sábado, 6 de marzo de 2021

La VI Flota de los EE.UU. en Barcelona (1951-1987): cuando los norteamericanos transformaron la ciudad


Se cumplen 70 años de llegada de la VI Flota norteamericana en Barcelona. Más allá de unos meros acuerdos entre España y los EE.UU. la presencia de los marines norteamericanos en la capital catalana supuso una transformación socioeconómica, así como la adaptación a unos hábitos, costumbres y pautas de comportamiento hasta entonces desconocidos o bien testimoniales. A la vez, su presencia durante 36 años, entre 1951 y 1987, supuso la semilla de lo que posteriormente conoceríamos como globalización.
Para conocer su historia deberíamos remontarnos a la postguerra. Barcelona todavía era una ciudad gris sacudida por los efectos de la Guerra Civil. Las jornadas de las clases obreras eran interminables. Por poner un ejemplo, un operario de la construcción podía cobrar solo 100 pesetas semanales cuando una docena de huevos costaba 25 pesetas. Las cartillas de racionamiento ofrecían por persona un litro de aceite, casi un kilo de patatas y 150 gramos de pan. España bajo la dictadura franquista se había quedado internacionalmente aislada. Fue entonces cuando los EE.UU. jugaron un papel clave con motivo de la llamada Guerra Fría, pues los norteamericanos tenían unas necesidades geoestratégicas que España no dudó en aprovechar. Bajo este contexto fue cuando llegó la VI Flota norteamericana a Barcelona. Ambos países alcanzaron un acuerdo porque los dos tenían un problema que resolver:  España se hallaba económicamente arruinada por la autarquía y los EE.UU. observó cómo toda la zona de los Balcanes se hallaba bajo control soviético, además de que en Francia e Italia el Partido Comunista era entonces bastante fuerte y amenazaba con alcanzar el poder. Entonces urgía de tener un aliado y en este caso fue España.



El 9 de enero de 1951 llegaron cinco buques de la VI Flota norteamericana al puerto de Barcelona. El primero en llegar, a las 9:02h de la mañana fue el Newport News, y en espacios de tiempo de 15 minutos anclaron los destructores restantes. Tras el acogimiento al citado buque insignia por parte de unos representantes del puerto, autoridades diversas y del agregado naval de la embajada de los EE.UU. los oficiales norteamericanos fueron conducidos a Capitanía General siendo recibidos por el alcalde de Barcelona José María Albert y Despujol, el gobernador civil Baeza Alegría, el presidente de la Diputación Joaquín Buxó y diversas autoridades militares. Desde entonces desembarcarían en cada visita un promedio de unos 4.000 soldados. Generalmente se trataba de jóvenes de buen carácter con poco mundo recorrido procedentes de pueblos de la América profunda. Otros eran de ciudad y había mezcla étnica: blancos, afros, latinos... Algunos eran de buena familia procedentes de academias navales a los cuales los trajeron para ofrecer una buena imagen de los EE.UU.
Gracias a los Pactos de Madrid de 1953 España pudo renovar y modernizar todo el material militar a cambio de que los EE.UU. implantaran sus bases militares en lugares como Rota, Zaragoza, Jerez de la Frontera o Torejón de Ardoz. A ello decir que una serie de puertos españoles desarrollaron una función lúdica y recreativa para los marines norteamericanos para darles descanso y vacaciones. Fueron los puertos de Palma de Mallorca, Valencia, Málaga y sobretodo Barcelona, el cual se convirtió en el preferido. Durante los años 50 la VI Flota vigilaba el Mediterráneo, concretamente vigilar la flota rusa del Mar Negro. En caso de conflictos en el Próximo Oriente los norteamericanos participaban y apoyaban a los aliados de la OTAN ante posibles agresiones de la URSS.



