Se ha destapado lo que se rumoreaba y de hecho lo que unos pocos ya sabían acerca del montaje arquitectónico del Barrio Gótico barcelonés. Esta vez, gracias a la tesis doctoral de Agustín Cocola titulada El barrio gótico de Barcelona: planificación del pasado e imagen de marca se ha puesto de manifiesto que tan noble y prestigioso lugar no tiene el aspecto original de antaño sino que por diferentes intereses políticos algunos arquitectos de renombre proyectaron la reforma y reconstrucción de un sector del casco antiguo de la ciudad para, tal y como afirma textualmente el autor del estudio, “monumentalizar un origen legendario de Cataluña” y “poner a Barcelona en el mapa del turismo internacional”. Y en relación a eso, algunos afirmarán que la “invención” de un barrio gótico fue en definitiva otro montaje del nacionalismo catalán y su inseparable historiografía romántica dentro de su proyecto de redefinición de la identidad catalana.
Polémicas aparte, permitidme que a pesar de la farsa histórica prefiera igualmente defender el Barrio Gótico barcelonés, no precisamente porque quiera alimentar una mentira ni mucho menos. Al contrario, hay que contar la verdad histórica y deshacerse de los mitos antiguos y contemporáneos que tanto nos nublan la mente. Defiendo y me gusta el Barrio Gótico por su belleza arquitectónica y por su paisaje en su conjunto, aunque sea falso. No solo Barcelona, sino también muchas ciudades importantes del mundo se han dedicado a reformar y modificar sus cascos antiguos con el propósito de otorgarles un prestigio y una categoría que jamás habían tenido. Se ha tratado de un fenómeno internacional que no ha nacido de la capital catalana sino que responde a la filosofía de diferentes corrientes políticas del momento.
Asumiendo la realidad histórica, debería plantearse qué significado puede tener ahora poner a la luz de todo el mundo ese montaje de parque histórico temático. Una parte de esos edificios están catalogados como un Bien Cultural de Interés Nacional, además de recogerse en el Catàleg de Patrimoni Històric i Arquitectònic de la Ciutat de Barcelona. ¿Nos pondremos a descatalogarlo todo porque ahora ya no van a tener el valor que se les había otorgado? ¿Invitaremos al turismo a que no vaya a visitar el Barrio Gótico, asumiendo las fuertes pérdidas de dinero que ello comportaría en perjuicio para la ciudadanía barcelonesa y para la economía? ¿Se podrá ahora justificar el derribo de todos los palacios, incluida la Catedral para levantar en su lugar modernos edificios de diseño o bloques de pisos convencionales?
No es una cuestión fácil de tratar. Sin embargo, vuelvo a insistir, defiendo la existencia de este (falso) Barrio Gótico porque a pesar de todo su contenido también es historia y tiene una historia aunque no sea la que conozcamos. Todos los barrios de Barcelona la tienen y la transformación de un casco urbano es algo inevitable e inexorable a la evolución de nuestra civilización porque prácticamente nada permanece inalterado. Toda reforma urbanística lleva consigo razones políticas y la influencia de unas corrientes de pensamiento, desde el proyecto de ensanche de Ildefons Cerdà hasta las grandes transformaciones acaecidas con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Cualquier ciudad resulta en realidad una “invención” y no por ello dejamos de valorarla o justificamos su destrucción.
El Barrio Gótico, aún siendo falso, es bello, sobre todo en comparación con los desastres urbanísticos producidos en el caso antiguo destinados a regenerar y a esponjar, que han conllevado al arrasado indiscriminado de hileras enteras de viviendas para ampliar calles como las de Allada Vermell y la (errónea) creación de la rambla del Raval, así como a la construcción de mamotretos funcionalistas completamente desintegrados con los viejos edificios colindantes, modernos edificios de viviendas de diseño apático y gris nada respetuosos con su entorno y que han contribuido a afear un núcleo histórico que antaño conservó un dulce regusto a añejo. Un daño irreparable que poco ha hecho en realidad para regenerar Ciutat Vella, pues las numerosísimas pancartas colgadas en los balcones con el lema “Volem un barri digne” nos atestiguan que alguna cosa no se he hecho bien.
Soy contrario a las mentiras y a las manipulaciones históricas, y es por ello que la verdad sobre el Barrio Gótico barcelonés debe de ponerse de relieve. Felicito por ello a Agustín Cocola por su tesis doctoral de la cual se ha publicado recientemente un libro cuya lectura no me voy a perder. Sin embargo, a elegir por la fuerza entre lo malo y lo peor, ante la inevitable historia de destrucción que es la historia de Barcelona, prefiero la conservación de la antigua, histórica y artística arquitectura manipulada a la destrucción de antiguas casas y palacios medievales para dar lugar a mediocres bloques de viviendas funcionales con fecha de caducidad desde su construcción (solo 75 años de vida), a conjuntos modernos como los de la Porta Cambó y la plaza de Vázquez Montalbán, y a obras de hormigón armado y cristal como el hotel cilíndrico de la rambla del Raval, el MACBA y la nueva Filmoteca de la Generalitat a punto de inauguración.
mira tens tota la raó, que és el que és veritable en arquitectua en les ciutats, no hi ha ni un sol edifici com era en un principi i la veritat és que prefereixo que translladessin algunes cases que no pas les derruïssin. Bona feina.
ResponderEliminarGràcies Carme.
ResponderEliminarBarcelona durant segles es va veure obligada a créixer dins de les muralles. Es va haver de construir sobre edificis o reformar els ja existents per tal d'adequar-los a les necessitats del moment, fins que no va ser permés construir fora de les muralles i enderrocar-les.
ResponderEliminarL'embelliment estratègic, la centrifugació de les classes treballadores del centre, la monumentalització, la "haussmanització" de Barcelona és un fet compartit per TOTES les grans ciutats europees importants durant la segona meitat del XIX i principis del XX. París, sens dubte (Walter Benjamin) en fou la pionera.
ResponderEliminarDir que el barri gòtic barceloní és un artifici, una construcció històrica recent, és una obvietat com una catedral.