La Asociacion de Vecinos del barrio barcelonés de Sant Andreu está que trina. El Ayuntamiento de Barcelona prevé un proyecto de regeneración del histórico casco antiguo con el propósito de ampliar calles estrechas y crear nuevas zonas verdes y equipamientos, todo ello a costa de expropiar y derribar numerosas viviendas con muchos años de antigüedad y que han definido un paisaje y una personalidad características al núcleo urbano.
Desgraciadamente, la nueva alcaldía no ha comportado el cambio de estrategia esperado, pues parece ser que todos los partidos políticos tienen objetivos y criterios comunes e invariables sobre el futuro de la ciudad, un camino sin retorno que inexorablemente, tarde o temprano, se cumplirá. Planes urbanísticos de más de cien años de antigüedad todavía siguen vigentes, solo que adaptados al siglo XXI. Aunque estaba igualmente inspirado en la Gran Barcelona dibujada por el ingeniero Frederick Starck Pearson, el Pla Macià fue prácticamente el único que se atrevió a plantear algo diferente.
El paso del tiempo demuestra que la lección todavía no se ha aprendido. Pocas ciudades en el mundo como Barcelona disponen de una estructura polinuclear, es decir, formada por diversos casos antiguos procedentes de los entonces municipios colindantes a la ciudad amurallada y que fueron agregados. A pesar de las anexiones, su población jamás renunció a su identidad y a su sentimiento de pertenencia hacia su pueblo natal, por lo que en Barcelona se puede afirmar que no existe un sentir barcelonés general en un sentido abstracto, sino en base a la fuerte personalidad de todos sus barrios, en especial aquellos que antaño fueron municipios independientes. No hay ciudadano barcelonés incapaz de sentir un fuerte arraigo hacia su barrio por encima de una idea global de Barcelona. Eso es lo que precisamente dicha polinuclaeridad ha forjado, a diferencia de otras ciudades cuyo sentimiento local de barrio también existe pero de otra índole al haber sido originado por otras razones históricas. A ningún consistorio municipal le interesa que perdure esa clase de identidad “municipal” de barrio que tanto carácter y personalidad imprime, por temor a una ruptura, como si de un movimiento independentista o secesionista a pequeña escala se tratara.
Bajo las buenas intenciones de remodelar y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, existe un objetivo de diluir progresivamente la vieja identidad de pueblo de los núcleos antiguos afectados, y reducir las diferencias entre barriadas ricas y pobres mediante una estrategia uniformizadora, a menudo con la introducción de clases sociales más elevadas, dejando residualmente solo aquellos elementos tradicionales que con seguridad no van a comprometer a nada importante, y que servirán para justificar la defensa y conservación de dicha identidad y de ese sentimiento heredado de abuelos y bisabuelos. En definitiva, no es que se quiera acabar con la personalidad de estos barrios de casco antiguo, sino transformarla mediante la suplantación del antiguo sentimiento de “pueblo” por otro completamente nuevo. A menos identidad local, menores seran las reivindicaciones vecinales y mayor será el poder y la capacidad de actuación municipal para hacer y deshacer. El derribo de casas viejas no parece quedar compensado con el realojo de sus vecinos en el mismo barrio, sino que prevé la llegada de nuevos ciudadanos sin ningún arraigo hacia Sant Andreu, y que una vez lo tengan ya no será ese viejo sentimiento de “pueblo” antes mencionado.
Desde una perspectiva puramente urbanística, la política llamada “de esponjamiento” practicada durante estos últimos años no ha ido destinada a corregir errores del pasado, como vaciar los interiores de las manzanas de viviendas de casetas abandonadas y de talleres, eliminar barracas de los terrados o bien deconstruir algunas antiestéticas remontas o sobreáticos que tanto han contribuido a afear el paisaje a la vez que a densificar la población en espacios reducidos. A efectos prácticos el esponjamiento solo ha servido para dar alas a la especulación inmobiliaria que ahora busca en los cascos antiguos un nuevo negocio porque no entiende de patrimonio histórico-arquitectónico. Para el derribo de viejas fincas se alega, entre otras cosas, que son costosas de restaurar, que bajo esa imagen “idílica” de casita antigua no se ofrecen condiciones de seguridad, que tienen muy poca superficie con una distribución interior que responde a otros tiempos, que todo no se puede conservar porque es necesario atenerse a la evolución de los tiempos, o que existen muchos tipos de edificios similares por toda la ciudad y por consiguiente solo basta con mantener viva una muestra de los principales.
Las características del casco antiguo de Sant Andreu demuestran que no se requiere esponjamiento ni la substitución de sus centenarias viviendas porque no es un modelo equiparable al de otras barriadas como las del distrito de Ciutat Vella, cuyas actuaciones también son discutibles. La peatonalización de algunas calles o bien la ampliación de aceras con la plantación de árboles y la renovación del mobiliario urbano, y la rehabilitación y modernización de antiguas fincas han sido suficientes como para otorgar una nueva calidad de vida en un barrio típicamente residencial, por lo que no se necesita una reforma adicional que en realidad conllevará a la destrucción de una parte de su patrimonio y de su memoria histórica, y a la construcción de nuevos edificios de viviendas de mayor altura. Los anteriores planes urbanísticos afectaban a 300 casas, mientras que la nueva normativa indulta a la mayoría y desafecta a 240, aunque deja a las 60 restantes en riesgo de desaparición. A pesar de esta nueva y aparentemente “generosa” protección municipal, durante estos últimos años han sido numerosas las viviendas históricas de Sant Andreu derribadas y sustituidas progresivamente por otras completamente nuevas.
El casco antiguo de Sant Andreu no exige esa clase de reformas porque la edificación de nuevas viviendas, la configuración de los llamados “ejes cívicos” y la creación de grandes zonas verdes son actuaciones que ya se están realizando en el corredor ferroviario y en el sector de La Maquinista, por lo que quedará sobradamente compensado. La desafectación de todo el núcleo histórico no implica en absoluto vivier del pasado y a la renuncia del barrio a ubicarse en el siglo XXI, sino a apostar por un nuevo modelo de rehabilitación y regeneración urbana que, en el caso de Sant Andreu, debe llevar a la modernización precisamente mediante la conservación de su patrimonio histórico-arquitectónico como un motivo de revalorización urbana, como un atractivo singular y como una razón para la apertura hacia nuevas oportunidades encaminadas a mejorar la calidad de vida de su vecindario.
4 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo con el articulo. Enhobuena por su publicación.
Una afectada de la calle Jorba.
Doncs molt ben reflexionat. Sí noi. I no sembla que siguis andreuenc, oi? i tot i així l'has ben encertada, tot al contrari del que li passa a alguna gent andreuenca, que estan enamorats de ser un coi de "barri" i que ho defensen i ataquen els que creiem que els 5.000 anys d'història i les prespectives que ens poden caure al damunt, que tu observes i raones tant bé, determinen que volguem mantenir i potenciar el sentiment de poble. Gràcies Ricard.
Moltes gràcies per aquest article Ricard, revela la situació en que ens trobem i el sentiment dels que estem lluitant. En el nostre cas com a afectats, CAP indemnització per la casa podria compensar el valor que te per nosaltres, no volem ni sentir parlar ni tan sols de reallotjament, no volem que toquin CAP CASA!
Moltes gràcies pels vostres comentaris. Bé, certament no sóc del cor de Sant Andreu, el què passa és que hi passo sovint i he llegit sobre la seva història. Jo visc al barri del Congrés, que és del districte de Sant Andreu però a l'altre cantó de la Meridiana. Salutacions i a seguir lluitant.
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