicas y ante las presiones ecologistas, finalmente en la Navidad de 1988 el abeto fue expuesto por última vez.


En 1995 los almacenes cerraron sus puertas y en 1998 la antigua Can Jorba reabrió como centro comercial de El Corte Inglés. A modo de curiosidad, entre los años 2012 y 2014, bajo el mandato del alcalde Xavier Trias se volvió a instalar nuevamente en la avenida del Portal de l’Àngel un abeto navideño con el patrocinio de la joyería Tous, si bien era de menores dimensiones. Sin embargo, tras la llegada de Ada Colau a la alcaldía la iniciativa volvió a desaparecer alegando criterios ecologistas. En la actualidad en cuanto a abetos gigantes se refiere en la ciudad de Barcelona perdura únicamente el árbol de navidad que anualmente se instala en la plaza de Sant Jaume, procedente del vivero municipal. Otros árboles monumentales son 100% artificiales, de estructura metálica y con luces de led que crean diferentes juegos visuales. Uno de ellos se halla en la feria navideña del puerto de Barcelona y desde el presente año hay otro, de mayores dimensiones, instalado en Badalona, el cual no ha quedado exento de polémicas a pesar de haber recibido la aprobación de una amplia mayoría de ciudadanos de esa ciudad.


Fotos: Edicions Bergas (col·lecció Jordi Àlvarez), Francesc Català Roca, Getty, Jordi Ferrer.

domingo, 26 de noviembre de 2023

La iluminación navideña de las calles de Barcelona


El pasado jueves día 23 a las 18:00h tuvo lugar el encendido oficial de las luces de Navidad de Barcelona. El acto se celebró en el paseo de Gràcia con motivo del 200 aniversario de esta arteria, la más importante y conocida de la ciudad. Esta tradición, pese al paso del tiempo, a los nuevos hábitos, a los cambios en las pautas de comportamiento y a la secularización de la cultura, tiene cada vez más fuerza y se ha adaptado a las transformaciones sociales y económicas.
Sus orígenes se remontan a finales de los años cincuenta en la calle de Petritxol. Allá en 1947 se fundó una asociación de comerciantes y vecinos (Junta de Vecinos de la calle Petritxol) destinada a defender sus intereses, siendo una de sus grandes iniciativas la de estimular las compras navideñas mediante promociones especiales, ofertas, concursos, sorteos de cestas de Navidad y la venta de participaciones de Lotería Nacional, entre otras cosas. Para ello los escaparates de los locales comerciales y las fachadas de algunos edificios, a partir del día 21 de diciembre, festividad del apóstol Santo Tomás, se engalanaban con motivos navideños con el fin de atraer al público, el cual podía votar y decidir qué decorado le parecía el mejor.


Sin embargo, fue en el año 1957 cuando se dispusieron a colocar luces para embellecer la calle y dar así una alegría adicional. Hay constancia de que la calle se cubrió con un techo a base de ramas de árbol en las cuales colgaban, además de las típicas guirnaldas de colores, más de mil bombillas que constituían el alumbrado navideño. Algunos historiadores atribuyen tal idea a la influencia que pudo tener la presencia de los marines norteamericanos de la VI Flota que desembarcaron a la ciudad por primera vez en 1951, pues eran personas económicamente solventes y un potencial cliente generoso a la hora de comprar. La decisión de iluminar la calle tuvo un notable éxito de público, por lo que en los años posteriores se repitió idéntica experiencia.
La respuesta ciudadana fue tal que otros comerciantes de importantes calles de la ciudad decidieron tomar ejemplo e imitar la experiencia. Para la financiación se efectuaba una derrama aparte de la cotización mensual de cantidades fijas. A pesar de la fuerte inversión económica el resultado sería rentable. Por este motivo, al año siguiente arterias como la Rambla, la Via Laietana y la avenida del Portal de l’Àngel se sumaron a engalanar con luces navideñas y en 1959 fue el turno de la calle de Pelai.


