sábado, 6 de febrero de 2016

El patrimonio histórico de la periferia: una inversión de futuro

La Casa de l'Aigua de la Trinitat Nova, ejemplo de recuperación de patrimonio para usos polivalentes acompañada de una regeneración urbana. Foto: autor.

Generalmente la mayoría de administraciones locales tienden a fomentar el patrimonio del centro histórico y de servicios de su ciudad. El principal motivo radica en que ésta es la zona considerada más importante y, por consiguiente, su patrimonio se convierte en la imagen principal de la ciudad ofrecida al mundo, a la vez que otorga categoría, prestigio y algunos de sus elementos pasan a ser iconos con los que se identifica tradicionalmente aquella urbe. En el caso de Barcelona tendríamos por ejemplo el monumento a Colón, el Barrio Gótico, la Sagrada Familia, la Pedrera y el eje de La Rambla al paseo de Gracia, entre muchos otros, todos ellos concentrado en los distritos de Ciutat Vella y Eixample, es decir, la zona central histórica, comercial, turística y de servicios barcelonesa por excelencia. Otros elementos más lejanos de este ámbito como el Park Güell, la montaña de Montjuïc y la Vila Olímpica también serían representativos, si bien no llegan a la corona periférica. Finalmente, excepciones como el palacio Real de Pedralbes, el Camp Nou, las playas y el sector de Diagonal Mar se deben a una periferia burguesa o bien revalorizada y que ha tendido a desplazar a las clases populares.

El Xalet de la Trinitat. Ejemplo único e irrepetible de un proyecto de ciudad-jardín destinado a clases populares, único en Europa. Corre peligro de desaparición. Foto: autor.

En este sentido, a través del trato ofrecido al patrimonio se observa una polarización traducida en una ciudad que se desarrolla a dos velocidades. La inversión en el centro histórico y de servicios suele ir casi siempre en detrimento de los barrios periféricos, especialmente si son de clase popular. Al tratarse de una zona considerada menos importante y poco atractiva desde el punto de vista social, cultural, económico y turístico, su patrimonio se desvaloriza y a menudo pasa desapercibido, incluso terminando por desaparecer en el peor de los casos como si estos territorios carecieran de historia e identidad.
Sin embargo la realidad demuestra lo contrario y durante estas últimas décadas los barrios periféricos populares cada vez más reivindican su derecho a ser vistos como iguales al resto de la ciudad. Si actualmente las administraciones locales o ayuntamientos tienen mayor sensibilidad hacia el patrimonio y la historia local de estos territorios, se debe no solo al acatamiento de los valores del sistema democrático, sino también gracias a la existencia un colectivo social que mediante sus intensas luchas han logrado transformar la mentalidad de sus gobernantes.

El castillo de Torre Baró. Icono identitario del distrito de Nou Barris, salvado tras años de lucha vecinal y una larga campaña del Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris. Foto: autor.

Existen numerosos motivos por los cuales merece la pena recuperar y preservar el patrimonio histórico de los barrios periféricos como una inversión de futuro, los cuales se podrían sintetizar en diez puntos.
En primer lugar, ayudan a descentralizar la ciudad. El modelo radial o de concentración en el centro histórico y de servicios ha quedado obsoleto y saturado, de modo que conviene extender los lugares de interés hacia otros barrios, creando así un modelo polinuclear que descongestione y distribuya. Por un lado se crean las llamadas áreas de nueva centralidad que concentran comercio, cultura y servicios. Y por otro la conservación de elementos patrimoniales ayuda a reforzar ese espacio porque constituyen iconos de referencia a la vez que se definen nuevas rutas urbanas de patrimonio que ofrecen una visión distinta e inédita de la ciudad.
En segundo lugar, contribuye y estimula a la regeneración urbana. La recuperación de elementos patrimoniales a menudo se incluye en planes urbanísticos destinados a mejorar el nivel y la calidad de vida de sus habitantes. La rehabilitación de una iglesia, de una masía, de un edificio civil o de un monumento implica embellecer el espacio circundante que ocupa para ofrecer una imagen atractiva que refuerce su interés como punto de encuentro o de paso. La peatonalización, reurbanización y apertura de calles y plazas, la implantación de zonas verdes y jardines, la restauración de viviendas y construcción de nuevas, y la mejora de la accesibilidad serían las actuaciones más habituales.

