Vista general del recinto expositor. Foto: Antoni Esplugas
En el presente año se cumple un siglo y tres décadas del evento internacional que cambió para siempre la historia de Barcelona: la Exposición Universal de 1888. Era entonces alcalde Francisco de Paula Rius y Taulet, principal impulsor del acontecimiento y responsable de grandes reformas urbanísticas, de ahí que sea considerado para muchos uno de los mejores regentes que ha tenido la ciudad, o incluso el mejor. El motivo por el cual se decidió emprender tal aventura fue con motivo de la prosperidad económica en general e industrial en particular que vivía Cataluña. En otras ciudades del mundo ya se habían celebrado esta clase de exposiciones destinadas a mostrar los avances tecnológicos, los descubrimientos científicos y el potencial económico e industrial del país al cual pertenecían.
El recinto ferial ocupó una superficie de 380.000 metros cuadrados, los cuales incluía el actual parque de la Ciudadela y el Zoo, parte de la estación de Francia y del hospital del Mar en la Barceloneta. Las edificaciones fueron obra de prestigiosos arquitectos de la época como Domènech i Estapà. Domènech i Montaner, Pere Falqués, August Font i Carreras, Antoni Gaudí, Elíes Rogent, Antoni Rovira i Trias y Enric Sagnier. El precio de la entrada era de 1 peseta y el abono para acceder a todos los pabellones de 20 pesetas. Se abrió al público del 8 de abril al 9 de diciembre, siendo oficialmente inaugurada el 20 de mayo. Recibió alrededor de unos 400.000 visitantes, si bien otras fuentes apuntan 2.240.000, y participaron 22 países de todo el mundo con 12.223 expositores.
Plano del espacio ocupado por la Exposición Universal. Foto: ICG
El legado patrimonial que dejó el citado acontecimiento queda todavía afortunadamente reflejado en algunas zonas de la ciudad. Así, hoy día podemos contemplar majestuosos edificios como el palacio de Justicia, el Castillo de los Tres Dragones, el Hivernacle, el Umbracle, el museo Martorell, las casas porticadas del paseo de Picasso y el mercado del Borne (actual Born Centre de Cultura i Memòria); originales monumentos como el Arco de Triunfo, la Cascada Monumental, la Dona del Paraigua, la estatua del general Prim y el monumento a Cristóbal Colón; y singulares espacios urbanos como el paseo de Lluís Companys (entonces salón de San Juan), el paseo de Picasso (entonces paseo de la Industria), el parque de la Ciudadela y el paseo de Colón. Barcelona, además, había iniciado un proceso de remodelación del casco antiguo, el inicio del derribo de las antiguas murallas y la expansión del Eixample por el llano.
A pesar de haber aportado unas pinceladas básicas, no hay aquí intención alguna de explicar o resumir la historia de tan magno acontecimiento, pues ya existen muchas fuentes de información, sino más bien de exponer una reflexión personal sobre lo que supuso aquella efemérides para la ciudad de Barcelona.
Arco de Triunfo, principal entrada al recinto. Foto: AFB
En primer lugar, fue el primer gran evento internacional de Barcelona. Nunca hubo precedentes con tanta repercusión mundial, si bien deberían considerarse las exposiciones industriales celebradas en los años 1822, 1825, 1826, 1828, 1829, 1844, de 1848 a 1852, 1860, 1871 y 1877. Estos eventos sirvieron de punto de apoyo para la Exposición Universal y como muestra de la capacidad de la capital catalana de acoger un certamen mundial.
En segundo lugar, fue el inicio de las grandes transformaciones urbanas. Lógicamente, Barcelona tenía que ofrecer buena imagen tanto interior como sobretodo exterior, y ello suponía un lavado de cara mediante la ejecución de grandes obras urbanas. Entre ellas destacaríamos la apertura de la avenida del Portal de l'Àngel, la urbanización de calle de Méndez Núñez (entonces Bilbao), la zanja de la calle de Aragó, la Gran Via de les Corts Catalanes (entonces calle de Cortes), el mercado de Sant Antoni, el mercado de la Barceloneta, el cementerio de Montjuïc (o del Sudoeste), la plaza de Tetuàn, la plaza de Urquinaona, la plaza de la Universitat, y la urbanización de la rambla de Catalunya. Además, se procedió a la electrificación del alumbrado público, se mejoró la red de tranvías y se inauguró el servicio de "Golondrinas" del puerto.
Gran Hotel Internacional. Obra de Domènech i Montaner, se construyó en tan solo 69 días, ostentando un récord Guinness. Se ubicó en el paseo de Colón, en un terreno
ganado al mar, frente a Capitanía General. Foto: AFB
En tercer lugar, estimuló el crecimiento de Barcelona mediante la anexión de los municipios del llano. En 1897 fueron agregados los pueblos de Sants, Les Corts, Sant Gervasi de Cassolas, Gràcia, Sant Andreu de Palomar y Sant Martí de Provensals. En 1904 lo haría Sant Joan d'Horta y en 1921 Sant Vicenç de Sarrià.
En cuarto lugar, mejoró la economía tanto de la capital catalana como de Cataluña, pasando a entablarse relaciones con el mercado europeo. Dos años antes de la Exposición, en 1886 se había fundado la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona, destinada a defender los intereses de los industriales barceloneses, el proteccionismo y el librecambio.
En quinto lugar, estimuló nuevas corrientes artísticas y culturales. Barcelona vivió a caballo de diversas corrientes artísticas como fueron el Romanticismo, el Realismo, el Naturalismo y el Modernismo, siendo esta última la que viviría una gran etapa de esplendor. Ello influyó en el arte, la literatura e incluso en el pensamiento político, de donde surgieron grandes artistas e intelectuales con una proyección nacional e internacional. Igualmente, se estaba viviendo un apogeo de la literatura en lengua catalana.
