lunes, 26 de noviembre de 2012

Todos ganadores


Finalmente, se produjeron cambios significativos en el nuevo Parlament de Catalunya surgido de las elecciones anticipadas catalanas. Los resultados eran de esperar debido a una reacción coherente de la sociedad catalana ante la actual situación de crispación e inestabilidad. Todos los partidos, tanto los vencedores como los perdedores, se sintieron igualmente ganadores aunque por diferentes motivos. Se obtiene una cámara parlamentaria sin grandes mayorías, más plural y equitativa, lo que otorgará una superior capacidad de decisión, voz y voto a cada partido. Un producto final consecuencia de un aumento considerable de la participación ciudadana que ha acudido masivamente a las urnas, lo que se interpreta como una noticia positiva porque refleja el interés de la sociedad por buscar soluciones a los problemas que nos afectan, un deseo de terminar con la hegemonía de unos partidos inmovilistas y perpetuados, el anhelo de ofrecer una oportunidad a formaciones políticas nuevas o minoritarias destinadas a romper con la monotonía provocada por las grandes fuerzas “de siempre”, y sobre todo que la sociedad catalana es ideológicamente plural.


El ganador, CONVERGÈNCIA I UNIÓ, se siente como tal y no le faltan motivos para ello, pues a pesar de perder 12 diputados con respecto a los comicios del 2010, mantiene el doble de representantes que la segunda fuerza. El presunto caso de corrupción del cual han sido objeto de polémica reciente Artur Mas y la familia Pujol así como los recortes en políticas sociales de estos últimos dos años le han impedido la obtención de la mayoría absoluta y, en consecuencia, la monopolización del voto independentista.


ESQUERRA REPUBLICANA DE CATALUNYA ha pasado a ser la segunda fuerza, aunque con menos votos que los socialistas debido al sistema proporcional. Este partido acapara el voto independentista de aquellos quienes pretenden evitar a toda costa que el sentimiento secesionista se convierta en patrimonio exclusivo de una fuerza política concreta. Posiblemente parte de este espectacular aumento procede de convergentes desengañados que ven en los republicanos una alternativa a favor de la soberanía más social.


La tercera fuerza en escaños ha sido el PARTIT DELS SOCIALISTES DE CATALUNYA, que ha perdido representación aunque no la esperada, y se consuela con ser la segunda fuerza más votada que apuesta por el establecimiento de un modelo federal como término medio a caballo entre el independentismo y el centralismo. Los socialistas deberán de someterse a una profunda remodelación si quieren remontar y obtener los buenos resultados de antaño, con un programa menos ambiguo y políticos más carismáticos capaces de atraer a las masas.


Pasa a ocupar la cuarta posición el PARTIT POPULAR todo y haber mejorado resultados con un diputado más y haber obtenido un aumento de votos, en buena parte gracias al carisma de Alicia Sánchez-Camacho, que ha sido capaz de mantener a los votantes fieles e incorporar a nuevos a pesar de la política impopular de recortes de su homólogo en el Gobierno central. De este modo, continúa siendo la principal fuerza de oposición a los proyectos soberanistas, razón principal de este mantenimiento y mejora en las presentes elecciones catalanas.


INICIATIVA PER CATALUNYA - ELS VERDS ocupa la quinta posición con una leve mejora de resultados de este partido que se ofrece objetivamente como alternativa real a la izquierda. Defensores de un modelo de estado federal, a diferencia de los socialistas, son partidarios de la convocatoria de un referéndum de consulta. Su presencia parlamentaria será decisiva de cara a pactar y obtener acuerdos de tipo social con homólogos de izquierdas frente a las opciones más liberales y conservadoras de convergentes y populares. En definitiva, refuerzan su posición como “cara amable” de la izquierda catalana.


La gran sorpresa de la noche fue para CIUTADANS, que triplica representantes y duplica el número de votos. Este aumento no se ha producido a costa de un trasvase de votos del PP, lo cual supone la existencia de un porcentaje importante y significativo de la sociedad catalana que no está de acuerdo con la independencia de Cataluña y prefiere seguir formando parte de España. Las razones de este notable incremento se deben a esa reacción de quienes discrepan del secesionismo que han decidido no quedarse en casa, votar a partidos pequeños que no acostumbran a sacar representación alguna o bien votar a los populares.


Finalmente, entra en escena un nuevo partido, la CANDIDATURA D’UNITAT POPULAR, con tres escaños, que viene a echar al fracasado Solidaritat per la Independència, el cual, tras la marcha de Joan Laporta inició un lento y progresivo proceso de disolución en manos de unos representantes carentes de carisma. Incluso la controvertida Plataforma per Catalunya (octava fuerza que no ha podido entrar) ha obtenido más votos. La nueva CUP se presenta como una opción fresca presuntamente más social y cercana a la ciudadanía, especialmente dirigida a la juventud, y con ciertos tics de “alternativa”.


