Revueltas sociales en Sahara Occidental, Túnez, Egipto… Parece como si los países del Oriente Próximo estuviesen llamados a un cambio que se haría realidad durante los próximos años. Quien sabe si en el siglo XXI entrarán en una nueva era democrática y dejarán atrás de una vez por todas a los gobiernos autoritarios fundamentados en postulados teocráticos, muchos de ellos desgraciadamente alimentados por el mundo occidental. En este sentido, resulta absurdo tener prejuicios hacia una comunidad que nosotros mismos hemos degradado y, en parte, hemos hecho así. En realidad los occidentales somos los padres del monstruo al que tememos y apedreamos cuando pisa nuestra tierra, y hemos terminado por creer en esa artificiosidad que Europa Occidental y Norteamérica ha inventado en Oriente Próximo. Cuando a través de los medios de comunicación hablan de los países musulmanes todavía a mucha gente le viene el personaje de Makinavaja llamado Moromierda. Es el tópico extendido del moro inculto, ignorante, sucio, fanático religioso, delincuente y que cuando le apetece le da una paliza a su mujer. Es en realidad el miedo a la pobreza, pues si todos los países musulmanes fueran ricos como Arabia Saudí y se celebraran rallies de coches o mundiales de fútbol nadie tendría miedo alguno, como a nadie le escandaliza ni se plantea que en el F.C. Barcelona hay jugadores musulmanes. Eso a la afición le da igual. Mientras metan goles y ayuden al club a ganar títulos todos contentos y a callar. Sin embargo, el fanatismo occidental no asusta. El auge de la extrema derecha o el fundamentalismo de los católicos ultraconservadores no llama tanto la atención y se ve como un mal menor consecuencia de una crisis pasajera de la política.
Sabemos que existe esa globalización que llama a uniformizar en muchos aspectos a todos los países de este mundo. Mal por mal, si algo merece la pena que se globalice, al menos que sean las democracias si ello tiene que servir para poner punto final a todas las dictaduras, tiranías y autoritarismos gubernamentales, buena parte de ellos, insisto, creados por los países de Occidente. Y en Oriente Próximo, gracias a estas revueltas sociales, ahora Occidente empezará a descubrir como es realmente aquella sociedad. Vemos las telenoticias, escuchamos la radio y leemos los periódicos, y de pronto muchos se dan cuenta de que aquellos “moromierdas” tienen conciencia democrática, claman por la libertad, rechazan el fanatismo religioso de fundamentalistas y talibanes e incluso algunos tienen estudios superiores. Y además, la sorpresa de que hay mujeres que van sin velo por la calle.
Voy esporádicamente algún sábado por la noche a cenar en un restaurante marroquí del barrio del Raval de Barcelona, como junto con un par de amigos, y no consigo hallar absolutamente nada de lo que mucha gente espera encontrar. Casi todos los clientes de ese local son musulmanes, pero veo que se comportan, las parejas se respetan, los grupos hacen sus tertulias, miran el fútbol y siguen al Barça. El camarero y dueño del local es simpático, amable y sonriente, y ya nos conoce de otras veces. Todo el ambiente es normal, ni rastro de fanatismo, violencia, delincuencia o suicidas preparando bombas. En el televisor observas un que emiten los sábados por la noche un show de la televisión marroquí. He aquí la sorpresa de los autóctonos descubriendo que los moros también tienen sentido del humor en vez de pasarse todo el día rezando a Alá, estirando bolsos y pegándose. Y cuando más los tratas, más te das cuenta de que los seres humanos no somos tan diferentes los unos de los otros sino que nos llegamos a sentir mucho más cercanos de lo que parece, aun teniendo una lengua, una cultura, una raza y una fe distintas.
En vistas de todo esto que está sucediendo en Oriente Próximo y de mis experiencias personales, ahora el mito del Moromierda de Makinavaja se desmorona y quiere empezar a ver el final de un largo túnel, aunque ello cueste todavía unos cuantos años más. Parece que en el mundo musulmán las cosas quieren cambiar y de pronto la sociedad occidental empieza a darse cuenta de que a pesar de la existencia de fanatismo y fundamentalismo, existe otro mundo hasta ahora desconocido y que quiere aflorar, hacer ver que allí están y que desean, aún conservando su identidad, sus tradiciones, su cultura y su folclore, poder ser y poder vivir como nosotros, y poder disponer de las mismas oportunidades que las sociedades de Europa y Norteamérica.
