Fue por 1980 y contaba con 8 o 9 años de edad. Un sábado por la mañana yo, mi hermana y mi madre tomamos el autobús de la línea 18 hasta la rambla de Canaletes. Desde allí bajamos los tres paseando por el paseo central de la Rambla. Había entonces mucha gente pero no tanta como ahora, menos turistas y más barceloneses. Nos dirigíamos hacia el mercado de la Boqueria. De pronto, descubrí unas extrañas paradas llenas de jaulas con pájaros y pajaritos de todas clases, incluso con palomas callejeras. Me llamó especialmente la atención por su exotismo. Mi madre, al ver mi cara de asombro me dijo "mira, la rambla dels Ocells". Así fue como la conocí por primera vez, y nunca dejó de sorprenderme.
Las fuentes de información apuntan el origen de la feria de pajaritos a una extensión del mercado de la Boqueria que habitualmente se celebraba ante el portal de Santa Anna, un espacio soleado muy concurrido con bancos de piedra. Allí convivían otras ferias, como la de frutas y verduras, la de flores, la de palmas y ramilletes, la de cocas de verbena y la de turrones. Tras el derribo de las dos altas torres del portal, estas ferias se dispersaron, algunas desaparecieron y otras se reubicaron por la Rambla. La de pajaritos lo hizo por la rambla dels Estudis, entre las calles de la Portaferrissa y del Bonsuccés, que era el lado donde más daba el sol. Ello fue a partir del año 1855. Otras fuentes apuntan incluso antes de 1843, cuando en el número 2 de la calle de la Boquería el propietario de la casa hizo construir una jaula gigantesca a base de troncos rústicos que la llenó con toda clase de pájaros cuyo ruido era escandaloso.
Inicialmente los pájaros no se vendían con parada fija sino de manera ambulante, de modo que los comerciantes ocupaban con sus jaulas pajareras el suelo del paseo central la Rambla. En algunos casos se vendían pájaros ciegos, desgraciadamente cegados a propósito para que así cantaran más fuerte. Esta práctica se ilegalizó y enseguida fueron perseguidos y eliminados quienes cometían semejante atrocidad. Tras finalizar la jornada, los comerciantes trasladaban el material en unos carros de dos ruedas e iban hasta unos almacenes donde reposaban durante la noche. La presencia de estos feriantes terminó atrayendo a los gorriones de la ciudad que terminaron por construir sus nidos en los árboles de la rambla dels Estudis.
Las especies más habituales eran canarios, periquitos, diamantes, gorriones, tórtolas, perdices, palomas, cotorras, codornices, chinas, degollados, jilgueros, verderones y pinzones, entre otros, incluso temporalmente pollos, gallinas y pavos. La venta de pájaros atraía como clientes a quienes querían disponer de un animal de compañía y sobretodo a numerosos cazadores.
En 1923 la Comisión Municipal Permanente acordó la prohibición de venta, tenencia y transporte de toda clase de pájaros vivos o muertos en la vía pública, dentro del término municipal de Barcelona, lo que afectaba a los feriantes de pájaros de la Rambla. A partir de entonces, sólo era posible la venta de canarios y especies exóticas cuya generación y cría no se produjese en España en estado salvaje. En caso contrario se penalizaba con el decomiso de la especie ilegal y una multa de 5 pesetas. La nueva normativa, en base a un acuerdo consistorial del 20 de marzo de 1922 anterior, se llevó a cabo tras una comunicación decretada por Gobierno Civil de Barcelona y a petición de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Cataluña, la cual aseguraba los perjuicios que provocaba en la agricultura la caza de pájaros.
Durante el año 1929, con motivo de la Exposición Internacional, esta feria recibió un notable impulso gracias a los numerosos visitantes. Los años de la Guerra Civil supusieron prácticamente un paréntesis prolongado hasta la postguerra, una etapa dura y difícil en la que el negocio de la venta de pajaritos se convirtió forzosamente en una necesidad para subsistir ante la miseria y las restricciones de necesidades básicas. Las ventas fueron escasas porque había otras prioridades. El problema residía además en la competencia que ocasionaban algunos ciudadanos anónimos ante la necesidad de ganarse un dinero para poder comprar comida, dedicándose por su cuenta a capturar pajarillos en los bosques y campos de la ciudad para luego venderlos en otros espacios alejados de la Rambla. Afortunadamente para los feriantes esa práctica fue desapareciendo y durante los años cincuenta y sesenta el mercado fue reflotando hasta alcanzar las ventas habituales de épocas anteriores.
Poco a poco, el mercado se extendió también a animales domésticos y exóticos como perros, peces, tortugas, monos, serpientes, iguanas, conejos y hámsteres, incluso a especies de pájaros más exóticos como búhos, papagayos y tucanes. Además, también se procedió a la venta de artículos para animales domésticos como jaulas, peceras, juguetes y comida. Algunos de estos animales eran de importación, a menudo adquiridos por contrabando. Otros fueron traídos por comerciantes extranjeros e incluso por los mismos marines de la Sexta Flota norteamericana que de otras visitas a Barcelona sabían de la existencia de esta feria pajarera.
