jueves, 27 de agosto de 2020

El Poblado Experimental de Can Tunis o Can Tunis Nou (1979-2004)

Durante la década de los años setenta el barrio de Can Tunis se encontraba en un proceso de decadencia y en progresiva desaparición. Buena parte del sector estaba formado por barracas salvo un pequeño núcleo de edificios situados al final del paseo de la Mare de Déu del Port, así como los pisos llamados de Pujol y de la calle de Fèlix Macià. La mayoría de sus vecinos eran de etnia gitana y en dificultades de integración. Es por ello que el Ayuntamiento de Barcelona planteó la construcción en la misma zona de una nueva barriada provisional destinada a integrar las numerosas familias gitanas de la zona, las cuales vivirían allí por un plazo de diez años, el tiempo suficiente para que (teóricamente) se integraran en la estructura social y urbana de la ciudad y estuviesen en condiciones de adquirir por su cuenta una nueva vivienda en otro barrio. Los precedentes se remontan a julio de 1970 cuando el último núcleo numeroso de población de Can Tunis es obligado a ser desalojado por la ampliación del puerto de Barcelona. Tras varias asambleas vecinales con el apoyo de la parroquia del Port se llegó a un acuerdo con las empresas constructoras para que a cada familia se la indemnizara con 150.000 pesetas. Como resultado en 1973 los vecinos realojados obtuvieron vivienda nueva en el barrio de la Mina, previo pago de 30.000 pesetas.


Quienes por su extrema pobreza no pudieron asumir esa cantidad de dinero y, por consiguiente, no les otorgaron vivienda (residentes de las barracas de Jesús y María) pasarían a ser los residentes de este proyecto piloto modélico municipal. La propuesta inicial consistía en unos bloques de reducidas dimensiones, de tres plantas cada uno, que contenían viviendas de 45 metros cuadrados, a erigir en el talud del nuevo cinturón del Litoral. Ello provocó rechazo vecinal e interrupción de las obras de construcción porque nadie quería marcharse del barrio, motivo por el cual se procedió a elaborar una nueva propuesta en unos terrenos de mayores dimensiones dentro del mismo Can Tunis, pertenecientes al puerto de Barcelona, el cual mediante convenio cedió y que, transcurridos esos diez años, recuperaría nuevamente una vez desapareciese la barriada. Dichos terrenos, de 14.000 metros cuadrados, se hallaban sobre los antiguos terrenos de las masías de Cal Canyet y Can Miquel Torrents, entre la ronda del Litoral, la carretera de Circumval·lació Tram 5 y la calle de la Mare de Déu del Port, limitando además entre la montaña de Montjuïc, la Zona Franca y el muelle de contenedores del puerto. Las citadas vías permitían un fácil acceso al conjunto.


El diseño de la nueva barriada fue obra de los arquitectos Jaume Sanmartí Verdaguer y Raimon Torres Torres (hijo del arquitecto Josep Torras Clavé) y tuvo un presupuesto de 120 millones de pesetas. El resultado fue una estructura urbana lineal organizada mediante unas manzanas de casas que definían un espacio interior peatonal al cual se accedía a las viviendas mediante un pórtico entendido como espacio de relación vecinal. Las manzanas constaban de un total de 16 viviendas más 4 locales ubicados en la parte central de la barriada para uso comercial o auxiliar. Dos calles transversales circundaban el núcleo y permitían conectar los equipamientos, el centro social, el dispensario y la zona deportiva. La escuela, llamada Avillar Chavorrós, que en lengua caló significa "venid niños", se hallaba en el centro urbano y con edificio propio. Este centro educativo había sido fundado en 1977 en un local del Centro Social del barrio de Can Tunis por la maestra y pedagoga Maria Teresa Codina Mir con el objetivo de favorecer la integración social de los niños y niñas de etnia gitana. La incidencia que el centro tuvo en la vida de las familias se empezó a notar en la distribución del tiempo, la alimentación, las normas y la convivencia, entre otras cosas. Uno de los objetivos principales fue intentar que niños y niñas adaptaran a una sociedad "normalizada" para poderlos sacar de la marginación. Para ello, uno de los ámbitos desarrollados fue el de las tareas manuales y la adquisición de las operaciones mentales básicas, así como las destrezas que facilitaran la incorporación al mundo laboral. Los alumnos de esta escuela fueron popularmente conocidos como "chavorros" o "chavorras". La integración de las familias y la mejora de su calidad de vida también fueron claves. Desde la escuela se buscó la promoción sociocultural de la familias de Can Tunis en las áreas de la capacitación laboral, la asistencia sanitaria y la asistencia social, entre otros ámbitos. Esta experiencia educativa que logró avanzar en el conocimiento educativo y gracias a la dotación de los recursos pedagógicos adecuados fue reconocida con el IV Premi Ramon Llull d'Experiències en el Camp Educatiu en octubre de 1980.

