Retomando nuevamente el tema de la eutanasia, ahora las miradas se dirigen hacia Italia. El primer ministro Silvio Berlusconi está intentando hacer todo lo posible, con el apoyo del Vaticano, para impedir que Eluana Englaro, de 38 años de edad, y en estado de coma irreversible desde hace 17 años debido a un accidente de tráfico, sea desconectada y reciba una muerte digna. La excusa es la de siempre: es Dios quien decide. Y encima, Il Cavaliere se ha limitado a tachar de crueles a los médicos que han decidido dejar de alimentarla como paso previo a su expiración.
Respondiendo a quienes se oponen a la muerte digna de Eluana Englaro en base a una hipótesis sobrenatural, supongamos objetivamente que Dios existe. Yo sí lo creo, pues soy un hombre de fe. En este caso, si todo es obra y gracia del Altísimo, representa que todo lo que sucede, absolutamente todo, se debe a su voluntad. Es decir, Él sabe qué va a pasar dentro de cinco segundos y dentro de cinco millones de años, porque una de sus cualidades es ser todopoderoso, que todo lo puede, más allá de lo que nuestra mente pueda imaginar o asimilar. En resumen, que para Dios todo está escrito.
Así, pues, ¿qué sentido tiene para el señor Berlusconi y el Vaticano pensar que desconectar a una persona, o que alguien se suicide o se le practique la eutanasia, va contra la voluntad de Dios? Más bien sería lo contrario, es decir, que si ha pasado es porque tenía que pasar de un modo u otro. Respecto a eso, recuerdo que mi madre siempre me decía que nadie vive ni una décima de segundo más de lo que le toca, y que cuando nos llega la hora, nos vamos de un modo u otro, y eso es algo que no se puede cambiar o alterar. Es decir, que a quien le toca morir un día determinado es porque ha llegado su fecha de caducidad, y si no hubiese fallecido, por ejemplo, de un ataque al corazón porque estaba enfermo, pues entonces se hubiese caído por las escaleras al intentar guardar la ropa arriba de todo de un armario, le hubiese atropellado un coche al cruzar la calle para ir a comprar o le hubiese caído encima una maceta de las grandes del vecino del ático si hubiese asomado la cabeza por el balcón porque hacía Sol.
Respondiendo a quienes se oponen a la muerte digna de Eluana Englaro en base a una hipótesis sobrenatural, supongamos objetivamente que Dios existe. Yo sí lo creo, pues soy un hombre de fe. En este caso, si todo es obra y gracia del Altísimo, representa que todo lo que sucede, absolutamente todo, se debe a su voluntad. Es decir, Él sabe qué va a pasar dentro de cinco segundos y dentro de cinco millones de años, porque una de sus cualidades es ser todopoderoso, que todo lo puede, más allá de lo que nuestra mente pueda imaginar o asimilar. En resumen, que para Dios todo está escrito.
Así, pues, ¿qué sentido tiene para el señor Berlusconi y el Vaticano pensar que desconectar a una persona, o que alguien se suicide o se le practique la eutanasia, va contra la voluntad de Dios? Más bien sería lo contrario, es decir, que si ha pasado es porque tenía que pasar de un modo u otro. Respecto a eso, recuerdo que mi madre siempre me decía que nadie vive ni una décima de segundo más de lo que le toca, y que cuando nos llega la hora, nos vamos de un modo u otro, y eso es algo que no se puede cambiar o alterar. Es decir, que a quien le toca morir un día determinado es porque ha llegado su fecha de caducidad, y si no hubiese fallecido, por ejemplo, de un ataque al corazón porque estaba enfermo, pues entonces se hubiese caído por las escaleras al intentar guardar la ropa arriba de todo de un armario, le hubiese atropellado un coche al cruzar la calle para ir a comprar o le hubiese caído encima una maceta de las grandes del vecino del ático si hubiese asomado la cabeza por el balcón porque hacía Sol.
Y así serían las cosas en el supuesto de que Dios exista (y vuelvo a insistir, que yo sí lo creo). O sea, que no solo la muerte natural es voluntad del Altísimo, sino también el suicidio, la eutanasia y el asesinato porque así debían de suceder. Lo que pasa es que los llamados designios del Señor se tienden a idealizar y solo se quiere ver la parte bonita. En cambio, aceptar la parte fea de dischos designios (que permita guerras, muertes, destrucciones y otras desgracias) cuesta mucho y se tiende a disfrazar, especialmente por parte de aquellas personas que, como Il Cavaliere, presumen de su gran fe y sus buenos principios, pero en la práctica es más pobre y coja de lo que parece.
En caso contrario, si suicidarse o practicar la eutanasia a un enfermo contradijera la voluntad de Dios, entonces, un suicida o un médico serían también dioses, o incluso superiores a Él, puesto que tendrían el poder de cambiar ese destino escrito. ¿Hay alguien tan poderoso que pueda cambiar la voluntad de Dios? Pues que venga y me lo demuestre porque quiero verlo en vivo y en directo. El único destino que podemos cambiar es el propio, a través de nuestro libre albedrío.
Dejémonos de excusas que no tienen ni pies ni cabeza, seamos prácticos y ayudemos a quienes no deseen vivir muertos a marchar de este mundo.
3 comentarios:
Buenas, Ricard.
Mucha tela hay en este "post". Dices que "El único destino que podemos cambiar es el propio, a través de nuestro libre albedrío". Estoy covencido de que no, salvo que vivas en una caja enterrado a 100 m de profundidad.
Pero a mí lo que me llama la atención de este caso es algo que paso a comentarte: se está utilizando en la noticia siempre la misma foto de Eluana, una imagen de hace 17 años llena de vida en un tema de muerte. ¿Es casual o está muy meditado el contraste?
Saludos
Con el debido respeto al Señor Berlusconi, no creo que tal sujeto ejemplifique, precisamente, la práctica de las enseñanzas de Jesucristo.
Por otra parte, ignoro la existencia de lo que tú das en llamar "libre albedrío"; empero, sí tengo claro que somos libres de ofrecer una amplia gama de respuestas a las situaciones que nos plantea la vida.
Un fuerte abrazo (reiterando mis gracias por tus escritos).
Hola a todos:
Grácias Tomás por tu escrito. Cuando hablo del destino que se hace uno mismo me refiero a la posibilidad de elegir. Excluyo, claro está, hechos que se nos escapan, como que al cruzar la calle nos atropelle un camión, o en positivo, que nos toque la lotería u otro premio.
Saludos cordiales, Tomás y Jordi.
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