Fuera han quedado el resto de formaciones. Un caso significativo es el de Unión, Progreso y Democracia, cuyos votantes han optado por favorecer al partido liderado por Albert Rivera, por lo que formaciones singulares como Plataforma per Catalunya, Solidaritat per la Independència, Escons en Blanc y el Partit Antitaurí han obtenido incluso más votos, por el orden aquí indicado. Un largo camino por recorrer les queda a UPyD si quieren obtener representantes en Cataluña, empezando por suavizar sus lemas más agresivos ofreciendo por un discurso más positivo, constructivo, amable y cercano.


Todos han ganado y nadie ha perdido. Ahora hay que preguntarse forzosamente si el pueblo catalán también ha ganado, porque en caso contrario aumentará el desengaño hacia la clase política. El nuevo gobierno catalán, si es un reflejo real de sus gentes, debería de ser más unitario y de consenso con un gran acuerdo nacional por el establecimiento de un frente común para combatir la crisis económica y recuperar el bienestar de la sociedad catalana. Luchar contra los problemas que acechan no pueden ser soluciones de un solo partido sino de consenso global de todas las fuerzas parlamentarias para que sean aplicables y eficientes. En definitiva, hace falta lo que siempre pronunciaba el presidente Tarradellas, “unidad y un golpe de timón” para tener una voz más fuerte y sólida y autoridad moral en Madrid. Él también nos decía que “dada la situación económica, política y social del país, no se pueden hacer las cosas de manera que la gente pueda creer que no tenemos razón: hacer las cosas con precipitación y a veces desbordando los límites de lo constituido da la impresión de falta de rigor y de seriedad y esto hay que evitarlo”. Un gobierno monocolor supondría excluir a la mayoría de ciudadanos de Cataluña que no se sentirían representados.


Desde ahora Cataluña se encuentra en una situación de (relativo) equilibrio donde las diferentes formas de pensamiento se encuentran representadas. La voz del pueblo catalán no debe quedar en vano. Es necesario para los próximos cuatro años garantizar la estabilidad, evitar aventurarse en proyectos estériles que llevan a la nada y ofrecer una política que transmita ilusión y esperanza en estos tiempos difíciles. En definitiva, ahora hace falta más que nunca, seny català.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Había una vez un circo… de la familia Aragón


¿Cómo están ustedes? A esa célebre pregunta que los entrañables payasos de la tele hacían a los niños y niñas al empezar el espectáculo, esta vez la mayoría responderemos que muy tristes. El mundo del circo ha perdido a un referente importante como es Emilio Aragón Bermúdez, más conocido como Miliki. Con él desaparece el último artista de un clan que formó parte de una generación que trabajó amorosamente el arte circense en unos tiempos políticamente y socialmente difíciles. Sin duda recordaremos también a sus hermanos Gabriel (Gaby) y Alfonso (Fofó), que juntamente con Miliki formaron el trío de payasos más famosos de la historia de España.
Aunque tuvieron la ventaja de un medio moderno, eficaz y práctico de difundir con relativa facilidad su popularidad como era la televisión, igualmente su fama y reconocimiento se la trabajaron a pulso y alcanzaron prestigio internacional por méritos propios. Su experiencia se remonta desde la infancia, pues nacieron en el seno de una familia con tradición circense. Hijos del también payaso Emilio Aragón Foureaux, desde muy pequeños, concretamente a partir de 1939, formaron el trío Gaby, Fofó y Emilín (posteriormente Miliki). Sin embargo, Gaby ya había dado sus primeros pasos en 1934. En el primero de los años citados actuaron en el circo Price de Madrid. En 1946 emigraron al continente americano, primero en Cuba. En 1949 hicieron su primera aparición por televisión, lo que les permitió especializarse como payasos televisivos, un hecho diferencial con respecto a otros artistas que todavía apostaban por las actuaciones en vivo. Alcanzaron popularidad en países como Argentina, México, Argentina, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos, donde rodaron diversos programas y shows de televisión.


Contratados por Televisión Española, regresaron a España en 1972. Su programa El Gran Circo de TVE alcanzó unas cotas de éxito extraordinarias. Cada emisión tenía una duración de 90 minutos, y entre el 19 de julio de 1973 hasta el 17 de septiembre de 1983 se retransmitieron un total de 1296 episodios. Aunque en diferentes temporadas la cabecera cambió de nombre, la estructura de sus contenidos permaneció prácticamente intacta. A partir de 1984 todos los miembros procedieron a hacer carreras por separado, y una parte de ellos se dedica todavía al mundo del circo, haciendo perdurar así esta tradición familiar.
Gracias a los hermanos Aragón, se mantuvo la afición al circo en nuestro país, contribuyendo a salvar esta manifestación artística de su decadencia y su obsolescencia debida a los cambios de hábitos de ocio y consumo que se avecinaban. A través de un medio de comunicación como la televisión, acercaron este mundo no solo a la población infantil sino que lo extendieron al colectivo adulto, el cual se convirtió en un espectador asiduo. Aunque el rodaje de los programas se hacía en una carpa situada en Vicálvaro (Madrid), el hecho de emitirse por televisión permitió no solo mostrar una visión distinta y modernizada del circo, sino también ofrecer sketches de 10 minutos rodados en estudios que en una carpa de circo en vivo y en directo no hubiese sido posible. El televisor era por aquél entonces uno de los pocos entretenimientos factibles en unos años donde la oferta de ocio y cultura era muy distinta a la actual.