Vista la rentabilidad y ante la creciente y progresiva proliferación de alumbrado navideño en 1961 el Ayuntamiento de Barcelona decidió tomar partido en la ordenación, reunificación y regulación mediante la colaboración con las asociaciones vecinales y de comerciantes, unas entidades que años después fueron popularmente conocidas como “bombillaires” (bombilleros). A mediados de los años sesenta ya había más de 60 calles y plazas iluminadas. Decía una reseña publicada en el diario La Vanguardia Española del 19 de diciembre de 1965: “Las luminarias puestas en otros parajes urbanos han subrayado también aspectos íntimos y ocultos de ellos, que quizá permanecían ignorados a la luz del día. Existen, por ejemplo, algunas calles dotadas de eminente aspecto de salón isabelino, donde las luces actuales invitan a poner unos sofás en la calzada y montar una reposada tertulia. Así, por ejemplo, la de Fernando y, hasta hace algunos años, la Mayor de Gracia, donde había establecimientos y panoramas de encantador ochocentismo, perseguidos implacablemente por el prurito local de renovarlo todo cada cinco años. Estas iluminaciones ablandan, enternecen la dureza de la vía pública y le infunden toda la cordialidad posible, con lo cual hasta el propio asfalto parece más propicio y adecuado a las celebraciones que se acercan”.


En la Navidad de 1971 consta que en Barcelona había alrededor de 500.000 bombillas iluminando 70 calles engalanadas, habiendo invertido un presupuesto de 7 millones de pesetas aportados por un total de 90 asociaciones de comerciantes y vecinos más 2.500.000 pesetas por parte del Ayuntamiento de Barcelona. A modo excepcional, en la navidad de 1973, debido a la crisis del petróleo y a la necesidad de ahorro de energía, tuvo como consecuencia que muchas calles barcelonesas no se iluminaran y las que lo hicieron restringieran tanto el volumen de decoración como las horas de encendido. Importantes arterias como por ejemplo la Rambla y las calles de Creu Coberta, Princesa y Gran de Gràcia carecieron de alumbrado. Esto se prolongó al año siguiente, en el cual se iluminaron quince calles menos por las mismas razones. A ello el Ayuntamiento de Barcelona debía 15 millones de pesetas a las asociaciones de comerciantes y vecinos, los cuales se vieron desanimados a poner luces. Sufragada la deuda durante los años 70 y 80 no hubo novedades destacadas y la tradición prosiguió con relativa normalidad, si bien el diseño de los decorados luminosos empezó a acusar obsolescencia ante una falta de renovación. Eran tiempos en los que las luces permanecían encendidas desde la media tarde hasta las 0:00h de la noche, incluso los días 24 y 25 de diciembre y el 5 de enero se prolongaban hasta las 2:00h de la madrugada.


En la Navidad de 1991, con motivo de la entrada en vigor del Impuesto de Actividades Económicas (IAE) numerosos comerciantes decidieron en señal de protesta apagar la decoración lumínica de sus establecimientos. A mediados de los años noventa el Ayuntamiento de Barcelona decidió avanzar el encendido de luces navideñas a finales del mes de noviembre con el claro propósito de promover el comercio y las campañas de Navidad, lo cual fue bien visto por las asociaciones y entidades comerciales en consorcio con Turisme de Barcelona, siendo una iniciativa que imitaba el modelo norteamericano. Con el fin de otorgarle a la Navidad barcelonesa un interés turístico, las luces tenían que convertirse en escenario fundamental de las actividades tanto tradicionales como culturales relacionado con este periodo del año. En 1996 las clásicas bombillas se sustituyeron por microbombillas de bajo consumo. A finales de la centuria los comerciantes solicitaron un cambio de diseño en las figuras luminosas porque la decoración de los últimos años, lejos de reinventarse, era muy repetitiva, monótona, clásica y obsoleta. Entre los años 1997 a 2001 fue una etapa de cierta decadencia. Igualmente, pidieron que el protagonismo no se centrara tanto en el centro histórico sino también en otros barrios más alejados, incluso periféricos.


Llegados al siglo XXI la iluminación ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos. Ante la citada etapa de decadencia y estancamiento instituciones como el Foment de les Arts Decoratives (FAD) se vieron obligadas a intervenir para materializar un cambio real en cuanto a calidad del diseño se refiere. Se apostó, además, por retirar progresivamente las clásicas bombillas incandescentes y sustituirlas por modernas luces de led de bajo consumo que ahorran energía y reducen la contaminación lumínica. Desde el 2004 se inició esta nueva experiencia con la instalación de hilo luminoso tipo led en la calle de Petritxol, extendiéndose posteriormente a otras calles y edificios emblemáticos. La crisis económica y financiera del año 2008 impulsó la idea de un cambio definitivo que garantizara, a su vez, mantener el máximo de arterias iluminadas posibles pero con un consumo reducido. Los nuevos diseños ya no respondían tanto a motivos religiosos sino más bien a comerciales, con iconografía universal, si bien inevitablemente algunos elementos clásicos han permanecido. De hecho, la proliferación y presencia de nuevas confesiones religiosas sumada a la laicidad han sido factores decisivos de este cambio. Con el transcurso de los años el alumbrado navideño se ha ido extendiendo hacia los bulevares y zonas comerciales de los distritos más alejados del centro histórico de la ciudad y el Eixample con el propósito de descentralizar, reequilibrar y representar a los barrios más periféricos.


