Prosigue la desaparición de aquellos vestigios que forman parte de una historia de Barcelona no identificada con los valores promulgados por determinadas clases políticas. No importa que sean todo un símbolo de una época, lo que aportaron en beneficio a la sociedad o que por allí hayan pasado grandes personajes ilustres. Se borrarán cuanto antes mejor de la memoria de la ciudad porque no convienen, algo especialmente grave que suceda dentro de un sistema democrático, siendo más comprensible (que no justificable) en un sistema autoritario que borra de cuajo todo lo que no es afín a su régimen. Recientemente le ha llegado el turno al Ateneu Flor de Maig. Más de 120 años de historia literalmente tapiados en un periquete porque el Ayuntamiento no puede pagar la cuota mensual de alquiler, de 4500 euros, un precio excesivo y abusivo pero con toda seguridad establecido así a propósito como consecuencia de la burbuja inmobiliaria y su proximidad al distrito llamado 22@ destinado a empresas de nuevas tecnologías. Las políticas han diseñado un proceso de modernización de Barcelona no siempre compatible con los usos sociales tradicionales, olvidando su historia y lo que una vez llegaron a representar para nuestra ciudad. El resultado en el presente caso es un espacio cultural menos. Afortunadamente el edificio se conservará porque está catalogado como patrimonio histórico y arquitectónico. Si los vecinos no vuelven a luchar tal y como ya hicieron en el año 1977, el ateneo será, probablemente, un hotel o la sede de una empresa extranjera.
Haciendo un breve resumen de su historia, mencionar que los orígenes de este espacio se remontan en el año 1890, cuando un grupo de 16 obreros del barrio (la mayoría toneleros) fundaron la “Sociedad Cooperativa Obrera de Ahorro y Consumo La Flor de Mayo” en un local del Poblenou situado en el pasaje de Messeguer, aportando cada socio 25 pesetas. En 1894 inauguraron una nueva sede en el edificio que nos ha llegado en la actualidad, en el número 195 de la calle del Doctor Trueta (antes Wad-Ras). El nombre de la sociedad se debe a una composición musical de Josep Ansel Clavé porque la mayoría de sus fundadores eran aficionados al canto coral. Uno de los principales valores practicados era el ahorro. Se ofrecía una fórmula de consumo colectivo sin intermediarios que posibilitaba a los socios abaratar el precio de los productos de primera necesidad con respecto a los precios ofrecidos por otros comerciantes, comprar alimentos de mayor calidad y dedicar el margen de beneficio a obra social. En 1908 adquirió una finca rústica en Cerdanyola del Vallès para proveerse de productos frescos, hortalizas y carne y como lugar de esparcimiento y descanso.
Otro valor era la solidaridad, y ejemplo de ello fue la creación de la Institución para la Ayuda a la Vejez e Imposibilitados para el Trabajo. Junto a otros cooperativistas, impulsó en 1926 la fundación de la Quinta de Salud La Alianza. Se ocuparon además en desarrollar escuelas nocturnas para adultos, una biblioteca móvil y actividades de descanso, teatro y café. A finales de la década de 1920 disponía de siete sucursales, lo que la convirtió en una de las cooperativas más importantes de Cataluña. Durante la Segunda República, las disputas entre las juntas directivas de las sucursales fueron la semilla de un largo proceso de declive que se prolongaría durante la posguerra. En plena Guerra Civil la cooperativa acabó fusionada en la Unió de Cooperadors de Barcelona, aunque cumplió una buena labor social acogiendo a los llamados “niños de la guerra” y habilitando comedores sociales. Bajo el régimen franquista, el Sindicato Vertical mantuvo la entidad para ofrecer un falso contenido social, aunque la realidad es que las dificultades económicas obligaron a subastar y malvender los bienes de la sociedad hasta la desaparición definitiva de la cooperativa en 1950.
Después de haber funcionado durante los años posteriores como escuela, en 1977 la Associació de Veïns del Poblenou, con el apoyo del periodista Josep Maria Huertas Clavería, lograron que el edificio de la antigua cooperativa pasara a ser ateneo cultural. Bajo esta función ha sido la cuna de muchas entidades como el Arxiu Històric del Poblenou, el Grup de Cultura de l’Associació de Veïns, la Penya Ciclista, el Club Esportiu Canaletes, el Club de Futbol Rayo, la revista “Quatre Cantons”, el grupo teatral Roba Estesa, la Colla Excursionista La Senyera, la Colla Sardanista Roure, el Tennis de Taula Ateneu y los grupos musicales Bauma y Walla Belako. También ha sido el espacio de diversas y variadas iniciativas como las Festes de Maig del barrio, la realización de actividades y espectáculos de la Festa Major del Poblenou y la organización de un concierto anual de Navidad.
Las polémicas declaraciones del cantante Loquillo acerca de que Cataluña es cada vez más provinciana desde la perspectiva cultural se podrían confirmar si observamos atentamente la trayectoria durante las tres décadas anteriores. Tal y como algunos aseguran, pese al empujón cultural de Barcelona de estos últimos tiempos todavía la oferta se encuentra por detrás de muchas ciudades europeas que forman parte, igual que la capital catalana, de la red denominada “World class” en tanto lugares de interés turístico de primer orden. Sin embargo, Loquillo se equivoca al centrarse concretamente en las dificultades de producir cultura en lengua castellana en territorio catalán, porque no tiene en cuenta que también afecta a la producción cultural en lengua catalana, hecho que demuestra que no se trata de un conflicto idiomático sino de determinar por parte de las administraciones catalanas qué ámbito de la cultura se subvenciona y, por consiguiente, se declara “oficial”. Por poner algunos ejemplos al respecto, tendríamos el cierre de la librería Ona en el año 2010, que estaba especializada únicamente en libros en lengua catalana y que abrió sus puertas en 1961 en pleno franquismo. Otro caso sería el intento por parte del nuevo rector de la parroquia de Sant Martí del Clot de eliminar los espacios destinados al Esbart Sant Martí y a otras actividades culturales, casi todas en catalán, para dedicarlas a usos eclesiásticos y la promoción de un bloque de viviendas. Y el último y más reciente sería el cierre del Ateneu Flor de Maig, dedicado desde el año 1977 a las actividades asociativas, culturales y artísticas del barrio.