Durante la década de los setenta los payasos de la tele fueron un fenómeno sociológico que influyó decisivamente a toda una generación de niños y jóvenes, y el éxito se debió en buena medida al hecho de emitirse en un momento propicio y oportuno de nuestra historia. A los hermanos Aragón se les podría atribuir la modernización del circo español, pues aunque siempre apostaron por un estilo clásico, su formato actualizado a los nuevos tiempos vividos creó escuela e imitadores repercutiendo a una renovación con respecto a los artistas de antaño (todavía influidos por los estilos circenses del siglo XIX) a la vez que abrieron las puertas a formas de expresión artísticas contemporáneas. Gracias a ellos el circo se convirtió por primera vez en un fenómeno comercial y popular de masas al alcance de todos. Formaron así un puente evolutivo en la historia, a caballo entre el pasado y el futuro que fue necesario. El circo español contemporáneo e incluso de vanguardia que hoy día conocemos que poco o nada se asemeja al tradicional no habría sido posible de no haber existido previamente la etapa labrada amorosamente por los hermanos Aragón. Su recuerdo ha contribuido a mantener vivo el interés y la afición por el arte circense en nuestra sociedad, conviviendo actualmente en armonía el circo clásico y el circo contemporáneo.


Referentes imprescindibles, la historia del circo español y en parte del circo mundial, no se podría explicar sin citar a la familia Aragón, que ha dedicado toda su vida a alegrar la vida de millones de personas de todo el mundo, con un talento y un carisma inimitables y una personalidad tan exclusiva que los define de un modo tan singular. Ahora se ha marchado el último testigo de aquella escuela. Hasta siempre, Miliki. Hasta siempre a todos los hermanos Aragón que allá donde estén, ayuden a mantener vivo y para siempre el mundo del circo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Recordando los pabellones de libros Antoni Palau i Dulcet de la calle de la Diputación


Si un día decidimos pasear por la calle de la Diputación justo detrás del edificio de la Universidad de Barcelona, hallaremos a la altura de la calle de Enrique Granados unos viejos quioscos de madera y chapa pintados de color verde de los cuales solo una permanece abierta. Es un vestigio de tiempos pasados, de la época gloriosa de los libros de viejo. Antaño, un tramo de la calle de la Diputación entre Aribau y Balmes estaba ocupado por paradas como las que hoy agonizan, en la acera del lado mar, que ofrecían libros y revistas antiguos. Entonces aquello estaba muy concurrido, lo que le otorgó un ambiente singular y una vida muy especial.



El origen de estos pabellones se remontaría en realidad con el Mercado de Libros de Santa Madrona del año 1902, que a su vez constituyó una auténtica escuela para iniciarse profesionalmente como bibliófilo y librero. Este espacio tuvo una gran tradición barcelonesa y por ese motivo enseguida se convirtió en una estampa típica de la ciudad. Se hallaba emplazado en la calle del Portal de Santa Madrona, justo al lado del antiguo convento de santa Mónica. Los primeros impulsores fueron los libreros Josep Bahí, Francesc Adán y Pau Rosé. Sin embargo, con motivo de las obras de prolongación de la línea III del metro en el tramo “Liceo-Pueblo Seco”, en 1966 se vieron obligados a trasladarse de lugar y buscar un nuevo emplazamiento. Inicialmente, la Administración propuso eliminar definitivamente el Mercado por la aparente imagen de pobreza que ofrecía al turismo mediante el pago de una indemnización a todos los propietarios, pero la presión de los libreros de viejo y del Gremio reclamando un nuevo espacio obligó a emprender largas gestiones para llegar a un acuerdo final.


Finalmente, después de nueve meses de negociaciones, el Ayuntamiento de Barcelona cedió a las presiones y eligió la parte trasera del edificio de la Universidad de Barcelona que daba a la calle de la Diputación. Esta opción se impuso frente a las alternativas de la ronda de San Antonio (frente al Price justo donde hubo la cárcel de mujeres) y el parque de la Ciudadela. En la salvación del mercado tuvo mucho que ver la intervención de Esteve Bassols, periodista, director del Instituto Catalán de Cultura Iberoamericana y delegado se Servicios, Relaciones Públicas y Turismo del Ayuntamiento de Barcelona. Como compensación por las molestias del traslado, la Dirección General de Transportes Terrestres, responsable de las obras del metro, procedió a indemnizar a los libreros con una suma cercana al medio millón de pesetas.
En el proyecto inicial, las paradas tenían que montarse mirando de cara a la montaña, adosadas a la pared del edificio de la Universidad de Barcelona, pero el rector se opuso y ello obligó a cambiar la posición. Según parece, dicho rector consideraba inapropiada esta ubicación porque invitaba a los estudiantes a saltar la valla.


