Recibimos la noticia del traspaso a los 87 años de edad de la vedette, escritora y empresaria Carla Follis, más conocida artísticamente como Dolly Van Doll, el pasado día 13 del presente mes. Nacida en Turín (Italia) en 1938, por parte de madre procedía de una familia muy rica que lo perdió todo tras estallar la II Guerra Mundial. Cuando tenía 3 años de edad cuenta que una bomba cayó sobre su casa y sobrevivió al derrumbe, saliendo airosa de entre los escombros. Su infancia fue especialmente muy dura, pues pasó hambre y en varias ocasiones se alimentaban de patatas y castañas crudas. De adolescente alcanzó el campeonato de patinaje artístico. Desde una edad muy prematura, a los 10 años, ya se sentía mujer y quería ser bailarina. En la escuela sufrió acoso de sus compañeros que la llamaban “pollito amarillo”. Durante la postguerra trabajó de muchas cosas, por ejemplo como vendedor de helados en los cines de Génova. Desde muy temprano tuvo vocación de vedette, había estudiado sastrería y sabía hacerse sus propios vestidos. Trabajó primero en Hamburgo, después en Berlín y luego en París, donde llegó a finales de 1959 y conoció al músico Francis Lay con quien entabló una gran amistad. En la capital francesa trabajaba tanto hasta el punto de que incluso en una noche llegaba a actuar en 7 cabarets distintos.
Si bien inicialmente se daba a conocer como Dolly, poco después amplió su nombre artístico a Dolly Van Doll. Otros personajes con los cuales se codeó en París fueron, entre otros, María Callas, Amanda Pequi, Charles Aznaviur y Josephine Baker. Su vocación la motivó viajar por todo el mundo, llegando a visitar hasta 24 países, incluidos México y Japón. Gracias a ello acabó dominando varias lenguas. Además del italiano, su lengua materna, hablaba castellano, catalán, francés, inglés, turco, alemán y japonés. Su trayectoria internacional le posibilitó conocer a gente famosa como Onassis, Gloria Swanson, Paul Newman, Joanne Woodward, Joan Collins, George Hamilton, Jayne Mansfield y Ana Magnani, entre otras personalidades.
El 29 de abril de 1964 fue a Casablanca para someterse a la operación de cambio de sexo. La operó un doctor francés de origen judío llamado Georges Burou, conocido precisamente por haber sido expulsado de varios países por sus prácticas quirúrgicas ilícitas. De este modo se convirtió en la cuarta persona del mundo en intervenirse. Ella aseguró que el proceso fue como una tortura china, algo muy doloroso y que para ello arriesgó su vida, dando finalmente el paso porque no le importaba morir y en caso de salir bien sería feliz. Tras la operación permaneció 26 días ingresada y reconocida por tres ginecólogos como mujer en un tribunal. Fue entonces cuando cambió su nombre de Carlo a Carla, incluso la Iglesia accedió al cambio de la partida bautismal. Sucedió en 1965 y se convirtió en el primer caso de la historia de Italia.
Tras un desengaño amoroso con un empleado de la Siemens llegó a Barcelona el 6 de marzo de 1971. Al constar como mujer legalmente reconocida no tuvo problemas de hacer pasar desapercibida su transexualidad. Los empresarios Ardévol y Rocamora la citaron en la sala Panam’s, en la Rambla, y le ofrecieron trabajar en cualquiera de sus cinco negocios excepto en el mismo Panam’s. Finalmente se decantó por la sala Gambrinus (C/ Guàrdia nº9) y posteriormente a Barcelona de Noche (C/ Tàpies nº5). Al siguiente año debutó con el espectáculo “Noches de otoño” y en 1974 actuó en el teatro Victoria (Av. Paral·lel nº67). En 1976 ejerció como maestra de ceremonias en un espectáculo que dio inicio a la carrera del reconocido transformista argentino Ángel Pavlovsky.
Tras actuar en otros locales como Tabú (La Rambla nº33), Villarosa (C/ Arc del Teatre nº3), Blue Moon (C/ Viladomat nº211) o Red Sun (C/ Castillejos nº283) se mudó con su entonces novio, el empresario Fernando Vila, a Valencia, donde abrió su propia sala llamada Belle Époque, inaugurada en 1977. Ella se encargaba de todo, desde la coreografía hasta el vestuario e incluso de la contabilidad.
El 29 de febrero de 1980 se casó con Fernando Vila, con quien permaneció a su lado 20 años. Tras separarse de él continuaron siendo muy buenos amigos. En 1982 abrió una segunda sala de music hall también llamada Belle Époque, en Barcelona, establecida en el número 246 de la calle de Muntaner, en el antiguo teatro Moratín, antes cine Aristos. Trabajaban 54 personas, las cuales eran como una gran familia. En la entrada del local había un hombre haciendo de maniquí con un cartel colgado que decía “no tocar”, más adentro una mujer columpiada echaba purpurina al público, unos arlequines ofrecían unos programas con el contenido del espectáculo, un mago hacía trucos de magia antes de que tomaras asiento e incluso los camareros que te atendían bailaban y cantaban. El secreto del éxito era, según ella, esa magia tan especial que se vivía dentro del local. Como compañera artística había la humorista Mimí Pompón.
En 1988 clausuró su local en Valencia y en 1995 cerró también el de Barcelona, el cual al poco tiempo, el 26 de septiembre del mismo año, reabrió sus puertas como la discoteca “Luz de Gas”.
A los 57 años Dolly Van Doll “colgó las plumas” y se retiró del espectáculo. En total ejerció de vedette entre 1959 a 1995, es decir, un total de 36 años y 54 días, tal y como ella meticulosamente explicó.
Desde el año 2004 dos veces al año iba a Katmandú (Nepal) dos veces al año a cuidar a 35 niños y en 2007 se publicó su libro autobiográfico “De niño a mujer. Un canto a la libertad, al amor y la dignidad”, escrito por Pilar Matos, donde ella narraba con pelos y señales la historia de su vida.
Icono de la Barcelona nocturna, referente artístico para otros artistas, ejemplo para el colectivo LGTBIQ y modernizadora del cabaret barcelonés, desaparece un personaje que siempre se caracterizó por su humildad y su sencillez. Su telón se bajó para siempre pero como decía Freddie Mercury "The show must go on", es decir, el espectáculo debe continuar. Y así será.
Fotos: Archivo RTVE, Blog de Cotilleo, Blog Madamme Arthur, redes sociales (autores desconocidos).
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