miércoles, 24 de diciembre de 2025

MENSAJE DE NAVIDAD 2025


Amigos y amigas:

Desde la ciudad de Barcelona acompañado de mi querida esposa Sayra quiero felicitaros la Navidad. Y como es costumbre en estas fechas tan entrañables las primeras palabras serán para expresaros mis mejores deseos de paz, amor, felicidad y prosperidad. Cerramos un año marcado en términos globales por la crispación. La pérdida de valores, la crisis de recursos, la corrupción política, las guerras fomentadas por intereses, el fenómeno migratorio y la creciente polarización entre ricos y pobres en detrimento de la clase media tiene como resultado un incremento de los populismos, de las posiciones radicales así como de una fuerte división y confrontación social entre una ciudadanía cada vez más frustrada, descontenta y desengañada. A todo ello el fenómeno de la globalización y la imposición de la Agenda 2030 están ocasionando numerosas dudas e incertidumbres sobre cuál será el nuevo orden mundial que se pretende establecer y a quiénes realmente va a beneficiar. Nunca el futuro se había visto tan nublado e indefinido como en los tiempos presentes. El auge mundial de las fuerzas de extrema derecha debería de ser motivo de reflexión, pues es un deber obligado de los partidos políticos tradicionales tanto de derechas como de izquierdas que hagan una autocrítica y una reflexión sobre qué se ha hecho mal y por qué razones se ha llegado a la actual situación.


Una vez más como barcelonés, catalán, español, europeo y occidental reafirmo mi posición en defensa de las democracias occidentales de cultura cristiana. Aun con todos sus defectos e imperfecciones, aun con los errores y atrocidades que hayan cometido a lo largo de la historia y aun con todas las cosas que deberían de corregir y mejorar, son estos los países donde se hallan las sociedades más democráticas, donde se registran los mayores índices de igualdad y de derechos humanos y donde existe un nivel y una calidad de vida superior para sus ciudadanos. Ello no tiene nada de reaccionario ni supone un desprecio hacia otras culturas y civilizaciones del mundo. Al contrario, pues no existe un solo país que no defienda su propia identidad, sus tradiciones, sus valores, sus creencias y sus costumbres con las que se han construido durante siglos, ya que nadie quiere desaparecer. Es por este motivo que condeno enérgicamente a todas aquellas ideologías sociales y políticas que fomentan el autoodio y utilizan perversamente algo positivo y enriquecedor como es la diversidad étnica, cultural y religiosa como una herramienta para el revanchismo y la sustitución, una acción basada en la idea de que Occidente, por su pasado colonizador y conquistador, debe pedir perdón y pagar por los daños cometidos dejándose colonizar por los llamados pueblos oprimidos aunque ello suponga nuestra desaparición y la de los valores democráticos.


Igualmente siempre me he manifestado contrario a la ideología woke, hija natural del marxismo cultural, así como de la (in)cultura de la cancelación, ambas responsables del retroceso democrático y de la libertad de expresión en Occidente, además de no haber contribuido en absoluto a la igualdad entre los distintos colectivos sociales ya que los ensalza por sus particularidades sexuales y fenotípicas y no por sus cualidades humanas, una idea justamente contraria a lo que anhelaba Martin Luther King.
Durante este año la guerra contra Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina han acaparado nuevamente un gran protagonismo. Todas las personas de bien queremos que haya paz, entendimiento, concordia y convivencia en el mundo. Cualquier persona mínimamente demócrata y de buen corazón se opondrá a toda guerra, a todo genocidio, a toda tiranía y a toda vulneración de los derechos humanos. Todavía existen numerosos países en el mundo donde se cometen genocidios, no existe la libertad y determinados colectivos sufren una fuerte discriminación y persecución. La auténtica solidaridad jamás puede ser selectiva, es decir, denunciar las injusticias contra unos pero mantener el silencio ante las injusticias contra otros. Por este motivo debería de verse desde una perspectiva global, pues de lo contrario corremos el riesgo de ser cómplices de intereses partidistas y particulares cuya consecuencia es la división y el enfrentamiento social.


