martes, 25 de octubre de 2011

En defensa (con permiso) del (falso) Barrio Gótico barcelonés


Se ha destapado lo que se rumoreaba y de hecho lo que unos pocos ya sabían acerca del montaje arquitectónico del Barrio Gótico barcelonés. Esta vez, gracias a la tesis doctoral de Agustín Cocola titulada El barrio gótico de Barcelona: planificación del pasado e imagen de marca se ha puesto de manifiesto que tan noble y prestigioso lugar no tiene el aspecto original de antaño sino que por diferentes intereses políticos algunos arquitectos de renombre proyectaron la reforma y reconstrucción de un sector del casco antiguo de la ciudad para, tal y como afirma textualmente el autor del estudio, “monumentalizar un origen legendario de Cataluña” y “poner a Barcelona en el mapa del turismo internacional”. Y en relación a eso, algunos afirmarán que la “invención” de un barrio gótico fue en definitiva otro montaje del nacionalismo catalán y su inseparable historiografía romántica dentro de su proyecto de redefinición de la identidad catalana.
Polémicas aparte, permitidme que a pesar de la farsa histórica prefiera igualmente defender el Barrio Gótico barcelonés, no precisamente porque quiera alimentar una mentira ni mucho menos. Al contrario, hay que contar la verdad histórica y deshacerse de los mitos antiguos y contemporáneos que tanto nos nublan la mente. Defiendo y me gusta el Barrio Gótico por su belleza arquitectónica y por su paisaje en su conjunto, aunque sea falso. No solo Barcelona, sino también muchas ciudades importantes del mundo se han dedicado a reformar y modificar sus cascos antiguos con el propósito de otorgarles un prestigio y una categoría que jamás habían tenido. Se ha tratado de un fenómeno internacional que no ha nacido de la capital catalana sino que responde a la filosofía de diferentes corrientes políticas del momento.


Asumiendo la realidad histórica, debería plantearse qué significado puede tener ahora poner a la luz de todo el mundo ese montaje de parque histórico temático. Una parte de esos edificios están catalogados como un Bien Cultural de Interés Nacional, además de recogerse en el Catàleg de Patrimoni Històric i Arquitectònic de la Ciutat de Barcelona. ¿Nos pondremos a descatalogarlo todo porque ahora ya no van a tener el valor que se les había otorgado? ¿Invitaremos al turismo a que no vaya a visitar el Barrio Gótico, asumiendo las fuertes pérdidas de dinero que ello comportaría en perjuicio para la ciudadanía barcelonesa y para la economía? ¿Se podrá ahora justificar el derribo de todos los palacios, incluida la Catedral para levantar en su lugar modernos edificios de diseño o bloques de pisos convencionales?
No es una cuestión fácil de tratar. Sin embargo, vuelvo a insistir, defiendo la existencia de este (falso) Barrio Gótico porque a pesar de todo su contenido también es historia y tiene una historia aunque no sea la que conozcamos. Todos los barrios de Barcelona la tienen y la transformación de un casco urbano es algo inevitable e inexorable a la evolución de nuestra civilización porque prácticamente nada permanece inalterado. Toda reforma urbanística lleva consigo razones políticas y la influencia de unas corrientes de pensamiento, desde el proyecto de ensanche de Ildefons Cerdà hasta las grandes transformaciones acaecidas con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Cualquier ciudad resulta en realidad una “invención” y no por ello dejamos de valorarla o justificamos su destrucción.


