martes, 8 de julio de 2025

Centenario del metro de Barcelona (1924-2024): la postguerra (1939-1959)


Terminada la Guerra Civil, España fue sometida al régimen dictatorial del general Franco, hecho que comportó cambios en el panorama político, social y económico. Toda organización política, sindical o cultural de tipo democrático fue abolida y perseguida. El estallido de la Segunda Guerra Mundial terminó de erigir una etapa de aislamiento absoluto. La economía tuvo un carácter autárquico e intervencionista, sin ayudas internacionales imprescindibles, con fuertes restricciones y escasez en los racionamientos. Fueron los años del mercado negro y el estraperlo. La peseta se devaluó, los salarios eran muy pobres, los precios de los productos se incrementaron y el nivel de vida descendió. Barcelona y su entorno metropolitano fueron experimentando un aumento de población, puesto que la capital catalana volvió a ser polo de inmigración de gente procedente del resto de España y el mundo rural fue perdiendo habitantes atraídos por las posibilidades de trabajo que ofrecía la ciudad. La industria se trasladó del centro a los municipios del ámbito metropolitano los cuales empezaron a recibir población recién llegada.


Por lo que se refiere a la red de transportes a partir del 26 de mayo de 1939 (fecha de entrada de las tropas nacionales en Barcelona) las principales empresas intentaron restablecer la situación empresarial anterior a la Guerra Civil, si bien las extremas circunstancias de precariedad lo impidieron. Un importante porcentaje del material móvil se encontraba en un estado muy deficiente debido a la falta de repuestos. Los antiguos propietarios regresaron a sus puestos de trabajo y, además, se incorporó nuevo personal fiel al régimen franquista. La reorganización empresarial de acuerdo con el organigrama y las normas anteriores a la Guerra Civil no resultó nada fácil para la nueva dirección porque se echaban de menos técnicos cualificados, ya que las trabajadoras que habían ocupado diferentes cargos no pudieron continuar al ser relegadas nuevamente a la situación anterior a la Segunda República, siendo además despedido el personal contratado durante la Guerra Civil. La primera medida del nuevo régimen fue la prohibición de los sindicatos con la única excepción de la Organización Sindical Española (OSE, más conocida como CNS). Después se pondría en marcha un proceso de depuración de personal, es decir, un proceso de limpieza ideológica mediante el cual se privaba de sus puestos de trabajo a todo aquel personal que, por su ideología política, era contrario a las ideas del franquismo y, por tanto, podían influir negativamente en el desarrollo del nuevo Estado que pretendía instaurar el régimen franquista. La depuración de personal en las empresas de metro fue un largo proceso que duró hasta el 1 de septiembre de 1939.


El servicio del Gran Metro se restableció el 2 de febrero de 1939, primero a cargo del Servicio Militar de Ferrocarriles y después nuevamente por GMB. En 1942 el tramo “Urquinaona-Jaime Iº” pasó a tener vía doble para mejorar las frecuencias de paso. Para ello se adquirieron nuevas unidades las cuales se incorporaron entre los años 1944 y 1949, también construidas por Euskalduna. El 15 de abril de 1946 se inauguró la nueva estación “Fernando”, situada a sólo 145 metros de distancia de “Liceo”. En 1953 se estrenaron los nuevos coches de la serie 200B. El 26 de junio de 1956 se inauguró el pasillo de enlace entre las estaciones "Cataluña" del GMB y del Transversal, un primer paso decisivo para la unificación de las dos compañías. Además los trenes se empezaron a pintar con los colores azul y crema para unificarlos con los del Transversal, del mismo color. A partir de 1959 fue posible la circulación definitiva de trenes de cuatro coches, ya que en el Gran Metro las composiciones eran de tres coches y en el Transversal de uno o tres coches.


En cuanto al Transversal, la entrada en vigor en 1941 de las Bases de Ordenación Ferroviaria y de los Transportes por Carretera que hacía efectiva el 1 de febrero la nacionalización y agrupación de todas las líneas ferroviarias de ancho ibérico, motivó que la empresa acabara en manos de la nueva sociedad Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE) hasta que el 24 de septiembre de 1943 pasó nuevamente a manos de Ferrocarril Metropolitano de Barcelona a raíz de los recursos que había presentado la citada compañía. Para reforzar el servicio en 1944 entraron en servicio las nuevas unidades de la serie 200 conocidas popularmente como “Pajaritos”, con nuevo color corporativo azul y crema. Años después, se empezaron a modernizar los trenes de la serie 100 con los mismos colores exteriores y en 1958 se estrenaron los nuevos coches de la serie 400. Durante los años cincuenta y sesenta, el Transversal se amplió hacia el distrito de Sant Andreu debido al crecimiento de la población hacia los barrios populares. Las obras se inauguraron el 25 de octubre de 1948, coincidiendo con los actos conmemorativos del Primer Centenario del Ferrocarril Español: el 23 de junio de 1951 se inauguraron las nuevas estaciones "Glorias" y "Clot", el 8 de mayo de 1953 entró en servicio la estación "Navas de Tolosa", el 26 de enero de 1954 la estación "Sagrera" y el 15 de mayo siguiente la estación "Fabra y Puig". Todas estas estaciones, de tres andenes, tenían en común su diseño monumental, conocido como tipo «Barcelona».


El 21 de julio de 1959 entró en servicio la nueva Línea II de metro con cinco nuevas estaciones: “Sagrera”, “Viviendas del Congreso”, “Maragall”, “Virrey Amat” y “Villapiscina”. La explotación corrió a cargo de Ferrocarril Metropolitano de Barcelona (Transversal).