La inmigración es un fenómeno mundial que debería de abordarse mediante políticas valientes que, a la vez, eviten el racismo en un extremo pero a su vez la pérdida de identidad del país receptor en el otro. Todo inmigrante que viene a trabajar, a prosperar y se integra aceptando la lengua, la cultura, las creencias, los valores, las tradiciones y las costumbres del territorio de acogida es bienvenido y digno de ser respetado. Es aquí donde realmente la interculturalidad supone un enriquecimiento al tratarse de una mutua invitación en tanto que se comparten cordialmente experiencias. Todas las culturas y religiones son dignas de ser respetadas por lo que representan como valores humanos. De su bondad y sus beneficios depende fundamentalmente del uso e interpretación que se haga de ellas. Sólo perjudican en el momento en que hay resistencia a integrarse al país de acogida, se intentan imponer a modo de sustitución, se utilizan como efectivo político y partidista para acabar con otras culturas y religiones o creen que tienen superioridad moral respecto a las autóctonas y a otras de distintas procedencias. Integrarse no es perder las raíces, dejar de ser uno mismo o renunciar a las propias creencias sino aceptar las reglas del juego del país receptor y facilitar el establecimiento de una reciprocidad simbiótica entre autóctono y forastero en tanto que ambas partes se beneficien mutuamente.
 

España debería tener como aspiración ascender como potencia económica y colocarse en la Europa de la primera velocidad, pues sin duda el país contiene todos aquellos ingredientes necesarios para conseguir este objetivo. Liderar el sector primario por la extraordinaria calidad de los productos de la tierra y del mar, evitar la fuga de cerebros creando empleo cualificado y de calidad, reimpulsar la industria fabricando productos 100% españoles, exportar la cultura y la gastronomía por ser tan rica y variada, así como potenciar la energía solar para convertirnos en referentes europeos de sostenibilidad por ser el país del Sol, serían objetivos a desarrollar durante el presente siglo XXI si queremos estar al nivel de las primeras economías del mundo. Para ello es fundamental e ineludible una regeneración democrática que elimine la corrupción política de todos los partidos, eliminar ese histórico complejo de inferioridad con respecto a otros países y acabar con la leyenda negra que ha repercutido a una baja autoestima de la sociedad española. El ferrocarril, más allá de un transporte público de pasajeros y mercancías, constituye una eficaz herramienta para revertir el fenómeno de la España vaciada y garantizar el reequilibrio territorial. Además del tren de alta velocidad que une con rapidez y eficacia las capitales de provincia, los corredores regionales posibilitan la expansión económica, descentralizan las ciudades y generan nuevas relaciones interprovinciales e interregionales.


Cataluña urge que dé un golpe de timón y recupere cuanto antes su talante emprendedor de antaño que tanto la ayudó a ser un referente nacional e internacional en industrias, empresas, cultura, ciencia y educación. Ciertamente se echa de menos la clásica figura del catalán inquieto, trabajador y emprendedor capaz de crear un negocio y generar riqueza que tanto ha contribuido al prestigio nacional e internacional de nuestra tierra. De aquí han surgido numerosas figuras universales que, además de aportar, nos han dado a conocer más allá de nuestras fronteras. La identidad catalana, inevitablemente fruto de la transformación social, nunca ha permanecido inalterada como algunos pretenden hacer creer, al contrario, ha evolucionado y evolucionará hacia caminos muy alejados de las concepciones romanticistas que los nacionalismos se empeñan en mantener. El tema de la lengua ha vuelto a ser motivo de polémica y discusión ante el retroceso que ha experimentado durante estos últimos años. El aumento de la inmigración extranjera que lógicamente no tiene el catalán como lengua materna, sumado al progresivo abandono por parte de la mismísima comunidad catalana ha llevado a la situación actual. No debemos olvidar que las lenguas, entendidas como un enriquecimiento y un patrimonio cultural, desaparecen en el momento en que la sociedad decide dejarlas de hablar.