En total se erigió un conjunto de veinte paradas de unos 8 metros cuadrados cada una, todas ellas numeradas, que fueron ocupadas por los propietarios de las librerías de viejo. Cada una tenía un valor de 110.000 pesetas. Las concesiones eran indefinidas y solo se abonaba una cuota trimestral muy económica. El negocio, además, podía pasar de padres a hijos. La inauguración oficial de este mercadillo tuvo lugar el 10 de marzo de 1967, presidida por el entonces alcalde de Barcelona Josep Maria de Porcioles, con la participación de los presidentes del Instituto Nacional del Libro y del Gremio de Libreros de Lance, Carles Robles Piquer y Josep Pi Caparrós. En la parada número 12 se descubrió una placa conmemorativa.
Este conjunto de paradas fue bautizado con el nombre de Antoni Palau Dulcet, con motivo del centenario de su nacimiento. Este personaje nacido en Montblanc en 1867 fue un erudito librero, bibliógrafo, historiador cultural y cervantista español, autor de la magna y prestigiosa obra de siete volúmenes Manual del librero español e hispanoamericano. La segunda edición sumaba 26 volúmenes y un total de 381.897 títulos inventariados. Falleció en Barcelona en el año 1954.
La clientela habitual era la gente que acudía a buscar toda clase de libros. Por los quioscos frecuentaba desde el bibliófilo hasta el coleccionista pasando por el que deseaba llenar de golpe una biblioteca nueva sin buscar nada determinado y ni siquiera preguntando nada. En cada parada había muchos restos de ediciones y muy raramente ediciones de incunables. De libros buenos y de calidad había pocos, pues estos estaban mayormente en manos de coleccionistas y bibliotecas particulares.


A menudo las adquisiciones eran ejemplares viejos o modernos que estorbaban en las casas y que los traperos recogían a domicilio y luego ofrecían a los propietarios de las casetas. Estos bibliófilos y libreros también solían adquirir libros en los Encantes Viejos de la plaza de les Glorias. Muchos de ellos eran en realidad descendientes directos de quienes ya se dedicaban a la compra-venta del libro viejo que se iniciaron en paradas modestas ubicadas en portales participando a la vez en ferias y mercados. Se dice que algunos de estos antepasados eran incluso anteriores a la invención de la imprenta. Entre los libreros encontrábamos los nombres de Gibernau, Font, Millà, Rodés y Aiguader, entre otros.
Aunque en un principio este espacio tuvo éxito de público, enseguida en los años posteriores entraron en una progresiva decadencia, pues el cambio de hábitos y costumbres de la sociedad barcelonesa trasladó el ocio hacia otros lugares. Las ventas bajaron notablemente y muchas paradas terminaron por cerrar, algunas por la muerte de sus propietarios y otras antes de tiempo porque sus dueños aceptaron las indemnizaciones que ofreció el Ayuntamiento de Barcelona con el propósito de erradicarlas por completo.


En estos años de decadencia prácticamente solo se vendían revistas pornográficas, sobre todo durante la década de los ochenta, coincidiendo con la proliferación de establecimientos relacionados con el mundo del sexo por un sector de la Esquerra de l’Eixample, como los sex-shops, los puti-clubs y los locales de alterne y ambiente liberal. Sin embargo, en los años de la transición democrática e incluso en los últimos años del franquismo era habitual la venta de revistas de contenido erótico o subidas de tono, todas ellas por supuesto de manera clandestina. El caso más popular fue el de Salvador Egea, que llegó a tener hasta cuatro paradas que lo consolidaron como el librero más importante de Barcelona en cuanto a relato erótico y pornográfico se refiere. En la actualidad, sus herederos abrieron muy cerca, en la misma calle, un sex-shop llamado Egea, donde además de las telecabinas y productos eróticos, existe una librería temática al respecto, incluso un pequeño "Rincón del Coleccionista" donde se pueden encontrar auténticas rarezas.
Actualmente, la única parada activa es la regentada por Julio García, el cual pasó de vender libros antiguos y de ocasión a publicaciones eróticas internacionales ya desaparecidas. Los pocos clientes que acuden lo hacen con unas listas para buscar aquellos ejemplares que les faltan. Ahora el Ayuntamiento le ha abierto un expediente sancionador por incumplimiento de horarios. Posiblemente este último vestigio tiene los días contados, pero sin lugar a dudas la memoria histórica lo recordará para siempre. Al menos esa es mi intención.



