Los hombres famosos se deben a su leyenda. Al llegar a Barcelona, anoche Danny Kaye hizo varias entradas cómicas. Mostró la lengua a los fotógrafos, jugó al escondite con ellos y saltó del avión a un coche de un desconocido dando vueltas por el aeropuerto. Los mandamases de la casa de películas que fueron a recibirle tuvieron que tirarle fuertemente de la chaqueta para obligarle a recobrar la seriedad…
-¿Siempre es usted así, o lo finge a ratos?- preguntóle un periodista.
-Todos tenemos algo de loco- le replicó Kaye-. Pero mientras usted se ve obligado a disimularlo, mi profesión me permite dar rienda suelta a la locura.
He dicho que le tiraron de la chaqueta. ¡Y vaya chaqueta! Danny Kaye viste como un “clown”. Se presentó al cóctel del Ritz con las solapas subidas y con la cabeza cubierta por un abolladísimo sobrero impermeable. Debajo de la americana llevaba un extraño suéter gris encima de una camisa azul. Y nada de corbata. Los zapatos eran un poema. Una especie de sandalias. Una compañera columnista le preguntó si era un modelo especial.
-No señorita. Las he comprado en Nueva York y ando comodísimamente con ellas. ¡Y la compadezco a uestes, por lo que debe sufrir embutidos los pies dentro de de sus lindos zapatitos de tacón alto…
Para el párrafo que antecede, el actor americano no necesitó traductor. Mimó lo de los zapatos de tacón alto y lo del sufrimiento de los pies con unas expresiones faciales y unos movimientos de manos más inteligibles que el más claro idioma español.
Consciente de lo que el público aguarda de él, cultiva la excentricidad. Durante la conferencia de Prensa, observó a un auditor que presentaba cara de palo.
-¡Es usted un hombre muy serio! Le dijo.
Y cuando yo le formulé cierta pregunta, ayudándome con mis habituales y vehementes ademanes, Danny Kaye me asió la muñeca como un médico deseoso de tomarme el pulso. Y se dirigió al señor Caracol que actuaba de intérprete, diciéndole:
-ahora que ya lo he sujetado, que tenga la amabilidad de repetir la pregunta… ¿Hasta qué punto es “pose” todo esto? ¡Misterio! En otros instantes, Kaye más bien deja de traslucir impaciencia. Como cuan do se muestra hastiado por el incesante metralleo de los fotógrafos, o cuando aparta enérgicamente el micrófono que le tienden los informadores de la radio. Nos preguntó uno a uno qué diario representábamos. Y a medida que íbamos anunciándole los títulos, él los repetía con extraños matices cómicos y grandes efectos de erres…
Ese pelirrojo alto y desgarbado atesora un alma angelical. Peregrina por el mundo en calidad de embajador de la UNICEF, iniciales que corresponden a algo así como Fondo de las Naciones Unidas para la Ayuda a la Infancia. No es posible imaginar nada más noble.
-Me eligieron a mí para esa misión- -cuenta- por mi reconocido amor a la infancia.
Es padre de una niña de diez años, pero ha decidido adoptar a todos los niños del mundo. Sin distinción de nacionalidades, de razas ni de colores, puntualiza. La UNICEF se ha relacionado ya con España en ocasión de una campaña contra el tracoma desarrollada en el sur peninsular y en la construcción de unos centros sanitarios para niños prematuramente nacidos.
Una hora más tarde, en el Coliseum, presentaba Danny Kaye una película suya, donde era posible ver a la UNICEF en acción.
-La labor de este organismo es ingente- -responde a quien le pide detalles-. Referir su obra exigiría no una conferencia de quince minutos, sino una charla de varios días.
El método de Danny Kaye consiste, por lo visto, en provocar la generosidad por medio del buen humor. Temimos que la conferencia de prensa no se celebrara, pues al llegar al hotel anunció que se retiraría unos momentos a sus habitaciones para afeitarse, cambiarse de ropa ¡y dormir!
-No le hagan caso- -nos aclaró uno de los organizadores del coctel-. Va simplemente a cambiarse de ropa, pues el equipaje acaba de llegarle en otro coche…
Al cuarto de hora descendió al salón con el mismo y extravagante atuendo con que había llegado.
En realidad, yo tenía muy poca cosa que preguntarle. Llevaba solo el encargo de un compañero de redacción que me había dicho: “Pregúntale dónde se documentó para una graciosísima parodia de baile español que hacía en uno de sus Films”.
Al trasladarle la pregunta, respondió Danny Kaye:
-Me documenté en los muñecos del ventrílocuo español señor Vences, gran amigo mío.
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