Conjunto histórico de Santa Eulàlia de Vilapicina, una prueba irrefutable de que Nou Barris sí tiene historia, incluso milenaria. Foto: mapio.net.

En tercer lugar, revaloriza los barrios periféricos populares. El patrimonio recuperado, igual que en el centro histórico y de servicios, define un nuevo grado de importancia de un espacio que pasa a integrarse definitivamente a la ciudad, de modo que el hecho de hallarse a las afueras de la ciudad carece de importancia. La periferia obrera pasa de ser un suburbio a una zona atractiva de nuevas oportunidades para vivir y desarrollarse como persona, donde puedes hallar las mismas necesidades que en el centro histórico y de servicios.
En cuarto lugar, se convierte en el icono identitario. Efectivamente, un elemento patrimonial determinado, tanto por lo que ha representado su historia y como por los acontecimientos sociales acaecidos a su alrededor en un momento determinado pueden convertirlo en un símbolo con el cual se identifica un barrio o incluso todo un distrito. A nivel social, esos elementos adquieren estima por parte de sus habitantes y refuerzan el sentimiento de pertenencia a ese barrio, llegando a ser motivo de orgullo.
En quinto lugar, se recupera, se preserva y se fomenta la memoria histórica del territorio. La presencia real de patrimonio en estos ámbitos es la prueba material y palpable de que la periferia obrera también tiene historia y, por consiguiente, no se tratan de casos aislados carentes de personalidad. La historia de una ciudad la explican todos sus barrios, no solo los del centro histórico y de servicios, aunque éste sea la cuna, sino también los territorios de su alrededor donde desde un tiempo muy antiguo hubo presencia humana. Explicar la historia de estos barrios es también explicar la historia de la ciudad, cuyos acontecimientos y episodios tienen la misma importancia, habiendo sido decisivos en la transformación y evolución de la urbe. Recuperar este patrimonio es fomentar la memoria del pasado.

Masía medieval de Torre Llobeta, recuperado en 1983 gracias a las luchas vecinales. Es un ejemplo de patrimonio abierto a sus vecinos y vecinas usado para fines sociales, culturales y pedagógicos. Foto: Puigalder.

En sexto lugar, se conservan elementos únicos e irrepetibles. El patrimonio tiene unas cualidades que lo hacen diferente al resto de construcciones a las que no se dan importancia. Es cierto que decidir qué es y qué no es patrimonio es algo subjetivo, pero cada elemento que se valora como tal constituye un ejemplo de una época, de un estilo arquitectónico o artístico, de una forma de vida, que una vez se pierde ya es irrecuperable y desaparece para siempre. La concepción clasista de la ciudad ha conllevado a la pérdida irreparable de muchos edificios y monumentos a los cuales no se les dio valor alguno, y todo en nombre de la modernidad.
En séptimo lugar, permite destinarse a usos sociales, culturales o pedagógicos. El patrimonio de la periferia obrera, a pesar de poder tener un interés turístico, en realidad tiene un valor que va mucho más allá porque su recuperación implica muy a menudo un uso como equipamiento abierto al barrio y a la ciudadanía. Centros culturales, ateneos, casales de barrio, escuelas, hoteles de entidades, polideportivos o centros de servicios sociales serían algunos ejemplos de estos usos que, además de satisfacer las necesidades ciudadanas, permiten acceder dentro de un elemento que es producto de la historia, de un pasado. A diferencia, el patrimonio del centro histórico y de servicios se destina a museos, hoteles o bien a oficinas de empresas importantes, es decir, vive de espaldas a la gente de su ciudad. Para acceder a él es necesario abonar el precio de una entrada o sencillamente es privado y solo lo puedes disfrutar externamente, o sea su monumentalidad. Dicho en modo coloquial, se mira pero no se toca.

Alumnos del IES Galileo-Galilei observando el histórico barrio de casas baratas de Can Peguera. Un ejemplo de cómo el patrimonio tiene fines pedagógicos y ayuda a entender la historia de Barcelona. Foto: autor.