Las viviendas constaban de dúplex y se construyeron entre medianeras con una superficie útil de 100 metros cuadrados para familias de hasta ocho miembros, organizándose en una tipología de baja densidad que evitara la aparición de espacios de circulaciones comunes y de una máxima independencia para impedir posibles situaciones de conflicto. El diseño de las casas, en concordancia con la mentalidad de sus residentes, obedeció más bien a parámetros rurales que no urbanos. La nueva barriada se conoció como Poblado Experimental de Can Tunis, Can Tunis Nou e incluso Avilla Chavorrós por la escuela. La gestión fue a cargo del Patronato Municipal de la Vivienda. Las obras de construcción empezaron en marzo de 1978 y tuvieron una duración de once meses. El 22 de mayo de 1979 fueron a vivir los últimos barraquistas de Can Tunis y al año siguiente recibió uno de los premios de Opinión del Fomento de las Artes Decorativas (FAD) por su contribución a la erradicación del chabolismo.

A partir de 1980 el Patronato Municipal de la Vivienda dejó de cobrar los alquileres a los inquilinos y se desentendió del mantenimiento de las casas. El número de habitantes creció hasta llegar al centenar de familias, y para continuar viviendo allí procedieron a reconvertir los garajes y los locales comerciales en viviendas para los hijos a medida que éstos se iban emancipando, incluso se llegaron a hacer construcciones ilegales. La nueva barriada, que parecía haber sido ya olvidado por completo por su localización casi oculta y desligada de la ciudad, no logró la esperada integración social de la comunidad gitana, razón por la que pronto se convirtió en un gueto y en un foco de actividad marginales. Algunas voces culparon al mismo Ayuntamiento de Barcelona de haberlos abandonado y de asumir responsabilidades sociales. Pronto se asentó como fuente de ingresos mucho más garantizada que otras posibles alternativas el menudeo y la venta de droga, principalmente heroína. Diariamente se acercaban cientos de toxicómanos para comprar las dosis que necesitaban e inyectarse.

En 1992 el Ayuntamiento de Barcelona anunció su intención de derribar la barriada. La empresa municipal Regesa intentó negociar de forma individualizada con cada familia, pero ello sólo ocasionó más división y enfrentamiento entre las diferentes familias gitanas que tuvieron que aceptar indemnizaciones muy bajas para empezar una nueva vida lejos de Can Tunis, en un proceso traumático y lleno de incertidumbre por los afectados. En 2001 se inició el traslado de los vecinos y el derribo de las primeras viviendas. En algunos casos se produjeron incidentes por la negativa de algunos vecinos a negarse a abandonar las casas, lo cual obligó a un desalojo violento y forzoso. En diciembre de 2003 aún quedaban una veintena de familias que se resistían a abandonar sus hogares. Finalmente, en agosto de 2004 se marchó la última familia que todavía ocupaba una casa y un garaje tras aceptar la indemnización municipal. Hubo un pacto entre los clanes gitanos y el Ayuntamiento de Barcelona por el cual aquellos dejarían definitivamente la venta de drogas y éstos ofrecerían muchas más facilidades de otorgarles una nueva vivienda digna para todos. Una vez derribada toda la barriada los terrenos volvieron a formar parte del Puerto de Barcelona, el cual pagó al Ayuntamiento de Barcelona 6 millones de euros para poder hacer efectiva la ampliación del área de contenedores de mercancías y del aparcamiento de camiones.

