jueves, 4 de noviembre de 2010

Inútiles e incompetentes hasta para robar

Cada día de lunes a viernes voy a trabajar a la tienda “A la Premsa d’Aquell Dia” dedicada a la venta de periódicos y revistas antiguos y originales, singular negocio familiar fundado en 1994 del cual pronto hará cuatro años que formo parte. Aunque nunca se debe ser negativo, el día a día de tu vida supone un riesgo. Vivir a diario implica un porcentaje de supervivencia o incluso de muerte, depende de lo que el destino que no nos podemos hacer nosotros mismos nos pueda deparar. No podemos adivinar el futuro ni tampoco podemos saber qué nos va a suceder de bueno o de malo ni siquiera en los próximos cinco minutos. Por ello deseo que todo siga como hasta ahora o mejor si puede ser. Hay que ser optimista y no pensar en desgracias.
Trabajar en una tienda a veces es arriesgado, aunque ello tampoco significa que no podamos salir a la calle o trabajar en un establecimiento comercial. Nuestro local se encuentra en el barrio del Raval, antaño Barrio Chino, un lugar donde algunas veces esporádicas se ven robos, tirones y peleas. Afortunadamente, no es lo habitual y no se trata de una barriada tan peligrosa como quieren hacernos creer. Las comunidades filipina y paquistaní son las más abundantes y su presencia no ha supuesto en absoluto un aumento de la inseguridad. Aquí, entonces, descartamos forzosamente el tópico. Es más, recomiendo la lectura, o bien la consulta del libro “Historia y leyenda del barrio Chino”, de Paco Villar, donde históricamente se demuestra que el actual Raval era años atrás (incluso siglos atrás) mucho más sucio, degradado, peligroso e inseguro que ahora.

Enlazando con el tema de la inseguridad, mencionar que el perfil del delincuente parece ser algo peor, y es que en todo ha bajado el nivel, hasta en algo tan vulgar como esto. Nos encontramos a personas que no sirven ni para robar, y he aquí las consecuencias: tres víctimas mortales en nuestra ciudad en un breve espacio de tiempo. Antiguamente, el ladrón era una persona hábil y lista dentro de su faceta “profesional”. Se sabe que algunos practicaban en sus casas con un maniquí lleno de campanitas e intentaban sustraer la cartera sin que no sonara una sola de ellas. Era un ejercicio práctico para poder robar sin que la víctima se enterara. Otros delincuentes eran buenos actores y sabían interpretar sus papeles, que iban desde el personaje del mendigo hasta el enfermo pasando por un falso agente o falso turista.
Todo esto parece haber pasado a la historia. La actitud tan vil y cruel que ahora adoptan resulta incomprensible. ¿Qué se remueve dentro de estas mentes desquiciadas? Se supone que el ladrón solo quiere el dinero u objetos de valor o de necesidad, nada más. Pero ahora, además, les sobra tiempo para agredir o matar a sus víctimas. ¿De qué les sirve hacer esto? Tal vez piensan que muertos nadie les identificará y a la policía la resultará mucho más difícil de atraparlos. Pero se equivocan, porque tarde o temprano son capturados.
Desde aquí expreso la indignación que provoca estos últimos crímenes cometidos en Barcelona por robo en establecimientos comerciales. Son crímenes sin ninguna justificación.

Ningún argumento lo puede razonar, ni siquiera el típico del delincuente drogadicto que estaba colocado y dice no saber lo que hacía. Ello jamás debería de ser un atenuante. Por esta razón, si la drogadicción o el alcoholismo es motivo de disculpa, entonces droguémonos o emborrachémonos todos y matémonos los unos a los otros, así a la mañana siguiente, cuando salga el Sol, diremos que somos personas buenas y honradas, solo que unas pobres enfermas que no sabíamos lo que hacíamos y que tuvimos un simple accidente emocional en un momento dado que nos llevó a matar sin querer.
Señores delincuentes, robar está muy mal, pero si robáis porque convenceros de hacer lo contrario va a resultar prácticamente imposible, por favor, no seáis tan perros de daros el derecho adicional de quitarle la vida a la víctima. Tened al menos la profesionalidad y pulcritud de vuestros antepasados. Robar es como un juego: o se gana o se pierde. Y si matáis porque no sabéis perder, mejor no entréis en este juego y dedicaros a otra cosa, o pagad con las consecuencias.

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