El Barrio Gótico, aún siendo falso, es bello, sobre todo en comparación con los desastres urbanísticos producidos en el caso antiguo destinados a regenerar y a esponjar, que han conllevado al arrasado indiscriminado de hileras enteras de viviendas para ampliar calles como las de Allada Vermell y la (errónea) creación de la rambla del Raval, así como a la construcción de mamotretos funcionalistas completamente desintegrados con los viejos edificios colindantes, modernos edificios de viviendas de diseño apático y gris nada respetuosos con su entorno y que han contribuido a afear un núcleo histórico que antaño conservó un dulce regusto a añejo. Un daño irreparable que poco ha hecho en realidad para regenerar Ciutat Vella, pues las numerosísimas pancartas colgadas en los balcones con el lema “Volem un barri digne” nos atestiguan que alguna cosa no se he hecho bien.
Soy contrario a las mentiras y a las manipulaciones históricas, y es por ello que la verdad sobre el Barrio Gótico barcelonés debe de ponerse de relieve. Felicito por ello a Agustín Cocola por su tesis doctoral de la cual se ha publicado recientemente un libro cuya lectura no me voy a perder. Sin embargo, a elegir por la fuerza entre lo malo y lo peor, ante la inevitable historia de destrucción que es la historia de Barcelona, prefiero la conservación de la antigua, histórica y artística arquitectura manipulada a la destrucción de antiguas casas y palacios medievales para dar lugar a mediocres bloques de viviendas funcionales con fecha de caducidad desde su construcción (solo 75 años de vida), a conjuntos modernos como los de la Porta Cambó y la plaza de Vázquez Montalbán, y a obras de hormigón armado y cristal como el hotel cilíndrico de la rambla del Raval, el MACBA y la nueva Filmoteca de la Generalitat a punto de inauguración.


martes, 18 de octubre de 2011

El carnaval del bienestar


Barcelona está en crisis y a la vez de fiesta durante todos los días del año. Es el carnaval del bienestar donde la ciudad se disfraza de buenas apariencias y hace ver que la pobreza y la miseria no existen. Recientemente, para completar la decoración de ese gran escenario, se persiguen y sancionan a todas aquellas personas pobres que se les ocurra recoger cartones o cualquier clase de chatarra de los contenedores de la basura, sean o no indigentes. Se puede entender como una buena medida para terminar con las mafias organizadas pero el problema lo padecen quienes por necesidad real lo hacen regularmente para poder comer y sobrevivir. Así, pues, el pobre que no puede evitar serlo por las circunstancias de la vida que le han hecho una mala jugada no puede ni buscarse la vida porque encima puede terminar multado o arrestado. Como los residuos son propiedad municipal, llevarse cualquier cosa de un contenedor equivale a cometer un robo. O sea, que hasta los pobres también les ha llegado a su propio modo la crisis económica y ven recortes aunque sean de otro tipo. En definitiva, si los parados que ya ni cobran ninguna clase de subsidio corren el riesgo de ser pobres, los pobres propiamente dichos lo van a ser aún más, y todo ello sencillamente sucede para ofrecer una buena imagen de la ciudad. El Ayuntamiento alega que si se permite a los pobres sustraer los residuos se contribuye al fomento de un comercio clandestino y a pérdidas anuales de dinero, pero ¿y qué hay del ciudadano anónimo que no recicla y echa cualquier clase de basura al azar en el primer contenedor que se encuentra? ¿Cuántas veces no habremos visto en los contenedores grises residuos de todas clases, incluso en los de reciclado de vidrio, cartón y plásticos? No olvidemos que cuando se mezclan residuos diferentes no se suelen separar y ello también contribuye a pérdidas anuales de dinero.


Todavía he podido vivir los últimos años de la Barcelona real que nada escondía y se mostraba tal y como era, con su rostro real, sin disfraces, enseñando lo bueno y lo malo, lo limpio y lo sucio, lo noble y lo ruin, la riqueza y la pobreza. Eran los años de la ciudad preolímpica que tanto esperaba someterse a una profunda remodelación. Corría por las décadas de 1970 y 1980 cuando entonces era un niño y luego un adolescente que las basuras y los residuos que la gente producía eran un negocio rentable y provechoso. Delante de mi calle, semanalmente, pasaba el trapero del barrio. Era un hombre mayor, montado en un carro tirado por un burro. A su paso hacía sonar varias veces una oxidada pieza metálica parecida a una campana y luego gritaba “el trapaire” en una mezcla de catalán (drapaire) y castellano (trapero). Nosotros lo conocíamos, y le hacíamos subir a casa para darle botellas de cerveza y cava y periódicos atrasados que él metía en un gran saco. Paraba el carro enfrente de mi casa y lo cargaba con todo lo que podía. Si no recuerdo mal, mi abuela algunas veces le daba una propina. Me gustaba esa estampa, porque además aquél trapero era muy buen hombre y a mí me hacía gracia observar su borrico. Alguna vez le preguntaba al trapero “¿muerde el caballo?”. La verdad es que era un animal muy manso, y era habitual que muchos chavales con buenas o malas intenciones quisieran acercarse y tocarlo, por lo que desde lejos se oía una voz al grito de “¡niños!”, y éstos salían corriendo. Ya a finales de la década de 1980 ese buen hombre estaba jubilado. Era bastante mayor y su último año como trapero arrastraba él mismo el carro por habérsele muerto su viejo burro. Ya jubilado, algunas veces lo encontrábamos paseando por los terrenos de Can Dragó antes de la construcción del parque deportivo, habiendo todavía las ruinas de los antiguos talleres del ferrocarril. Iba despacio, cojeando un poco y ayudado de un bastón. Siempre nos saludaba y preguntaba por todos nosotros. Luego ya no lo volvimos a ver más. Se marchó a vivir sus últimos años de vida retirado y tranquilo a su pueblo.


