El pasado sábado, día 31 de enero, tuve el placer de viajar por primera vez en un tren de alta velocidad. No se trataba concretamente del AVE, sino del Avant, un servicio regional pero también de alta velocidad que circula por las mismas vías. Igual que en el avión, al tratarse de la primera vez, confieso que estaba un poco nervioso, pero al ver que el tren alcanzaba gran velocidad y no sentía absolutamente nada, enseguida fue algo muy gratificante y divertido. El resultado, de Barcelona a Lleida en tan solo una hora y diez minutos. El AVE corre un poco más, ya que lo hace en siete minutos menos. Los trenes, muy bonitos y muy confortables, y la clase turista nada tiene que envidiar a la lujosa y cara primera clase. Los servicios regionales, a su lado, parecían carracas tercermundistas.
Sin duda alguna, recomiendo a todo el mundo vivir la experiencia de viajar en un tren de alta velocidad, pues es el medio más cómodo, rápido y eficaz para trasladarse de una ciudad a otra, sin el peligro y el gasto del coche, sin la incomodidad y la lentitud del autocar, y sin los larguísimos trámites del avión aunque este sea más veloz.
Es por ello que merece la pena que la red de alta velocidad se extienda por todas las capitales del país. De Barcelona a Madrid en tan solo dos horas y treinta y seis minutos, y de Barcelona a Sevilla y Málaga en cinco horas y cuarenta minutos. Actualmente, en Cataluña, se está construyendo el tramo hasta la frontera francesa, con paradas en Girona y Figueres. Ello permitirá poder viajar por toda Europa sin tener que cambiar de tren, incluso los servicios extranjeros como el ICE y el TGV llegarán hasta Barcelona, lo cual abrirá nuevos caminos y eliminará más fronteras. También está en ejecución el tramo hasta Valencia, con paradas en Camp de Tarragona y Castellón, que mejorarán el actual Euromed.
Sin duda alguna, recomiendo a todo el mundo vivir la experiencia de viajar en un tren de alta velocidad, pues es el medio más cómodo, rápido y eficaz para trasladarse de una ciudad a otra, sin el peligro y el gasto del coche, sin la incomodidad y la lentitud del autocar, y sin los larguísimos trámites del avión aunque este sea más veloz.
Es por ello que merece la pena que la red de alta velocidad se extienda por todas las capitales del país. De Barcelona a Madrid en tan solo dos horas y treinta y seis minutos, y de Barcelona a Sevilla y Málaga en cinco horas y cuarenta minutos. Actualmente, en Cataluña, se está construyendo el tramo hasta la frontera francesa, con paradas en Girona y Figueres. Ello permitirá poder viajar por toda Europa sin tener que cambiar de tren, incluso los servicios extranjeros como el ICE y el TGV llegarán hasta Barcelona, lo cual abrirá nuevos caminos y eliminará más fronteras. También está en ejecución el tramo hasta Valencia, con paradas en Camp de Tarragona y Castellón, que mejorarán el actual Euromed.
Actualmente, Barcelona se encuentra "patas arriba" con motivo de las obras de construcción de la línea de alta velocidad. Son obras realmente muy incómodas para la ciudadanía, pero que merecen la pena, pues una vez hayan concluido podremos disfrutar de los resultados. El túnel bajo las calles de Mallorca y Provença se puede discutir porque transcurrirá al lado de la Sagrada Familia y otros edificios monumentales. Espero que los trabajos se hagan bien y nuestro patrimonio no corra peligro alguno, como tampoco las viviendas. Pero, sin embargo, a pesar de la crítica a dicho trazado, que podría haberse efectuado por otra calle, es necesario un nuevo túnel exclusivo para trenes AVE y Avant, porque eso descongestionará a la actual red convencional de trenes regionales, y ese "hueco" podrá ser aprovechado para reforzar el servicio de cercanías incorporando más trenes, que mucha falta hacen para configurar así una verdadera red de "metro regional" para mejorar la movilidad en transporte público entre Barcelona y su región metropolitana, reduciendo así los coches.
Para garantizar el futuro del transporte público, no hay duda de que hay que apostar por el tren.
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