La gran pasarela que unía la Ciudadela con la Barceloneta. Con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992, se proyectó otra pasarela que quedó finalmente inacabada. Foto: AFB
En sexto lugar, proyectó Barcelona internacionalmente. La ciudad dejó de ser una urbe provinciana para pasar a ser más cosmopolita. Si bien siglos atrás la tradición comercial hacia el Mediterráneo y el continente americano fue un precedente de este talante abierto e integrador, la Exposición Universal hizo merecida justicia colocando a la capital catalana en el mundo, pasando a ser más conocida en los cinco continentes.
En séptimo lugar, convirtió Barcelona en ciudad turística y de turismo. Se pasó del concepto de viajero al de turista. Ello fue consecuencia de los apartados anteriores, sumado a la mejora en el sistema ferroviario que conectaba con Francia. Proliferaron nuevos hostales, fondas y hoteles. Espacios como las Rambles, el Pla de Palau y la plaza de Catalunya se convirtieron en referentes de primer orden para los forasteros. Y se editaron guías turísticas para visitar la ciudad y conocer los principales lugares de interés. Este proceso culminaría en 1909 con la fundación de la Sociedad de Atracción de Forasteros, institución clave en el fomento y desarrollo de la industria del turismo en Barcelona.
La Torre Lapierre (izquierda) proyectada por Joseph Lapierre, y la Torre Condal (derecha) proyectada por Pere Falqués, los primeros rascacielos de la historia que se proyectaron para Barcelona. Debían tener 200 metros de altura. Ninguno de los dos se hizo realidad y de ahí salió la leyenda de que París ofreció la Torre Eiffel a Barcelona. Foto: autor desconocido
En octavo lugar, creó un modelo de desarrollo aplicado posteriormente. Efectivamente, durante el siglo XX Barcelona creció a base de la celebración de grandes eventos internacionales que sirvieron de excusa para modernizar la ciudad y ejecutar grandes transformaciones que requerían de un elevado presupuesto. Tenemos los ejemplos de la Exposición Internacional de 1929, del Congreso Eucarístico Internacional de 1952, de los Juegos Olímpicos de 1992 y del Fòrum Universal de les Cultures de 2004. Actualmente han surgido voces críticas con este modelo de desarrollo de la ciudad y se quiere apostar por otra forma de crecimiento. Por ahora el modelo vigente desde 1888 no ha sido superado.
En noveno lugar, contribuyó a una transformación del panorama social y político. Bajo el marco de la Restauración, siendo María Cristina reina de España, la burguesía catalana y la monarquía española afianzó sus buenas relaciones. Fueron también los años del catalanismo político o nacionalismo catalán. El proletariado también destacó en su lucha para defender sus intereses y mejorar sus condiciones laborables. Ello motivó la fundación en 1888 de la Unión General de Trabajadores (UGT) y que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) celebrara en el citado año su primer congreso en Barcelona.
Ilustración de la Fuente Mágica ubicada en el recinto de la Exposición Universal. Diseñada por The Anglo American Brush Electric Light Corporation, fue sin duda un claro precedente de la Fuente Mágica de Carles Buïgas ubicada en Montjuïc, con motivo de la Exposición Internacional de 1929. Foto: autor desconocido
Y en décimo lugar, inició en definitiva la historia contemporánea de Barcelona. Si bien la revolución industrial y los cambios sociopolíticos de principios del siglo XIX suponen un claro precedente de la transformación del territorio catalán, el momento que representó una culminación y cambio definitivo en el rumbo evolutivo de la ciudad, fue gracias a la Exposición Universal de 1888, cuyos efectos se prolongaron durante los años posteriores. Desde la celebración de tan magno acontecimiento, nada volvió a ser como antes.
Pero eso no es todo. Hablar de la Exposición Universal de 1888 significa también reivindicar la figura de Eugenio Rufino Serrano de Casanova (Neda, La Coruña, 1841 - Barcelona, 1920), un empresario gallego afincado en Barcelona, casado con una maestra catalana que colaboraba con Rosa Sensat, y que fue el verdadero impulsor del certamen. Habituado a llevar turistas a las exposiciones que se celebraban en distintas ciudades europeas, pensó que la capital catalana podía acoger un evento de tales características por su cercanía a Francia, su desarrollo económico y su buen clima. El 11 de marzo de 1885 ofreció al Ayuntamiento de Barcelona un convenio para organizar, sin subvenciones, una exposición a cambio de la cesión gratuita de un solar de 200.000 metros cuadrados durante el periodo del certamen y de los derechos de explotación.
Eugenio Rufino Serrano de Casanova, el verdadero impulsor de la Exposición Internacional
de Barcelona, e injustamente olvidado. Foto: autor desconocido
El Consistorio barcelonés, interesado, firmó un acuerdo el 9 de junio siguiente. Sin embargo, cuando toda la infraestructura estaba prácticamente acabada, desde el Ayuntamiento de Barcelona se le aumentó el presupuesto y Serrano no pudo responder, por lo que tuvo que acabar abandonándolo en abril de 1887 a cambio de una indemnización por la obras realizadas, momento en el cual el municipio asumió el proyecto. Posteriormente dicho personaje fue olvidado, incluso al morir, se enterró en la fosa común del cementerio de Montjuïc. ¿Respondió ello a motivos ideológicos? Un final injusto para el verdadero promotor de la modernización de Barcelona que incluso merecería tener un espacio público dedicado a su memoria.
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