miércoles, 1 de junio de 2011

32 años de gobierno socialista en Barcelona (II). Desarrollo y plenitud: Pasqual Maragall (1982-1997)


Entre los años 1982 y 1997 la ciudad de Barcelona vivió una etapa de plenitud y desarrollo especialmente marcada por la celebración de los Juegos Olímpicos en el año 1992, lo que supuso una importante renovación urbana de todo aquello que ya existía y una finalización de las obras pendientes desde la década de 1960.
El 2 de diciembre de 1982, Pasqual Maragall i Mira fue elegido alcalde de Barcelona en sustitución de Narcís Serra. Asentadas las bases del programa socialista por parte de su antecesor, en los años sucesivos se pudo desarrollar un largo proceso de profunda rehabilitación de la ciudad que era necesaria para evitar su degradación. El objetivo era ponerla al día de la vida democrática y elevarla en calidad a la altura de las grandes ciudades europeas. Pero para ello era necesario disponer de un gran capital económico ayudado a la vez de algún evento importante que sirviera para la proyección nacional e internacional de la capital catalana. Así se inició la recuperación de Barcelona en dos etapas: la preolímpica y la olímpica.


La primera etapa iría de 1982 hasta 1986, es decir, desde la toma de posesión de Maragall como alcalde hasta el año en que la ciudad fue designada como sede para la celebración de los XXV Juegos Olímpicos de la historia. Este cuadrienio se caracterizó por la drástica reducción de la especulación inmobiliaria y la progresiva recuperación del espacio urbano para la ciudadanía con el objetivo de hacer de la ciudad un lugar amable para poder pasear y disfrutar. Se intentó así que la percepción de una ciudad gris e inhabitable diese paso al de una ciudad verde y habitable. La inauguración de diversas plazas y jardines contribuyó a ese anhelado cambio de mentalidad, conseguido sobre todo gracias a la liberación o reserva de espacios donde se inicialmente se preveía la edificación de grandes bloques de pisos. Interesaba ofrecer la imagen de un alcalde próximo al ciudadano que fuese capaz de escuchar sus demandas para luego ejecutarlas, y también la de un alcalde que hacía de Barcelona un lugar para vivir. De este modo muchas reivindicaciones vecinales pudieron cumplirse después de muchos años de luchas y el resultado se tradujo en un notable incremento de los equipamientos sociales tales como escuelas, bibliotecas, casales de barrio, polideportivos y ambulatorios. Los barrios periféricos de clases populares iniciaron aquella deseada transformación con el objetivo de integrarlos con el resto de la ciudad y mejorar así la calidad de vida de sus habitantes. En cuanto a los cascos antiguos de los municipios anexionados, estos empezaron un proceso de remodelación para alejarlos de su envejecimiento y densificación. La red de transporte público inició una mejora con la incorporación de nuevos autobuses y la reestructuración de diversas líneas para racionalizar la red, y especialmente con la prolongación de la red de metro hasta las ciudades de Santa Coloma de Gramenet y Badalona y por el interior de l’Hospitalet de Llobregat y Cornellà, y también desde la plaza de Lesseps hasta el barrio de Montbau.


La segunda etapa comprendería de 1987 hasta 1992, es decir, desde que Barcelona fue designada como sede para los Juegos Olímpicos hasta la celebración de este histórico evento. Los numerosos proyectos de reforma de la ciudad, diseñados años atrás y presentados para la candidatura de la capital catalana, empezaron a ejecutarse con celeridad, algunos de ellos a contrarreloj, de modo que durante este quinquenio era muy característica la imagen de una Barcelona plagada de obras públicas, grúas y zanjas abiertas, hasta el punto de que escritores como Eduardo Mendoza lo caricaturizaron en su libro “Sin noticias de Gurb”. A pesar del gran engorro que supusieron estas obras por su prolongada duración y por los grandes cortes de tráfico, una vez finalizadas el resultado obtenido fue muy gratificante. Se renovaron colectores, redes de iluminación y alcantarillado; se renovó el sistema de limpieza y de recogida de basuras; se ampliaron aceras convirtiendo densas avenidas en bulevares; se crearon ramblas como nuevos paseos ciudadanos allí donde se preveían vías rápidas; se peatonalizaron calles, especialmente en núcleos antiguos; se terminaron de construir los cinturones de ronda como vías rápidas de acceso a Barcelona; y se abrieron calles nuevas con vías a nueva reordenación morfológica de la ciudad. Con el propósito de dinamizar económicamente todos los barrios y evitar un modelo centralizado, se crearon las llamadas áreas de nueva centralidad destinadas a descongestionar el centro histórico y de servicios y a convertirse en nuevos motores de desarrollo. Con motivo de los Juegos Olímpicos, desde el Ayuntamiento se promovió constantemente hacer deporte y se inauguraron diversos equipamientos deportivos.
Importante y destacada fue la campaña “Barcelona, posa’t guapa”, iniciada en 1987 y que contribuyó a la rehabilitación de numerosos edificios y monumentos históricos y a su recuperación como patrimonio histórico de la ciudad. Fueron años de revalorización histórico-arquitectónica que evitaron el derribo de edificios artísticos que fueron recuperados para usos sociales o turísticos. Especialmente la arquitectura modernista de l’Eixample fue motivo de reivindicación gracias a la campaña “Quadrat d’Or” que contribuyó a redescubrir diversos tesoros de la arquitectura barcelonesa. En el mismo año 1987 entró en servicio el Bus Turístic, dentro de un proceso imparable y acelerado del crecimiento del turismo que sirvió para impulsar una red de museos, la construcción de numerosos hoteles, dar a conocer los barrios históricos, abrir nuevamente Barcelona de cara al mar y especialmente la proyección de la figura y la obra del arquitecto Antoni Gaudí.


