lunes, 16 de junio de 2025

Centenario del metro de Barcelona (1924-2024): el Gran Metro (1924-1930)


Iniciamos la serie de artículos destinados a resumir la historia del metro de Barcelona con motivo de la conmemoración de su centenario. Para ello deberíamos remontarnos a principios del siglo XX cuando Barcelona se encontraba en pleno auge demográfico (superando el medio millón de habitantes en 1900), urbanístico y económico, hecho que provocó una necesidad urgente de disponer de una red de transporte público colectivo de alta capacidad para satisfacer la movilidad bajo una estructura urbana entonces complicada. El aumento del tráfico rodado en superficie y el progresivo atasco de las principales arterias motivaron el planteamiento de una red de ferrocarril metropolitano similar a las desarrolladas en las grandes ciudades europeas.
A principios de 1907, Pablo Muller y Octavio Zaragoza presentaron ante la Jefatura de Obras Públicas el proyecto de establecimiento de una línea de metro que uniera el parque de la Ciutadella con la Bonanova por el paseo de Colón, la Rambla, el paseo de Gràcia, la calle de Salmerón (actual Gran de Gracia), bajo el Turó del Putxet, el paseo de sant Gervasi y el paseo de la Bonanova. Dicho proyecto, denominado “Ferrocarril Eléctrico Subterráneo Metropolitano de Barcelona” proponía un trazado de 7,236 kilómetros de recorrido y nueve estaciones: "Parque", "Colón", "San José", "Cataluña", "Aragón", "Jardines", "Josepets", "Avenida Tibidabo" y "Bonanova", más unas cocheras. Por todo ello se previó un presupuesto de 7.500.344 pesetas. Una vez presentado el proyecto, la Real Orden de 27 de diciembre de 1907 autorizó al Gobierno español el otorgamiento de la concesión, siendo aprobada definitivamente mediante la Real Orden de 23 de julio de 1912.


Sin embargo, ante las dificultades de encontrar financiación, los peticionarios transfirieron sus derechos al Banco de Vizcaya. A partir de 1920 el notable crecimiento del tráfico de tranvías, la puesta en servicio del metro de Madrid y la constitución de la sociedad Ferrocarril Metropolitano de Barcelona, S.A. (Transversal) motivó a la mencionada entidad financiera a reanudar el proyecto, de modo que por Real Orden de 19 de enero de 1921 se aprobó el pliego de condiciones y por Real Orden de 12 de febrero de 1921 se otorgó al Banco de Vizcaya la concesión por la nueva línea de metro sin obligando a iniciar las obras en un plazo de 3 años y terminarlas en un tiempo máximo de 6. El 21 de mayo de 1921, ante el notario de Barcelona Antoni Gallardo se constituyó la nueva sociedad Gran Metropolitano de Barcelona Sociedad Anónima (GMB).
El Gran Metropolitano de Barcelona estuvo formado por los accionistas Emilio Roy (del Banco de Vizcaya), Francesc Fontanals (del Banco Hispano-Colonial), Josep Garí (de la S.A. Arnús-Garí), Mariano de Foronda (de Tranvías de Barcelona, S.A.) y Eduard Robert (de Ferrocarriles de Cataluña). El capital social se fijó en 115 millones de pesetas repartidos en 3000 acciones de 500 pesetas de valor nominal cada una. Desde ese momento se solicitó la transferencia de la concesión de la nueva línea de metro del Banco de Vizcaya al GMB, lo que fue concedido mediante Real Orden de 24 de julio de 1921.


El 15 de junio de 1921 se adjudicaron las obras de construcción en Hormaeche y Beraza y seis días después se iniciaron las obras. Mientras, el ingeniero Santiago Rubió i Tudurí modificó el proyecto inicial para hacer frente a las diversas dificultades técnicas que planteaba, quedando la terminal y las cocheras en la plaza de Lesseps y un trazado de mar en montaña por la calle de Salmerón y el paseo de Gràcia en bifurcación por la Rambla (Línea I) y la Via Laietana (Línea II). Precisamente, en 1922 GMB compró en el Ayuntamiento de Barcelona los túneles construidos bajo la Via Laietana, que se previeron para hacer pasar el metro.
Finalizadas las obras de construcción y habiendo efectuado las pruebas pertinentes, el 30 de diciembre de 1924 se procedió a la inauguración oficial del tramo “Cataluña-Lesseps” de la entonces la Línea I con la presencia de numerosas autoridades, entre ellas el infante Fernando de Baviera, en representación del rey Alfonso XIII, y el cardenal Vidal i Barraquer.