Otros traperos pasaban por mi barrio, muchos de ellos gitanos, también montados en carros tirados por burros o bien por caballos. Uno de ellos pasaba al grito de “el drapaire, compro colchones de lana, compro lámparas, compro plomo”. Y otro, cuyas dependencias estaban en la calle de Alexandre Galí con la plaza del Doctor Modrego, hizo fortuna con el negocio de la trapería. Al jubilarse, convirtió el viejo establecimiento en un bar musical que hoy día regenta su hijo. Este local, en recuerdo de lo que una vez fue, se llama “La Trapería” y todavía funciona.
A mediados de la década de 1980 el Ayuntamiento instaló los primeros contenedores de basura, marcando así el principio del fin de un oficio tradicional en Barcelona y que tantos recuerdos imborrables dejó a muchísimos barceloneses. La designación de la capital catalana como sede de los XXV Juegos Olímpicos también contribuyó a la desaparición progresiva de los traperos o drapaires. La transformación urbana que urgía para dar paso al actual modelo de ciudad no podía permitir enseñar su verdadero rostro, así que la operación de maquillaje se inició a partir de 1986 y todavía continúa, un carnaval que recientemente ha cumplido un cuarto de siglo. Aunque hoy día me siento contento y orgulloso de vivir en Barcelona y de todas las cosas buenas que se han hecho, ¿acaso era incompatible la proyección mundial de una urbe moderna y del diseño con la conservación de sus componentes más folclóricos y tradicionales? Pues la verdad es que yo nunca me he avergonzado de ellos.
Otra cosa que era socialmente muy útil eran los pesados y ruidosos contenedores naranja para muebles y trastos viejos, pesados por su tamaño y ruidosos especialmente cuando el camión los arrastraba a primera hora de la mañana dando así un dulce despertar. Para muchos ciudadanos, e incluso para un servidor, eso era un auténtico festín de oportunidades. Sería incontable concretar en una cifra numérica cuanta gente consiguió amueblar su piso con mobiliario de estos contenedores, muchos de los cuales estaban en perfecto estado de conservación. El dinero que te podías ahorrar era de hasta un 75% del presupuesto en la compra de un mueble nuevo, pues el 25% lo podías destinar en arreglarlo y adecuarlo a tus necesidades. A menudo las furgonetas y camiones de los chatarreros se paraban delante de estos containers y muchas veces los vaciaban en un momento y luego proseguían su camino.


Cuan necesarios eran los traperos y qué buen servicio nos hacían, y qué útiles eran los grandes y ruidosos contenedores naranjas de muebles y trastos viejos para ahorrarte dinero en amueblar tu casa. Todo eso era antes, una estampa del pasado que incluso ya parece antidiluviana para las nuevas generaciones. Hoy, Barcelona disfraza sus basuras y sus miserias haciendo ver que no existen para poder continuar siendo, pese a la crisis económica, como “la millor ciutat del món”.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Esa España que no les interesa


