miércoles, 2 de diciembre de 2015

¿Debe eliminarse cualquier rastro de simbología franquista en Barcelona?


Recientemente el Ayuntamiento de Barcelona ha aprobado la retirada de todos aquellos elementos que contengan simbología franquista de las calles de la ciudad, siendo el distrito de Nou Barris el primero en empezar. Esta acción se llevará a cabo en base al artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica que "insta a las administraciones públicas a tomar las medidas oportunas para la retirada, en el ámbito de sus competencias, de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura". Por ello se efectuará una catalogación previa de todos aquellos elementos considerados desafectos a los valores democráticos para luego proceder a su eliminación de las vías públicas barcelonesas.
Barcelona constituye actualmente un rico mosaico de símbolos, iconos, monumentos y edificios entre otros elementos paisajísticos producto de diferentes etapas de la historia. Su conservación enriquece su identidad la cual se ve fortalecida por la que aportan todos y cada uno de los ciudadanos que residen en la capital catalana. Basta ver cómo cada calle puede llevarnos a una época concreta, hecho que demuestra la presencia de una memoria histórica de la que no todas las urbes pueden presumir, especialmente las que fueron arrasadas como consecuencia de los bombardeos de la II Guerra Mundial y tuvieron que reconstruirse modernas.


El asunto nos llevaría a plantear hasta qué punto debería erradicarse cualquier rastro de simbología franquista. La misma Ley de Memoria Histórica nos puntualiza literalmente que "de forma excepcional, se conservarán aquellas menciones que sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley. Para valorar los supuestos de excepcionalidad en la retirada de símbolos, el Ministerio de Cultura creó una Comisión Técnica de Expertos".
El problema yace en la última frase, donde entran en juego sentimientos personales, intereses particulares e ideologías políticas cuya permeabilidad rompe enseguida con los criterios objetivos y pone en duda la acción de estas comisiones técnicas de expertos existentes en cada localidad. El asunto es polémico y controvertido y se presta al triste juego de rojos con sed de venganza contra nacionales añorados de su Caudillo del cual ya estamos más que aburridos y acostumbrados.
Retirar absolutamente toda la simbología franquista de Barcelona sería un error porque aunque nos duela explica una etapa muy importante de nuestra historia. Quienes pretenden borrar o esconder una realidad que duró cerca de 40 años e ignorarla como si jamás hubiese existido no hace sino perjudicar incluso a las nuevas generaciones de barceloneses nacidas en democracia que deben conocer el pasado de su ciudad y juzgar por ellos mismos lo que representó el franquismo. Apostar por el mantenimiento de algunos elementos no significa ser franquista sino objetivo, debiendo ser presentes en la misma medida que se requeriría preservar también los elementos republicanos, primoriveristas, monárquicos, democráticos y de cualquier otra época de la historia de Barcelona porque esta ciudad es producto de muchos siglos y su contenido nos lo explica.


El Ayuntamiento de Barcelona dispone de un gran almacén donde se guarda material muy variado que por unas razones u otras ha sido retirado del ámbito público porque no se le ha otorgado valor alguno. Grave error. Sería importante que no terminara destruido o vendido a coleccionistas particulares sino recuperado y expuesto con la finalidad de crear un museo del paisaje urbano a modo de extensión del actual Museu d'Història de la Ciutat (MUHBA).
Paralelamente, el Gobierno municipal quiere potenciar la memoria libertaria y feminista, pero ello debe hacerse de manera coherente a la realidad barcelonesa porque no debemos olvidar que su sociedad, al igual que la catalana en general es plural, y la presencia de la pluralidad es síntoma de una democracia que goza de buena salud porque así es cuando todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente. Por contra, la imposición sutil o descarada de unos valores sobre otros, aunque éstos sean democráticos, corre el riesgo de pervertir dicha pluralidad y de provocar que quienes piensen diferente se sientan coaccionados hasta el punto de obligarse a sí mismos en última instancia a autocensurarse por miedo a ser excluidos.
En definitiva, que Barcelona siga siendo ese mosaico que explica su historia y un referente democrático en base a su pluralidad.

Fotos: buscantraons.blogspot.com, www.gamifi.cat, www.racocatala.cat.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola vidrioso y espinoso tema colega, al ver la primera foto de la plaquita me viene a la memoria el abuelo de un amigo mio nada nada nada franquista al final decia que las casas que llevan la plaquita de "Ministerio de la Vivienda" eran familias casi felices con sus mas y sus menos pero las de VPO no han traido mas que desastres, en alusion de dos de sus nietos que por la losa de la hipoteca han visto que se las ha arrebatado el banco y al final se han visto obligados a retornar a la humilda morada del ministerio.

En fin hay de todo como en botica y cada uno cuenta como le ha ido, pero creo que si hay que quitar simbolos preteritos pero no todos para que no se olvide y no porque no esten creamos que nada paso.

Salud