La gente percibió a los marineros como gente amable, respetuosa y muy generosa. Un ejemplo fueron sus servicios en actos solidarios para la gente desfavorecida. Así, el gobierno norteamericano enviaba leche en polvo, mantequilla y queso chedar a las escuelas, lo cual permitió que los escolares pudiesen disfrutar de un desayuno más digno. La presencia de los soldados, vistos como ejemplo de modernidad y bienestar, contrastaban brutalmente con algunas calles donde todavía se reflejaba el hambre, la miseria e incluso las ruinas no retiradas de los bombardeos de la Guerra Civil. 
El impacto económico que supuso para Barcelona fue espectacular. Para los marineros la capital catalana ofrecía prácticamente lo mismo que ciudades como París pero mucho más económica. Un día de visita de la VI Flota Barcelona suponía un desembolso de alrededor de un millón de pesetas, aparte de lo que pudiesen dejar en consumo de petróleo, actividades portuaria y servicios de limpieza, entre otras cosas. En aquella época un millón de pesetas era para los barceloneses una auténtica fortuna.
Los oficiales hacían excursiones por la ciudad e incluso por toda Cataluña, mientras que los marineros preferían quedarse por la zona portuaria. Bares, tabernas, prostíbulos, hoteles, restaurantes y pensiones empezaron a multiplicarse especialmente en el Barrio Chino (actual Raval). La calle de los Escudellers fue el principal escenario de los más noctámbulos, incluso en aquella época esta arteria era conocida como Escudellers International Street. Tanto para hacer el vermouth, como para escuchar música, ir de copas o salir de noche era el lugar predilecto.


El restaurante Los Caracoles se convirtió con el boca a boca en punto de encuentro obligado y recomendado. Lo que más solían consumir los yankees era pollo (chicken spanish), filete de carne y cerveza. Siempre dejaban unos 5 o 10 dólares de propina. Muchos locales de esta calle colocaban unos letreros que decían Music Request, con lo cual los marineros traían sus propias cajas de discos singles para hacerlos sonar en los bares. De algún modo podríamos decir que el rock & roll apareció en Barcelona en la calle de los Escudellers. Otros locales frecuentados en la misma calle eran el restaurante Grill Room, el bar Tequila y el bar New York, todos ellos con denominaciones asociadas al contexto y al tipo de clientela.
Los marineros mostraron especial interés por la cultura, la historia y la comida local. Gracias a la apertura de nuevos comercios los soldados compraban regalos y souvenirs para sus familias y encargaban la confección de trajes y corbatas. Además de la calle de Escudellers, la Rambla y la plaza Reial fueron otros lugares predilectos, los epicentros de la diversión de los soldados. En la Rambla acudían al restaurante Amaya donde solían consumir el “fish and chips” y “steak and eggs”. Allí también había el night-club Panam's y muy cerca, el la calle del Arc del Teatre, el Kentucky, donde eran típicas las alitas de pollo. La plaza Reial era concurrida especialmente de día. Había una ruta de las cervezas. Además de dejar propinas querían despertar la empatía de la población local, convirtiéndose en una fuente inagotable de regalos. Cuando los marineros bajaban de los barcos, aparte de ofrecerles una guía de la ciudad se les daban consejos como por ejemplo regalar chicles y chocolatinas a los niños, y también regalar encendedores Zippo.