jueves, 8 de noviembre de 2012

La muerte del Barrio Chino barcelonés


El Barrio Chino ha muerto. Cuando se confirmó que Barcelona acogería para el año 1992 los XXV Juegos Olímpicos, ese entrañable e histórico sector del casco antiguo inició una lenta y progresiva transformación que ha conllevado en la actualidad a la pérdida de su personalidad tan característica. Otras ciudades han sabido transformase y modernizarse a los nuevos tiempos pero sin perder su propia identidad. En Madrid, todavía existen esos locales de tapas decorados con cabezas de toro que otorgan a la ciudad un clima típicamente madrileño. Algo similar sucede en urbes como París, Londres, Roma, Viena, Ámsterdam, Lisboa, Sevilla y muchas otras. Incluso la ciudad más cosmopolita del mundo, Nueva York, ha sido capaz de mantener ese aroma neoyorquino tan característico. Sin embargo, en Barcelona ha desaparecido ese ambiente típicamente barcelonés. Toda ciudad debe adaptarse a su tiempo porque eso forma parte de la evolución, nada perdura para siempre, pero la instauración de un modelo “políticamente correcto” y la eliminación de aquellos locales y espacios urbanos que recordaban unos valores, unos tiempos y unas formas de vida contrarios a lo que ahora se estila, ha erradicado una personalidad que hubiese podido sobrevivir perfectamente adaptada al siglo XXI. Las llamadas “ciudad del diseño”, “marca Barcelona” y “modelo Barcelona” solo responden a un concepto artificial de la ciudad, pues la identidad no se puede fabricar bajo criterios políticos o economicistas sino que surge mediante un proceso natural de su ciudadanía en relación al espacio donde desarrolla su vida y se transforma con el paso del tiempo.


Según criterios de los mandatarios municipales, de cara a los Juegos Olímpicos de 1992 Barcelona no podía permitirse el lujo de mantener ciertos espacios y locales porque ofrecían una imagen degradada y denigrante al mundo. En estos últimos decenios existe el “vicio” de enfocarlo todo “de cara a los que vienen de fuera”, es decir, hacia la llamada población de hecho, por lo que destaca una enfermiza y obsesiva preocupación por la opinión que turistas, extranjeros y forasteros en general puedan tener de la capital catalana. Y para ello se ha pagado un alto precio como ha sido la pérdida de la personalidad real de Barcelona hasta el punto que la sociedad barcelonesa, o sea, la población de derecho, ha pasado a ocupar un plano secundario puesto que las políticas no se han enfocado “de cara a los de dentro”. Al no existir un equilibrio, se tiene la sensación de que la ciudad está más enfocada hacia los forasteros que hacia su propia ciudadanía. Hay quienes afirman, por ejemplo, que La Rambla ha dejado de ser aquella arteria donde se respiraba un “caliu” típicamente barcelonés y catalán, para pasar a ser una calle extranjera. La Rambla de antaño también ha muerto.


No se trata de criticar todas las políticas municipales efectuadas durante las últimas décadas. Por supuesto que era necesaria una regeneración de Barcelona basada en la rehabilitación de edificios y la construcción de otros nuevos, la peatonalización de calles y la apertura de nuevas vías de circulación, la ampliación de aceras, la creación de nuevas plazas, jardines y zonas verdes, la recuperación de la fachada marítima, la mejora del transporte público y la construcción de equipamientos educativos, culturales, deportivos y sanitarios, entre otras cosas. No hay nada a objetar sobre aquellas mejoras que han conllevado a un notable incremento de la calidad de vida y del bienestar. De lo que se trataba en realidad era que toda esa transformación positiva llevara consigo una evolución y adaptación a los nuevos tiempos de la personalidad típica barcelonesa, pero no la destrucción del patrimonio arquitectónico, habitacional y cultural.
Un ejemplo muy claro es el Barrio Chino, ahora llamado vulgarmente Raval. Histórico y hechizante barrio barcelonés, cuyas calles y locales aglutinan infinidad de relatos, acontecimientos y leyendas, se erigió como un testigo vivo de la Barcelona anónima, embrión de la historia local que ahora tanto se ha extendido y se reivindica en otras barriadas populares de la ciudad. Icono también de la Barcelona pobre y canalla así como de una latente realidad que siempre se pretende esconder como si no existiera. Ha sido el lugar de inspiración de novelas, películas y piezas teatrales, punto de encuentro de artistas bohemios y paso de visita de gente famosa.


Efectivamente, el Barrio Chino necesitaba una urgente regeneración que contribuyese a sacarlo de la larga marginalidad que padecía y a mejorar tanto el nivel como la calidad de vida. Si bien se han producido mejoras beneficiosas que eran necesarias en cuanto a equipamientos y rehabilitaciones se refiere, el derribo indiscriminado de inmuebles era perfectamente evitable. En realidad, lo que hacía falta era un buen “lavado de cara”, una rehabilitación general de toda la barriada. Dichos derribos se defendieron alegando que se procedía al esponjamiento, algo ejecutable con tan solo eliminar remontas, áticos y sobreáticos añadidos, y las barracas de los terrados y de los patios de las manzanas de los edificios. Existían edificaciones muy antigas, incluso del siglo XVII, desde modernistas hasta palacetes de antiguos nobles que han dado paso a vulgares y apáticos bloques funcionalistas con un diseño que llama al mal gusto y completamente desintegrados del paisaje urbano. Además, estas nuevas viviendas son de pésima calidad, mostrando algunas de ellas desperfectos y síntomas de degradación, con el agravante de que tienen una esperanza de vida de solo 75 años, con lo cual, transcurrido ese tiempo, inexorablemente deberán derribarse. Un buen negocio para perpetuar la especulación inmobiliaria y expulsar a los vecinos de sus barrios de siempre.


