viernes, 6 de julio de 2012

El sentido común por encima de todo


Me resulta incomprensible la polémica que ha generado el comentario del presidente de la Generalitat Artur Mas cuando ha afirmado que la lengua catalana es mucho más importante que Eurovegas. Por una vez estoy completamente de acuerdo con sus declaraciones, lo cual no significa en absoluto que me declare militante o simpatizante de CIU. Soy y sigo siendo tarradellista, pero cuando alguien dice una verdad como un templo se debe de reconocer aunque el político no sea de nuestro signo. Las críticas de ciertos sectores antinacionalistas no se han hecho esperar, algunas de las cuales con un relleno demagógico y oportunista tan grande que van más allá de la ofensa. Son los mismos que critican el modelo autonómico y afirman cosas tales como que “en Francia prohibir las lenguas minoritarias y los matrimonios entre homosexuales y votar a la extrema derecha es algo normal, mientras que en España eso es ser un facha”. Es decir, no hay nada mejor para salir de la crisis que volver al modelo de estado preconstitucional. Si esa es la solución real, lo mejor sería exiliarse. La pregunta es qué tiene de incoherente defender una lengua, que es patrimonio cultural intangible, por encima de determinados negocios tan llenos de interrogantes como el caso particular de Eurovegas. Aunque Artur Mas es nacionalista, el sentido común de su afirmación puede ir más allá de ciertos idearios y ser perfectamente suscrito por alguien que no se declare nacionalista. Cualquier persona con dos dedos de frente, con independencia de sus ideas y creencias, sabe que eso es cierto, y lo mismo se podría decir para el resto de lenguas y culturas del mundo.


Ante la crisis no hay nada mejor que invertir en cultura, y las lenguas, sean idiomas o dialectos, son cultura y expresión cultural, luego el catalán y cualquier otra lengua son mucho más importantes que Eurovegas u otro proyecto económico similar. Aunque en función del número de hablantes, las lenguas desempeñan diferentes funciones, todas ellas son meritorias de protección. El multilingüismo es una oportunidad para convertirnos en multilingües, lo que nos ayuda a adquirir un mayor conocimiento de la realidad que vivimos y nos rodea y a fomentar el respeto entre las diferentes comunidades lingüísticas. La politización y el desaprovechamiento de esta posibilidad generan conflictos innecesarios. Es muy demagógico afirmar que se invierte en defender y fomentar la lengua y la cultura catalanas en vez de hacerlo en escuelas y hospitales, porque quienes lo dicen tampoco dan ejemplo al haber desmantelado el estado del bienestar. Es innegable que hay una mala distribución de los recursos económicos y que la corrupción política y financiera abunda por todo lo ancho, pero es un desgraciado fenómeno que afecta a todos los partidos políticos y en todo el territorio español, no a una sola autonomía y a un solo partido. Frente al modelo uniformizador y centralista, potenciar la diversidad cultural y lingüística es un enriquecimiento y una oportunidad que favorece la creatividad, no un obstáculo que debilita el estado y rompe la unidad de España, tal y como quieren hacernos creer. Cuando un país o una región cualquiera dispone de una riqueza como es esa diversidad, tiene mayor capacidad de atraer todavía a más lenguas y culturas, generalmente provenientes de la inmigración. Con una buena política basada en la integración, la oferta multicultural es una fuente generadora de riqueza entre la ciudadanía si se sabe aprovechar bien, pues de lo contrario se crean ghettos y fuertes conflictos sociales. Eso es lo que sucede en países como Francia, estado centralista y uniformizador donde los hijos, nietos o bisnietos de los primeros inmigrantes todavía no son reconocidos como franceses de verdad. De ahí que por culpa de ese chovinismo vengan padeciendo tantos problemas y la extrema derecha sea la tercera fuerza parlamentaria.


Por el contrario, al invertir en cultura material o intangible o incluso en cualquier producción que conlleve la creatividad se abren nuevas posibilidades económicas, se incrementa el turismo de calidad, se refuerza la identidad territorial y mejora la calidad de vida. Todo contexto diverso y heterogéneo propicia la proliferación de nuevas ideas. Antes de la llegada de la inmigración, España ya era un país multicultural y ha sido incapaz de aprovecharlo. Este fenómeno solo ha sido tratado como una mera “singularidad” a cambio de imponer ciertos valores “oficiales”. La estrategia para evitarlo ha sido atribuir el fomento de la diversidad a los nacionalismos periféricos como una manera de criminalizar esta opción con la amenaza de que si se produce comportará la ruptura del país. Aunque ciertamente el fenómeno del nacionalismo es real, nada ni nadie impide a los grandes partidos estatales la defensa de esta diversidad frente a la uniformidad, no como una proclamación de independencia de territorios sino como una riqueza que a la vez pueda garantizar la unidad del país. Nada tiene de perjudicial admitir que en determinadas partes de España se piensa diferente. De haber sacado partido a esa pluralidad, ahora seríamos una sociedad más moderna y avanzada con gran experiencia en la materia, lo que nos hubiese dado una ventaja con respecto a otros estados europeos. Y en la actualidad, el alud inmigratorio no hubiese sido tan traumático porque al estar ya acostumbrados hubiésemos tenido mucha mayor capacidad de asimilar a los nuevos ciudadanos del mundo e integrarlos en un sistema basado en la diversidad que a la vez compartiese unos valores y unos intereses comunes.


Mientras los modelos económicos son caducos y perecederos de manera que un cambio le suele preceder una crisis, la cultura tiene la posibilidad de transformarse y perpetuarse progresivamente sin grandes traumas. La lengua catalana ha tenido una larga e importante evolución a lo largo de ocho siglos, traducida en una destacada y fructífera producción cultural en todos sus ámbitos y desarrollada por personajes insignes de nuestra historia. ¿Acaso el negocio del dinero y de los bienes materiales tiene más valor que una tradición con más de 800 años de historia, patrimonio e identidad de una tierra?

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