Fotos: Brangulí, Carlos Pérez de Rozas, Fundació TMB.

lunes, 30 de junio de 2025

San Pedro, una verbena testimonial en Barcelona


La noche del 28 a 29 de junio se celebra la verbena de San Pedro, una tradición que antaño se practicaba en Barcelona, además de la de San Juan y que, a diferencia de ésta, se ha ido perdiendo hasta convertirse en testimonial. La celebración es en honor al apóstol cristiano Simón Pedro (Betsaida, finales del siglo I a.C. - Roma, c. 67 d. C.) que, antes de seguir a Jesús, había sido pescador, motivo por el cual se convirtió en el patrón de los pescadores, siendo invocado para favorecer la pesca, apaciguar la mala mar y proteger las barcas y a los pescadores de posibles naufragios. La Iglesia instauró la fiesta de manera oficial el 29 de junio del año 441, si bien desde el siglo I ya se celebraba.
Durante esa noche se practican aproximadamente las mismas costumbres que en San Juan, aunque con menor intensidad y otorgándole menor importancia, de ahí que en Barcelona nunca haya tenido el arraigo de sobretodo los municipios costeros con tradición pesquera. Sin embargo es una fiesta colectiva y exalta la vida y el amor. Su riqueza simbólica difícilmente puede competir con ninguna otra celebración porque une el fuego, el agua, las hierbas medicinales, las canciones, las dichas, las brujas, los bailes e incluso los rituales de buscar pareja.


En la ciudad de Barcelona el origen de esta festividad se remonta a partir del siglo XI, con la creación del barrio de Sant Pere en los alrededores del convento benedictino femenino de Sant Pere de les Puel·les, fundado en el año 945. Se cuenta que en esta noche no eran propias las supersticiones, si bien se hacían hogueras, se cantaban habaneras y se consumía la típica coca, además de comidas típicas de pescadores como el suquet de peix, el all cremat o la cazuela de pescado, así como también se organizaban concursos y comidas colectivas en torno a la cocina marinera. La pirotecnia empezó a usarse con fines festivos y no militares a partir del siglo XV. En la calle de Sant Pere Més Baix se emplazaba una feria muy concurrida y visitada y, además, en el huerto del convento de Sant Pere de les Puel·les se abría al público el pozo de Sant Gem debido a la calidad de sus aguas. Este espacio, caracterizado por ser un lugar fresco y punto de encuentro social, se ubicaba en la actual plaza de Sant Pere, cerca de la calle de Lluís el Piadós. En una mesita se vendían perdices y almendras azucaradas y bajo un espaldero estaba el brocal del pozo del que los mismos clientes podían tomar el agua fresca.


La creencia popular afirmaba que si a las 24:00h de la noche se miraba el agua del surtidor de la fuente de Hércules, entonces ubicada en el desaparecido paseo de la Explanada, frente a la fortaleza de la Ciudadela, se podía observar la figura de San Pedro dentro de una barca. También se dice que a la misma hora la imagen románica de piedra del santo que hay en el frontis de la iglesia de Sant Pere de les Puel·les se levantaba, se rascaba un poco la nuca, ablandaba la almohada, la tumbaba del otro lado y volvía a sentarse por un año más.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se empezó a celebrar en el barrio de la Barceloneta la procesión de la figura de San Pedro procedente de la iglesia de Sant Miquel del Port, cuyo recorrido finalizaba en el muelle de pescadores del puerto de Barcelona. Terminada la romería se celebraba una misa en dicho muelle donde se realizaba una ofrenda de pescado por parte de la Cofradía de Pescadores. Para la procesión marítima esperaban en la misma zona portuaria unas barcas engalanadas una de las cuales tomaba la figura de San Pedro. Llegada la noche se celebraba la clásica verbena.
Ya en el siglo XIX la celebración evolucionó prácticamente a la manera tal y al carácter festivo como la conocemos en la actualidad, pues la prohibición de encender hogueras y usar pirotecnia decretada en 1820 nunca fue acatada por los barceloneses. Entrados al siglo XX la verbena de San Pedro era más propia de las clases populares, pues las clases sociales más acomodadas optaban por la de San Juan y en espacios cerrados.


Tras estallar la Guerra Civil española quedó inevitablemente interrumpida durante los años 1937 y 1938. Durante el franquismo se restableció a partir de 1939 pudiendo celebrarse siempre bajo permiso municipal. La pirotecnia sólo podía usarse únicamente en los lugares expresamente indicados bajo severa sanción en caso de incumplimiento. En 1949 las restricciones fueron a menos quedando prohibido el lanzamiento de petardos en clínicas, hospitales y centros donde hubiese ingresadas personas enfermas. En 1951 se prohibieron los fuegos artificiales. Durante los años sesenta y setenta, al igual que la verbena de San Juan, la de San Pedro también sirvió de algún modo para promover reivindicaciones democráticas y políticas, especialmente desde los barrios.
En la actualidad uno de los pocos lugares donde todavía se celebra la verbena de San Pedro es en el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, coincidiendo con su fiesta mayor. Se incluyen encuentros gastronómicos, espectáculos en la calle, visitas guiadas al monasterio de Sant Pere de les Puel·les, citas tradicionales, audiciones, sardanas, danzas populares, el correfoc de Sant Pere y la colla gegantera de Sant Pere de les Puel·les. También se suma a la festividad cada año el Centre Cultural la Farinera del Clot, en el barrio del Clot, donde principalmente se organiza una cena popular, un espectáculo con fuego a cargo de los Diables del Clot del Orfeó Martinenc y un concierto con orquesta. Otros espacios ocasionales han sido los barrios de Gràcia (Camp d’en Grassot) y de Sarrià.


Fotos: Arxiu Casa dels Entremesos, Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB), Arxiu Sant Pere de les Puel·les, Centre Sant Pere, Diables del Clot, Josep Postius.