martes, 15 de noviembre de 2011

Del “café para todos” al “cafè per a tothom”


El llamado “café para todos” continúa pasando factura en un país sucumbido por la crisis económica. El último caso se ha dado este año con el cierre de la línea ferroviaria de alta velocidad entre Madrid, Toledo, Cuenca y Albacete, otro capricho millonario que responde al deseo de algunos de no sentirse discriminado con respecto a otros territorios, y tal vez también para acallar las voces de quienes gritan aquello de que “los catalanes se lo quedan todo”. Sin embargo, este es el resultado de invertir lo mismo en territorios de grandes dimensiones pero solamente con dos o tres millones de personas, densidades de población alrededor de los 20 o 30 habitantes por quilómetro cuadrado y bajos índices de industrialización.
Sin lugar a dudas, el mítico “café para todos”, a pesar de sus buenas intenciones, ha sido un error en la historia contemporánea de España porque la realidad del país no se ajusta a las pretensiones de un utópico sistema homogéneo e igualitario, ni aquí ni en ningún otro país del mundo. Todas las autonomías tienen derecho a desarrollarse para el beneficio de su ciudadanía y a aumentar su nivel y calidad de vida, pero existe una asimetría en parte natural (determinista) y en parte fabricada (posibilista) que responde a un fenómeno territorial y a un proceso de evolución histórico y social. Aunque en estos últimos años se han intentado reducir los desequilibrios territoriales mediante programas de desarrollo regional y local no existen dos territorios iguales porque cada uno tiene sus propias características, sus propios recursos y sus propias posibilidades de desarrollo. Y en España, la dasicora, que engloba los mayores índices de población y economía las constituyen las periferias costeras y el centro porque es la capital, mientras que la aerocora se encuentra en el interior, menos poblado y, por consiguiente, con menores posibilidades de generar grandes economías de aglomeración.


En un sistema postindustrial como el nuestro, en la llamada España profunda la agricultura ha perdido el peso económico de antaño y la industria no puede alcanzar mayores niveles de crecimiento debido precisamente a esa baja densidad de población que dificulta la concentración de mano de obra. Es por ello que el sector terciario está teniendo cada vez mayor protagonismo, sobre todo en lo referente al incremento del turismo y del comercio exterior y a la implantación de parques empresariales destinados al desarrollo de nuevas tecnologías. Estas comunidades autónomas que conforman la aerocora disponen de un notable índice de desarrollo humano traducido en un buen nivel y calidad de vida difícil de encontrar en las regiones más industrializadas. Por poner un ejemplo, Castilla y León ocupa el cuarto puesto por delante de países como Holanda, Suecia y Francia, mientras que Cataluña pierde peso. ¿Por qué entonces tanto victimismo, culpando a unas comunidades de las desigualdades territoriales y alardeando de (falsa) pobreza? El caso antes mencionado demuestra que una inversión adecuada de los recursos económicos en base a la realidad territorial contribuye al desarrollo y al bienestar de la población, mientras que una burda imitación del modelo de las comunidades de la dasicora como consecuencia de la aplicación del “café para todos” conlleva a grandes inversiones traducidas en grandes pérdidas económicas. Recibir menor inversión que otra región más industrializada no debe de suponer discriminación alguna sino recibir en función de unas posibilidades reales, y no más de lo que realmente se necesita.
Cataluña tampoco se ha escapado y en estos últimos años ha sufrido su particular “cafè per a tothom” a la catalana. A escala regional, se dice que las desigualdades comarcales se deben por culpa de los de Barcelona que se lo quedan todo y acaparan todas las inversiones de la Generalitat. Entonces para compensar este desequilibrio, en estos últimos años se ha procedido a ejecutar grandes proyectos a escala de ciudad como el nuevo teatro de butacas automáticas de Seva, un teatro de dos millones de euros de presupuesto para Corbins, una biblioteca presupuestada en 800.000 euros en Anglès, dos centros cívicos de Badalona de 2,5 y 8 millones de euros de presupuesto, el flamante aeropuerto de Lleida-Alguaire y el complejo deportivo de 7.000 metros cuadrados para 14.000 personas erigido en la ciudad de Blanes, entre otros que se podrían citar. ¿Eran necesarios estos equipamientos y de esta envergadura? Actualmente ninguno de ellos es rentable ni se pueden mantener debido a la crisis e incluso sus respectivos ayuntamientos han reconocido que en tiempos de bonanza económica sobredimensionaron sus aspiraciones. Un ejemplo más que demuestra la inutilidad de tener mayor autonomía y autogobierno cuando el modelo de gestión es mediocre al repetirse exactamente los mismos errores y problemas derivados de una dependencia estatal con Madrid en cuanto a capacidad de decisión se refiere. Una mayor cota de autonomía y autogobierno siempre debe de ir acompañada de una buena gestión territorial y económica.


En el caso catalán se podría establecer un paralelismo con lo antes expuesto entre territorios mayor y menor desarrollados. La dasicora la formarían Barcelona y su región metropolitana, el litoral y las capitales de provincia y de comarca, mientras que la aerocora se localizaría por la llamada Cataluña profunda y especialmente en las comarcas del Pirineo. Pero lo mismo se puede decir de esas comarcas dichas erróneamente desfavorecidas. Basta con viajar un poco por todo el territorio para darse cuenta del buen nivel y calidad de vida de los singulares pueblos del interior y de la capacidad de desarrollo e iniciativa económica, empresarial, artística y cultural de sus habitantes, a veces incluso sorprendente y que desacredita el tópico del catalán de pueblo payés. Pocos lugares ofrecen municipios y paisajes tan bellos como los nuestros de los cuales sus gentes se sienten orgullosas. Un caso parecido al de Castilla y León sucede con la Vall d’Aran, una comarca poco poblada y muy montañosa que gracias a la construcción y al turismo ha pasado a ser de las más ricas de Cataluña con un elevado índice de desarrollo humano proporcionalmente por encima incluso al de Barcelona. Y como este se podrían citar otros casos que demuestran, una vez más, que no existe un modelo económico universal aplicable por igual para todos los territorios sea cual sea su situación, principio del “café para todos” y del “cafè per a tothom”, sino en base a la realidad de cada región o comarca. El anterior gobierno tripartito diseñó un ambicioso corredor ferroviario central de pasajeros y mercancías en ancho ibérico y ancho internacional con el propósito de reequilibrar la economía del territorio catalán, que uniría Lleida y Girona por Manresa y Vic. Si alguna vez llega a hacerse realidad, habrá que hacer un exhaustivo seguimiento de su viabilidad para comprobar si realmente contribuirá al crecimiento económico de la Cataluña interior, o bien si se tratará de otra macroinversión imposible de amortizar por culpa de un delirio de grandeza.


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