Por lo referente a edificios cuyas condiciones de vida eran infrahumanas, con viviendas de solo 15 metros cuadrados, sin baño y estrechas escaleras claustrofóbicas, hubiese bastado con proceder a un vaciado interior tal y como se ha hecho con muchos edificios del Eixample, es decir, derribarlos por dentro manteniendo la fachada antigua, de modo que el resultado sería un bloque de viviendas moderno con las comodidades y necesidades actuales pero con el aspecto exterior antiguo, lo cual hubiese permitido mantener ese paisaje tradicional e histórico. Cada edificio, con independencia de su calidad, es único e irrepetible, con una historia y una personalidad. Al derribarlo, esa seña se pierde para siempre, siendo irrecuperable. Ejemplos de destrucción de patrimonio lo podemos ver con la apertura de la rambla del Raval, la nueva plaza de la Gardunya tras el mercado de la Boqueria y todo el conjunto de  edificaciones erigidas en la calle d’en Robador, las plazas de Vázquez Montalbán, Salvador Seguí y de Pieyre de Mandiargues y el sector de Santa Madrona (comprendido desde la calle Nou de la Rambla hasta el puerto). Esa llamada “regeneración”, aparte de matar la personalidad del barrio, no ha servido en absoluto para solucionar los problemas de marginación social, pobreza, paro, delincuencia, drogas y prostitución, que todavía son muy vigentes. Por todo el Raval cuelgan en muchos balcones diversas pancartas con el lema “Volem un barri digne”, luego algo ha fallado y claro está que sus vecinos no están precisamente contentos. Deberían de intensificarse las políticas sociales hacia todos estos colectivos que necesitan una atención especial, así como la atención hacia las ancianas viudas que viven solas y en la miseria, sin apenas recibir ayudas sociales y cuya amenaza de desahucio y “mobbing” inmobiliario les acecha.


Una actuación como la realizada recientemente con la construcción de ese antiestético búnker de hormigón armado que acoge la sede de la Filmoteca de Catalunya y el “hotel cilíndrico” hubiese sido una buena solución para otras barriadas barcelonesas, especialmente aquellas donde los bloques con aluminosis tuvieron que ser derribados, puesto que habría contribuido a descentralizar la ciudad y a regenerar la economía de esos sectores. En casos extremos, donde solo hay solares, cubiertas abandonadas o edificios en ruina, sí que tenía sentido la obra nueva, pero el diseño de esas construcciones debería haber tenido como condición sine quanon su integración en el paisaje y evitar la ruptura de la estética urbana antigua e histórica.
Actuaciones como la creación del CCCB y del MACBA así como el traslado de las facultades de Filosofía y de Geografía e Historia han sido, por el contrario, acertadas, puesto que han sabido aprovechar un gran solar inutilizado del antiguo convento dels Àngels para el paseo y el fomento del saber y la cultura.


Actualmente, la oferta comercial que tanta vida otorga al barrio sería un aspecto positivo a valorar. La apertura de nuevos establecimientos, el mantenimiento de comercios o bares históricos, así como la apertura de locales de copas de diseño o que han sabido aprovechar la estética de antiguos comercios desaparecidos forma parte de la evolución natural de la oferta de la ciudad, cuya ciudadanía ha respondido favorablemente. De igual forma, es muy interesante la apertura de galerías de arte, centros culturales y la amplia y variada oferta gastronómica que va de lo más tradicional a lo más exótico.
Queda pendiente la actuación urbanística en la calle de Sant Ramon, centro de la prostitución callejera por excelencia. Sería deseable evitar cualquier derribo a cambio de rehabilitar las viviendas existentes y potenciar el comercio de barrio, equilibrando la convivencia entre tradición y modernidad.
Aparte del Barrio Chino, el resto de Ciutat Vella también se ha visto afectado por remodelaciones que han llevado a la destrucción de patrimonio, siendo los casos más destacados la prolongación de la avenida de Francesc Cambó y la apertura de la calle de Allada Vermell, entre otras actuaciones. Este distrito, donde a través de sus calles y sus casas se concentran los orígenes históricos y culturales de Barcelona no debería ser solo para el disfrute turístico, sino también un lugar para vivir.



jueves, 1 de noviembre de 2012

Recuerdos de mi autobús: el 18

Foto: Miquel Segura

Todos tenemos recuerdos entrañables de aquellas cosas que formaron parte de nuestra vida y que durante la infancia y la juventud nos acompañaron. Aunque se suele decir que cualquier tiempo pasado fue peor porque no había las comodidades de ahora, añoramos sin embargo con una sonrisa aquellas épocas que vivimos antaño y que tanto nos marcaron como personas. En nuestros barrios recordaremos por ejemplo los cines de reestreno donde veíamos entretenidos programas dobles, y también aquellos comercios tradicionales de siempre cuyos dueños tan queridos por todo el vecindario se convirtieron en miembros de la familia.
Algo parecido me sucede cuando rememoro aquella línea de autobús en la que tantas veces viajé y gracias a la cual descubrí Barcelona. Esa era la 18, establecida de mutuo acuerdo entre el Ayuntamiento de Barcelona y el Patronato de Viviendas del Congreso Eucarístico con motivo de la construcción de la nueva barriada. Tranvías de Barcelona la puso en servicio el 10 de julio de 1961, con un recorrido entre la plaza del Congreso Eucarístico y las Atarazanas. Inicialmente, el itinerario previsto era hasta la plaza del Virrey Amat, pero debido a que las obras de pavimentación de la calle de Felipe II no terminaban, finalmente la idea se descartó. Sin embargo, los indicadores de línea y las paradas indicaban el origen y final que nunca fue, por lo que tuvieron que ser rectificados. Corría por aquél entonces la leyenda de que el Obispado firmó a petición de la parroquia de San Pío X un tratado por el cual el Ayuntamiento se comprometería a no suprimir jamás esta línea de autobús.


