domingo, 6 de agosto de 2023

Cuando la estación fantasma de "Sant Antoni" de la L2 de metro se convirtió en el Teatre Metropolità de Barcelona


Pocos se pueden imaginar que la actual estación “Sant Antoni” de la L2 de metro fue usada temporalmente como escenario teatral cuando todavía estaba pendiente de entrar en servicio. Fue una experiencia única e irrepetible, aseguran algunos que incluso pionera a nivel mundial, más bien producto de una época y en un contexto enmarcado bajo la llamada Transición que lo hizo posible en un momento históricamente oportuno.
El responsable de convertir esas instalaciones fantasmas en un equipamiento cultural efímero fue obra y gracia del pintor, grabador y escenógrafo Santiago “Iago” Pericot i Canaleta (El Masnou 1929-2018). Licenciado en Magisterio y Psicología por la Universidad de Barcelona, graduado en Arte por la Slade School of Fine Arts de Londres y graduado en Arte Dramático por la Escuela de Arte Dramático Adrià Gual (EADAG), además de profesor d'Espai Escènic del Institut del Teatre, decidió en 1975 fundar junto al actor Sergi Mateu i Vives (Sabadell 1955) la compañía Teatre Experimental de Barcelona con la intención de abrir un espacio artístico alternativo de reflexión e investigación propio. Defendían un teatro experimental gregario y al abasto del público en general cuyo objetivo era poner de manifiesto los problemas sociales del momento. Todos los miembros de la compañía participaban activamente en los diversos trabajos creativos que comportaban los montajes teatrales. Planteaban, en definitiva, un teatro donde todo el mundo asumiría distintos cargos y podría aportar de su colaboración.



En 1977 Iago Pericot y Sergi Mateu montaron la obra teatral “Rebel Delirium”, interpretada por el mismo Sergi Mateu, además de Manel Muntaner, Joan Matas, Anna Balsach, Santi Arisa, Rosa Raich y Josep Ballester. En los aspectos técnicos la voz fue a cargo de Josep Muntanyès; la música la compuso Santi Arisa y la interpretaron Josep Maria Aloy, Santi Arisa, Quim Casas y Jordi Ulivarri; el vestuario corrió a cargo de Elisa Ruiz; la iluminación la diseñó Joan Escrich y Agustín Lahuerta; las diapositivas Carles Ametller y Josep Maria Peñalver; la coordinación técnica Miquel Bonastre; el sonido Salvador Palència; el espacio teatral Cristóbal Ramírez y Carles Roig; el diseño gráfico Carles Ameller; la dramaturgia Vicent Bernat y la dirección y escenografía Iago Pericot.
La obra, cuyo lenguaje teatral no buscaba valor literario sino que servía de pretexto de lo que sería el espectáculo a ofrecer, quería llegar al escenario ofreciendo un discurso abierto, un juicio teatral de la homosexualidad donde se pusieran de manifiesto aspectos como la marginación, la represión, la opresión, la depresión, el aislamiento, la agresividad, el encierro y la rebeldía, entre otros. Para la puesta en escena no buscaba precisamente un teatro sino una ubicación alternativa singular cuyas características permitieran la acogida de éste espectáculo. Al considerar que el teatro convencional no aportaría nada nuevo optaron por posibilitar la libertad de elección de un nuevo contexto, es decir, que el montaje no debía de subordinarse al espacio teatral sino que éste debía de subordinarse al montaje.