Como inciso, comentar que al producirse la muerte del antiguo alcalde de Barcelona, Josep Maria de Porcioles i Colomer en el año 1991, Maragall no escondió su admiración hacia este personaje tan destacado durante los años del Desarollismo. A pesar de las críticas que recibió por haberlo elogiado, lo reconoció como el padre de la Barcelona contemporánea y consideró que las bases del modelo de ciudad actual y para el próximo siglo XXI en realidad se debían a él. Y es que no debemos olvidar que el propio Maragall, entre otras figuras destacadas como Serra, Roca y Bohigas, trabajó de joven en su gabinete municipal en el diseño del llamado “Plan Barcelona 2000” presentado en 1967 y que preveía una transformación definitiva de la ciudad, sobre todo pensando en miras a la Exposición Internacional de 1982 que jamás llegó a celebrarse. Este Plan debería de ser objeto de estudio porque la casi totalidad de los proyectos barceloneses diseñados por aquél entonces eran prácticamente los que los alcaldes socialistas han terminado ejecutando en sus treinta y dos años de mandato, aunque adaptados a los nuevos tiempos. De ahí que a menudo se diga que Maragall no hizo otra cosa más que terminar lo que Porcioles empezó a ejecutar y no pudo acabar.
Los Juegos Olímpicos contribuyeron a abrir Barcelona al mundo y a dar a conocer la ciudad más allá de nuestras fronteras locales. La capital catalana iniciaría una etapa de prestigio y cosmopolitismo y el turismo se convertiría en uno de los grandes motores económicos. Barcelona se había recuperado para la ciudadanía, de modo que los barceloneses por fin se sentían orgullosos de pertenecer a la capital catalana y disfrutaban de su propia ciudad. Como consecuencia de este gran evento mundial, las obras más destacadas fueron la Vila Olímpica en Poblenou, l’Anella Olímpica de la montaña de Montjuïc, el área olimpica de la Vall d’Hebron, la recuperación de las playas y los cinturones de ronda.
Entre los años 1993 y 1997, el mandato de Maragall, lejos de proyectar grandes eventos, se limitó a terminar aquellas obras que quedaron pendientes de ser finalizadas a tiempo para 1992 debido a que no eran tan prioritarias, pero igualmente en la línea de recuperar Barcelona. Se fomentó la llamada “ciudad del diseño” y proliferaron numerosos locales de diseño destinados al ocio y al turismo. En el ámbito cultural, se diversificó la oferta cultural y los barrios del Poblenou y del Raval se promovieron como lugares para la proliferación de nuevos artistas emergentes. Ya en sus últimos años de mandato no se escapó de recibir algunas críticas. Algunas voces le acusaron de haber hecho una Barcelona de estampa más bien pensada para los visitantes y el turismo, y de haberla encarecido, con una consecuente pérdida de habitantes hacia la región metropolitana y un fuerte encarecimiento del precio de la vivienda.


Pasqual Maragall fue elegido alcalde en las elecciones municipales de 1983, 1987, 1991 y 1995. Hacía muchos años que en Barcelona no había un alcalde tan popular y bien valorado como éste a pesar de algunas críticas que recibió su concepción de la ciudad. Sin embargo, después de quince años en el poder, el 26 de septiembre de 1997 cedió la alcaldía de Barcelona a su teniente de alcalde Joan Clos i Matheu, quien abriría una nueva etapa para la ciudad completamente diferente a la ofrecida por Maragall. Su última propuesta al marchar de la Casa Gran fue la de proponer para los inicios del nuevo siglo XXI una nueva Exposición Internacional, que al final derivaría en el Fòrum Universal de les Cultures 2004.

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