Una de las novedades fue la Coca-Cola, hasta el punto de que Barcelona se convirtió en la ciudad del mundo que más la consumía. El 31 de marzo de 1953 salieron a la calle las primeras botellas de este mítico refresco procedentes de una fábrica ubicada en la calle de los Almogàvers, en Poblenou, la cual sería sustituida en 1965 por otra planta más moderna de Cobega en la calle de Guipúscoa, en la Verneda. El cine americano, el jazz, los pantalones tejanos, el cortaúñas y el rock & roll, entre muchas otras cosas, también se fueron poniendo de moda. La plaza Reial transformó sus negocios. El más emblemático fue el bar Brindis, que el 9 de enero de 1960 reabrió convertido en la cava de jazz Jamboree. Otro local fue El Tobogán, el primer self-service de Barcelona abierto en 1961. La entrada de los marineros supuso la entrada de las rebajas en los productos de consumo, la entrada de los electrodomésticos al por mayor y cambios en los hábitos de la comida (aparición de los platos combinados y del sándwich).
Inevitablemente modelaron la ciudad tanto urbanísticamente como socialmente, con costumbres que todavía hoy día perduran. Por ejemplo, el Día de San Valentín también fue una importación de la VI Flota. Empezó en 1953 celebrado por parte de los oficiales, trascendiendo poco después a sus habitantes.



La relación entre los soldados y las mujeres fue muy incierta y con distintos finales. Por ejemplo, las prostitutas preferían a los clientes extranjeros porque éstos las trataban muy bien y se conformaban con cualquier cosa. Una de las costumbres de las prostitutas era no llevar a los marineros a hoteles o pensiones sino a su casa y presentarles a sus hijos. Si lo conseguía muy a menudo el marinero se quedaba con ella toda la semana y le proporcionaba ropa, comida, juguetes para los hijos... Ellas cobraban 5 dólares por cada servicio, mientras que a un barcelonés sólo 15 pesetas. Un lugar frecuentado fue el burdel El Jardín, situado en la calle de Robador, en el Barrio Chino, donde llegaban a efectuar hasta 50 servicios sexuales diarios. Algunas prostitutas se comprometían en matrimonio y pedían a sus novios marineros que les enviaran dinero, pero casi siempre cuando éstos regresaban a Barcelona ellas ya habían desaparecido.
En la terraza del Cosmos había unas prostitutas llamadas Gaviotas, mujeres procedentes de varios países que sabían hablar idiomas y se dedicaban básicamente a los oficiales de la Marina. Muchas de ellas era amantes de oficiales y almirantes. Eran mujeres de bandera cuya manera de ser o de vestir las diferenciaban de las del Barrio Chino. La prostitución local para equipararse con las Gaviotas iban a la terraza del bar restaurante Cosmos y se reunían con hombres que les enseñaban inglés, siendo el más famoso un tal "señor Fernández".
A menudo las fiestas nocturnas no terminaban bien. Se dice que muchos taburetes de bares estaban clavados al suelo para evitar que los usaran en peleas cuando se emborrachaban. Sin embargo, las peleas eran vistas por sus dueños como una bendición en tanto que podían reclamar daños a la VI Flota y ellos pagaban los destrozos, lo cual posibilitaba la reforma y modernización de los locales.


Los soldados no estaban sometidos a las leyes españolas sino a la autoridad militar norteamericana. Existieron incidentes graves o incluso mortales pero ello no salía a la prensa. Sí salieron a la prensa las tragedias sucedidas en el puerto de Barcelona de los años 1957 (cuando un helicóptero se estrelló contra los cables del transbordador aéreo) y 1977 (cuando una barcaza colisionó contra un carguero y fallecieron 49 personas).
Durante los años 70 y 80 fue cambiando la percepción que se tenía de los marines norteamericanos de positiva a negativa. La guerra de Vietnam, el final de la dictadura franquista, la conciencia sobre el peligro de las armas nucleares y la campaña contra la OTAN influyeron decisivamente en alimentar esa antipatía. Finalmente, tras el atentado terrorista sucedido en el club privado norteamericano U.S.O. (United States Organitation) en la plaza del Duc de Medinaceli, el 26 de diciembre de 1987, con una víctima mortal, consideraron que el puerto de Barcelona ya no era seguro. Desde entonces la VI Flota norteamericana dejó de establecerse en la capital catalana, rompiendo así una relación amor-odio de 36 años.

Fotos: Francesc Català-Roca, George Klos, Nat Farbman (revista LIFE).

9 comentarios:

Júlia dijo...