La España real no interesa. Es esa España silenciada e ignorada que se finge desconocerse pero que está ahí cada día y entre nosotros. Es esa España que se cree una invención de quienes no aman la patria y quieren la ruptura del país. Es esa España que pese a ser la real nunca jamás ha sido oficial ni reconocida. Es esa España que dicen ser solo un punto de vista personal y subjetivo. Es esa España que ninguna declaración de principios recoge y, por tanto, no es siquiera constitucional. Es esa España que toda la clase política sabe que existe pero que no les interesa defender. La España real no interesa.
Sin embargo, definir esa España real no es una tarea fácil, porque hay tantas Españas como españoles en tanto que cada punto de vista de un individuo es solo la visión particular del mundo, y nunca pueden existir dos personas de un mismo pensamiento por similar que sea, ya que siempre habrán diferencias por leves e insignificantes que sean.
Tomando este subjetivismo del individuo en consideración y sin la pretensión de querer estar en posesión de la verdad ni de adoctrinar, me permito hacer algunas reflexiones sobre ese país llamado España.
Creo vivir en un país donde la uniformidad es ficticia aunque algunos la pretendan porque en ningún territorio nadie puede ser igual. Creo en un país donde aunque podamos ser todos iguales en tanto compartir rasgos comunes universales en la especie humana existen además diferencias culturales y una personalidad única e irrepetible que otorga una identidad diferencial que se traduce en una personalidad. Creo vivir en un país donde existe una lengua común que nos permite comunicarnos fácilmente con todos los ciudadanos españoles y con más de 300 millones de personas del mundo entero, pero en donde además hay presentes otras lenguas minoritarias que son un patrimonio y un enriquecimiento también de gran valor. Creo vivir en un país donde a pesar de pretender establecer una “cultura oficial” como son los toros, la guitarra y el flamenco, existen un sinfín de culturas, fiestas, costumbres, tradiciones y folklore que han contribuido a dar a cada región un carácter muy especial e inconfundible. Y creo vivir en un país donde la cultura gastronómica, además de ser variada, es la más sana, la más rica y la mejor del mundo.


Y esa es la España en la que creo vivir, en un país único donde la variedad es lo primordial y un motivo de orgullo para un español, porque pocos países en el mundo entero pueden presumir de haber formado un estado a base de un conglomerado de diferencias, de nacionalidades históricas reunidas y unidas bajo un mismo sombrero y una misma historia. Sin embargo, esa España no interesa especialmente a la clase política. Las diferencias, la variedad y las singularidades se desprecian y desprestigian como un obstáculo a la uniformidad y la asimilación ambas entendidas como la única garantía que existe para mantener la unidad de estado, impedir conflictos sociales si todo el mundo cree y piensa igual y evitar su desmembración. Pero a pesar de ello la realidad es la que hay más allá de los criterios de sus mandatarios y de las leyes que nos rigen. Se prefiere hacer creer una mentira, un concepto de estado que no existe cualquiera, el que resulte más rentable, para engañar al pueblo y mantenerlo a la voluntad de unos idearios, de una religión de la patria que te obliga a amar unos valores y rechazar a otros. Son los mitos de un nacionalismo español exacerbado que le resulta un negocio rentable remarcar las diferencias culturales, lingüísticas e identitarias no como una riqueza y una singularidad sino como las culpables de los enfrentamientos entre distintas comunidades y la causa de que se genere dispersión y desentendimiento. Grave error y falsa idea, pues la diversidad es lo que realmente une a España y no nos separa por razones históricas, ya que cada comunidad tiene su propia identidad, y todas y cada una de ellas, incluida la verdadera identidad catalana, tiene raíces hispánicas. Por tanto, ya existe un nexo de unión que garantiza esa unidad del estado a la vez que puedan florecer esas diferencias territoriales varias como una cualidad sin que exista peligro de ruptura. Otra cosa es que determinados partidos políticos nacionalistas lo perviertan y se aprovechen de todo ello como un motivo de secesión. El refuerzo de la identidad territorial no es incompatible con el de identidad y unidad española, sino un complemento que podría contribuir a hermanarnos a todos los pueblos que compartimos un mismo territorio. Parte de la culpa de los actuales nacionalismos periféricos y de los sentimientos de separatismo se debe a que los partidos llamados como estatales no han hecho los deberes y solo se han centrado en la elaboración de un proyecto común y global basado en un modelo uniforme y asimilador que diluye cualquier posible diferencia. Bastaría con haber reconocido y exaltado esas diferencias regionales de identidad, lengua y cultura entre otras variables como una gran virtud y como el principal elemento de personalidad de España, siempre claro dentro de la indivisible unidad del estado en una nación común, en vez de virar encubiertamente hacia un modelo similar al francés, donde todo ello se ignora o se considera en un plano secundario.


