martes, 21 de noviembre de 2023

Las felicitaciones navideñas de oficios en Barcelona


Muchas generaciones todavía recordamos aquellas postales artísticas de antaño en las cuales las personas dedicadas a honrados oficios ofrecían una felicitación navideña a cambio de un obsequio o regalo o bien una propina a la voluntad, lo que se conoce como aguinaldo. Eran otros tiempos producto de unas costumbres ya desaparecidas.
Debemos remontarnos al año 1831 cuando un grupo de trabajadores del “Diario de Barcelona” decidió imprimir unas postales para felicitar la Navidad con el propósito de que fuesen entregadas en mano por los repartidores a los suscriptores del citado periódico, los cuales respondieron favorablemente a esta iniciativa y por tal motivo ofrecían a cambio un aguinaldo. Otras fuentes de información apuntan a que fue iniciativa de la viuda de Antoni Brusi Miravent, propietario del periódico, la señora Eulàlia Ferrer Ribot, la cual habría mandado imprimir las postales para que los repartidores las distribuyeran entre los suscriptores.




Pocos años después, alrededor de 1860, los profesionales de otros oficios decidieron imitar la idea y hacer lo mismo, pues con lo recaudado ellos y sus familias podrían pasar unas fiestas en mejores condiciones. Los profesionales que durante el año habían ofrecido sus servicios entregaban una tarjeta en la que felicitaban la Navidad esperando una propina a cambio. Vestidos con sus mejores uniformes se presentaban en los domicilios particulares y los vecinos les entregaban gustosos la voluntad. Barcelona fue prácticamente la primera ciudad de España en extender la nueva tradición, ya que era donde además se ubicaban la mayoría de los talleres de impresión del país y muchos de los artistas en diseño gráfico. Algunas de ellas fueron la Litografía Estany (calle de Sant Ramon, 5), Núñez y Compañía (calle de Sant Ramon, 6), M. Vilamitjana (Calle del Torrent de les Flors, 11), J. Colomer (calle de Rauric, 6), S. Bubias (calle de Quevedo, 1-3), Fábrega (calle de Mònec, 14), Editorial V.C.O. y I.P.C.P. García. El hecho de que la edición de estas postales fuese mecanizada abarató los costes de edición, lo cual ayudó a que su uso se fuese generalizando aún más.



Las postales de felicitación acostumbraban a llevar una ilustración en la cual se mostraba a un trabajador de un gremio concreto como elemento principal, vestido con su indumentaria y en una postura desarrollando su actividad profesional. A modo de titular dentro de unas cintas se indicaba el nombre del oficio acompañado del texto “Les desea Felices Navidades”, “Les desea Felices Pascuas” o bien “Le felicita la Pascua de Navidad”. En algunos casos indicaba "Y próspero año nuevo". A modo de decoración se incorporaban elementos como la comida típica de una mesa navideña (pavo, marisco, turrón, uvas y cava), así como otros símbolos de estas fiestas como la ornamentación (generalmente a modo de enmarcado). También encontramos escenas religiosas de la Natividad (el Nacimiento del niño Jesús, ángeles e incluso la adoración de los Magos de Oriente), escenas familiares (celebración alrededor de una mesa o gente comprando figuras de pesebre) y/o monumentos  espacios representativos de la ciudad, como el monumento a Colón, la Catedral, el paseo y el recinto de la Exposición Universal de 1888, el Palau Nacional de Montjuïc, el recinto de la Exposición Internacional de 1929, la montaña de Montjuïc, la Universidad de Barcelona, la basílica de la Sagrada Familia, la plaza Reial, la iglesia de Santa María del Mar, el Barrio Gótico, la calle del Bisbe, la Rambla, la plaza de Catalunya, la plaza de Sant Jaume e incluso el monasterio de Montserrat.