El acto oficial de encendido de luces, que incluye un espectáculo temático, se realiza cada año desde un lugar distinto con la clara intención de no discriminar a los barrios populares. Mencionar que las luces del año 2017 recordaron a las víctimas del atentado terrorista perpetrado en la Rambla. Tras una breve etapa más gris provocada por la crisis sanitaria a causa de la pandemia de Covid-19, la capital catalana vuelve a recuperar progresivamente su esplendor con la incorporación de nuevas calles engalanadas. En la actualidad la iluminación navideña se reparte entre el alumbrado de iniciativa exclusivamente municipal y el alumbrado promovido por las asociaciones y ejes comerciales, en los que el Ayuntamiento de Barcelona abona un el 75% del coste total.

Fotos: Colita, Ferran Nadeu, Leopoldo Plasencia, Mané Espinosa, Pérez de Rozas, Ricard Fernández Valentí.

martes, 21 de noviembre de 2023

Las felicitaciones navideñas de oficios en Barcelona


Muchas generaciones todavía recordamos aquellas postales artísticas de antaño en las cuales las personas dedicadas a honrados oficios ofrecían una felicitación navideña a cambio de un obsequio o regalo o bien una propina a la voluntad, lo que se conoce como aguinaldo. Eran otros tiempos producto de unas costumbres ya desaparecidas.
Debemos remontarnos al año 1831 cuando un grupo de trabajadores del “Diario de Barcelona” decidió imprimir unas postales para felicitar la Navidad con el propósito de que fuesen entregadas en mano por los repartidores a los suscriptores del citado periódico, los cuales respondieron favorablemente a esta iniciativa y por tal motivo ofrecían a cambio un aguinaldo. Otras fuentes de información apuntan a que fue iniciativa de la viuda de Antoni Brusi Miravent, propietario del periódico, la señora Eulàlia Ferrer Ribot, la cual habría mandado imprimir las postales para que los repartidores las distribuyeran entre los suscriptores.




Pocos años después, alrededor de 1860, los profesionales de otros oficios decidieron imitar la idea y hacer lo mismo, pues con lo recaudado ellos y sus familias podrían pasar unas fiestas en mejores condiciones. Los profesionales que durante el año habían ofrecido sus servicios entregaban una tarjeta en la que felicitaban la Navidad esperando una propina a cambio. Vestidos con sus mejores uniformes se presentaban en los domicilios particulares y los vecinos les entregaban gustosos la voluntad. Barcelona fue prácticamente la primera ciudad de España en extender la nueva tradición, ya que era donde además se ubicaban la mayoría de los talleres de impresión del país y muchos de los artistas en diseño gráfico. Algunas de ellas fueron la Litografía Estany (calle de Sant Ramon, 5), Núñez y Compañía (calle de Sant Ramon, 6), M. Vilamitjana (Calle del Torrent de les Flors, 11), J. Colomer (calle de Rauric, 6), S. Bubias (calle de Quevedo, 1-3), Fábrega (calle de Mònec, 14), Editorial V.C.O. y I.P.C.P. García. El hecho de que la edición de estas postales fuese mecanizada abarató los costes de edición, lo cual ayudó a que su uso se fuese generalizando aún más.



Las postales de felicitación acostumbraban a llevar una ilustración en la cual se mostraba a un trabajador de un gremio concreto como elemento principal, vestido con su indumentaria y en una postura desarrollando su actividad profesional. A modo de titular dentro de unas cintas se indicaba el nombre del oficio acompañado del texto “Les desea Felices Navidades”, “Les desea Felices Pascuas” o bien “Le felicita la Pascua de Navidad”. En algunos casos indicaba "Y próspero año nuevo". A modo de decoración se incorporaban elementos como la comida típica de una mesa navideña (pavo, marisco, turrón, uvas y cava), así como otros símbolos de estas fiestas como la ornamentación (generalmente a modo de enmarcado). También encontramos escenas religiosas de la Natividad (el Nacimiento del niño Jesús, ángeles e incluso la adoración de los Magos de Oriente), escenas familiares (celebración alrededor de una mesa o gente comprando figuras de pesebre) y/o monumentos  espacios representativos de la ciudad, como el monumento a Colón, la Catedral, el paseo y el recinto de la Exposición Universal de 1888, el Palau Nacional de Montjuïc, el recinto de la Exposición Internacional de 1929, la montaña de Montjuïc, la Universidad de Barcelona, la basílica de la Sagrada Familia, la plaza Reial, la iglesia de Santa María del Mar, el Barrio Gótico, la calle del Bisbe, la Rambla, la plaza de Catalunya, la plaza de Sant Jaume e incluso el monasterio de Montserrat.




