sábado, 1 de agosto de 2020

Finalmente Ildefons Cerdà tenía razón


Ha tenido que transcurrir poco más de un siglo y medio para poner en evidencia que el ingeniero Ildefons Cerdà Sunyer (Centelles, 1815 - Las Caldas del Besaya, 1876), finalmente, tenía razón cuando planteó sus controvertidas teorías urbanísticas en su obra "Teoría General de la Urbanización" (1867). La pandemia mundial de Covid-19 así lo ha demostrado. El también urbanista, economista, jurista y político resultó ser un profeta y un avanzado a su tiempo al concebir la nueva Barcelona como un lugar salubre, fácil de desplazarse e igual para todos sus ciudadanos. Quienes entonces lo criticaron por sus ideas e intentaron desprestigiarlo, principalmente sectores de la burguesía catalana que deseaban una modelo más clasista, acaban de quedar automáticamente desacreditados.
Durante la segunda mitad del siglo XIX Cerdà planteó para Barcelona la configuración de una ciudad higiénica y funcional que permitiera vivir bajo condiciones de igualdad entre todos los barceloneses que la utilizaran. Este principio igualitario debía darse entre clases sociales y ello quedar reflejado en la estructura urbana, puesto que unas calles no serían mejores que otras sino que tendrían las mismas dimensiones, la suficiente como para evitar las densidades de los núcleos antiguos, y en todas ellas se permitiría la circulación tanto de vehículos privados como servicios de transporte público.


Las manzanas constituían la estructura ortogonal de calles rectas paralelas al mar y otras perpendiculares (todas ellas de 20 metros de anchura) que formaban una malla o plano en damero (también llamado trazado hipodámico) y manzanas cuadradas, en este caso octógonos. La orientación de los chaflanes de las manzanas, cuyo corte permitía mejorar la visibilidad de los cruces, coincidía con los puntos cardinales y, por ese motivo, todos sus lados tenían luz solar directa a lo largo del día. Las manzanas las concibió como espacios de vida privada donde los edificios plurifamiliares se estructurarían en dos hileras en torno a un patio interior a través del cual todas las viviendas recibirían luz solar natural y ventilación. Es decir, cada manzana estaría edificada un máximo del 50% por edificios de una altura máxima de 16 metros y una anchura de 14 metros. Esto posteriormente se pervirtió debido a la especulación que permitió la edificación completa, pero de no haber sido así se hubiese logrado el equilibrio entre los valores urbanos y las ventajas rurales. Todo ello no es de extrañar si tenemos en cuenta que Cerdà estuvo influenciado por las corrientes higienistas de la época. Los parques y jardines ocuparían el otro 50% de las manzanas, formando grandes plazas o jardines en el interior de cada cuatro manzanas o bien bulevares transversales. En cada calle se plantarían árboles a una equidistancia de 8 metros. De todas las especies optó por el plátano como la especie más idónea debido a la sombra que producía los días soleados y a su capacidad de absorber mayor volumen de polución.


Llegados al año 2020 y tras el fuerte golpe mundial recibido a causa del coronavirus, numerosos arquitectos de prestigio nacional e internacional han teorizado recientemente acerca de cuál debería ser el urbanismo del futuro o urbanismo post-Covid-19 y de qué modo deberían evolucionar las ciudades. Las similitudes con las teorías de Cerdà resultan sorprendentes y perfectamente compatibles con el modelo urbano del siglo XXI. En líneas generales se recupera y reivindica la ciudad higiénica y funcional que permita una condición de igualdad entre todos los residentes que la utilicen, cuyas directrices consistirían en impulsar el derecho a la salud (políticas medioambientales), a la vivienda (espacio público y vivienda asequible) y al barrio. En lo relativo a la salubridad, se apuesta por mejorar la gestión de los recursos energéticos e hídricos así como los residuos, una idea muy similar a la propuesta en el siglo XIX para la nueva Barcelona como reacción a las epidemias acaecidas de las cuales tanta gente pereció. Recobra importancia la necesidad de reducir la densidad de edificación, lo cual facilita la penetración de la luz solar natural y la ventilación. Si originalmente cada manzana del Eixample debía mantener un equilibrio entre superficie edificada y superficie ajardinada, en el presente se apuesta por las supermanzanas (superilles), incrementar las áreas peatonales, ampliar aceras y edificar menos y a menor altura en la medida de lo posible.


Otro concepto homólogo al pensamiento de Cerdà y que en la actualidad resulta fundamental es la ampliación de parques y jardines, con más zonas verdes y la implantación de huertos urbanos comunitarios. En definitiva, se pretende cumplir su lema "Ruralizad aquello que es urbano, urbanizad aquello que es rural". En el plano de Ensanche de 1859 cabe observar que se planteó un inmenso parque que ocuparía parte de Sant martí de Provençals y Sant Adrià de Besòs. En cuanto a la movilidad, se apuesta por estimular el desarrollo de una red de transporte público más extensa, sostenible y que pacifique el tráfico privado, además de incentivar los paseos a pie y en bicicleta. En la trama ortogonal proyectada por Cerdà hace más de 150 años el transporte se valoró como un servicio fundamental para la ciudadanía cuyo objetivo era facilitar los desplazamientos rápidos y garantizar el planeamiento de una red con buena cobertura territorial. En este sentido la construcción del tranvía de la Diagonal jugará un papel decisivo y primordial en el triunfo del transporte público sobre el transporte privado. A todo lo explicado añadir que tanto el urbanismo de Cerdà como el urbanismo post-Covid-19 tienen en común que nacieron a raíz de las epidemias que han azotado a la humanidad y para luchar contra la insalubridad. Son conceptos del siglo XIX todavía modernos, ideas del pasado vigentes en el presente para las ciudades del futuro, incluida Barcelona. El valor filosófico de los visionarios nunca muere.


Fotos: Ajuntament de Barcelona, Barcelona al Día, Museu d'Història de la Ciutat, Ramon Martí i Alsina (retrato).

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por tu obra Ildefonso. Que pena que Barcelona y Catalunya se hayan beneficiado de tu talento cuando no lo merecían en absoluto por cómo te trataron... y te tratan dándo tu nombre a una plaza que encarna todo lo que tu querías evitar.

Ricard dijo...

Tienes razón, ciertamente le dedicaron a Ildefons Cerdà el lugar menos indicado. Espero que en un futuro no muy lejano se rectifique, pero bueno, creo que ahora el Ayuntamiento está para otras labores. Un saludo.