martes, 29 de mayo de 2012

Chiquito creó escuela


El pasado 28 de mayo Chiquito de la Calzada cumplió 80 años de edad, posiblemente su aniversario más amargo al haber enviudado el 3 de marzo anterior de su esposa Pepita García Gómez, con quien estuvo casado cincuenta años formando uno de esos matrimonios ejemplares de toda la vida. A pesar de estar prácticamente retirado de la vida pública y de tener una presencia televisiva puramente testimonial, todavía continúa en el recuerdo de la mayoría de quienes lo conocieron por la huella tan fuerte que llegó a dejar. A priori puede parecer una tontería dedicar un artículo a este personaje, pero sin embargo es el placer culpable de mucha gente. De nombre real Gregorio Esteban Sánchez Fernández, nació en Sevilla en el año 1932, trasladándose de muy pequeño a Málaga. Con tan solo 8 años de edad hizo su primer debut, hecho que demostró sus aptitudes artísticas. Poco después se desarrolló en el mundo del flamenco dentro del grupo “Capullitos Malagueños” haciéndose llamar Chiquito de la Calzada, nombre tomado por haber empezado a cantar desde muy pequeño (muy “chiquito”) y por haber vivido toda su infancia en el barrio malagueño de la Calzada de la Trinidad. Gracias a sus cualidades como cantador, pues es innegable que tenía una voz bastante buena, llegó a hacer giras por el extranjero, llegando incluso a residir en Japón, de ahí que todavía era capaz de chapurrear el inglés y el japonés, utilizando algunas palabras del vocabulario de ambas lenguas para contar sus inefables chistes.


La fama real le llegó en 1994 cuando ya contaba con 62 años de edad, gracias a Tomás Summers, quien lo descubrió y lo hizo famoso a través de la televisión incluso llegando a protagonizar algunas películas para el cine. Habiendo dejado atrás su etapa como cantante de flamenco, se dedicó al espectáculo humorístico contando chistes. Chiquito de la Calzada tiene un mérito alcanzado por muy pocos, y es que durante toda su trayectoria de fama nacional ha conseguido hacerse respetar y ser considerado incluso por aquellas personas que no les gustaba o que veían en él un artista mediocre. Hombre de talante sencillo, humilde y modesto, en realidad sin grandes pretensiones personales artísticas y sin ínfulas de grandeza, ha sido capaz de crear escuela y de renovar en España el mundo del showman. Sencillamente se arriesgó a hacer algo nuevo y diferente de lo convencional y la jugada le salió bien. La audiencia respondió favorablemente y todo el mundo se puso a imitarlo e incluso a extender sus vocablos y expresiones que él inventó. Artistas posteriores más jóvenes han llegado a tomar como referencia el estilo de Chiquito, superando el hasta entonces imperante “ya saben aquél que diu…” del malogrado Eugenio. Ideó un sistema de contar chistes donde la gracia no residía tanto en la parte final o en si era bueno o malo sino en la manera tan habilidosa de explicarlo de modo que el espectador no paraba de reír. A diferencia de los chistes clásicos donde el objetivo es provocar la risa al final de la historia, Chiquito pretendía inducir a la carcajada desde el principio, mientras lo contaba, siendo lo de menos la resolución final o la calidad.


Cuando se es capaz de ofrecer algo diferente, bueno o malo, pero que caiga en gracia, el salto a la fama y la creación de un mito es muy fácil a través de los medios de comunicación que ponen todos los medios necesarios para convertirte en una estrella. Él lo consiguió y no se trata precisamente de una tarea fácil. Y para quien no lo crea, que alguien cite cuántos artistas del humor de fama nacional o internacional capaces de crear escuela y de renovar el estilo interpretativo han surgido de España durante esta última década. Un ejemplo de inteligencia y vocación artística innata es la de Chiquito de la Calzada, que ha dedicado su vida a cultivar sus cualidades y a trabajar mucho, objetivos que inexorablemente han contribuido a ser recordado en la posteridad, y en su caso, a escribir un capítulo de la historia del espectáculo de nuestro país, aunque a los más puristas intelectuales no les guste reconocerlo. El aprecio que ha generado como persona humana por estar bien avenido con todo el mundo, por no haberse metido en asuntos políticos y por su labor en el ámbito del espectáculo, consiguió hacer olvidar enseguida los rumores que apuntaban a que Chiquito no fue más que una creación de conveniencia para distraer a las gentes de la crisis económica sufrida durante el mandato de Felipe González entre los años 1993 a 1996. Y si en un principio así fue, enseguida supo desvincularse. Genio para unos, mediocre para otros, la figura de este humorista no debería de ser analizada ni en un extremo ni en otro. Sencillamente fue lo que fue, y tanto adentrarse en hacer estudios o profundizaciones sobre su figura sería complicarse la vida para llegar a conclusiones irreales. Guste aceptarlo para unos o mal que les pese para otros, Chiquito creó escuela.




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