El tramo inaugurado tenía 2.741 km de longitud y 4 estaciones cuyo diseño común fueron los revestimientos cerámicos: “Cataluña”, “Aragón”, “Diagonal” y “Lesseps”. Para la ocasión se adquirieron 10 trenes de dos coches fabricados en Bilbao por la “Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques, S.A.” entre 1920 y 1923. El 31 de mayo de 1925 se inauguró la nueva estación “Fontana” en el corazón del barrio de Gracia (entre “Diagonal” y “Lesseps”, descartándose finalmente la estación “Travesera”) y el 5 de julio siguiente el tramo “Cataluña-Liceo”. A modo de curiosidad, merece comentar que tres de sus estaciones dotaban de unos templetes con ascensores de gran capacidad (unas 30 personas) calle-vestíbulo destinados a facilitar el acceso cómodo a las instalaciones, si bien jamás se pensaron para personas de movilidad reducida: “Lesseps” (1924), “Fontana” (1925) y “Urquinaona” (1926).


El 22 de diciembre siguiente, Tranvías de Barcelona asumió directamente la explotación del GMB y Ferrocarriles de Cataluña se desprendió de su participación. En la plaza de Lesseps se ubicaron las cocheras y talleres así como la subestación eléctrica.
El 19 de diciembre de 1926 entró en servicio el tramo “Aragón-Jaime Iº” con parada intermedia en “Urquinaona” de la nueva Línea II. Ante los problemas económicos de la sociedad, el 31 de diciembre de 1928, tras obtener unos beneficios inferiores a los previstos, se derogó el convenio con Tranvías de Barcelona. Sin embargo, en 1929, el año de la Exposición Internacional de Barcelona, el Gran Metro obtuvo notables beneficios con un total de 10 millones de viajeros anuales e ingresos de 2 millones de pesetas.

Fotos: Archivo Antoni Nebot, Arxiu Fundació TMB, Brangulí, La Vanguardia, MAF Editor.

lunes, 5 de mayo de 2025

Quien calcula compra en SEPU


Se cumplen 90 años de la inauguración de los antiguos almacenes SEPU en Barcelona, un centro comercial que fue símbolo de una época y elemento identitario de la Rambla. El 9 de enero de 1934 por los empresarios suizos de origen judío Henry Reisembach y Edouard WormsLa constituyeron en Barcelona la empresa Sociedad Española de Precios Únicos (SEPU) con un capital social de 3 millones de pesetas. Su objetivo era, textualmente, “la explotación de almacenes para la venta al por menor de toda clase de operaciones financieras, comerciales o industriales por cuenta propia o de otras entidades”, El primer gran almacén se abrió en Madrid en agosto de 1934, en un edificio de inspiración francesa en la Gran Vía que perteneció diez años antes al almacén Madrid-París. En el número 120 de la Rambla dels Estudis fueron adquiridos unos terrenos que antaño ocuparon unos jardines pertenecientes al Palau Moja cuyo propietario el marqués de Comillas vendió previamente. Allá el arquitecto  Ricard Churruca erigió para los nuevos almacenes un edificio de estilo neoclásico, de dos plantas más subterráneo. El conjunto se completó con la adquisición de una logia obra del arquitecto Antoni Rovira i Trias erigida en 1856. Tenía una superficie de 2.500 metros cuadrados. Finalmente, un año después de Madrid, el 26 de marzo de 1935 a las 15:00h se inauguró la sucursal barcelonesa. Las oficinas centrales se hallaban en la Via Laietana.


Aunque algunas fuentes aseguran que la idea inicial era la de configurarse como un gran almacén, desde el principio adoptó la fórmula del almacén popular, que estaba alcanzando en esos momentos en Europa un gran desarrollo y una enorme rentabilidad y que parecía más apropiado a las características de la sociedad española. Por este motivo en sus inicios el negocio destacó por su política de vender productos a precio único, más bajo que la competencia, de ahí que llegó a definir su popular eslogan “Quien calcula compra en SEPU”. Siendo un caso muy parecido al practicado por los almacenes Woolworth, ofrecían una amplia variedad de productos en un mismo edificio y establecían un precio único, pues todos los artículos costaban entre 1 y 5 pesetas. A todo ello fueron ejemplo de modernidad al convertirse en los primeros almacenes de la ciudad, junto con los almacenes Jorba, en dotar de escaleras mecánicas. Tenían distribuidos los productos en secciones por las diferentes plantas. No existía una clara especialización, pues en la planta sótano se encontraban objetos de regalo, cristal y porcelana, accesorios de baño y cocina, electrodomésticos, ropa de cama, toallas y flores; en la planta baja, perfumería, bisutería, marroquinería, fotografía, maletas, bolsos, deportes y ropa de hombre y mujer; y en la planta primera, confección, ropa de niño y bebé, ropa interior, papelería y juguetes de campo y playa.