Los enfrentamientos regionales son artificiales, provocados a propósito por la misma clase política, unos para justificar la uniformidad y otros para justificar la independencia. No interesa establecer una política de interculturalidad que dé a conocer bien a todas y a cada una de las comunidades españolas, hecho que eliminaría muchos prejuicios y recortaría diferencias ayudando a eliminar eternos debates más que estériles e inútiles. Esa España real que es y ahí está pero que “oficialmente” podría llegar a ser no interesa. Solo nos queda a los buenos ciudadanos anónimos unirnos y asumir este papel que la clase política ha rechazado para hacer estos gestos de buena voluntad y unirnos en un cálido abrazo, vengamos de donde vengamos, como buenos amigos y buenos hermanos.

lunes, 3 de octubre de 2011

Records d’un català a Mallorca (5). A Sóller en tren i al Port de Sóller en tramvia


Viatjar de Palma a Sóller és una de les excursions més boniques i singulars que es poden fer a Mallorca, especialment si s’efectuen amb tren i tramvia. Per als aficionats als ferrocarrils això és tota una festa, alguns d’ells fins i tot s’arriben a passar tot el sant dia sense abaixar-se del tren gaudint com si fossin nens petits.
L’estació terminal del tren de Sóller es troba al xamfrà dels carrers d’Eusebi Estada amb Joan March, al costat de la plaça d’Espanya i el parc de les Estacions, al centre de la ciutat. Malgrat que es pot emprar com a línia regular de passatgers, en realitat es tracta d’un tren turístic que s’ha mantingut gairebé en estat original d’ençà la seva inauguració ara fa gairebé cent anys, tant pel que fa a les estacions com el material mòbil.
Els orígens d’aquest ferrocarril es remuntarien el 5 de novembre de 1905, data de constitució de l’empresa Ferrocarril de Sóller S.A. amb el suport dels habitants de Sóller. Precisament va ser un sollerenc, en Jerònim Estades, diputat provincial i home de negocis, que es va fer ressò de la voluntat dels habitants de la seva ciutat natal de la necessitat d’implantar un sistema ferroviari entre Sóller i Palma. Va encarregar l'estudi d'una línia de ferrocarril que connectés ambdues ciutats a través de Valldemossa i Deià, una concessió sol•licitada a l’any 1893. Malauradament, el projecte va ser desestimat per la seva elevada despesa econòmica. Anys després, el 1903 l'industrial Joan Morell va proposar la construcció d'un ferrocarril directe entre Palma i Sóller sota la serra de Tramuntana a través d'un túnel. Malgrat que inicialment es va desestimar, va ser plantejada pel propi Jerònim Estades qui un any més tard va encarregar la redacció del projecte a l'enginyer Pere Garau. L'estudi es va posar en coneixement públic el 15 de novembre de 1904 a l'Ajuntament de Sóller, rebent el suport dels habitants de la ciutat.


La construcció del ferrocarril va ser encarregada al contractista d'obres Lluís Bovio que va comprar una petita locomotora construïda a Anglaterra per The Falcon Engine & Car Works Ltd.,Loughboroug, fabricada a l'any 1891, i que als seus inicis s'emprava com a tractor de maniobres en el port de Palma de la línia de tramvia que travessava la ciutat. Va ser batejada amb el nom de "Maria Lluïsa" en honor a les seves filles Maria i Lluïsa.
Les obres es van iniciar el 3 de juny de 1907 de forma simultània des de Palma i Sóller. Al cap d'un any es va començar a treballar per la serra d’Alfàbia, que havia de ser travessada per un túnel de 2.856 m que desembocaria a l'altre costat del sinuós coll de Sóller. El 30 de setembre de 1911 va arribar el primer tren d'obres, i el 7 d’octubre següent va ser la locomotora “Maria Lluïsa” l’encarregada d’inaugurar extraoficialment la línia portant un cotxe saló amb els pares del projecte Jerònim Estades, Pere Garau, juntament amb el president del Govern Antoni Maura.
La inauguració oficial va tenir lloc el 16 d'abril de 1912. La resta del material mòbil va ser construït per la barcelonina La Maquinista Terrestre y Marítima y la saragossana Cardé y Escoriaza. El 14 de juliol de 1929 es va inaugurar la tracció elèctrica, i a partir del 1930 es van realitzar els primers serveis turístics directes entre Palma i el port de Sóller en viatges que combinaven el tren i el tramvia.