Los oficios más destacados eran el aceitero, el aprendiz, el arquitecto, el barbero, el barrendero, el basurero, el botones, el camarero, el carbonero, el carpintero, el carretero, el cartero, el cerrajero, el cobrador, el droguero, el ebanista, el electricista, el espitero del gas, el farolero, el fundidor, el herrero, el lampista, el lavacoches, el lechero, el limpiabotas, el mecánico, el monaguillo, el mozo, el panadero, el pastelero, el pintor, el repartidor, el sastre, el sereno, el tabernero, el telegrafista, el vigilante y el zapatero. También hubo postales de felicitación navideña donde las mujeres eran las protagonistas, como la aprendiza, la barrendera, la lechera, la modista, la portera y la sombrerera. Con el paso de los años estos oficios fueron variando, desapareciendo algunos e incorporándose otros en función de la evolución y modernización de la ciudad.
La estética de las postales era muy similar entre ellas e incluso en algunos casos se partía de un diseño estándar y se cambiaba el dibujo de un oficio por el de otro. Podían ser ilustraciones verticales u horizontales. En el reverso de la postal se incluía una poesía, en realidad un texto de rima fácil donde se ensalzaba la importancia del trabajo realizado y poniendo en valor su aportación para el bienestar de la persona que recibía la tarjeta, así como la diligencia con que llevaba a cabo el desempeño de su labor. En algunos casos la ilustración y el poema compartían el anverso.




Inicialmente dichas postales eran dibujos en blanco y negro, pero a partir de 1890, gracias a la incorporación de la cromolitografía en las artes gráficas, empezaron a editarse tarjetas con dibujos en color, algunos de ellos de excelente calidad artística. Inicialmente, estas felicitaciones también provocaron el rechazo de una parte de la población por la sencilla razón de que no era posible ser generoso con todos los colectivos profesionales, de ahí que incluso  para evitar aglomeraciones se llegaran a colgar carteles en las puertas de muchos comercios y viviendas con la leyenda “No se admiten felicitaciones” o “Este comercio no da aguinaldos”. Más allá de connotaciones religiosas, para muchas personas estas felicitaciones constituían una entrañable manera de contactar con otras personas y transmitirles mensajes de felicitación y buenos deseos.
La repartición de estas felicitaciones navideñas se convirtió en una tradición que enseguida enraizó tanto en la sociedad barcelonesa en particular como en el resto de España en general. En Barcelona durante los años de la Segunda República se llegaron a editar postales en lengua catalana.




Únicamente en las Navidades de 1936, 1937 y 1938, con motivo de la Guerra Civil, esta costumbre quedó inevitablemente suspendida hasta 1939 en que se retomó a pesar de la precaria situación económica de la postguerra. Sin embargo, esta tradición propició la instauración de la paga extra de Navidad. Efectivamente, tras el conflicto bélico los salarios de los trabajadores se vieron reducidos y ante ello se decidió que en la Navidad de 1944 los empleados pertenecientes a industrias no reglamentadas percibieran una paga extra equivalente al salario de una semana. Un año después, la medida se instauró con carácter general, dando lugar a un sueldo anual repartido en 13 pagas mensuales. El B.O.E. del 9 de diciembre de 1945 recogió una orden del Ministerio de Trabajo por la cual se establecía una gratificación equivalente a la retribución de una semana con motivo de las fiestas de Navidad.


Con el paso de los años en algunas postales el dibujo artístico dio lugar a fotomontajes. A partir del Desarrollismo esta tradición empezó a perder fuerza de manera lenta pero progresiva, pues algunos gremios dejaron de editar felicitaciones por cambios de hábitos. Llegados a finales de los años setenta, los cambios en las condiciones laborales tuvieron como consecuencia un proceso inexorable de desaparición de esta tradición hasta que a mediados de los años ochenta se dio por extinguida. Entre otras razones, la principal fue la aprobación en el Estatuto de los Trabajadores desde el año 1980 de la "paga doble", es decir, que una parte del salario sea igual a una paga mensual y no una dádiva por parte del empleador como antaño.

Fotos: Biblioteca Nacional de España (BNE).

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