Finalmente, tras la búsqueda de un ambiente idóneo se planteó la posibilidad de representar en la estación fantasma de “Sant Antoni” de la futura L2 de metro. La acústica permitía diferentes niveles de resonancia incluso de cara a interpretar las piezas musicales, mientras que la iluminación aprovecharía la estructura circular del túnel pudiendo ofrecer distintas posibilidades a pesar de quedar determinado por las limitaciones del montaje. Dicho montaje usaría el túnel como escenario, el cual obligó por sus características a modificar algunas de las escenas previstas. Las paredes, adecuadamente iluminadas, se aprovecharían para reflejar momentos de dramatismo. La carencia de decorados quedaría suplida por la iluminación, la fuerza interpretativa de los actores y actrices así como por la división del escenario en el túnel.
La estación “Sant Antoni” constaba de un andén central de 110 metros de longitud, túneles laterales y dos vestíbulos en ambos extremos con accesos a la ronda de Sant Antoni con Villarroel y con Comte d’Urgell. Su materialización fue gracias a la modificación que el Plan de Metros de 1966 hizo de la Línea II, la cual inicialmente se preveía desde la Vall d’Hebron hasta Sants pero luego se decidió que finalizaría en el Paralelo. El 22 de diciembre de 1968 el Ministerio de Obras Públicas adjudicó las obras de construcción. Sin embargo, los diversos problemas hallados en el subsuelo de las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni por la presencia de restos de la antigua muralla medieval obligaron a paralizar los trabajos repetidamente, encareciendo el presupuesto y retrasando su entrada en servicio. En noviembre de 1974 el hallazgo de aguas torrenteras que interrumpían el paso de las tuneladoras a la altura de la plaza de toros Monumental y la construcción al mismo nivel por un error de cálculo del trazado a la altura de la Sagrada Familia de las Líneas II y V llevó a suspender las obras a mediados de 1975. No sería hasta el 25 de septiembre de 1995 que entraría en servicio como L2.



Tras algunas negociaciones la S.P.M. Ferrocarril Metropolitano de Barcelona, S.A., la Delegación de Servicios de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y el Institut del Teatre de Barcelona colaboraron en hacer realidad la pieza teatral. Iago Pericot llegó a afirmar que “tras lograr el acuerdo no todo fue tan fácil. Romper unos moldes de estas características, como hacer teatro en el túnel de una línea de Metro, es una odisea que de ningún modo hubiéramos podido protagonizar sin el total apoyo y ayuda que desde el primer momento encontramos en los responsables del F.C. Metropolitano”. Hubo además la colaboración de varias personas, entidades e instituciones como por ejemplo la Comisión de Barrios de los Distritos VI-V-IV, la editorial Vicens-Vives, el Colegio Oficial de Aparejadores de Cataluña y Baleares, Estructuras “Ultra” y la fábrica de géneros de punto Farré i Sentís.
Entre el 6 de octubre de 1977 y hasta el 8 de enero de 1978 se representó a diario en función única “Rebel Delirium” en la estación “Sant Antoni”, que para la ocasión se rebautizó como Teatre Metropolità de Barcelona. En el andén central se habilitaron los asientos para unas 200 personas. La obra tenía una duración de 1 hora y 36 minutos y en general tuvo buena acogida de público (más de 11.000 espectadores) y notable eco internacional especialmente por el lugar donde se representaba. El acceso a la estación se efectuaba por la boca ubicada en la calle de Villarroel esquina con la ronda de Sant Antoni. Cada jueves, al terminar la función se organizaba un coloquio abierto al público donde participaron alumnos del Institut del Teatre y de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Los pases eran de martes a sábado a las 22:30h y los domingos a las 20:00h. Los lunes había descanso.

 
La representación de la citada obra teatral fue acompañada de una serie de actividades culturales que se desarrollaron en algunas instalaciones del metro de Barcelona. Así, por ejemplo, en el vestíbulo de la estación “Universitat” de la L1 se instaló una exposición de murales pintados por conocidos artistas del momento y se celebraron once conciertos de jazz. Bajo el lema “Nadal al soterrani” se organizaron una serie de espectáculos gratuitos como mimo, teatro, conciertos de música clásica y contemporánea, ballet, cercavilas, corales dirigidas por Oriol Martorell e incluso sardanas. Otro espacio aprovechado fue el vestíbulo de la estación “Diagonal” de la L3 y L5 donde se expuso una muestra fotográfica.
Finalizado el periodo navideño terminó una experiencia atrevida, única e irrepetible, la cual tuvo tres objetivos básicos: la búsqueda de nuevos espacios, el aprovechamiento por primera vez de un túnel de un ferrocarril metropolitano y hacer representaciones teatrales con mensaje pedagógico. En definitiva, “Rebel Delirium” fue una obra teatral vanguardista desarrollada durante la Transición (una de las muchas que entonces se representaron) que, además de contribuir a la modernización y renovación del teatro catalán, fue claro reflejo de la existencia de una crisis de las viejas estructuras teatrales, a su vez punto de partida de un cambio radical en las formas de producción y de entender el teatro imperantes hasta el momento para dar paso a unos años de evolución que desembocarían a la situación actual.


Fotos: Arxiu Fundació TMB, Institut del Teatre, Pilar Aymerich.