Molt interessant!

Tot Barcelona dijo...

Te explicaré un detalle. Allá por el 68 la finca donde resido se acabó de construir. La entrada era una pequeña verja que da a un espacioso recibidor, pero antes hay que traspasar una puerta de vidrio.
Por aquel entonces era un bloque nuevo en el barrio de Sant Antoni. Mi madre y yo, por mediación de una conocida, contactamos el dueño del inmueble y le alquilamos un piso para salir de la calle Carretas. Y a lo que voy por lo que cuentas; sucedió que en una pelea de tres marineros americanos, no se como se lo hicieron pero rompieron una hoja de la puerta de vidrio de la entrada. Un marinero se cortó. No teníamos teléfono, pero había una cabina frente a casa y se llamó a la policía. No tardaron cinco minutos y no apareció la policía, sino la PM, llevaban un brazalete negro con letras blancas, en un Jeep. Bajaron tres elementos. recuerdo que dos negros y un blanco, todos más altos que el Pau Gasol. Uno de ellos preguntó que quien había llamado, y que cuanto costaba arreglar el vidrio. Mi madre dijo que había llamado ella y que el vidrio costaría más de mil pesetas de la época. Aquel hombre entendió mil...dólares. Y del bolsillo , uno tras otro en billetes que no recuerdo de que eran le puso en la mano a mi madre los mil dólares. Y se fueron inmediatamente los seís en el Jeep.

PD: La puerta no recuerdo si costó algo más de 1.400 pesetas el arreglo de la hoja.
En aquel tiempo el dolar estaba a 60 pesetas.
Mi madre pagó la puerta...y se quedó la propina.
salut

Anónimo dijo...

Para evitar vidrios rotos y desperfectos los ha de pagar quien los rompe.

Esto es lo que tendría que pasar en Barcelona ahora que esta muy de moda quemar contenedores, asaltar escaparates y robar, destruir allá por donde se pasa.

Que ciudad tan bonita nos esta quedando gracias ay untamiento y desgeneralitá y a los políticos de tanta talla, gracias pruses, gracias independentistas por sembrar lo que estáis sembrando.

Buen reportaje Ricard.

Vicente López dijo...

En 1973 yo tenía 15 años y trabajaba los fines de semana en un bar de comidas de la calle San Pablo, recuerdo el ambiente que se montaba cuando llegaba la la 6ª flota. Las prostitutas llegaban de varios lugares de España y cuando la flota paraba en Mallorca ellas iban hacia allí.

Ricard dijo...

Moltes gràcies, Júlia. Una abraçada.

Ricard dijo...

Muchas gracias por tu testigo, Tot Barcelona. Esta aportación es muy interesante, no sabía nada de eso y resulta una historia muy curiosa, como para hacer un artículo. Un abrazo.

Ricard dijo...

Anónimo, gracias, celebro que te haya gustado la entrada. Ciertamente Barcelona está ahora en un momento muy bajo. Incluso gente que conozco y que han venido de visita han notado esa decadencia. Ojalá pronto ésta situación se pueda revertir. Uncordial saludo.

Ricard dijo...

Gracias por tu testigo, Vicente. Ciertamente se podría hacer un libro a partir del testimonio de quienes vivieron esa época en vivo y en directo. Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Desgraciadamente quienes ahora han transformado la ciudad son los propios catalanes con su matraca de la independencia.

Siempre había considerado a Cataluña como algo especial personas centradas trabajadoras responsables constructivas.

Pero se me han caído los palos del sombrajo era una trampa todo paripe, hasta el oír una conversación en catalán ahora me produce asco con lo que estoy viendo con las algaradas callejeras y trufado por la vista gorda de los políticos.

No es sano vivir en Cataluña una lastima.

P.D. Compadezco a todos esos catalanes que siendo personas de bien tienen que convivir con esos chusma-catalanes que se autodenominan de raza superior.