
La razón es la de siempre: la politización y mercantilización del fútbol que termina manipulando a las personas y dejando al margen la auténtica deportividad. El deporte es cultura, es una invención humana y un hecho social característico de cualquier civilización. Su historia, su profesionalidad, su arte físico, la técnica, la equipación y la competitividad son elementos fundamentales para su desarrollo. En el deporte, cuando se forman deportistas desde las canteras, a menudo en estas escuelas también se forman personas, de ahí su componente pedagógico que mucho debería de fomentarse. El deporte, desde esta perspectiva, es la contemplación del arte del juego y la táctica para el deleite de quien es espectador, y más todavía para quien entiende en la materia.
Y todo esto ha sido pervertido y substituido por la política. Dos clubs catalanes, Barça i Espanyol, son dos clubs opuestos. El Barça se ha tomado como símbolo de Cataluña y como el club del catalanismo, y el Espanyol como símbolo del españolismo en Cataluña y como el club del anticatalanismo. Francamente, algo absurdo y ridículo aunque existan casos particulares que cumplen con el tópico y contribuyen a tomarlo como algo generalizado.
Poca gente sabe que la denominación del club blanquiazul, inicialmente Sociedad Española de Football fundada por unos universitarios, se debió a que sus jugadores eran mayormente catalanes y unos pocos del resto de España, en contraposición a otros clubs cuya plantilla estaba formada por jugadores extranjeros, entre ellos el Football Club Barcelona de Hans Gamper. La denominación, posteriormente Real Club Deportivo Español y hoy día Reial Club Deportiu Espanyol de Barcelona, a la que algunos dicen que es “una provocación”, no se debió a un ataque a Cataluña o al Barça sino al hecho de que otras denominaciones, como por ejemplo Català Football Club y Football Club Barcelona ya estaban utilizadas. Y menos aún es el que sabe que inicialmente el color de la camiseta era amarillo, y que poco después cambió al actual azul y blanco por un motivo puramente de catalanidad, para evocar los colores del blasón del mítico almirante Roger de Llúria.
Desgraciadamente, la politización no tardó en cebarse del pobre club perico, especialmente durante el régimen franquista, por su denominación de “Español”, por la colocación de un monolito al lado del estadio de Sarrià dedicado a los “Caídos por Dios y por la Patria”, y años después con la formación de grupos radicales de tendencia españolista como los Brigadas Blanquiazules y minorías empeñadas a dar la imagen del RCD Espanyol de un “club de charnegos” o de los que no se sienten catalanes. Se llegó a hablar del campo de Sarrià como del “segundo Santiago Bernabéu”. Afortunadamente, la excelente labor como presidente del club por parte de Francesc Perelló modernizó la imagen de la entidad y dio al equipo buenos resultados deportivos gracias al duro trabajo desarrollado por el carismático entrenador José Antonio Camacho. Recordaré el incidente con Ramón Mendoza, cuando en unas declaraciones por televisión dijo, entre otras anticatalanadas, que “muy mal les habrá sabido a los catalanes que el día que celebran su Diada Nacional el Español haya ganado en Sarrià”. Ante eso, Perelló, muy enojado, respondió al presidente del Real Madrid que “haga usted el favor de no dudar de la catalanidad del equipo”.
Desde entonces, el club ha experimentado un notable giro y se ha demostrado claramente que buena parte de su afición es catalana, incluso en proporción más que la del FC Barcelona si de este contamos a los aficionados de todo el planeta. Es, pues, una verdadera lástima que exista esta rivalidad entre ambos equipos, y que mutuamente se lancen injurias y practiquen el victimismo. Amigos culés y amigos pericos, que solo es fútbol, un deporte para divertirse, nada más, no para matarse o para engendrar clasismo social. Ambos sois dos clubs catalanes y ambos representáis a la ciudad de Barcelona y a su realidad. Para Cataluña, que tanto reivindica a nivel estatal el reconocimiento de la diversidad como motivo de orgullo, debería darse el mismo ejemplo para nosotros y reconocer la presencia de diversos clubs catalanes de futbol en las mejores categorías como una virtud, una potencialidad, una oportunidad para el deporte catalán y un enriquecimiento, y no cerrarse a un sol club. Como culé hasta el alma, club del que jamás renunciaré y que llevo en mi corazón, por supuesto que siempre desearé que el Barça gane todos los títulos y siga con esta magnífica racha de ser el mejor equipo del mundo, pero no por ello a costa de anular las posibilidades de obtener triunfos al resto de clubs deportivos catalanes que, como el RCD Espanyol, seguro que más de una vez merecería ganar más títulos y mejores de los hasta ahora conseguidos.
1 comentario:
Ricard, com català i periquito. Moltes gracias pel teu article. Sempre tindras un rival esportiu però un amic dins i fora del camp
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