Fotos: Guillem Valle, Maria Teresa Codina, Tocho 8 (tochoocho.blogspot.com).

domingo, 16 de agosto de 2020

Ocho goles: ocho maneras de cambiar el Barça


Tras unos días de vacaciones y de inactividad veraniega, la escandalosa derrota del Futbol Club Barcelona contra el Bayer de Munich en cuartos de final de la Champions por 2 goles a 8 motiva a hacer algunas reflexiones personales acerca de la delicada situación deportiva que vive el club en estos momentos. Los medios de comunicación se empeñan en hablar de una humillación por parte del club alemán, pero en realidad fue el mismo Barça quien se humilló a sí mismo, es decir, se autohumilló. Los llamados Gigantes de Baviera con sus 8 goles sólo marcaron el camino que llevó a evidenciar de una vez por todas el producto de un mal trabajo. El resultado no es más que el reflejo final de una gestión deficiente arrastrada durante estos últimos años. A lo largo de sus 121 años de historia, el club azulgrana ha vivido altibajos, algo inevitable porque todo es una cuestión de ciclos y la fuerte competitividad imposibilita ser anualmente campeón de todo. No se puede exigir que cada temporada se ganen todos los títulos a competir, pues incluso los equipos más galardonados también han pasado temporadas en blanco. Y es que, finalmente, sólo puede quedar uno. Aun con todo, el siglo XXI le ha sido favorable al Barça en cuanto a copas, ligas y champions ganadas, y las cifras no mienten. Desde la llegada de Johan Kruyff al banquillo se abrió una nueva etapa en la cual se han cosechado numerosas victorias y donde, afortunadamente, las crisis han sido menos duraderas. Pero la afición culé, al igual que la de los grandes clubs del mundo, es impaciente y no perdona los altibajos por breves que sean. Cada gol que el Bayern de Munich le marcó al Barça equivale a un cambio que el club barcelonista debería ejecutar si quiere superar esta crisis y volver a estar arriba de todo, al lado de los mejores.



En primer lugar, es urgente la convocatoria de elecciones anticipadas. Por mucho que la actual directiva se proponga cambios para ganarse nuevamente la confianza de la afición, su proyecto ha llegado a una fase de agotamiento. No resulta positivo que un presidente permanezca demasiado tiempo presidiendo, tal y como sucedió con Josep Lluís Núñez. Si el Barça es una institución democrática, sería recomendable que la presidencia quedara limitada a un máximo de dos mandatos y luego se optara por nuevos candidatos, tanto de filosofía continuista como renovadora. Igualmente, se recomienda que el Barça se mantenga como un club de fútbol plural, de todos, y se eviten pronunciamientos partidistas políticos que dividan y enfrenten a la afición, pues entre la masa de socios encontramos personas de todas las ideologías.

En segundo lugar, es fundamental liquidar las deudas que arrastra el club. En estos tiempos de crisis agravados por la pandemia del Covid-19 es importante que la institución elabore un plan de choque e intente generar beneficios. Sin un buen presupuesto no será posible mantener a los jugadores base del equipo ni fichar por nuevas estrellas que ayuden a reforzar la calidad de la plantilla. Desarrollar políticas atractivas permite aumentar el número de socios y estimula la inversión en secciones como la Fundació Futbol Club Barcelona para nuevos proyectos.

En tercer lugar, debe continuar el proyecto de renovación de instalaciones. Tras la aprobación de la remodelación del Camp Nou y de sus alrededores, la construcción del nuevo Palau Blaugrana y la inclusión de otros servicios, así como la reforma urbanística del entorno es clave para mantenerse al día y continuar siendo objeto de atracción no solo para turismo y aficionados, sino también para la ciudadanía en general que pueda disfrutar del ocio y el deporte en un espacio integrado al barrio que, a su vez, constituya un equipamiento de ciudad. Obsérvese los resultados positivos que ha tenido la modernización de los estadios de fútbol estos últimos años en España.



En cuarto lugar, es primordial disponer de un nuevo entrenador. Dentro del ámbito propiamente deportivo se requiere de un personal técnico a la altura de un equipo que aspira a ganarlo todo. Sólo los mejores pueden optar a entrenar al Barça, implantar su filosofía de trabajo y hacerse respetar ante las grandes estrellas futbolísticas. En estos últimos años, salvo Frank Rijkaard, Pep Guardiola y Luis Enrique Martínez, el resto de entrenadores no han dado los resultados esperados a pesar de haber logrado algunos títulos. Últimamente se rumorea acerca del posible fichaje de Mauricio Pochettino, si bien un servidor preferiría la opción de Ronald Koeman.

