sábado, 26 de septiembre de 2020

Barcelona ante el Día Mundial del Turismo


El 27 de septiembre es el Día Mundial del Turismo, una efeméride institucionalizada desde 1980 gracias a la Organización Mundial del Turismo (OMT) cuando en Asamblea General quiso conmemorar el 10º aniversario de la aprobación de sus Estatutos. Precisamente ello tuvo lugar aquí, en España, en el municipio de Torremolinos, y la fecha coincide con el final de la temporada alta de vacaciones en el Hemisferio Norte y el inicio de la del Hemisferio Sur. Anualmente un país del mundo es elegido para organizar una conferencia internacional y España tuvo su turno en 2012 con el coloquio "Turismo y sostenibilidad energética: propulsores del desarrollo sostenible".
Esta fecha sirve también para recordar que la crisis sanitaria no ha servido sino para percatarse de que quienes sienten turismofobia han visto culminar su propia y particular "venganza". Observar cómo algunas personas se alegran de que el centro de Barcelona sea ahora un desierto y que la gran mayoría de comercios y locales hayan bajado la persiana es algo que no tiene precio. A todo ello manifiestan satisfacción al ver cómo empresarios, comerciantes, hoteleros, hosteleros y restauradores lo han pedido todo, como si por maldición divina hubiesen recibido su merecido castigo. Reflejo de una falsa (y triste) felicidad. ¿Y cuál es la solución al respecto? - Que se reciclen y se dediquen a otra profesión - responden, es decir, como si quienes se han consagrado al negocio del turismo ya no tengan derecho a seguir trabajando de su vocación.


Del auge a la decadencia, una mala transición del turismo barcelonés consentida cuando se es incapaz de usar los instrumentos adecuados para reordenar y poner al día un peso económico clave en la ciudad. Obsérvese el caso de París, aquejada de una fuerte masificación turística, muy superior a la de la capital catalana, pero que que ha logrado superar ese problema mediante una reordenación coherente del sector en vez de lanzar una campaña impopular y de demonización contra los turistas y sus promotores. Aquí en Barcelona ha habido desde pintadas que llamaban al asesinato de turistas hasta ataques contra autobuses turísticos, pasando por las pancartas que cuelgan de muchos balcones barceloneses indicando el célebre "Tourist go home". Incluso algunas asociaciones y entidades vecinales han abandonado su neutralidad, dejando de representar al conjunto de los vecinos del barrio, para pasar a señalar el turismo como su principal preocupación. Todo ello ha tenido como fruto un descenso de las reservas turísticas y de las ventas de los comercios durante estos últimos cinco años, es decir, antes de la crisis sanitaria. Incluso en algunas listas internacionales Barcelona ya es vista como una de las ciudades más antipáticas del planeta para visitar. Posiblemente el daño ocasionado haya tenido una incidencia indirectamente en otros sectores económicos. Así, por ejemplo, durante estos últimos tres años Barcelona ha recibido un 83% menos de inversión extranjera. Probablemente otros factores habrán incidido, pero el riesgo de que una visión cada vez más negativa de la ciudad incida en una disminución progresiva de las inversiones tanto nacionales como extranjeras es algo ineludible.


Cada vez que se dice aquello de que "el turisme mata barris" enseguida me acuerdo de la familia por parte de mi mujer. Concretamente cada verano mi suegra de 67 años y mi sobrina de 13 años vienen aquí a pasar unos días. Otra rama familiar de mi mujer reside en Estados Unidos y también en Honduras. Durante el pasado año algunos de ellos tuvieron la suerte de cruzar el Atlántico por lo que tuve el placer de conocerlos en persona. Fueron unos días muy gratos en los cuales me convertí en cicerone. Este año, debido a la pandemia no han podido regresar y repetir experiencia. Sin embargo, dadas las circunstancias: ¿debería advertir a toda la familia de mi mujer, incluida mi suegra de 67 años y mi sobrina de 13 años, de que no vengan más a Barcelona? Tal vez resultaría más fácil enviarles a todos por correo ordinario ese panfleto que se repartía a los turistas invitándolos a no decir que estuvieron en Barcelona.
Algunos afirman que la defensa de una Barcelona turística equivale a defender una visión clasista y burguesa de la ciudad. Es decir, no pueden concebir la configuración de un modelo turístico en el cual un espacio sea perfectamente compatible tanto para autóctonos como para forasteros y que ambos puedan convivir en respeto y armonía. Los profesionales del turismo han sido convertidos en los enemigos. Al trabajar para los forasteros, los turismofóbicos los muestran como unos egoístas e insolidarios con los ciudadanos como si miraran únicamente sus propios intereses dando la espalda a sus vecinos. Es decir, quien elige emplearse en el mundo del turismo parece hacerlo para molestar o porque no quiere mirar por los suyos. Contemplado de un modo más exagerado y extremo, la visión que se tiene del empresario dedicado al turismo (sea de un hotel, un hostal, un restaurante, un museo o un comercio) es que cada mañana cuando suena el despertador y se levanta para irse a trabajar lo primero que piensa es "a ver qué putada le hago hoy al proletariado barcelonés".