Israel, hipócrita y prepotente, desea la paz y basa su democracia a costa de mantener el totalitarismo islámico. Presumen de ser demócratas cuando no les interesa la democratización de los países musulmanes. Mejor les conviene alimentar el mito del Moromierda y apelar al victimismo, concretamente el holocausto del nazismo, cada vez que alguien les increpe. Juegan a ser dioses e intocables. Pero esto un día se va a acabar, porque estas revueltas son el inicio de un movimiento que no va a tener marcha atrás y que llevará a la democratización de los países islámicos y a la reconciliación del mundo musulmán con Occidente, auque ello cueste muchos años de duro trabajo. Animo desde aquí a toda la población del Próximo Oriente a continuar la lucha contra los tiranos y a extenderla para contribuir a hacer un mundo mejor. Corre, Democracia, corre, que los tiempos están cambiando.
Sabemos que existe esa globalización que llama a uniformizar en muchos aspectos a todos los países de este mundo. Mal por mal, si algo merece la pena que se globalice, al menos que sean las democracias si ello tiene que servir para poner punto final a todas las dictaduras, tiranías y autoritarismos gubernamentales, buena parte de ellos, insisto, creados por los países de Occidente. Y en Oriente Próximo, gracias a estas revueltas sociales, ahora Occidente empezará a descubrir como es realmente aquella sociedad. Vemos las telenoticias, escuchamos la radio y leemos los periódicos, y de pronto muchos se dan cuenta de que aquellos “moromierdas” tienen conciencia democrática, claman por la libertad, rechazan el fanatismo religioso de fundamentalistas y talibanes e incluso algunos tienen estudios superiores. Y además, la sorpresa de que hay mujeres que van sin velo por la calle.
Voy esporádicamente algún sábado por la noche a cenar en un restaurante marroquí del barrio del Raval de Barcelona, como junto con un par de amigos, y no consigo hallar absolutamente nada de lo que mucha gente espera encontrar. Casi todos los clientes de ese local son musulmanes, pero veo que se comportan, las parejas se respetan, los grupos hacen sus tertulias, miran el fútbol y siguen al Barça. El camarero y dueño del local es simpático, amable y sonriente, y ya nos conoce de otras veces. Todo el ambiente es normal, ni rastro de fanatismo, violencia, delincuencia o suicidas preparando bombas. En el televisor observas un que emiten los sábados por la noche un show de la televisión marroquí. He aquí la sorpresa de los autóctonos descubriendo que los moros también tienen sentido del humor en vez de pasarse todo el día rezando a Alá, estirando bolsos y pegándose. Y cuando más los tratas, más te das cuenta de que los seres humanos no somos tan diferentes los unos de los otros sino que nos llegamos a sentir mucho más cercanos de lo que parece, aun teniendo una lengua, una cultura, una raza y una fe distintas.
En vistas de todo esto que está sucediendo en Oriente Próximo y de mis experiencias personales, ahora el mito del Moromierda de Makinavaja se desmorona y quiere empezar a ver el final de un largo túnel, aunque ello cueste todavía unos cuantos años más. Parece que en el mundo musulmán las cosas quieren cambiar y de pronto la sociedad occidental empieza a darse cuenta de que a pesar de la existencia de fanatismo y fundamentalismo, existe otro mundo hasta ahora desconocido y que quiere aflorar, hacer ver que allí están y que desean, aún conservando su identidad, sus tradiciones, su cultura y su folclore, poder ser y poder vivir como nosotros, y poder disponer de las mismas oportunidades que las sociedades de Europa y Norteamérica.
Israel, hipócrita y prepotente, desea la paz y basa su democracia a costa de mantener el totalitarismo islámico. Presumen de ser demócratas cuando no les interesa la democratización de los países musulmanes. Mejor les conviene alimentar el mito del Moromierda y apelar al victimismo, concretamente el holocausto del nazismo, cada vez que alguien les increpe. Juegan a ser dioses e intocables. Pero esto un día se va a acabar, porque estas revueltas son el inicio de un movimiento que no va a tener marcha atrás y que llevará a la democratización de los países islámicos y a la reconciliación del mundo musulmán con Occidente, auque ello cueste muchos años de duro trabajo. Animo desde aquí a toda la población del Próximo Oriente a continuar la lucha contra los tiranos y a extenderla para contribuir a hacer un mundo mejor. Corre, Democracia, corre, que los tiempos están cambiando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario