miércoles, 2 de noviembre de 2011

Halloween y la transformación de la cultura catalana


La americana fiesta de Halloween va in crescendo año tras año porque gana adeptos. Lógicamente, una celebración carnavalesca en la que puedes disfrazarte de cualquier clase de criatura sobrenatural e irte de fiesta con tus amigos a vivir una noche mágica de terror resulta mucho más atractiva y divertida que conmemorar una fiesta más bien rancia, fúnebre y macabra como es Todos los Santos. Todavía mucha gente (especialmente jubilada) continúa peregrinando una vez al año hacia los cementerios para visitar a sus amados difuntos, y prueba de ello es el refuerzo y establecimiento de servicios especiales de autobuses con destino a los camposantos. En diversos pueblos y ciudades de la Cataluña profunda se continúan celebrando los siniestros Via Crucis y las singulares Dances de la Mort, y tampoco se ha perdido la culinaria costumbre de comer los entrañables (y muy caros) panellets, moniatos y castañas acompañados de un vaso de vino Moscatel que tanto alegra las mesas.
Pero en estos últimos años las cosas han cambiado. La penetración y rápida adaptación de una festividad foránea como es Halloween tanto en nuestro país como en buena parte del continente europeo y su excelente acogida me hace reflexionar acerca de la situación y la proyección actual de la cultura catalana. De hecho, muchas tradiciones recogidas por el Costumari Català de Joan Amades ya han dejado de celebrarse y otras están en vías de extinción, un panorama que resultaría muy dramático si no fuera porque se han adaptado nuevas expresiones culturales y otras están en proceso de transformación. Efectivamente, la afirmación de que la cultura catalana no interesa y está muriendo es rotundamente falsa. Sencillamente las culturas se adaptan a los nuevos tiempos y a las nuevas pautas de comportamiento social, y aquéllas que no lo hacen simplemente desaparecen porque ya no responden a los contextos actuales. Los territorios no funcionan como sistemas cerrados sino que son abiertos y su dinamismo va más allá de las fronteras administrativas. La entrada y salida de personas de todo el mundo alimentan esta máquina viva que es Cataluña y llega a la población nuevas formas de expresión que en función del grado de aceptación terminan por adaptarse e integrarse en la cultura local, adoptando incluso unas características propias que terminan por definirla como cultura catalana. Ese sería el caso, por poner un ejemplo, de la llamada rumba catalana, nacida como producto de la transformación y adecuación a las características locales de un fenómeno típicamente cubano y luego flamenco-andaluz como es la rumba. Otras manifestaciones populares tan emblemáticas como la Sardana, los Castellers, los Gegants y los Correfocs han nacido gracias al contacto de los catalanes con otras culturas que han dejado positivamente su influencia.


No hay la menor duda de que la festividad de Halloween en Cataluña adoptará con el paso del tiempo unas formas y unas características propias que la diferenciarán del modelo americano hasta el punto de convertirse en cultura catalana. Paralelamente siempre habrá quien opte por participar en un Via Crucis o bailar disfrazado de esqueleto en la Dansa de la Mort. Y por supuesto, las tradiciones culinarias son las que más resisten el paso de los tiempos, siendo deleite de todas las edades los variados y sabrosos panellets, tanto para quienes celebran Castanyada como Halloween. Nada, pues, de lo que preocuparse, y mejor huir de quienes demagógicamente aborrecen de Halloween para defender la cultura local y luego no celebran la Castanyada.
En lo referente a la cultura popular catalana propiamente dicha, algunas amistades personales que han participado alguna vez en un momento de su vida formando parte de una asociación o entidad de estas características, han coincidido en alertar sobre el talante cerrado y excluyente de una parte de sus miembros que tienen gran capacidad de influencia y decisión sobre cómo tiene que funcionar el grupo. Ello confirma la existencia de un lobby de poder profundamente inflexible que impone unas condiciones inamovibles sine quanon para formar parte del equipo. Grave error que no hace más que matar estas tradiciones porque con la obsesión de mantenerlas vivas las fosiliza hacia unas formas determinadas en vez de dejar que evolucionen en función de la transformación social adaptándose a los nuevos tiempos. Generalmente estos grupos cerrados suele atribuir a la fiesta o tradición popular una sola lengua como única forma de expresión y una sola identidad donde queda enmarcada y encasillada. Es decir, se politiza la cultura popular catalana aduciendo motivos proteccionistas para ofrecer un modelo inamovible y fosilizado como única y exclusiva garantía de supervivencia frente a quienes optan por otras alternativas a las que tachan de destructivas, exterminadoras e incluso anticatalanas. A ello se suman posiciones victimistas asegurando que la flexibilidad y, por tanto, la permisividad de contacto con otras lenguas y formas de expresión culturales desvirtuarían aquella fiesta o tradición hasta el punto de exterminarla a favor de un nuevo folklore “invasor” que nada tendría que ver con el concepto “nacional” de identidad.


Hace algunos años, Pasqual Maragall generó polémica al afirmar que habiendo en Cataluña dos lenguas oficiales, la cultura catalana no debería de expresarse únicamente en lengua catalana sino que también podía hacerlo en castellano porque seguiría siendo esa misma cultura solo que abierta a una nueva forma de expresión, lo que permitiría su expansión y acercamiento hacia los colectivos castellanohablantes y a los ciudadanos que no son de origen catalán. Y como ejemplo de ello hizo referencia al caso de Euskadi, donde el folklore local se encuentra muy arraigado y se expresa tanto en euskera como en castellano sin que por ello exista peligro de desaparición tanto de la cultura como de la identidad.
Efectivamente, no existe ninguna lengua oficial para una fiesta, tradición o costumbre aunque hayan nacido en una lengua determinada, lo que permite su expansión y acercamiento a cualquier persona del mundo y evita así su estancamiento y limitación en un territorio y, por consiguiente, su desaparición. Sin embargo, algunas fuerzas políticas nacionalistas opositoras a Maragall afirmaron que eso sería la muerte de la cultura catalana. Otro grave error de quienes declaran amor a Cataluña por encima de los demás, que optan por un modelo fosilizante basado en un sistema estático de valores y prácticas que forme parte de una identidad catalana, que en realidad no es la definida por ellos a menudo de carácter independentista de tan solo poco más de cien años de antigüedad, sino la tradicional, de raíces hispánicas que a su vez es de origen greco-romano y cristiano.


Imaginemos por un momento que para celebrar la fiesta Halloween fuesen requisitos ineludibles hablar en inglés y jurar la bandera y la Constitución de los Estados Unidos. ¿Tendría actualmente esta proyección mundial y la estaríamos celebrando en Cataluña? Hay que superar esas actitudes que coloquialmente conocemos como “de la ceba” o “de la crosta”. No significa castellanizar o eliminar el catalán de la cultura catalana. Al contrario, porque la lengua propia de Cataluña estará siempre presente porque ha sido esta la primera forma de expresión de nuestra tradiciones locales, pero también es cierto que si se quiere evolucionar y sobrevivir a los nuevos tiempos es indispensable proyectarla más allá de nuestras fronteras, y actualmente más que nunca ahora que en nuestra tierra residen tantos allegados tanto del resto de España como del resto del mundo. Las lenguas son una riqueza y un patrimonio pero también un sistema de comunicación, y en el folklore importa más lo que se dice y no en qué idioma se dice. ¿Acaso a un andaluz o a un vallisoletano no le puede interesar aprender a bailar una Sardana? ¿A un marroquí jamás le gustaría ser Casteller? ¿Un latinoamericano no participaría en un Correfoc o en un Gegant? ¿Un senegalés no disfrutaría en un Ball de Bastons o en la Patum? ¿Por ese motivo nuestra cultura popular corre peligro de desaparecer? Ninguna cultura del mundo debe de ser patrimonio de una lengua y una forma de pensamiento político.
Nuestro tradicional y tan catalán Sant Jordi dia del Llibre i de la Rosa fue promulgado desde el año 1995 como una conmemoración internacional, lo que en parte ha ayudado a conocer y a proyectar Cataluña en todo el mundo. Sin embargo, ese día sigue siendo para nosotros muy catalán e incluso en catalán, a la vez que disfrutado en infinidad de lenguas del planeta, y eso ha sido motivo de orgullo para los catalanes. Si en Cataluña ahora se celebra el Halloween, quién sabe si adoptando una postura más abierta algún día veamos una colla sardanista en los Estados Unidos bailando en el Rockefeller Center de Nueva York.

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