lunes, 2 de diciembre de 2019

150 años del puerto de Barcelona


Se cumple un siglo y medio de la construcción del puerto de Barcelona tal y como lo entendemos en la actualidad, es decir, una infraestructura moderna cuya evolución y desarrollo permitió que la ciudad alcanzara económicamente la capitalidad del Mediterráneo. Su materialización supuso el inicio de la historia contemporánea marítima barcelonesa, un momento que coincidió con el derribo de las murallas, la Revolución Industrial y la expansión urbana por el llano mediante el desarrollo del Plan Cerdà.
El puerto de Barcelona es en realidad mucho más antiguo, pero se trata de una etapa histórica que nada tiene que ver con la abierta a partir de 1869 y que en el presente año se conmemora. En realidad cuando se fundó la colonia romana Barcino ya existía un puerto natural situado en una playa a caballo entre la montaña de Montjuïc y la desembocadura del río Llobregat. Con el paso de los siglos ganó peso económico a medida que Barcelona fue creciendo hasta que ésta alcanzó la capitalidad marítima de la Corona de Aragón. En 1378 se solicitó al rey Pedro IV la continuación de las obras del puerto y una ampliación al norte de la montaña de Montjuïc porque el emplazamiento original había perdido calado por acumulación de arenas. En 1438 el rey Alfonso V el Magnánimo autorizó la construcción de un nuevo puerto artificial, pero no fue hasta 1477 bajo el reinado de Juan II de Aragón cuando se colocó la primera piedra, tras varios intentos fallidos derivados de las destrozas causadas por los temporales. En 1562 finalizó la construcción de la muralla de mar por recomendación del emperador Carlos V para proteger la ciudad de la amenaza turca y la piratería. El espacio portuario se mantuvo prácticamente inalterado salvo en las ampliaciones de 1590, 1679 y 1720. Entre 1751 y 1772 el Dic de l’Est pasaría a ser el Moll dels Pescadors con la construcción de la Torre de la Llanterna.


Llegados al siglo XIX, en 1859 el ingeniero jefe de la provincia de Barcelona, Josep Rafo, presentó al Ministerio de Fomento un proyecto de obras y mejoras del puerto que garantizara la seguridad de las embarcaciones y permitiera acoger grandes barcos. Tras la aprobación fue necesaria la búsqueda de financiación, lo cual supuso un retraso de diez años hasta que en diciembre de 1868 se aprobó el decreto para la creación la Junta de Obras del Puerto de Barcelona, una institución constituida oficialmente el 5 de febrero de 1869 formada por armadores, comerciantes y empresarios marítimos, junto con el Ministerio Fomento. De este modo se consiguió aportar la gestión y financiación necesarias para su desarrollarlo. Las obras empezaron en 1870 y al cabo de cinco años se extrajeron casi dos millones de metros cuadrados de sedimentos, unos trabajos presupuestados en más de tres millones de pesetas. En 1881 se construyeron los depósitos de comercio y en 1898 se consiguió la prolongación del dique del este para hacer frente a los desperfectos que las tormentas causaban en la zona portuaria. La montaña de Montjuïc se convirtió en el nuevo límite urbano que determinó decisivamente la forma como crecería el puerto, a la vez frontera de la zona industrial marítima, de la zona de ocio que era el Paralelo y de los bajos fondos del llamado Barrio Chino (actual Raval). La construcción del nuevo puerto comportó novedades como el establecimiento en 1884 de un servicio regular de vapores-ómnibus entre el Portal de la Pau y los Baños San Sebastián. En 1887 la línea fue transferida y un año después las embarcaciones pasaron a conocerse popularmente como "Golondrinas". En 1888 con motivo de la Exposición Universal se erigió en 53 días el Hotel Internacional sobre terrenos del Moll de la Fusta. Obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, al tratarse de una edificación provisional sin cimientos y en terrenos portuarios, tras finalizar el evento fue finalmente derribado.


