lunes, 13 de julio de 2020

Ennio Morricone: el hombre de la batuta de oro (una reflexión personal)


El pasado día 6 del presente mes de julio recibimos la triste noticia del fallecimiento del gran compositor italiano Ennio Morricone a los 91 años de edad. Fue sin duda uno de mis referentes favoritos de la historia del cine que marcó una etapa de mi vida, y por ello no puedo evitar el hecho de dedicar un breve homenaje a su obra, un legado que ha influido a muchas generaciones y que perdurará para siempre. No pretendo resumir su biografía, que sería larga y compleja, sino hacer una valoración subjetiva, destacando la impresión y los sentimientos personales que me ha producido su extenso trabajo.
Morricone fue mucho más que un compositor musical porque demostró ser un niño prodigio desde muy pequeño. Nacido en Roma en 1928, con tan solo 4 años aprendió a tocar la trompeta y a los 6 años ya compuso su primera obra musical, algo impropio y excepcional en edades tan cortas. Su extraordinario talento motivó que su padre Mario, también compositor musical, lo ingresara a los 9 años al Conservatorio de Santa Cecilia donde el joven "genio" aprendió composición, armonía, dirección y trompeta. Y a los 12 años entró en el Conservatorio finalizando sus estudios en tan solo seis meses de tiempo. Sus primeros trabajos de juventud fueron composiciones para películas, cuyas obras firmaban otros compositores más mayores y populares que él, incluso se dedicó a arreglar trabajos de otros músicos cinematográficos. En ese sentido, se desconoce cuantas obras "fantasma" de Morricone existirán, buenos trabajos que nunca sabremos si tras esas melodías anduvo su mano maestra.
Además de música para cine, compuso otra clase de piezas, la gran mayoría desconocidas, pero muy interesantes y de excelente calidad, tanto para teatro como para conciertos en auditorios, como fueron sonatas, cantatas, sextetos, canciones religiosas, piezas para piano y otros instrumentos, corales, incluso un réquiem, el himno de la Copa Mundial de Fútbol de 1978 en Argentina y hasta un misal para el Papa Francisco, entre muchas otras cosas. Ese es el Morricone inexplorado, más allá de las grandes pantallas, que trabajó en su amada Italia y que solamente algunos privilegiados han tenido el honor de escuchar. Probablemente este trabajo tan desconocido en el resto del mundo será prontamente dado a conocer y reivindicado, o al menos es un deseo encomiable.


A diferencia de muchos músicos cinematográficos actuales, jamás renunció a su peculiar y tan personal manera de componer, incluso supo mantenerlo y adaptarlo a los nuevos tiempos del cine, es decir, renovarse pero sin dejar de ser él mismo. Afortunadamente Morricone fue inteligente en mantenerse al margen de todos esos compositores actuales que parecen componer la misma música. Él supo experimentar con diferentes estilos, desde suaves melodías (como por ejemplo "Días del cielo") hasta temas roqueros (como por ejemplo "El exorcista 2: el hereje") en función de la película, es decir, del género, ahora bien, manteniendo por descontado su particular estilo musical italiano siempre presente en (casi) todos sus temas. Generalmente dicho italianismo se le percibe en esa mezcla de música clásica con música popular, a menudo romántica y melódica, con predominio del instrumentalismo en tanto que cada instrumento adquiere un especial protagonismo.
En el séptimo arte contribuyó decisivamente a una renovación digamos radical del estilo musical del western, rompiendo con la manera de componer como hacían los clásicos producidos hasta los años 50. Sus temas alcanzaron una grandísima popularidad hasta el punto de que todavía en la actualidad son recordados, especialmente su etapa con Sergio Leone, amigo personal desde la juventud con quien hubo mucha complicidad. Películas como "Por un puñado de dólares", "La muerte tenía un precio", "El bueno, el feo y el malo" y "Hasta que llegó su hora" definen claramente cómo es la música de western de Morricone, de la cual creó escuela y un amplio abanico de imitadores: la flauta, la campana, la guitarra eléctrica, la trompeta, el triángulo, los coros y el popularísimo (y potente) silbido del músico español Francisco Rodríguez, más conocido como "Curro Savoy" o "Kurt Savoy", fueron señas de identidad que nunca podían faltar. El objetivo de su música era reforzar la sensación de realismo, naturalismo y crudeza de las películas, las cuales eran todas ellas de producción italiana o europea, conocidas como espagueti western. Por ello, sus bandas sonoras pasaron a adquirir un protagonismo ineludible de cada escena como parte fundamental de la narración, describir emociones e incluso explicar aspectos no visibles, aportando y enriqueciendo el resultado de una película. A menudo su música adquiría tal fuerza que algunas películas han sido posteriormente recordadas por su banda sonora que no por sus imágenes. Nada de ello pasó desapercibido, de ahí que pronto fuese descubierto y lo catapultaran a la industria norteamericana llegando a trabajar para los directores más prestigiosos de Hollywood, incluso en España de la mano de Pedro Almodóvar. Mencionar que el director manchego pagó religiosamente el caché exigido por Morricone, siempre elevado.