Una part del seu traçat, de 27,3 quilòmetres de longitud, destaca per la seva capacitat de superar la barrera natural de la serra d’Alfàbia, de 2,8 quilometres de longitud i 496 metres d'altitud. En un tram de tant sols set quilòmetres supera un desnivell de 199 metres amb un pendent de 23 mil•límetres, travessa tretze túnels amb longituds que van dels 33 fins als 2.876 metres (Túnel Major), i també sobrepassa diversos ponts, com el Viaducte dels Cinc Ponts format per cinc arcs amb llums de 8 metres d'altura, i nombroses corbes, algunes d’elles amb ràdios inferiors als 190 metres. En total hi ha tres estacions (Palma, Bunyola i Sóller) i cinc baixadors (Son Sardina, Son Reus, Santa Maria, Caubet i Mirador Pujol de’n Banya).
El recorregut, tot de via única llevat l’encreuament de les estacions, travessa el casc urbà de la perifèria de Palma pel bell mig de la calçada del carrer d’Eusebi Estada, i ja després surt a camp obert, podent-se així contemplar un dels pocs paisatges ferroviaris existents a l’illa de Mallorca, plans entre Palma i Palmanyola i de muntanya entre aquesta vila i Sóller. Els combois estan formats per un automotor elèctric amb seients de primera i segona classe, veritables peces de museu. La resta ho componen cotxes remolcs completament de fusta amb finestres practicables. Cal remarcar el perfecte i impecable estat de conservació del parc motor, que encara conserva aquell especial aroma a fusta vella d’antuvi. El fet de viatjar al darrer vagó em va permetre sortir al balconet del darrera per a fer fotos estant el tren en marxa. És una experiència divertida similar a la dels trens de vapor del Far West, i encara més quan ho fas en el moment de travessar un túnel. La poca velocitat del tren ho permet fer gairebé sense perill.


El Túnel Major es triga entre 5 i 6 minuts en travessar-lo, i al seu interior corre un agradable aire fresc i humit com poques vegades es pot respirar. Arribats al baixador del Mirador Pujol de’n Banya, el tren s’atura entre 5 i 10 minuts per a què el passatge baixi i tingui prou temps per a fer les corresponents sessions fotogràfiques d’un bell i espectacular paisatge que ofereix unes magnífiques vistes de la serra de Tramuntana, com ho són totes les d’aquestes muntanyes mallorquines.
El final del recorregut s’observa en el moment que les altes muntanyes de la serra de Tramuntana, ja al nord-est de l’illa, de sobte deixen veure una gran vall d’olivars i hortes de tarongers que envolten el municipi de Sóller, i és precisament per aquesta situació geogràfica de relatiu aïllament que des d’antuvi ha estat qualificada pels seus habitants com “una illa dins de Mallorca”. De teló de fons s’observa el mar. Per accedir-hi, el tren va baixant progressivament per salvar el desnivell existent, endinsar-se al cor de la vall fins arribar a l’estació de Sóller, on finalitza el recorregut després d’una hora de viatge.


L’estació de Sóller consta de tres naus a les quals els empleats de la companyia no varen tenir cap mena d’inconvenient a què jo i el meu amic Francesc hi accedíssim a fer fotografies. Una d’elles, la més antiga, guarda tot el material mòbil que no està en servei; una altra està dedicada a manteniment, reparació i restauració; i l’altra emmagatzema els tramvies del tramvia al port de Sóller. Enmig, hi ha una platja de vies i una plataforma giratòria de locomotores. L’estació de passatgers consta d’un edifici de planta baixa i pis amb despatx de bitllets, lavabos, una botiga de souvenirs i sala d’espera. Aquest edifici va ser construït l’any 1606 i antigament esdevingué una possessió fortificada anomenada Can Maiol. A l’any 2005 es va procedir a la seva restauració i a la planta baixa es van habilitar dues sales d’exposicions d’art, la Sala Miró i la Sala Picasso, que ofereix una mostra permanent d’aquests dos artistes. Precisament a l’escala central de l’edifici de l’estació hi ha un tapís obra de Joan Miró, la mare i l’avi del qual eren mallorquins. El 23 d’agost de 2008, l’Ajuntament de Sóller va declarar-lo fill adoptiu de la ciutat. Se sap que durant la seva infantesa va passar diverses estades a Sóller amb la seva mare, i que el seu avi es dedicava a l’ebenisteria. Mallorca va ser font d’inspiració per a les seves obres d’art, i Sóller en particular ha estat motiu també d’inspiració per a d’altres artistes com Joaquim Mir, Santiago Rusiñol, Francesc Bernareggi i Antoni Gelabert.
L’estació de passatgers també inclou un petit quiosc de gelats, refrescs i souvenirs, una sola andana d’origen i final de trajecte i una sola via que mor allí mateix.


