sábado, 21 de julio de 2018

Los animales: las víctimas ignoradas y olvidadas de la Guerra Civil española


El pasado 18 de julio se cumplieron 82 años del Alzamiento Nacional, el inicio de la Guerra Civil española. Perecieron muchas personas, tanto del llamado bando republicano como del nacional. La controversia siguen en pie, como si el conflicto en verdad nunca hubiese terminado, perpetuándose las discusiones al respecto incluso en las nuevas generaciones de españoles que ni siquiera vivieron la última etapa del franquismo. Ciertamente este periodo tan crucial del siglo XX debería ser revisado y expuesto de forma más objetiva, nunca en base al punto de vista personal y subjetivo de un bando. Falta además de mayor crítica y autocrítica, la asunción de los errores cometidos.
Esta vez no voy a referirme a personas, pero sí a seres vivos que aman y sufren como nosotros. Llámenme demagogo, pero en la Guerra Civil española no sólo sufrieron y murieron seres humanos, sino que también cayó y de forma inocente otro colectivo a menudo ignorado y completamente olvidado, ni republicano ni nacional porque no entendía ni de política ni de guerras: me refiero a los animales. Aunque hablar de ellos supondría efectuar un estudio exhaustivo y algo complicado porque ha sido escasamente trabajado por parte de los historiadores, merece la pena ofrecer algunas pinceladas básicas.


Al inicio de la sublevación, las luchas entre ambos bandos comportó la muerte de varios caballos pertenecientes a militares y a otras fuerzas de seguridad. La razón es que los equinos fueron utilizados para avanzar en los frentes, ya que a menudo eran el único medio de transporte posible incluso aptos para penetrar por terrenos abruptos. Además de los caballos, también burros y asnos fueron útiles para el transporte de mercancías, soldados heridos, comida y armamento. Las principales causas de fallecimiento fueron por bombardeo y por disparos. Los cadáveres eran entonces aprovechados por las tropas para montar barricadas en las calles o en los campos de batalla abiertos como único modo de resguardarse de las balas enemigas y así hacer frente a los contrarios. Estas acciones similares se sucedieron ante la falta de más recursos.
Otras víctimas fueron los perros. Mayormente perdigueros, pastores alemanes y alanos, gracias a su lealtad, solían ser adiestrados para actuar como sanitarios de rescate en la Cruz Roja, buscadores de minas, espías, patrulleros y mensajeros, entre otras funciones. Incluso la Alemania nazi estuvo interesado en la adquisición de varios canes españoles para sus fines bélicos. Algunas cifran aseguran que fueron hasta 200.000 los adquiridos entre 1934 y 1939, siendo la Legión Cóndor la responsable del transporte desde Burgos hasta Alemania. Obviamente, las consecuencias de la guerra conllevaron la muerte de muchos perros "en acto de servicio", por decirlo de algún modo.


A modo de curiosidad, hay constancia de que en el Santuario de Santa María de la Cabeza, en Andujar (Jaén), ante el asedio republicano hacia quienes se hallaban allí refugiados, se optó como forma de aprovisionamiento el uso de pavos vivos cargados de provisiones y medicamentos atados a ellos. Dichas aves, que asumían la función de paracaídas, eran soltadas desde el aire por medio de aviones y al llegar al suelo con su aleteo aterrizaban sin romper la carga. Posteriormente los pavos eran sacrificados y comidos. Posiblemente se dieron otros casos similares en otros puntos de España. Otras aves usadas ocasionalmente fueron las palomas mensajeras cuando los telégrafos no funcionaban o se hallaban destruidos.
A medida que la guerra fue avanzando también se incrementaron por todo el país los bombardeos de los aviones. No solo perecieron personas, sino también animales domésticos y de granja que recibieron el impacto de los proyectiles allá donde explotaron, tanto en zonas rurales como urbanas. La presencia de animales muertos por las calles, carbonizados o despedazados, comportó un alto riesgo de transmisión de epidemias ante una situación de extrema insalubridad, con lo cual las autoridades municipales ordenaron retirar e incinerar los cuerpos.


En ciudades como Barcelona y Madrid que contaban con un parque zoológico, las consecuencias de la guerra pasaron factura. Ambos recintos de la Ciudadela y del Retiro, respectivamente, fueron especialmente castigados por los bombardeos aéreos que destruyeron instalaciones. Las explosiones de las bombas y el impacto de la metralla, así como la escasez de alimentos acabaron con la vida de varias especies, algunas de ellas muy valiosas, llegando inevitablemente al sacrificio de otras que se hallaban enfermas por falta de medicamentos o malheridas. Algunos animales muertos sirvieron de alimento para otros como prácticamente el único modo de garantizarles un sustento y su supervivencia, incluso para el consumo humano bajo el riesgo de contraer alguna enfermedad.
Ya en los años de postguerra los animales continuaron siendo víctimas, esta vez del hambre y la miseria humana. Sólo en el mundo rural las especies de granja y domésticas tuvieron una mejor calidad de vida, aunque el índice de sacrificios era superior. Palomas y gatos eran cazados y servían de alimento ante la escasez de provisiones.


Las palomas se cocinaban como el pollo e incluso se hacía caldo, y los gatos eran decapitados y despellejados, conservados en tinajas o colgados para después ser consumidos. Se dice que su carne sabía igual a la del conejo, de ahí el popular dicho "que no te den gato por liebre". Las carnicerías vendían carne de gato mezclada y confundida con la de conejo. Cuando en el mostrador veías al conejo colgado y con cabeza, tenías la seguridad de que se trataba realmente del lagomorfo, pero si carecía de ella muy probablemente era gato, obviamente sin la cola.
Los animales domésticos eran escasos, pues no había posibilidades económicas de mantenerlos. Manadas de perros acostumbraban a vagar libremente por pueblos y ciudades en busca de comida y a menudo se sacrificaban como medida de prevención. Los de carga, como burros, mulas y caballos, se mantenían vivos con dificultad y mal alimentados por parte de traperos, transportistas y basureros, incapaces de ofrecer algo mejor.


En los recintos zoológicos de Barcelona y Madrid, las especies supervivientes eran escasas, situación que no mejoraría hasta la década de los años cincuenta. La prensa bajo el dominio franquista no dejó de culpar al bando republicano de lo sucedido. Así, por ejemplo, el diario "Solidaridad Nacional" del 21 de febrero de 1939 decía textualmente que "en el parque zoológico ha desaparecido casi toda la colección de fieras. Unas se han muerto de hambre y otras se las han comido los rojo-separatistas". Y en "La Vanguardia Española" del 13 de agosto de 1939 se publicó que "mientras Madrid se moría de hambre, los concejales rojos se atracaban, sacrificando los animales del parque zoológico".
Víctimas son víctimas, sean de donde sean y vengan de donde vengan. Y además de los humanos, los animales también merecen un capítulo aparte y así recordar que durante la Guerra Civil española, muchos hombres y mujeres se comportaron peor que animales salvajes y, por contra, muchas especies asumieron una humanidad mayor que la de los propios humanos que ocasionaron el conflicto que tantas muertes provocó. Un recuerdo y un homenaje para esas "otras" víctimas, desconocidas, ignoradas y olvidadas.


Fotos: Agustí Centelles, Arxiu Zoo de Barcelona, buscameenelciclodelavida.com, jggr.blogspot.com, numaniaticos.com, rayosycentellas.net.

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