Al entrar en servicio su denominación no era el número 18, sino que llevaba un distintivo de letra, la S. Eso se mantuvo hasta el cambio numérico definitivo, el 23 de febrero de 1964. Habitualmente los vehículos utilizados eran los Pegaso-Seida del modelo 5020, los primeros de fabricación nacional, pintados con un doble tono azulado conocido popularmente como “azul Porcioles” en honor al entonces alcalde de Barcelona. La entrada se efectuaba por detrás, donde se hallaba la cabina del cobrador. Las puertas del centro y delantera eran de salida. Estos autobuses los llegué a conocer cuando era muy pequeño. Sin embargo, los que recuerdo mejor por haber durado tantos años fueron los Pegaso-Jorsa del modelo 6035, conocidos también como "Monotrales". Los conocí pintados primero de “verde Porcioles” con franja amarilla y después de rojo con franja crema. Eran una serie de dos puertas, y tanto la entrada como el cobro se efectuaban por delante. Al subir al autobús, en el lado opuesto al conductor había una máquina expendedora de billetes de color amarillo donde introducías las monedas y te expedía un billete sencillo. Luego, para pasar al interior había un torniquete. A esas máquinas yo de pequeño las llamaba “los pagaduros”. A partir de 1980 incorporaron canceladoras de tarjetas multiviaje, que luego sustituyeron definitivamente a las máquinas expendedoras.


Foto: César Ariño

Viajar en estos autobuses suponía sentarse en asientos duros de contrachapado de madera y soportar el ralentí, el traqueteo y el ruido del motor. Además, carecían de aire acondicionado, pero era lo que existía, con lo cual estabas acostumbrado a aquellas viejas glorias, cuya fidelidad y resistencia nada tiene que envidiar a los modernos autobuses de hoy día. El recorrido apenas cambió durante toda su vida. Yo conocí su primitivo itinerario. Partía del lado montaña de la plaza del Congreso Eucarístico y seguía por la plaza del Doctor Modrego, Manigua, paseo de Maragall, plaza de Maragall, Navas de Tolosa (a la vuelta por Valencia, Olesa, Vizcaya y plaza de Maragall), avenida Meridiana, Valencia, Enamorados, La Coruña, avenida Meridiana, plaza de las Glorias, avenida Diagonal, Cerdeña, Gran Vía, plaza de Tetuán, Gran Vía, Pau Claris (a la vuelta por paseo de Gracia), ronda de San Pedro, plaza de Urquinaona, ronda de San Pedro, plaza de Cataluña, la rambla, Puerta de Santa Madrona y avenida de les Drassanes, desde donde giraba por la plaza de la Puerta de la Paz para tomar en sentido ascendente la Rambla.


Foto: César Ariño

Las paradas habituales fueron las popularmente llamadas “Vidal Hospital”, de color amarillo, con publicidad en la parte superior y una chapa giratoria donde se indicaba el recorrido y los horarios de línea. Su nombre viene de un contrato-subasta convocado por Tranvías de Barcelona en el año 1959 para explotar un nuevo servicio de publicidad en las placas indicadores de las paradas. Este contracto fue otorgado a Miguel Vidal Hospital, responsable de su diseño. A la espera de la llegada del autobús, todavía recuerdo las máquinas con venta de chicles redondos de diferentes sabores a una peseta, que luego se retiraron, si bien otras fueron víctimas de la rapiña de las bandas de gamberros.


Muchas cosas de Barcelona llegué a conocer gracias al 18. Con este autobús iba incluso a los cines de barrio, como el Rívoli y el Maragall. El primero estaba en la calle de José Estivill con la avenida Meridiana, entonces una arteria gris de ancha calzada y estrechas aceras la cual era necesario cruzar en algunos tramos a través de unos verdosos puentes metálicos. Me bajaba en la plaza de Fernando Reyes, donde descubrí la singular y futurista iglesia de San Juan Bosco. Ocasionalmente, para ir al cine Maragall utilizaba también el 18 si iba justo de tiempo. Me apeaba en la primera parada de la calle de las Navas de Tolosa y recorría andando el paseo de Maragall.
Viajando en este autobús descubrí por primera vez los Encantes Viejos de la plaza de las Glorias. Lo visité por primera vez un sábado por la mañana, acompañado de mi hermano Tomás y de mi padre.
A través de su recorrido observaba la grandeza y majestuosidad de la Gran Vía y edificios emblemáticos como la plaza de toros Monumental y el Hotel Ritz. De niño siempre solía confundir la plaza de urquinaona con la de Cataluña, pero el problema me lo resolvió un señor mayor que estaba sentado justo a mi lado. - “Això és la plaça d’Urquinaona”- me dijo aquél buen hombre. Luego, al llegar a la altura de El Corte Inglés, me indicó - “I això és la plaça de Catalunya”-. Y terminó preguntándome: -“Què? Ja estàs més orientat?”-, por lo que yo asentí afirmativamente. Desde entonces jamás se me olvidó.