En quinto lugar, urge una renovación del vestuario dando de baja a quienes ya no resulten piezas fundamentales efectivas en el campo y fichando nuevas promesas. Los grandes cracks del equipo acusan cansancio y, por su edad, a pesar de haber mantenido óptimos niveles de calidad, ya no tienen el rendimiento de años anteriores. La media de edad de la plantilla debería rebajarse nuevamente conservando, a la vez, las mismas cotas de aptitud. La política de fichajes de estos últimos años ha resultado bastante mediocre, por lo que se han dejado escapar a jugadores de gran interés que hubiesen podido aportar decisivamente en el equipo.

En sexto lugar, por la rentabilidad y rendibilidad del equipo es mejor la formación de una base conjuntada. La era de Pep Guardiola representó más que nunca dicha conjunción, donde cada jugador era importante por igual y desarrollaba sobre el césped un papel fundamental y clave para alcanzar las victorias. Por contra, cuando el equipo se apoya en las estrellas que marcan la diferencia en el campo se crea una dependencia hasta el punto que, en el momento que ellos fallan, el resto no son capaces de coordinarse y luchar a la misma altura. En estos últimos años la dependencia hacia Leo Messi se ha hecho evidente, siendo los peores partidos jugados cuando él se hallaba ausente.



En séptimo lugar, hay que potenciar nuevamente la cantera como fábrica de talentos. Fichar nuevos jugadores tanto nacionales como extranjeros no resulta suficiente, así que a través de la cantera es fundamental e ineludible el descubrimiento y formación de nuevas promesas que constituyan una generación joven potencialmente capaz de reemplazar a los más veteranos y mantener así el equipo en lo más alto de la cúspide deportiva.

Y en octavo lugar, debe evitarse el encasillamiento en una única filosofía de juego y ser más flexible por la introducción de nuevos estilos. En estos últimos años se apostó por conservar un mismo estilo de juego llamado "de la casa" que con Pep Guardiola hasta Luis Enrique Martínez (incluido el malogrado Tito Vilanova) dio magníficos resultados tanto a nivel de juego como en número de títulos. Sin embargo, la conservación de esta filosofía ha sido excesiva y ello ha impedido la introducción de nuevas técnicas deportivas eficientes que podrían haber dado buenos frutos. Esta actitud inflexible provocó, por ejemplo, el descarte del fichaje para el Barça de un excelente entrenador de fútbol como Jürgen Klopp, que tan óptimos logros ha dado en el Liverpool. No debe temerse por la incorporación de un entrenador con una filosofía de trabajo distinta a la vigente si a cambio se alcanzan los resultados esperados.

Ocho goles, que son ocho consejos para renovar un club que ha tocado fondo y ahora le urge levantar cabeza para volver a lo más alto en los próximos años.

Fotos: fcbarcelona.es, filo.news, Imago7 (marca.com), Manu Fernández Pool (barcauniversal.com).

sábado, 1 de agosto de 2020

Finalmente Ildefons Cerdà tenía razón


Ha tenido que transcurrir poco más de un siglo y medio para poner en evidencia que el ingeniero Ildefons Cerdà Sunyer (Centelles, 1815 - Las Caldas del Besaya, 1876), finalmente, tenía razón cuando planteó sus controvertidas teorías urbanísticas en su obra "Teoría General de la Urbanización" (1867). La pandemia mundial de Covid-19 así lo ha demostrado. El también urbanista, economista, jurista y político resultó ser un profeta y un avanzado a su tiempo al concebir la nueva Barcelona como un lugar salubre, fácil de desplazarse e igual para todos sus ciudadanos. Quienes entonces lo criticaron por sus ideas e intentaron desprestigiarlo, principalmente sectores de la burguesía catalana que deseaban una modelo más clasista, acaban de quedar automáticamente desacreditados.
Durante la segunda mitad del siglo XIX Cerdà planteó para Barcelona la configuración de una ciudad higiénica y funcional que permitiera vivir bajo condiciones de igualdad entre todos los barceloneses que la utilizaran. Este principio igualitario debía darse entre clases sociales y ello quedar reflejado en la estructura urbana, puesto que unas calles no serían mejores que otras sino que tendrían las mismas dimensiones, la suficiente como para evitar las densidades de los núcleos antiguos, y en todas ellas se permitiría la circulación tanto de vehículos privados como servicios de transporte público.