El espagueti western le sirvió a Morricone de base artística y estilística para la creación de futuras composiciones en películas posteriores y de otros géneros, pues muchas de las fórmulas que aplicó con su fiel amigo Leone las desarrolló también en muchas otras cintas con excelentes resultados. Y ello tuvo mérito si tenemos en cuenta que de toda su obra musical, compuesta entre 1961 y 2016, las partituras para westerns sólo han representado un 8%, pero sin embargo es lo que más se recuerda de él.
Su obra global ha sido una de las más prolíficas en comparación con otros compositores, llegando a componer hasta 20 obras en un solo año. El resultado ha sido más de 500 partituras para cine, además de temas para series de televisión y documentales, incluso colaboraciones singulares como por ejemplo con la cantante Laura Pausini y el grupo Pet Shop Boys. La gran mayoría de sus creaciones son dignas de recordar por su calidad, de ahí que se lo califique como un maestro de la música, y aun teniendo obras menores como cualquier artista porque ello los hace humanos, el resultado de su carrera queda sobradamente compensado. Igualmente, su palmarés ha sabido reconocer su trayectoria de 55 años tras haber ganado 2 Óscar de la Academia de Hollywood, 3 Globos de Oro, 6 BAFTA, 2 Grammy, 10 David de Donatello y 11 Nastro d'Argento, además de una veintena más de distinciones internacionales, entre ellos el Princesa de Asturias de las Artes 2020 junto al otro maestro de la música John Williams. Hasta el final de su vida, su excelente estado de salud le permitió ofrecer conciertos por todo el mundo, haciendo numerosas giras.
No quisiera terminar sin citar mis diez bandas sonoras predilectas que resultan, a mi criterio, las más destacadas:
1. El bueno, el feo y el malo (1966): el resultado final es la renovación musical del género western en su máxima expresión, superando sus anteriores trabajos, a la vez que reúne todos los elementos melódicos característicos y tan propios de Morricone. 
2. Hasta que llegó su hora (1968): ejemplo de superación con respecto a las anteriores composiciones del género western para una película crepuscular, con unos coros acertadísimos que ayudan a mejorar la calidad de la película de Sergio Leone y a profundizar en los sentimientos de los personajes.
3. Novecento (1976): excelente composición de música épica e histórica cuya calidad supera la de la misma película dirigida por Bernardo Bertolucci, cuyo resultado es, a menudo, irregular.
4. El profesional (1981): un tema de gran profundidad dramática del cual no puedo evitar emocionarme cada vez que escucho.
5. La cosa (1982): una banda sonora eficiente, inteligente y atípica en Morricone, que evita romper con el estilo musical de las películas de John Carpenter.
6. La misión (1986): una de las bandas sonoras más elaboradas de su carrera en su momento más álgido, amorosamente compuesta y que inexplicablemente no ganó el Óscar a la mejor banda sonora original.
7. Cinema Paradiso (1988): preciosa y entrañable composición inspiradísima y el ejemplo perfecto de cómo hacer una obra maestra con el uso simple de unas pocas notas musicales.
8. Corazones de hierro (1989): trabajo injustamente olvidado, igual que esta buena película de Bryan De Palma, y que por su excelente calidad merece ser reivindicada.
9. La leyenda del pianista en el océano (1998): hermosos temas musicales que demostraron la capacidad de Morricone para adaptarse a los nuevos tiempos.
10. Malena (2000): pequeña joya musical en la cual, de manera dulce y suave sintetiza muchos elementos de la personalidad artística del compositor italiano, a la vez que contribuye a embellecer cada escena de la película.


Paralelamente al anterior listado, quisiera también lanzar una lanza en defensa de la hermosa banda sonora que compuso para la serie de televisión "Marco polo" (1982) y a favor del tema inédito de la película "Más allá de los sueños", inexplicablemente e incomprensiblemente descartado, pues sólo por la belleza de su melodía mereció ser admitida.
Ennio Morricone tuvo tres grandes pasiones en su vida: su país (Italia), su esposa (Maria Travia) y su arte (la música). Tras su marcha hacia la eternidad nos deja un legado irrepetible y mucho por descubrir de su extensa labor. Desde allá donde estés, que tu batuta celestial inspire a las nuevas generaciones de compositores promesas para que el espectáculo de la música del cine nunca deje de sonar.

Fotos: EFE, Getty Images, Vanity Fair.

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