Los propietarios, al residir en Suiza, la propiedad estuvo siempre separada de la gestión, de manera que los primeros nombraban a un director general y éste a su vez a los directores de cada centro, pero no intervenían directamente en la gestión del negocio.
Al poco tiempo de su apertura sufrieron una campaña de difamación antisemita orquestada por el partido político Falange Española, en cuyo diario “Arriba” acusaba directamente a la empresa de explotar a sus empleados incluso asegurando en sus artículos de que gozaban de privilegios gracias a algún tipo de complicidad con el poder y de que existía una conspiración judeo-masónica. No obstante, estaba comprobado de que las condiciones laborales de los trabajadores eran buenas, con una jornada laboral de 8 horas y un sueldo digno.


Al estallar la Guerra Civil sus propietarios se alinearon con el bando republicano y permitieron que la fachada sirviera para anunciar propaganda. Ya en la postguerra, tras ser utilizados los almacenes por parte del llamado Auxilio Social, la situación se normalizó y la empresa pasó a manos de la familia suiza Goetschel, herederos de los fundadores. Los almacenes mantuvieron su rentabilidad ya que estaban dirigidos a una clientela de clase media o media-baja con una gama de precios populares. El sistema de precio único que les dio la fama fue definitivamente sustituido por el de precios variables como el de otros centros comerciales. Los años cincuenta fueron prósperos y se efectuaron reformas en lo referente a iluminación, calefacción y sistemas de seguridad. El sistema de electricidad se reforzó mediante un sistema de autoalimentación en caso de fallo del suministro exterior. El aire acondicionado y la calefacción distribuían aire tratado, a través de canales de obra de fábrica de ladrillo enyesado, caldera de gasoil, compresores, condensadores y humificadores de aire, por medio de recirculación del agua. Se dispuso, además, de un sistema generalizado y estudiado de seguridad contra incendios para evitar posibles catástrofes. En cuanto al exterior en 1953 el arquitecto Francesc Mitjans Miró efectuó una reforma en la fachada para ampliar el espacio dedicado a escaparate.


A partir de los años sesenta, el empuje y competencia de grandes almacenes como El Corte Inglés y Galerías Preciados supuso una seria competencia que originaría el inicio de una lenta decadencia reforzada con la crisis del petróleo en los años setenta. La razón fue que, pese haber nacido bajo un concepto nuevo no supieron avanzar hacia los deseos del cliente, como fue ofrecer un precio bajo pero con un diseño atractivo y moderno. Por ello se vieron obligados a buscar créditos bancarios y a endeudarse con la Seguridad Social para poder hacer frente a sus pagos. Si en 1973 la empresa disponía de 955 empleados, en 1982 era de 521 y sólo un año después únicamente un centenar. En 1984 declaró la suspensión de pagos en 1984 y una década más tarde, ante el progresivo e imparable descenso de las ventas se encarecieron los préstamos solicitados. Finalmente, tras fallar en la reestructuración de la deuda, la empresa cerró en septiembre del 2000. Ya al inicio del nuevo siglo XXI fueron vendidos al holding australiano y británico Partridge & Company con la intención de ampliar capital y de reflotar la situación mejorando la logística. Sin embargo la remontada nunca fue posible y acabaron por cerrar en 2002 las dos últimas sucursales de Madrid y Zaragoza, con deudas acumuladas superiores a los 13 millones de euros.


Posteriormente el edificio se aprovechó para otros usos, si bien ningún negocio tuvo larga duración. Así, en 2003 abrió el restaurante de diseño Attic el cual, tras cerrar sus puertas le sustituyó en 2015 el primer café oficial de la NBA de Europa, el cual se vio obligado a cerrar en 2020 con motivo de la pandemia. También llegó a abrir una óptica, una tienda de ropa y una tienda de deportivas Nike. En la actualidad parte de la planta baja acoge una tienda de ropa y calzado tipo outlet de la firma Bata. Con la reforma de la Rambla es un deseo encomiable que el edificio acoja algún uso comercial o cultural que permita reaprovecharlo y darle un nuevo impulso, convirtiéndolo nuevamente en un elemento identitario del paseo barcelonés.

Fotos: Jordi Subirana, Manel Armengol, www.gastronomistas.com.