Arribats a Sóller, ens trobem en un municipi d’uns 14.000 habitants, amb un casc urbà molt bonic i acollidor que convida a fer passejos per la vila. Limita amb els municipis de Deià, Bunyola, Escorca i Fornalutx, i esdevé una comarca marcada pel més pur aire tradicional de la seva gent i el seu paisatge, essent exemple de la Mallorca més popular. El seu nom procedeix del topònim àrab Sûlyâr, i des de l’any 1905 va obtenir el títol de ciutat per ordre del rei Alfons XIII. Al seu interior s’hi pot descobrir un ric patrimoni en esglésies, monuments, cases senyorials, museus i palauets, especialment al carrer de Sa Lluna i a la Gran Via. El casc urbà el conformen diversos carrers estrets plens d’història i molt fotogènics. Sóller és, a més, el bressol de l’arquitectura modernista a Mallorca i fins i tot encara es pot respirar l’aire colonial d’algunes cases palatines que varen construir els seus emigrants que entre els segles XIX i XX varen fer fortuna a Amèrica i França. Com a llocs d’interès, mereix destacar la parròquia de Sant Bartomeu, la plaça de la Constitució, el Banc de Sóller, el Museu Modernista de Can Prunera, el Mercat Municipal, el Jardí Botànic i Museu de Ciències, l’església del Crist de la Sang, el centre de cultura de Can Dulce, el convent i el col•legi dels Sagrats Cors, i el Museu Etnogràfic i Casal de Cultura. Pel que fa a l’aspecte comercial, és interessant visitar la botiga “Fet a Sóller” on es poden adquirir tots els productes artesanals i tradicionals de la Vall de Sóller, la fàbrica familiar de sabates, la Cooperativa Agrícola Sant Bartomeu d’on destaquen les famoses taronges de Mallorca i l’oli d’oliva de Sóller, la fàbrica de sobrassada La Luna que conserva la maquinària de l’any 1900, i Sa Fàbrica de Gelats.


Sortint de l’estació del ferrocarril hi ha la plaça d’Espanya, petita, bonica i acollidora, al centre de la qual hi ha un antic vagó del ferrocarril habilitat com a oficina d’informació i turisme. En aquella plaça hi ha l’origen i final del tramvia, un altre transport singular que va ser inaugurat el 4 d’octubre de 1913. El projecte, amb un traçat de 4.868 metres de longitud i ample de via de 914 mil•límetres, va ser dissenyat i dirigit per Pere Garau. El pont de ferro sobre el Torrent Major va ser construït per la Maquinista Terrestre i Marítima. El tramvia va disposar al principi d'una central elèctrica pròpia situada en la pròpia estació de Sóller, alimentada per un motor d'explosió de 65 cavalls que accionava una dinamo de la casa Siemens-Schuckert donant un corrent continu de 600 volts. Malgrat que el tramvia estava pensat per al transport de passatgers, també va ser utilitzat per al tràfic de mercaderies cap al port. En un petit vagó isoterm es transportava el peix fresc del port a la vila, i en remolcs es portava carbó a l'antiga base militar de submarins del port de a la fàbrica de gas, i mines i torpedes des del polvorí de Caubet.
Els tres cotxes motors del tramvia numerats de l'1 al 3 i els seus remolcs 5 i 6 són originals de 1913 i construïts per Cardé y Escoriaza de Saragossa. Les jardineres són posteriors, del 1954, i disposa a més de cinc automotors adquirits de la xarxa tramviaire de Lisboa, numerats del 20 al 24, i adaptats al nou ample de via. El traçat, des de la plaça d’Espanya, continua per les places de la Constitució i del Mercat, el carrer Cristòfol Colom i paral•lel a la riera i a la carretera Ma-11 que porten a la badia del port de Sóller. Al llarg del recorregut hi ha dues estacions d’origen (Sóller) i final (La Pagesa) i catorze parades intermèdies (Mercat, Can Guinda, Can Reus, Monument, Can Llimó, Can Ahir, Roca Roja, Es Control, Sa Torre, S’Espléndid, Les Palmeres, S‘Edén, Can Generós i Marisol).