En octavo lugar, es económicamente rentable. Como consecuencia de los puntos anteriores, la regeneración urbana, las obras de rehabilitación y su adecuación a usos sociales, culturales y pedagógicos supone primero la creación de empleo y después la obtención de unos beneficios como consecuencia de su uso y aprovechamiento.
En noveno lugar, contribuye a la igualdad entre todos los barrios de la ciudad. Ello sería consecuencia del punto anterior, pues en aquellas ciudades donde se han hecho las actuaciones pertinentes la periferia obrera ha mejorado su nivel y calidad de vida, acortando distancias con respecto a los barrios más acomodados. El patrimonio ha sido usado como el motor para actuar contra las carencias y las deficiencias de estos barrios siempre y cuando estos elementos hayan sido destinados a una función al servicio de la sociedad. Desgraciadamente, la crisis económica y financiera de estos últimos años ha interrumpido este proceso generando una nueva polarización, pero aún así no ha perdido dicha función que podría servir de estímulo para superar la actual situación.
Y en décimo lugar, cohesiona los barrios y permite establecer vínculos históricos, sociales y culturales. La presencia de elementos patrimoniales destinados a uso ciudadano público como antes se ha mencionado ha servido para atraer a gentes de otros barrios, estableciendo nuevos vínculos y relaciones en materia social, cultural, comercial y económica. Igualmente, han servido de estímulo por parte de geógrafos, historiadores e investigadores en ciencias humanas y sociales para estudiar la historia de ese patrimonio y de su espacio, llegándose a descubrir hechos de sumo interés que han reescrito lo que hasta ahora era oficial.

El Rec Comtal, en el barrio de Vallbona. Ejemplo de cómo el patrimonio ha forjado a los vecinos y vecinas un sentimiento de orgullo de pertenencia y una identidad. Foto: autor.

En Barcelona el distrito de Nou Barris sería un ejemplo de periferia obrera cuyo patrimonio se ha ido recuperando a petición popular. El Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, entidad cultural sin ánimo de lucro fundada en 1983 ha tenido un papel importante y decisivo tanto para fomentar la memoria histórica de los barrios como para la defensa del patrimonio a través de actividades, publicaciones y colaboraciones con las entidades varias del distrito. En su manifiesto de 1993 todavía vigente defiende la recuperación de todos aquellos elementos patrimoniales y que sean destinados a usos sociales, culturales o pedagógicos, entre otros, para el disfrute ciudadano, más allá de la concepción turística. En sus casi treinta y tres años de trabajo desinteresado ha sido capaz de estimular un sentimiento de orgullo de pertenencia, de contribuir a forjar una identidad real (no política) y de concienciar a la administración local sobre la necesidad de mantener el patrimonio de Nou Barris por su importante papel a desempeñar incluso a nivel de Barcelona. El resultado ha sido, afortunadamente, con muchos triunfos y algunos pocos fracasos, la recuperación de numerosos elementos, si bien todavía queda mucha labor por hacer. Es importante que ciudadanía y administración local se ponga nuevamente a trabajar conjuntamente por los beneficios que supondría el resultado final, pues de ser así Nou Barris podría pronto convertirse en un referente a nivel europeo de recuperación y reutilización del patrimonio como ejemplo de regeneración, cohesión e integración como un distrito más de Barcelona.

2 comentarios:

miguel dijo...

De veritat que és una llàstima veure com desapareixen mostres de l´imaginari patrimonial català. Jo sempre dic que la cultura popular, sigui catalana o d´arreu, llegeixi com la vida comú de la gent que hi rodeja una escenificació vital..., i el patrimoni material, van de la mà, i quan un deixa la mà de l´altre, el punt d´atenció es desvia..., ¿que ha passat quan la gent de les colònies industrials que hi feien vida s´han anat del costat del seu lloc de treball?, ¿quines tradicions antigues conservem, que no sigui fet per la gent que generació rera generació les ha mantigut?, per mostra uns exemples a l´Hospìtalet i Sant Feliu.

http://www.viumolinsderei.com/2016/01/25/enderroquen-el-pont-de-can-capellans-sobre-el-canal-de-la-infanta-amb-permis-de-lajuntament/

http://lhdigital.cat/web/digital-h/televisio/veure-video/-/journal_content/56_INSTANCE_ZrP3/11023/10282745

Anónimo dijo...

S'ha fet molt mal en el patrimoni dels barris de la ciutat, i sobretot en els més perifèrics, que són els més menystinguts fins ara; un mal en molts casos irreparable. Defensar-lo és una feina que no té aturador, ja ho saps. S'ha d'estar contínuament al peu del canó perquè el pic i la pala són més ràpids que la vista. Però aquí estem, Ricard. La feina que feu a Nou Barris és molt important. I m'atreveixo a dir que és la més important perquè també és la més fàcil d'esborrar.