Los oficios más destacados eran el aceitero, el aprendiz, el arquitecto, el barbero, el barrendero, el basurero, el botones, el camarero, el carbonero, el carpintero, el carretero, el cartero, el cerrajero, el cobrador, el droguero, el ebanista, el electricista, el espitero del gas, el farolero, el fundidor, el herrero, el lampista, el lavacoches, el lechero, el limpiabotas, el mecánico, el monaguillo, el mozo, el panadero, el pastelero, el pintor, el repartidor, el sastre, el sereno, el tabernero, el telegrafista, el vigilante y el zapatero. También hubo postales de felicitación navideña donde las mujeres eran las protagonistas, como la aprendiza, la barrendera, la lechera, la modista, la portera y la sombrerera. Con el paso de los años estos oficios fueron variando, desapareciendo algunos e incorporándose otros en función de la evolución y modernización de la ciudad.
La estética de las postales era muy similar entre ellas e incluso en algunos casos se partía de un diseño estándar y se cambiaba el dibujo de un oficio por el de otro. Podían ser ilustraciones verticales u horizontales. En el reverso de la postal se incluía una poesía, en realidad un texto de rima fácil donde se ensalzaba la importancia del trabajo realizado y poniendo en valor su aportación para el bienestar de la persona que recibía la tarjeta, así como la diligencia con que llevaba a cabo el desempeño de su labor. En algunos casos la ilustración y el poema compartían el anverso.




Inicialmente dichas postales eran dibujos en blanco y negro, pero a partir de 1890, gracias a la incorporación de la cromolitografía en las artes gráficas, empezaron a editarse tarjetas con dibujos en color, algunos de ellos de excelente calidad artística. Inicialmente, estas felicitaciones también provocaron el rechazo de una parte de la población por la sencilla razón de que no era posible ser generoso con todos los colectivos profesionales, de ahí que incluso  para evitar aglomeraciones se llegaran a colgar carteles en las puertas de muchos comercios y viviendas con la leyenda “No se admiten felicitaciones” o “Este comercio no da aguinaldos”. Más allá de connotaciones religiosas, para muchas personas estas felicitaciones constituían una entrañable manera de contactar con otras personas y transmitirles mensajes de felicitación y buenos deseos.
La repartición de estas felicitaciones navideñas se convirtió en una tradición que enseguida enraizó tanto en la sociedad barcelonesa en particular como en el resto de España en general. En Barcelona durante los años de la Segunda República se llegaron a editar postales en lengua catalana.




Únicamente en las Navidades de 1936, 1937 y 1938, con motivo de la Guerra Civil, esta costumbre quedó inevitablemente suspendida hasta 1939 en que se retomó a pesar de la precaria situación económica de la postguerra. Sin embargo, esta tradición propició la instauración de la paga extra de Navidad. Efectivamente, tras el conflicto bélico los salarios de los trabajadores se vieron reducidos y ante ello se decidió que en la Navidad de 1944 los empleados pertenecientes a industrias no reglamentadas percibieran una paga extra equivalente al salario de una semana. Un año después, la medida se instauró con carácter general, dando lugar a un sueldo anual repartido en 13 pagas mensuales. El B.O.E. del 9 de diciembre de 1945 recogió una orden del Ministerio de Trabajo por la cual se establecía una gratificación equivalente a la retribución de una semana con motivo de las fiestas de Navidad.


Con el paso de los años en algunas postales el dibujo artístico dio lugar a fotomontajes. A partir del Desarrollismo esta tradición empezó a perder fuerza de manera lenta pero progresiva, pues algunos gremios dejaron de editar felicitaciones por cambios de hábitos. Llegados a finales de los años setenta, los cambios en las condiciones laborales tuvieron como consecuencia un proceso inexorable de desaparición de esta tradición hasta que a mediados de los años ochenta se dio por extinguida. Entre otras razones, la principal fue la aprobación en el Estatuto de los Trabajadores desde el año 1980 de la "paga doble", es decir, que una parte del salario sea igual a una paga mensual y no una dádiva por parte del empleador como antaño.

Fotos: Biblioteca Nacional de España (BNE).