martes, 12 de mayo de 2009

No hubo alirón pero sí algo muy gratificante


El pasado domingo fui a un local con cuatro amigos a ver el partido entre el F.C. Barcelona y el Villarreal, que terminó en empate. Eso no tendría nada de particular si no fuese porque lo vi desde la tetería situada en la calle de la Lluna, en el barrio del Raval (que para muchos será siempre el Barrio Chino), donde se emplaza la sede de la Penya Barcelonista Bereber.
El ambiente era singular y diferente al habitual. Salvo nosotros cinco, el resto de personas eran chicos musulmanes, algunos de ellos con los rasgos y coloración de piel típicos. No pararon de animar el equipo, de gritar Barça! Barça! y de celebrar los tres goles que marcó el conjunto azulgrana.
Al final, el F.C. Barcelona empató y no pudo proclamarse campeón de Liga. Sin embargo, mi satisfacción por ver a todos aquellos chicos musulmanes como animaban al equipo con gran pasión. La experiencia fue muy grata, pues dentro de aquel local me encontré a gusto con un grupo de jóvenes que se comportaron y forjaron un ambiente excelente y familiar.
¿Qué significado tiene todo esto? Muy sencillo. El hecho de que un grupo de inmigrantes disfrutara del Barça demostró que existe el deseo real de mucha juventud extranjera de querer integrarse en nuestro país y formar parte de nuestra sociedad, ser igual al resto de jóvenes occidentales. Además, para quien lo desconozca, esta experiencia sirve para eliminar prejuicios y no generalizar los males de una minoría a toda una comunidad. Yo os puedo asegurar que aquella juventud se comportó como nosotros y que no hubo nada extraño o anormal. Salí intacto e ileso de la tetería y con todas mis pertenencias.


Es por ello que a toda la inmigración que se esfuerza para integrarse y formar parte de nuestra sociedad, sentirse de nuestro territorio, merecen una oportunidad. Lógicamente, nadie desea perder sus raíces porque en los orígenes hay unas tradiciones y una cultura que, bien usada, puede resultar enriquecedora. Sin embargo, llevando eso en su alma, son capaces de llevar también en su corazón la tierra que los ha acogido.
Un buen uso de la diversidad cultural, racial y lingüística es positivo. No hay que ir al extremo de discriminarlos porque sean diferentes, o bien ir de "buen rollito" creyendo que así se les hace un gran favor como hacen otros. Simplemente, se debe apelar al equilibrio, que se sientan como uno más en el nuevo territorio, ni pero tratados ni mejor tratados por el hecho de ser inmigrantes. Es así como, sin renegar de sus orígenes, se integraran y se forjará una interculturalidad adecuada, que enriquezca la cultura catalana a la vez que esta les aportará a todos ellos. Es el término medio entre prohibirles sus tradiciones o extenderlas en detrimento y fagocitación de la nuestra.
En definitiva, solo me queda agradecer a toda aquella juventud inmigrante por querer formar parte de nuestra tierra y demostrar que en realidad no somos tan diferentes los unos de los otros. Visca el Barça! y Visca la Penya Barcelonista Bereber!

1 comentario:

The Fisher King dijo...

Trabajé durante un año, codo a codo, con dos musulmanes, ambos excelentes personas. Amén de mostrarse harto generosos conmigo, siempre respetaron mi origen cristiano; jamás trataron de imponerme fe religiosa alguna; bien al contrario, a menudo me llamaban "mi hermano cristiano". Me repugna profundamente, pues, la visión deformada y reduccionista que los medios de comunicación occidentales ofrecen sobre el Islam.