Barcelona es, por supuesto, un año más, mi pasión y, a su vez, mi inquietud. La ciudad se halla en un nuevo proceso de transformación y regeneración urbana que se extiende hacia las ciudades de la región metropolitana entendida como una prolongación natural de la capital catalana más allá de sus límites administrativos. Una vez más quisiera criticar a quienes mediante actitudes populistas venden el turismo como un prejuicio y lo culpan de todos los problemas que sufre Barcelona. Estamos de acuerdo en que el modelo turístico vigente debería de ser revisado y puesto al día, apostando por otro de mayor calidad cuyos beneficios revertieran todavía aún más en la ciudad por el bien social, a su vez haciéndolo más compatible con la vida de los ciudadanos. Sin embargo no resulta moralmente lícito usar la turismofobia como una carta comodín para tapar la incompetencia, la mala gestión y el fracaso de las políticas municipales. La inseguridad, el incivismo, el fenómeno de la okupación, la presencia creciente de inmigración irregular, el aumento de la pobreza, la suciedad, la pérdida de identidad y el imparable encarecimiento de la vivienda que tanto preocupa no se pueden atribuir únicamente a un sector económico o a un colectivo sino que son problemas derivados de muchas otras razones y que venimos arrastrando desde hace décadas. Más allá de la presencia de turistas, la masificación también la ocasionamos los autóctonos y la población inmigrante aunque afirmar eso sea políticamente incorrecto. No se trata tanto del volumen de población sino de la existencia de un desequilibrio entre oferta y demanda, traducido en una pérdida de calidad de los servicios y de la calidad de vida que en casos extremos nos degrada como personas provocando crispación y malestar.


Inevitablemente en estas fechas es habitual recordar a los seres queridos que nos han dejado tanto en el transcurso del presente año como en años anteriores y que siempre echaremos de menos. A quienes lo hayan sufrido o lo estén sufriendo ahora puedo asegurarles que, por haber vivido idénticas experiencias en ocasiones pasadas, entiendo perfectamente el dolor y la tristeza que sienten, razón por la cual les envío un fuerte abrazo y les invito a que brinden en su memoria por todo lo bueno que han aportado y el legado que os han dejado. Como creyente tengo la convicción de que la muerte no es final sino el paso a otra etapa y que algún día, sin duda, todos nos volveremos a encontrar.
Durante estas fiestas no podemos olvidar aquellas personas que lo pasan mal por una situación de pobreza o de enfermedad. A menudo no nos damos cuenta de que a pesar de nuestras carencias y problemas somos afortunados por tener asegurado un trabajo, un plato de comida y un techo donde dormir calientes, ducharnos y lavar la ropa. Deberíamos valorar mucho más lo que tenemos y no envidiar tanto lo que nos falta. Antaño en mi infancia y juventud era rico sin tener una sola moneda en la cartera y siendo de clase social media baja tenía de todo y no me faltaba de nada.


Echo profundamente de menos aquellas Navidades en las cuales mi padre llegaba del trabajo con dos grandes lotes llenos de botellas de cava, vino y licores, turrones variados, mantecados y polvorones, embutidos e incluso a veces una buena pata de jamón; eran Navidades en las cuales decorábamos toda la casa con adornos, el árbol y aquél espectacular pesebre que yo mismo montaba meticulosamente y mi padrino esperaba contemplar como un niño; eran Navidades en las que todavía se enviaban felicitaciones por correo y que a todos nos alegraba recibir por sorpresa de quienes no esperábamos; eran Navidades en las que el día 25 nos sentábamos ocho personas alrededor de una mesa para deleitarnos de la deliciosa comida navideña que mi madre preparaba con amor: la sopa de galets, el pollo con ciruelas y piñones y para San Esteban los tradicionales canelones; eran Navidades en las que acudía a ver las cabalgatas de Reyes Magos de barrio cuyo Rey Baltasar todavía era un blanco con la cara pintada y se notaba a una legua; y eran también aquellas Navidades que el día 6 de enero te recompensaba con toda clase de regalos, cuando los juguetes eran juguetes de verdad. Actualmente todo esto son solo recuerdos de un pasado que jamás volverá.


Durante el próximo año continuaré publicando interesantes artículos sobre la historia y los transportes de Barcelona, si bien ello dependerá de que las circunstancias personales me lo permitan y pueda disponer del tiempo deseado para hacerlos realidad. Deseo y espero también, poder publicar algún nuevo libro, contribuyendo con modestia y humildad a la difusión de nuestra memoria histórica al abasto de todo el público en general. Una vez más quisiera dar las gracias a todas aquellas personas que siguen fielmente el presente blog, disfrutan de los artículos, aportan opiniones y, en definitiva, depositan en mí su confianza. Para terminar quisiera dirigirme una vez más como es costumbre a todos vosotros para desearos sinceramente y de corazón que paséis unas FELICES FIESTAS, una FELIZ NAVIDAD en compañía de vuestros seres queridos.


FELIZ NAVIDAD
BON NADAL
EGUBERRI ON
BO NADAL

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