A principios del siglo XX, tras dragarse el fondo del puerto, la Junta de Obras del Puerto aprobó la creación de más superficie terrestre para atender mejor la creciente cantidad de mercancías que transportaban los nuevos barcos. Es importante remarcar que el crecimiento continuado del puerto no impidió el desarrollo de la actividad pesquera.
Entre 1902 y 1905 se construyeron los tinglados del Moll de Bosch i Alsina o Moll  la Fusta, entonces conocido como el Moll de la Muralla por haber estado allí la antigua muralla de mar. En 1903 se erigió el edificio de la terminal de pasajeros, obra del arquitecto Julio Valdés. En 1904 la Torre de la Llanterna pasó a ser la Torre del Rellotge al serle instalado un reloj donde había la linterna.
La Primera Guerra Mundial supuso momentos de inestabilidad económica que afectaron el rendimiento del puerto. En 1918 el edificio de la terminal de pasajeros pasó a ser la sede de la Junta de Obras del Puerto.
Los años 20 vinieron marcados por la dictadura del general Primo de Rivera de 1923 a 1930 y por el pistolerismo, lo cual generó inestabilidad entre obreros y patrones puesto que muchos sucesos se dieron en el ámbito portuario. Ello no impidió que la zona continuara creciendo urbanísticamente y económicamente. En 1928 se construyó el edificio diseñado por el arquitecto Adolf Florensa que albergó las dependencias del Ministerio de la Guerra. A partir de 1929, año de la Exposición Internacional, el rompeolas se convirtió en nuevo punto de ocio barcelonés. Además, fue la época en que el Barrio Chino alcanzó los máximos índices de popularidad, de modo que marineros y turistas se convirtieron en clientes de prostíbulos, tabernas y salas de fiestas.


El 11 de septiembre de 1931 se puso en servicio el transbordador aéreo que comunicaba Miramar, en la montaña de Montjuïc, con el puerto y la playa de Sant Sebastià, en la Barceloneta. Para ello se construyeron dos torres metálicas: Jaume I y Sant Sebastià.
Al estallar la Guerra Civil española el puerto asumió un importante papel como punto estratégico, convirtiéndose en la infraestructura donde llegaban y se distribuían los suministros imprescindibles para el conflicto bélico y el mantenimiento de la retaguardia, como armas, medicamentos, alimentos y munición. Además se acogieron numerosas industrias de guerra que fabricaban el armamento para el combate. Es por éste motivo que los aviones italianos que sobrevolaron la ciudad se dedicaron a bombardear insistentemente toda la zona portuaria. Se dice que en la torre de Jaume I del transbordador aéreo se instaló una batería antiaérea.
Durante la posguerra hubo una ralentización general de la economía y de la construcción. Fueron los años del contrabando y el estraperlo. El puerto, tras haberse convertido en una especie de cementerio de barcos abandonados y semihundidos, se decidió acabar con la situación mediante un decreto del 9 de febrero de 1939 que ordenó la retirada y desguace de toda la chatarra flotante. Entre los años 1939 y 1942 la Junta de Obras del Puerto se dedicó a la reconstrucción de los espacios bombardeados y a la rehabilitación de los tinglados. Precisamente en el último año citado se inauguró la nueva sede del Real Club Náutico.
A partir del 9 de enero de 1951 desembarcó la Sexta Flota norteamericana, lo cual llenó de marines estadounidenses el casco antiguo de la ciudad que aprovecharon la ocasión para disfrutar del ocio barcelonés y también del vicio.


Ello dio un impulso a la economía, especialmente bares, restaurantes, salas de fiesta, hotelería, turismo y prostitución. El 15 de agosto 1957 sucedió un trágico incidente cuando un helicóptero tipo Sikorsky llamado "Angel" perteneciente al portaaviones Franklin D. Roosevelt sobrevoló el puerto y chocó contra los cables del transbordador aéreo, ocasionando la precipitación del aparato al mar y la muerte de todos sus tripulantes.
A finales de los años 50 el puerto se recuperó consolidándose como gran centro de importación y exportación. En 1959 el Real Club Náutico cambió de sede al Port Vell con motivo de la ampliación de la estación marítima. En 1960 se derribaron los tinglados del Moll de la Fusta. El 20 de mayo de 1963 se reabrió el servicio del transbordador aéreo. A mediados de los años 60 se inició la construcción de nuevas infraestructuras estratégicas, como la ampliación del Moll de Contradic y el Moll de l’Energia, así como la expansión hacia el sur.
En 1978 la Junta de Obras del Puerto pasó a denominarse Port Autònom de Barcelona, otorgando así autonomía. En los años 80, tras la pérdida de algunos espacios de su condición de puerto franco, el puerto inició un proceso para transformar sus muelles interiores y abrirse a la ciudad. Entre 1981 y 1987 el Moll de Bosch i Alsina o Moll de la Fusta se reformó suprimiendo la línea ferroviaria y convirtiéndose en un espacio para el paseo ciudadano y un balcón al mar. Fue entonces cuando al fin se empezó a establecer una relación entre la ciudad y el mar, abriéndose la primera al segundo mediante la penetración progresiva del ocio. La designación de la ciudad como sede olímpica en 1986 supuso un incentivo que planteó la necesidad de una reforma integral y mejorar las conexiones mediante la construcción del cinturón del Litoral.