Las manzanas constituían la estructura ortogonal de calles rectas paralelas al mar y otras perpendiculares (todas ellas de 20 metros de anchura) que formaban una malla o plano en damero (también llamado trazado hipodámico) y manzanas cuadradas, en este caso octógonos. La orientación de los chaflanes de las manzanas, cuyo corte permitía mejorar la visibilidad de los cruces, coincidía con los puntos cardinales y, por ese motivo, todos sus lados tenían luz solar directa a lo largo del día. Las manzanas las concibió como espacios de vida privada donde los edificios plurifamiliares se estructurarían en dos hileras en torno a un patio interior a través del cual todas las viviendas recibirían luz solar natural y ventilación. Es decir, cada manzana estaría edificada un máximo del 50% por edificios de una altura máxima de 16 metros y una anchura de 14 metros. Esto posteriormente se pervirtió debido a la especulación que permitió la edificación completa, pero de no haber sido así se hubiese logrado el equilibrio entre los valores urbanos y las ventajas rurales. Todo ello no es de extrañar si tenemos en cuenta que Cerdà estuvo influenciado por las corrientes higienistas de la época. Los parques y jardines ocuparían el otro 50% de las manzanas, formando grandes plazas o jardines en el interior de cada cuatro manzanas o bien bulevares transversales. En cada calle se plantarían árboles a una equidistancia de 8 metros. De todas las especies optó por el plátano como la especie más idónea debido a la sombra que producía los días soleados y a su capacidad de absorber mayor volumen de polución.


Llegados al año 2020 y tras el fuerte golpe mundial recibido a causa del coronavirus, numerosos arquitectos de prestigio nacional e internacional han teorizado recientemente acerca de cuál debería ser el urbanismo del futuro o urbanismo post-Covid-19 y de qué modo deberían evolucionar las ciudades. Las similitudes con las teorías de Cerdà resultan sorprendentes y perfectamente compatibles con el modelo urbano del siglo XXI. En líneas generales se recupera y reivindica la ciudad higiénica y funcional que permita una condición de igualdad entre todos los residentes que la utilicen, cuyas directrices consistirían en impulsar el derecho a la salud (políticas medioambientales), a la vivienda (espacio público y vivienda asequible) y al barrio. En lo relativo a la salubridad, se apuesta por mejorar la gestión de los recursos energéticos e hídricos así como los residuos, una idea muy similar a la propuesta en el siglo XIX para la nueva Barcelona como reacción a las epidemias acaecidas de las cuales tanta gente pereció. Recobra importancia la necesidad de reducir la densidad de edificación, lo cual facilita la penetración de la luz solar natural y la ventilación. Si originalmente cada manzana del Eixample debía mantener un equilibrio entre superficie edificada y superficie ajardinada, en el presente se apuesta por las supermanzanas (superilles), incrementar las áreas peatonales, ampliar aceras y edificar menos y a menor altura en la medida de lo posible.


Otro concepto homólogo al pensamiento de Cerdà y que en la actualidad resulta fundamental es la ampliación de parques y jardines, con más zonas verdes y la implantación de huertos urbanos comunitarios. En definitiva, se pretende cumplir su lema "Ruralizad aquello que es urbano, urbanizad aquello que es rural". En el plano de Ensanche de 1859 cabe observar que se planteó un inmenso parque que ocuparía parte de Sant martí de Provençals y Sant Adrià de Besòs. En cuanto a la movilidad, se apuesta por estimular el desarrollo de una red de transporte público más extensa, sostenible y que pacifique el tráfico privado, además de incentivar los paseos a pie y en bicicleta. En la trama ortogonal proyectada por Cerdà hace más de 150 años el transporte se valoró como un servicio fundamental para la ciudadanía cuyo objetivo era facilitar los desplazamientos rápidos y garantizar el planeamiento de una red con buena cobertura territorial. En este sentido la construcción del tranvía de la Diagonal jugará un papel decisivo y primordial en el triunfo del transporte público sobre el transporte privado. A todo lo explicado añadir que tanto el urbanismo de Cerdà como el urbanismo post-Covid-19 tienen en común que nacieron a raíz de las epidemias que han azotado a la humanidad y para luchar contra la insalubridad. Son conceptos del siglo XIX todavía modernos, ideas del pasado vigentes en el presente para las ciudades del futuro, incluida Barcelona. El valor filosófico de los visionarios nunca muere.


Fotos: Ajuntament de Barcelona, Barcelona al Día, Museu d'Història de la Ciutat, Ramon Martí i Alsina (retrato).