El aborto es un tema que, además de generar una gran controversia, se está discutiendo desde hace mucho tiempo y nunca pasan de moda. Tratar acerca de ello es algo especialmente delicado, pues existen casos muy diferentes unos de otros y nunca se puede generalizar. Su politización (como todas las cosas) ha llevado a ir de un extremo al otro, sin que se planteen términos medios o particularismos.
A título personal, un servidor no sabría definirse contundentemente acerca de si está a favor o en contra del aborto. A priori, respondería que sí, pero luego vienen estos matices que, como he dicho antes, impiden una aplicación generalizada del tema. O sea, que es un “sí, pero…”
Para muchos, despenalizar completamente el aborto es, a afectos prácticos, la manera fulminante de eliminar a esos hijos no deseados. Existe un punto de vista, muy polémico eso sí, de quienes teorizaron en Estados Unidos que hay una relación entre la maldad y el hecho de ser un “accidente de la naturaleza”. Así, estos expertos sostenían la idea de que los hijos no deseados, como consecuencia de su condición, se maleducaban o se ineducaban porque al no ser queridos por sus padres no se asumían como era debido, y ello conllevaba a que al llegar a la adolescencia o a la edad adulta, se convirtiesen en potenciales delincuentes, asesinos, violadores, drogadictos, incapacitados sociales y similares. En cambio, los hijos deseados eran asumidos y bien educados (o al menos lo mejor posible) y las probabilidades de ser una buena persona y de provecho eran de un porcentaje notablemente superior. En resumen, creen en la teoría de que la delincuencia norteamericana tenía ese perfil de “hijos no deseados” y que, por lo tanto, si todos ellos (o la gran mayoría) no hubiesen nacido, habría menos delincuencia y así la sociedad sería mejor.
Si se analiza esta teoría que defiende el aborto como un método eficaz para frenar a los “indeseados sociales”, no negaré que, ciertamente, un porcentaje importante de jóvenes delincuentes, marginales, ineducados o incívicos son hijos no deseados, y que su manera de ser se debe al hecho de no haber sido convenientemente educados y asumidos por sus padres, y que si no hubiesen nacido mucha gente afirmaría “vivir más tranquila”. Ahora bien, ¿se puede esto generalizar? La respuesta es no. El aborto no se puede presentar como la solución a las maldades del mundo. Puede ser “una solución”, pero no “la solución”. Existen hijos no deseados que luego han sido grandes personas, y como ejemplo obsérvese el caso de Beethoven, hijo no deseado que recibía frecuentes palizas de un padre alcohólico y una madre depresiva. ¿Por qué al llegar a la edad adulta no se convirtió en un asesino, pues está claro que no recibió por parte de sus padres esa buena educación? Otro caso contrario serían los hijos de padres bondadosos y acomodados, los cuales han dado buena educación a sus retoños y los han ingresado en las mejores escuelas, y que al llegar a la edad adulta, se han convertido en seres canallas e indeseables. ¿Aquí, qué ha pasado? Muy claro, que la bondad o la maldad no residen en ser o no deseado, pues existe la herencia genética de los antepasados y esa parte única e irrepetible del alma de cada persona. Además, no hay que olvidar que existen hijos no deseados que, una vez han nacido, han pasado a ser deseados porque sus padres ven las cosas de otro color al ver aquella criatura en sus brazos, o al contrario, hijos muy esperados y que una vez han nacido sus padres se cansan enseguida porque se dan cuenta que no es lo que creían.
A título personal, un servidor no sabría definirse contundentemente acerca de si está a favor o en contra del aborto. A priori, respondería que sí, pero luego vienen estos matices que, como he dicho antes, impiden una aplicación generalizada del tema. O sea, que es un “sí, pero…”
Para muchos, despenalizar completamente el aborto es, a afectos prácticos, la manera fulminante de eliminar a esos hijos no deseados. Existe un punto de vista, muy polémico eso sí, de quienes teorizaron en Estados Unidos que hay una relación entre la maldad y el hecho de ser un “accidente de la naturaleza”. Así, estos expertos sostenían la idea de que los hijos no deseados, como consecuencia de su condición, se maleducaban o se ineducaban porque al no ser queridos por sus padres no se asumían como era debido, y ello conllevaba a que al llegar a la adolescencia o a la edad adulta, se convirtiesen en potenciales delincuentes, asesinos, violadores, drogadictos, incapacitados sociales y similares. En cambio, los hijos deseados eran asumidos y bien educados (o al menos lo mejor posible) y las probabilidades de ser una buena persona y de provecho eran de un porcentaje notablemente superior. En resumen, creen en la teoría de que la delincuencia norteamericana tenía ese perfil de “hijos no deseados” y que, por lo tanto, si todos ellos (o la gran mayoría) no hubiesen nacido, habría menos delincuencia y así la sociedad sería mejor.
Si se analiza esta teoría que defiende el aborto como un método eficaz para frenar a los “indeseados sociales”, no negaré que, ciertamente, un porcentaje importante de jóvenes delincuentes, marginales, ineducados o incívicos son hijos no deseados, y que su manera de ser se debe al hecho de no haber sido convenientemente educados y asumidos por sus padres, y que si no hubiesen nacido mucha gente afirmaría “vivir más tranquila”. Ahora bien, ¿se puede esto generalizar? La respuesta es no. El aborto no se puede presentar como la solución a las maldades del mundo. Puede ser “una solución”, pero no “la solución”. Existen hijos no deseados que luego han sido grandes personas, y como ejemplo obsérvese el caso de Beethoven, hijo no deseado que recibía frecuentes palizas de un padre alcohólico y una madre depresiva. ¿Por qué al llegar a la edad adulta no se convirtió en un asesino, pues está claro que no recibió por parte de sus padres esa buena educación? Otro caso contrario serían los hijos de padres bondadosos y acomodados, los cuales han dado buena educación a sus retoños y los han ingresado en las mejores escuelas, y que al llegar a la edad adulta, se han convertido en seres canallas e indeseables. ¿Aquí, qué ha pasado? Muy claro, que la bondad o la maldad no residen en ser o no deseado, pues existe la herencia genética de los antepasados y esa parte única e irrepetible del alma de cada persona. Además, no hay que olvidar que existen hijos no deseados que, una vez han nacido, han pasado a ser deseados porque sus padres ven las cosas de otro color al ver aquella criatura en sus brazos, o al contrario, hijos muy esperados y que una vez han nacido sus padres se cansan enseguida porque se dan cuenta que no es lo que creían.
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