Foto: Pere París

Fueron muchos los sábados por la mañana en los que mi madre y mis hermanos utilizábamos el 18 para desplazarnos a la plaza de Cataluña o a la Rambla.
- “Anem a Barcelona”- decía siempre mi madre, pues esa era la expresión habitual de muchos barceloneses de aquellas generaciones, como si las barriadas periféricas fuesen pueblos. Unas veces visitábamos el centro comercial El Corte Inglés, entonces no tan grande como ahora. Otras veces nos bajábamos en la Rambla. Desde Canaletas íbamos a pie recorriendo el ambiente de antaño cuando entonces aquella arteria era realmente la Rambla y se respiraba un ambiente típico barcelonés. Fue aquella vez la que descubrí las paradas de pájaros de diferentes especies. - “Mira, la Rambla dels Ocells”- me decía mi madre. Luego, más abajo, imperaba el aroma a plantas. –“Mira, la Rambla de les Flors”-, me indicó ella. A veces entrábamos en el palacio de la Virreina para ver alguna exposición de arte, o bien nos adentrábamos en el mercado de la Boqueria. Éste último, si no se ha visto nunca, impresiona de verdad en los ojos de un niño, por lo que se convirtió en toda una aventura. Me parecía gigantesco, como un palacio de la alimentación, una pequeña ciudad con un tráfico de personas que otorgaban a aquel lugar una vida extraordinaria. Me encantaba el aroma típico y exclusivo de plaza de mercado que tanto abría el apetito, el olor a mar de las pescaderías, la fragancia de las olivas en vinagre y de los garbanzos cocidos, y la dulzura de las fruterías. Pero también me impuso respeto pasar ante las paradas de despojos, al observar las cabezas de cordero y un par de pulmones colgados por unos ganchos. La experiencia de la Boqueria fue tan interesante que la repetimos en diversas ocasiones.
En la misma Rambla visité por primera vez acompañado de mi madre y mi hermano Tomás la tradicional Fira de Sant Ponç, que anualmente llena la calle del Hospital de singulares paradas donde se vende fruta confitada, miel y especias aromáticas. Eso sucedió un 11 de mayo de 1980, fecha en la que pude observar de cerca como eran los panales de abeja, auténtica obra de ingeniería de la naturaleza.


Con el 18 descubrí también el puerto y pude ver de cerca los barcos. Me fascinaba averiguar qué profundidad tenían aquellas aguas sucias y malolientes. También conocí el monumento a Colón, la desaparecida réplica de la carabela Santa María que llegué a visitar con mi padre, y las Golondrinas con destino al rompeolas, con las que viajé junto a mi padre y mi hermano Tomás en varias ocasiones.
El 10 de octubre de 1983 la línea 18 cambió levemente su recorrido por mi barrio, pasando a circular por las calles de Felipe II y Garcilaso en sentido mar y por las calles de Palencia, Bofarull y Felipe II en sentido montaña. Con el paso de los años, el servicio fue perdiendo calidad a favor de otras líneas, de modo que siempre dotaba de los autobuses más antiguos y tenía frecuencias de paso demasiado largas. Muy raramente se podían observar vehículos modernos.


Sin embargo, el 3 de abril de 1995 el recorrido fue prolongado hasta el recinto del Port Vell, lo cual pareció un interés por parte de la compañía de transportes en mantener y apostar por esta línea. Desgraciadamente, esa mejora fue efímera, pues un año después, el 6 de mayo, recortó su recorrido hasta la plaza de Cataluña, siendo cubierto el tramo hasta el Port Vell por la línea 19. Ello supuso numerosas protestas vecinales en el barrio del Congrés. El proceso fue algo esperpéntico. Los escritos a TMB y al Ayuntamiento acompañados de 1200 firmas de usuarios y vecinos de nada sirvieron. Además, en las marquesinas se leían pintadas de defensa de la línea 18 hasta mensajes de desprecio e insulto, escritos haciendo réplica a los ataques, cartas anónimas o con nombres falsos, etc.
Finalmente, el 22 de septiembre de 1997, con motivo de la inauguración del tramo Sagrada Família-La Pau de la L2 de metro, la línea 18 cesó definitivamente su servicio. A cambio, llegó al barrio la nueva línea 36, y poco después, la línea 20.
En total, 36 años de historia de una modesta y discreta línea de autobús que se convirtió en toda una institución del barrio, y a la cual debo agradecer haber conocido una parte importante de la ciudad de Barcelona, y haberme acompañado en una etapa de mi vida. Gracias a este autobús me aficioné al mundo de los transportes y a la recuperación de la memoria local.