Tienen nuestras administraciones la desgraciada fama de no invertir suficiente en cultura y de subvencionarla solo en aquellos ámbitos que las clases políticas les convienen. Muchas asociaciones y entidades sobreviven con grandes dificultades y su existencia se debe gracias al impulso ciudadano y a iniciativas populares. Buena parte de los espacios conseguidos como casales, centros culturales, ateneos y bibliotecas no son precisamente mérito de las administraciones pese a que ellos los inauguraron e invirtieron en su construcción, sino por las constantes e insistentes luchas vecinales que lograron hacer de los barrios unos espacios para vivir mejor. Barcelona dejó de ser hace años cantera de artistas emergentes y de prestigio nacional e internacional, y muchos de quienes intentan cultivarse se ven obligados a marcharse hacia otros territorios, tanto español como extranjero. La cultura “oficial”, es decir, institucionalizada, no siempre tiene valor. Invenciones como por ejemplo la Festa Major de Nou Barris no tienen el reconocimiento social deseado porque se trata de un fenómeno artificial no surgido de los vecinos por lo que resulta difícil sentirse identificado o partícipe de ella.
Recientemente en el barrio del Poble Sec se están instalando numerosos talleres de artistas emergentes, fenómeno que se agradece y que debe considerarse como una muy buena noticia porque parece resucitar esa cantera de antaño que tanta vida otorga a las barriadas y convierte a las ciudades en lugares interesantes más allá de los límites del turismo. Es un deseo encomiable que la experiencia dé resultado y consiga extenderse por otros espacios de Barcelona que recobrarían vida, dinamismo y cultura.
Desde aquí, doy todo mi apoyo a las personas, asociaciones y entidades que luchan para la reapertura del Ateneu Flor de Maig, un espacio unitario, democrático, pluralista e independiente, potenciador de la convivencia y la comunicación vecinal, creacionista alternativo y núcleo de cultura, historia e identidad de un Poblenou tradicional que se resiste a morir pese al feroz avance del distrito 22@.
Primero diré que obviamente yo también estoy a favor de la lucha por Flor de Maig. Hace unos años pasaba cada día por delante, y su estado de abandono no presagiaba nada bueno: parecía ya entonces un vestigio del pasado.
ResponderEliminarTu lectura me parece acertada, y mira que casi me pongo a temblar cuando leo Loquillo, jajaja. Lo que ocurre es que no hay dinero para todo, y cada gobierno prioriza e incluso ningunea. Espantoso, pero me temo que todos lo hacen.
Lo cual no quita que haya una parte cultura esencial que debe ser salvada al precio que sea. E internet se ha mostrado muy útil en esto. También es, pues, mi lucha.
Lamentable, evidentemente. Pero quiero incidir en un tema importante que a veces se olvida, las sociedades de antaño se financiaban a través de socios mucho más pobres que nosotros, obreros que con su esfuerzo personal y económico sostenían edificios o incluso los construían. Nos hemos apoyado demasiado en los poderes públicos y las subvenciones y como decimos en catalán 'qui té el cul llogat...' Igualmente pasaba con las fiestas, las ayudas eran pocas o inexistentes, cuando los poderes no han tenido suficiente pasta o otros intereses así nos ha ido. El Poble-sec, ciertamente, ha experimentado un resurgimiento en cuanto a estos talleres y a l'apertura de muchos bares pero las fiestas mayores se centran ya en los bares en lugar de en las calles y los vecinos. Se insiste mucho en qué no se pueden hacer las cosas sin subvenciones porque nos hemos ido acostumbrando muy mal y se ha perdido eso tan manido de la cultura del esfuerzo, creo que deberemos volver a replantearnoslo. No son los gobiernos quienes deben costearnos las iniciativas culturales, debemos volver a tomar la iniciativa. Son malos tiempos pero en tiempos mucho peores en los cuales la gente trabajaba 'para comer' se hicieron maravillas respecto a las entidades vecinales, quizá debamos aprender mucho de ese pasado no tan lejano 'sin subvenciones'. Una entidad excursionista a la cual pertenezco en sus orígenes cambiaba a menudo de local, en los años veinte, para pagar menos alquiler, por ejemplo. Los edificios son importantes pero la base de todo somos las personas.
ResponderEliminarEastriver, gracias por tus comentarios. Efectivamente, a pesar de lo que Loquillo, Boadella, Losantos y similares digan, el problema no es precisamente lingüístico porque también afecta a la cultura que se hace en catalán. En realidad es un problema de gestión, de intereses particulares y de estrategia. Saludos.
ResponderEliminarJúlia, gracias por tus comentarios. Efectivamente, se depende mucho de las subvenciones de las administraciones y tal vez ya va siendo hora de cambiar este rumbo. Por supuesto que la supervivencia y fomento de la cultura depende de nosotros y no de quienes nos gobiernan, porque si no vamos por mal camino. Antiguamente había más iniciativa popular que ahora, y el esfuerzo de nuestros antepasados era muy meritorio, teniendo en cuenta que disponían de pocos recursos económicos. En cuanto al fenómeno del Poble Sec, creo que debería de haber un equilibrio entre actividades en locales y actividades en la calle, pues es en este espacio donde mejor se pueden celebrar a la vez que da vida. Saludos.
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