Entre 1988 y 1993 le tocó el turno al Moll de la Barceloneta, con el derribo de los tinglados y la apertura del paseo al mar, así como la rehabilitación de la histórica Torre del Rellotge. En 1989 se instaló en el Moll de la Fusta la escultura “La Gamba”, obra de Javier Mariscal, y se creó en el término municipal del Prat de Llobregat la Zona d’Activitats Logístiques (ZAL) en el Polígon Industrial Pratenc. Se aprobó, además, pactado por las administraciones, el Pla Especial del Port Vell para transformar este espacio en zona de ocio.
En 1992 el escultor Roy Lichtenstein instaló su escultura “Cara de Barcelona” de estilo pop-art. El 1 de enero de 1993 entró en vigor la Ley 27/1992 de 24 de noviembre por la que Puertos del Estado heredó y convirtió el Port Autònom de Barcelona en la nueva Autoritat Portuària de Barcelona, centralizándose nuevamente la gestión portuaria. En ese mismo año los antiguos depósitos de comercio fueron remodelados y convertidos en el Palau de Mar, acogiendo restaurantes y el Museu d’Història de Catalunya. 
En 1994 se abrió la nueva Rambla de Mar, una pasarela ondulada de madera que conecta la plaza del Portal de la Pau con el Port Vell. En 1995 se inauguró la transformación del Moll d’Espanya o Port Vell en un centro de ocio con el centro comercial que incluía comercios, restaurantes y salas de fiesta, los multicines Maremagnum, el cine Ímax y el Aquarium. En ese mismo año se aprobó el Plan Delta que supondría el trasvase de la desembocadura del río Llobregat, con la ampliación del ZAL y la construcción de la terminal de cruceros en el Moll Adossat i dos grandes plataformas para contenedores. Entre 1998 y 2000 se reformaron los alrededores de la Torre de Jaume I, en 1999 se inauguró el parque empresarial World Trade Center, en el Moll de Barcelona y en el año 2000 se despidió el siglo XX con la inauguración del Pont d'Europa que une los muelles de Ponent y Adossat.


Ya en el siglo XXI, en 2003 se abrió la nueva bocana norte y en 2009 cerraron por motivos de seguridad los últimos locales de ocio nocturno del centro comercial Maremagnum, de modo que ésta gran superficie se recicló al ocio diurno. El año 2008 el Moll de l'Energia se amplió gracias a que se ganaron 18 hectáreas al mar, en 2009 se inauguró el polémico Hotel W Barcelona cerca de la bocana norte y en 2012 se inauguró en el Moll de l'Energia la terminal petrolífera más grande del Mediterráneo.
Durante éstos últimos años el puerto no ha dejado de crecer y se ha convertido en cinco puertos en uno: puerto ciudadano, comercial, logístico, energético y de cruceros. El Segundo Plan Estratégico del Puerto de Barcelona 2003-2015 permitió la ampliación de la zona portuaria hacia el sur mediante el trasvase de la desembocadura del río Llobregat. En la actualidad y tras un siglo y medio de desarrollo y crecimiento se ha constituido como un puerto moderno y competitivo que permite a las exportaciones catalanas llegar a todas partes y atraer grandes navieras y operadores logísticos. Tiene una extensión de 2.011 hectáreas, 22,9 kilómetros lineales de muelles y atraques, 45,80 kilómetros de red ferroviaria interna de mercancías; 38 grúas, 30 terminales y 10 estaciones marítimas. Ofrece trabajo directo en sus más de 3.000 empresas a 13.365 personas e indirectamente a 41.200, lo cual representan el 0,9% del empleo en Cataluña, generando una aportación del 1,4% al valor agregado bruto catalán. Las mercancías suponen el 73% de las exportaciones catalanas y el 24% de toda España. En cuanto al turismo, Barcelona lidera como primer puerto de cruceros del Mediterráneo con siete terminales internacionales, facturando anualmente cerca de 900 millones de euros, contribuyendo al producto interior bruto de Cataluña en más de 400 millones de euros a la vez que genera más de 7.000 puestos de trabajo.


La ampliación futura del puerto se efectuará en base a criterios de sostenibilidad y de respeto medioambiental, a la transformación digital y a la llamada cuarta revolución industrial. A día de hoy esta infraestructura marítima constituye uno de los motores económicos de Barcelona, aportando más de 9.000 millones de euros como clúster logístico y 3.500 millones como polo industrial, es líder en cruceros, es el primer hub logístico del Mediterráneo y es el espacio portuario de la Europa occidental que más crece. En la actualidad se está convirtiendo el antiguo edificio de la Autoritat Portuària de Barcelona en un centro de divulgación, mientras que el citado organismo se ha trasladado al World Trade Center.

Fotos: Arxiu Fotogràfic de Barcelona, Arxiu Port de Barcelona, Biblioteca Digita Hispánica, Editoriale Aeronautica, Hauser y Menet, La Marina, Narcís Ricard, Revista Barcos a Vela, Spanish Ports.

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