lunes, 21 de julio de 2014

Los semáforos operativos más antiguos de Barcelona


En los cruces de la calle del Comte d'Urgell con las calles de Londres y de Buenos Aires todavía se conservan como una reliquia del pasado los dos semáforos operativos más antiguos de Barcelona. Si bien los primeros se instalaron en 1929 en el cruce de las calles de Balmes con Provença con motivo de la Exposición Internacional, estos dos simbolizan en la actualidad el inicio del progreso y desarrollo de la ciudad que dejaba atrás el modelo autárquico.
El motivo de su instalación se debió al progresivo aumento del tráfico de automóviles por la ciudad. Fueron diseñados por Enclavamientos y Señales Sociedad Anónima (EYSSA), empresa pionera fundada el 14 de mayo de 1948 considerada muy importante incluso a nivel mundial en el estudio e implantación de la ordenación, señalización y regulación del tráfico viario.
Algunas fuentes poco fiables apuntan su instalación entre finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta. Sin embargo, las informaciones más fidedignas coinciden en asegurar que se colocaron en el año 1958 gracias al joven ingeniero de EYSSA Gabriel Ferrater, el cual, a sus 25 años de edad ideó un moderno sistema automático de ordenación del tráfico que dirigía y coordinaba los semáforos de más de cuarenta cruces diferentes desde una emisora central. Ello posibilitaba entre otras cosas la llamada "onda verde" que permitía circular sin apenas interrupciones por largos tramos de calles como los del Eixample. 


El invento se presentó en la Cámara de Comercio de Reus y en mayo de 1957 se instaló a modo de ensayo en la Via Laietana. Tras los buenos resultados obtenidos se extendieron a veinte cruces más, y el 27 de enero de 1958 se instalaron 36 nuevos semáforos en la calle del Comte d'Urgell, de los cuales 2 se ubicaron en los cruces para vehículos y el resto en las esquinas para vehículos y peatones. Con motivo de tal innovación se celebró en dicha fecha un acto presidido por el entonces alcalde de Barcelona Josep Maria de Porcioles, el cual puso en marcha los semáforos desde una caja de mandos de señalización situada cerca de la Escuela Industrial. El nuevo sistema, además, presentaba la ventaja de eliminar la rigidez de tiempos inherentes a los reguladores electromecánicos empleados hasta entonces, ya que desde la central ubicada en la Escuela Industrial era posible variar los tiempos de ciclo y reparto en las distintas horas del día así como facilitar el paso de servicios públicos de urgencia como policía, bomberos y ambulancias. Estos fueron en definitiva los primeros semáforos de concepción moderna, que dejaban atrás los que funcionaban a cuerda e iban acompañados de un guardia urbano que se encargaba del cambio manual. Por aquel entonces Barcelona contaba con un parque motor de unos 100.000 vehículos.


El diseño de estos semáforos, inspirado en modelos de otras ciudades europeas, consiste en una estructura formada por un fuste de piedra artificial pintada de gris plateado, poste de acero para la farola superior y cabeza con cuatro caras de tres luces cada una (rojo, ámbar y verde) con sus correspondientes viseras. Encima corona una farola. El semáforo se aguanta sobre una base de estructura hexagonal de hormigón pintada a rayas blancas y rojas.
Desde sus inicios se encargaron de regular el tráfico de los cruces de la calle del Comte d'Urgell cuando estos viales tenía doble sentido de circulación. Ello significaba más tiempo de espera por parte de los automovilistas que esperaban el cambio del rojo al verde, que podía llegar a ser de hasta tres minutos. Progresivamente, a medida que la reordenación de los flujos de vehículos aconsejó convertir las calles del Eixample en unidireccionales, dejaron de funcionar dos de las cuatro caras, reduciendo a más de la mitad el tiempo de espera. Salvo estos dos que han sobrevivido hasta la actualidad, los del resto de Barcelona instalados en otras grandes arterias fueron definitivamente retirados. En los años setenta los semáforos se fueron modernizando, dando paso a modelos más funcionales con su característico color amarillo. Solo los poquísimos semáforos de cruce como los de la calle del Comte d'Urgell se mantuvieron siempre con su gris plateado original.


Con el paso de los años, las inclemencias del tiempo y el hecho de ser víctimas de algunos pequeños accidentes de tránsito contribuyeron a su inevitable degradación. Sin embargo, el Institut del Paisatge Urbà del Ayuntamiento de Barcelona consideró que eran un elemento singular del paisaje barcelonés y que merecían ser conservados a pesar de algunas voces minoritarias en contra que alegaban peligrosidad. Entre el 25 de septiembre y el 1 de noviembre de 2013 fueron sometidos a una restauración presupuestada en 28.318 euros, lo que permitió que recuperasen nuevamente su funcionalidad. Actualmente forman parte del llamado Catàleg de Petits Paisatges y siguen en funcionamiento adaptados a la tecnología de bajo consumo mediante luces de leds, aunque de las cuatro caras solo dos son operativas debido a los sentidos únicos de las calles.

Fotos: Barcelona Televisió, El Periódico de Catalunya, Ricard Fernández Valentí.

2 comentarios:

Canet Bernat dijo...

Quasi 5 milions de pessetes per restaurar-los? Els van recobrir d'or o qué? Em sembla molt i molt car...

Ricard dijo...

Doncs això sembla, que tant va costar.