La turismofobia es un asunto político de carácter populista asumido por una parte de la ciudadanía. Su discurso tiene muchas similitudes con los postulados contrarios a la inmigración en tanto que se acusa a los forasteros de acaparar todos los servicios de la ciudad, de acceder a donde los barceloneses no pueden y de gozar de unos privilegios superiores a los de los autóctonos. Pero dicho discurso, al proceder de sectores de la izquierda, la extrema izquierda y grupos anticapitalistas ha tenido una penetración más fácil y rápida, pues a cambio de rechazar el turismo se promete, a modo de compensación, una ciudad socialmente y económicamente más justa, sin desigualdades y para el disfrute exclusivo de sus ciudadanos. Sin embargo, la historia nos demuestra que, por suerte o por desgracia, las ideas se asumen no tanto por ser más buenas o más malas sino en función del grupo político que las apadrina. Por poner un ejemplo: ¿sería la turismofobia tan bien asumida por la colectividad si su discurso procediera de la derecha o la extrema derecha? ¿Si los ataques contra los autobuses turísticos perpetrados por ARRAN hubiesen sido cometidos por las juventudes del PP o de VOX cuál hubiese sido la reacción popular? Quién sabe, igual hasta veríamos a los cachorros de la CUP colgando pancartas de "Tourist welcome" y defendiendo el sector a capa y espada como un enriquecimiento y una oportunidad.
Ahora mismo, en la reconstrucción de la Barcelona post-Covid el turismo será, inevitablemente, un sector clave para la lenta recuperación que nos espera. Es cierto que la economía debería diversificarse, pero ello no consiste tanto en quitar potencial al turismo sino más bien en mantener sus elevados niveles de PIB y que los otros sectores a desarrollar alcancen sus mismos índices. Diversificar es que el resultado final del potencial económico sume y genere más riqueza, no redistribuir y que el producto total sea el mismo. Básicamente el nuevo desarrollo económico de Barcelona debería de desplegarse en base a siete directrices que, a su vez, podrían venderse como lemas y estímulo para su fomento: como "Ciudad de ferias y congresos", como "Ciudad turística", como "Ciudad de arte y cultura", como "Ciudad de investigación y desarrollo" y como "Ciudad de educación y deporte", como "Ciudad de comercio y emprendimiento" y como "Ciudad ecológica y sostenible".


En cuanto al sector turismo, debería tomarse el ejemplo de aquellas ciudades que, tras sufrir masificación turística, han superado el problema mediante un cambio de modelo y gestión sin necesidad de despreciar ni a los turistas ni a los agentes del turismo, y comprobar su aplicación para Barcelona. Igualmente, sería importante construir ese 30% de vivienda social todavía pendiente, regular los precios de venta y alquiler de la vivienda, impedir la proliferación de apartamentos turísticos ilegales, aplicar una normativa fuerte y severa contra el incivismo, alcanzar una mayor eficiencia en la lucha contra la inseguridad y la delincuencia, evitar la competencia desleal de guías "pirata", regenerar urbanísticamente aquellos espacios fundamentales de la ciudad, mejorar el transporte público y crear empleo que cumpla las mínimas condiciones de calidad.

Fotos: Antonio Moreno, AVANT Grup, Elisenda Pons, Hosteltur.com, La Sexta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola pues la cosa esta magra, Barcelona no se esta llenado de turistas..., se esta llenando de mafias, okupas, refugees, y demás.
Hace tiempo que Barcelona es una ciudad antipática, esa ciudad que siempre estaba en competencia Barcelon-Madrid, ahora se ha de medir si es que puede con Valencia, Sevilla o Bilbao y da gracias.
Entiendo que el turismo se ha de regular y planificar.
Pero aquí se nos van las empresas, los banco y demás tejido industrial, la dichosa independencia, las guerrillas urbanas, algaradas, quema de contenedores y los cortes a la Meridiana una vía principal de entrada a la ciudad pero lo que importa es el "pruses", el dia 11 de Septiembre aniquilado por los de los lazitos, somo catalanes de segunda división.
La Generalitat a lo suyo, el problema es que la maquinaria es lenta en detenerse y cuando quieran darse cuenta querrán reaccionar y entonces aun es mas lenta de ponerse en marcha.
Pero entre la Gene y la Colau es lo que tenemos porque se ha votado, a ver en las siguientes salen los mismos de momento a quien corresponda que disfrute lo votado.
Barcelona, Catalunya quien te a visto y quien te ve.., antes eras la envidia, ahora dan pena y asco por lo menos por mi parte.

Saludos

Ricard dijo...

Hola. Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario. Comparto tu punto de vista. Barcelona y Cataluña han dejado de ser lo que una vez fueron. La inestabilidad política a raíz del independentismo sumado al auge de los movimientos anticapitalistas han hecho mucho daño y han dejado tocada la economía. Recuerdo un tiempo en el cual la ciudad era muy hospitalaria, te abría las puertas cuando querías crear un negocio, era receptiva a atraer empresas que crearan trabajo de I+D y propicia a organizar ferias, congresos y eventos internacionales. De pronto la irrupción del populismo ha tenido como consecuencia que se apague esa luz que tanto brillaba en Barcelona. Si no hay un cambio de gobierno lo vamos a tener muy difícil. Un saludo.

lucas dijo...

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