En funció de la demanda, els combois són variables, i trobem des de composicions simples de dos cotxes motors fins a trens formats per cotxes motors i remolcs, alguns dels quals són jardineres. Igual que el ferrocarril, l’estat de conservació del parc motor és impecable. El viatge és agradable per uns paisatges plans i senzills entremig de darreries de cases unifamiliars i camps de conreus, amb unes vistes molt similars a les ofertes pel tren històric de l’Amsterdam Electric Museum Tramline.
El recorregut, de sobte, deixa l’anterior paisatge interior i de seguida s’obre a la bella vista panoràmica de la badia que conté el port natural de Sóller, d’aspecte típicament mediterrani. Té una població superior als 2.700 habitants, i està rodejat per les muntanyes de la serra de Tramuntana, totes elles envaïdes per nombroses urbanitzacions de segona residència.
Del port de Sóller existeix una història de la qual els sollerencs se’n senten orgullosos i ho celebren anualment cada segon cap de setmana del mes de maig. L’11 de maig de 1561, corsaris algerians comandats per Otxali i Lusuf-Arrais van formar una esquadra amb vint-i-dues embarcacions per atacar Mallorca, i que varen ésser vençuts gràcies a l’extraordinària heroïcitat de les dones de Can Tamany que lluitaren amb la barra de la porta contra els pirates que assaltaren casa seva, i també per un grup de bandolers que varen malmetre considerablement les tropes sarraïnes. A causa dels corsaris, a partir del segle XVI es va construir la Torre Picada i el castell del port de Sóller o Sa Torre. També es va fortificar una part del poble, encara que actualment només en resta un tros de muralla al costat de l’església parroquial.


El tramvia finalitza en aquest poble marítim de la ciutat de Sóller. Malgrat la forta calor, doncs a l’estiu el sol pica de valent, és molt agradable fer-se un passeig per la zona portuària i les platges. El passeig marítim el conformen els carrers de Sant Ramon de Penyafort i de la Marina, i els passeigs dels Traves i de la Platja. Allí es troben un munt de restaurants, hotels i botigues de souvenirs l’un al costat de l’altre i sempre plens de turistes. El tram del carrer de la Marina inclou pròpiament el port d’embarcacions. Hi ha dues platges, la d’Es Través i la de Can Repic, que ofereixen la possibilitat de practicar diversos esports nàutics. La platja d’Es Través està situada al marge dret de la badia. Fa uns 800 metres de longitud i 20 metres d’amplada. Esdevé una platja natural de grava i sorra, amb aigües tranquil•les i algunes vegades amb la moderada brisa mediterrània. La Platja den Repic està situada en la part esquerra, davant del passeig per als vianants, amb una longitud d’uns 250 metres i una amplada de 20, a la mateixa badia del port. Es tracta d’un tipus de platja natural, amb aigües generalment tranquil•les, tot i que algunes vegades bufa la brisa mediterrània amb el seu moderat vent, i està composta per sorra i grava. En els seus voltants existeixen alguns espigons per a embarcacions.
Com a llocs històrics d’interès, destacar entre d’altres la Torre Picada (antiga torre de vigilància des d’on es pot contemplar tota la badia), el Museu del Mar (a l’interior de l’antic Oratori de Santa Catalina d’Alexandria), el far del Cap Gros de Muleta i la parròquia de Sant Ramon de Penyafort.


A mitja tarda, viatge de retorn amb tramvia i tren cap a la ciutat de Palma en una de les excursions més boniques i entretingudes del viatge a Mallorca. A l’endemà, mentre els meus amics Francesc i Carmen decidirien anar pel seu compte, jo em dedicaria a visitar pròpiament la ciutat de Palma però això ho explicaré en el proper capítol.