Sin embargo, las tradicionales paradas ambulantes se fueron quedando obsoletas hasta el punto que el inspector provincial de los Vigilantes Honorarios Forestales, Enrique Giralt Barroso alertó en una carta publicada en el diario “La Vanguardia” del 9 de febrero de 1969 de la situación en la que se hallaban los animales.
Concretamente decía que “Desgraciadamente en la actualidad es fácil ver, al atardecer antes de retirar las paradas, como se retiran de algunos jaulones pájaros muertos o moribundos que se arrojan al suelo. También hay animales encerrados en jaulas inadecuadas para su tamaño, peceras en las que casi no cabe el pez que la habita, cachorros ateridos de frío y otros hechos similares que demuestran una total indiferencia al posible sufrimiento animal. (…) Recordamos que no hace mucho debió denunciarse a un puesto por tener a la venta una lechuza, animal que está protegido por la Ley y que no puede ser objeto de captura. Es corriente ver ardillas en jaulas y nos consta que no se ha concedido ningún permiso para su captura por lo que su procedencia, como mínimo, debe lindar con la ilegalidad. ¿Y qué decir de esas jaulas planas, llenas de pájaros del país? (…) Sería de verdadero interés que el gremio o agrupación que encuadre a esos vendedores de animales (…) estudiara la forma de mejorar sus puestos y sobre todo exigiera de sus afiliados el tratar a los animales con humanidad y delicadeza, aparte de conocer la legislación que debe cumplirse en materia de venta de caza, transporte de animales y disposiciones que regulan la protección a que aquellos tienen derecho”.
Como consecuencia, para solucionar este problema y regular la situación se decidieron suprimir las paradas ambulantes por unas fijas y no desmontables, de modo que los feriantes dispondrían de unos quioscos modernos en mejores condiciones para los pájaros y animales domésticos, a la vez que firmarían un contrato de arrendamiento renovable con el Ayuntamiento de Barcelona. El 15 de junio de 1970 el entonces alcalde de Barcelona Josep Maria de Porciones procedió a la inauguración de las nuevas paradas fijas.
Desde entonces se abrió una nueva etapa para la rambla dels Ocells que se prolongó hasta el año 1995 cuando el Consistorio municipal dio una primera alerta a los vendedores para que acataran la nueva ordenanza que les obligaba a vender únicamente pájaros y a mejorar sus paradas con la disposición de agua corriente. Además, ningún pájaro podía dormir dentro de las paradas.
En septiembre de 2006 el Ayuntamiento de Barcelona anunció públicamente que las paradas de pájaros y animales domésticos de la Rambla debían desaparecer a partir de enero de 2007, motivo por el cual sus comerciantes y parte de la ciudadanía mostraron su oposición. En el año 2008 se permitió el mantenimiento de las paradas a cambio de que todas ellas se adaptaran a las condiciones higiénicas y sanitarias establecidas por el Col·legi de Veterinaris. Sin embargo, a pesar de haberse firmado un convenio en el 2009, hubo un desentendimiento con lo acordado y por “soberanía municipal”, a raíz de una ordenanza municipal aprobada en el 2010 se ordenó la eliminación de las últimas once paradas de pájaros y animales domésticos de la Rambla. De nada sirvieron las 40.000 firmas recogidas ni el apoyo incondicional por parte de la Associació de les Floristes de la Rambla, de la Associació de Quiosquers de la Rambla y del mercado de la Boqueria.
La desaparición definitiva de la rambla dels Ocells fue celebrada por la Fundació per l'Adopció, Apadrinament i Defensa dels Animals (FAADA) tras muchos años de reivindicaciones y haber denunciado que entre los años 2004 y 2010 llegaron a morir más de 13.000 animales en las paradas de la Rambla como consecuencia del incumplimiento de las normativas vigentes. Tras haber recibido un expediente sancionador, el domingo 17 de noviembre de 2013 cerró la última parada. A cambio, en el mismo emplazamiento se instalaron unos antiestéticos e impersonales quioscos de información al turista, de venta de helados, gofres y souvenires, bastante impopulares y criticados, que afortunadamente en un nuevo plan de usos también desaparecerán. A caballo entre defensores y detractores, posiblemente hubiese sido una solución mantener las paradas a cambio de modernizarlas y garantizar la salud y calidad de vida de pájaros y animales domésticos. Sin embargo, ante el alud indiscriminado de turistas es posible que de poco o nada hubiese servido tal actuación, pues el estrés debido al exceso de personas era una de las causas de muerte de muchos de estos animales. Actualmente solo sobrevive a modo testimonial una parada que vende artículos para animales domésticos, sin exhibir siquiera especie alguna. Es el único recuerdo de la existencia de la entrañable rambla dels Ocells que ahora debería de permanecer para siempre en la memoria histórica de Barcelona.
Fotos: Arxiu BTV, Arxiu La Vanguardia, Frederic Ballell, Francesc Català-Roca, Álvaro Ferrari, Oscar Jover.
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