El mercado municipal de Felip II celebra sus bodas de oro. La descubierta de una placa conmemorativa, una degustación de pastas y cava, una cena popular gratuita y numerosas actividades festivas para un público de todas las edades han servido para celebrar sus primeros 50 años de existencia. Tras medio siglo, este equipamiento comercial sigue definiéndose como un espacio de encuentro donde se han dado (y siguen dándose) numerosísimas historias de gentes. De ahí que, sin excepción, igual que los otros mercados municipales barceloneses, reciba también el nombre popular de "plaza".
Situado en La Sagrera, atiende las necesidades comerciales de este barrio, especialmente en la parte superior de la avenida meridiana, y el de sus vecinos Congrés-Indians y Navas. Inicialmente se le conoció como "Mercado de la Meridiana", si bien al cabo de pocos meses cambió su nombre por el actual. Se proyectó en un momento que coincidió con un fuerte aumento de la población en Barcelona y de la rápida urbanización de los barrios periféricos, razón por la cual era necesario dotar de más equipamientos comerciales que permitiesen el abastecimiento alimentario de tantos habitantes. Eran los tiempos del llamado Desarrollismo. Su construcción se efectuó en un tiempo récord de tan solo seis meses en la manzana triangular comprendida por las calles de Felip II, Olesa y Juan de Garay.
El edificio, obra de los arquitectos Josep Anglada, Daniel Gelabert y Josep Ribas (del estudio de arquitectura AGR), tiene 1.218 metros cuadrados de superficie y dispone una estructura formada por relieves de hormigón en la fachada e interiores. En ese sentido, evoca en parte la arquitectura brutalista donde el hormigón era el material más visible. Como aspecto original merece destacar el sistema de patio de luces en forma de chimeneas o sombreros, situados en la cubierta y que permiten la iluminación de todo el mercado.
Fue inaugurado el 26 de enero de 1966, una fecha muy habitual para eventos e inauguraciones, ya que en verdad se recordaba en dicha efemérides la llamada "Liberación" de Barcelona, que entonces cumplía su vigésimo séptimo aniversario. En el acto, que empezó a las 11:30h. de la mañana, asistió el entonces alcalde Josep Maria de Porcioles y el teniente de alcalde señor Cabré, el presidente de la Junta Municipal del Distrito señor Riera Bartra, y otras personalidades. Tras la previa bendición y discursos la comitiva efectuó un recorrido por su interior. Esa misma fecha coincidió con la inauguración del también nuevo mercado municipal de Ciutat Meridiana, así como la puesta en marcha de un nuevo silo en el puerto, un cuartelillo de bomberos en Poblenou y mejoras en asfaltado e iluminación de varias calles de la ciudad.
Tras la inauguración oficial, el mercado en realidad no abrió al público hasta el 17 de marzo siguiente, cuando el local estaba al fin preparado para funcionar y todas las paradas habían sido adquiridas por sus nuevos propietarios. Para ello era necesario el cumplimiento de unos requisitos fundamentales, como por ejemplo no optar a dos o más paradas, acreditar la práctica comercial del ramo correspondiente al comercio y demostrar tener aptitudes para el oficio. En sus inicios disponía de un total de 285 paradas más dos bares. En los sótanos se hallaban los almacenes. Tan pronto empezó su actividad desempeñó su función cohesionadora de unos barrios con una población muy variada, desde funcionarios hasta obreros cualificados y no cualificados, pasando por administrativos, subalternos, comerciantes, militares y profesionales liberales. Al cabo de tres años se efectuaron obras complementarias de mejora de la pavimentación y del sistema de alumbrado y alcantarillado.
Durante los años sesenta y setenta se fueron sumando los comercios de barrio, más diversificados y especializados, que de algún modo complementaron la oferta del mercado. Gracias a una clientela fiel, a la oferta, a la calidad de los productos frescos y al trato humano de los comerciantes sobrevivió a una crisis del comercio de barrio que supuso el cierre progresivo de muchos establecimientos especialmente en Congrés-Indians. A partir de los años ochenta y noventa se fueron introduciendo mejoras para adaptarlo a los nuevos tiempos, si bien empezaron a salir nuevos competidores como los bulevares comerciales de la avenida Meridiana y del paseo de Fabra i Puig, lo que comportó la desviación de un porcentaje de la clientela potencial hacia estos lugares. La apertura de supermercados obligó a una readaptación que comportó la apertura los viernes por la tarde para compensar el hecho de cerrar los sábados por la tarde. El envejecimiento de la población y la proliferación de grandes superficies fueron también causas del declive.
Durante los años 1987, del 1992 al 1994, 1998 y 2001 se efectuaron reformas estructurales, de instalaciones y locales, siendo especialmente destacada la construcción de un aparcamiento subterráneo con acceso por la calle de Olesa, y la ampliación del mercado en dicha calle con la construcción de nuevas paradas de comercio especializado no alimentario y la remodelación de los alrededores del edificio.
Igual que el resto de mercados municipales de Barcelona, participa en actividades navideñas, carnavalescas, en las fiestas de La Mercè y en la Setmana Internacional dels Mercats “Estima el teu mercat”, además de colaborar en las fiestas mayores de los barrios. A partir de septiembre de 2014 empezó a organizar la "Nit de Tapes" en la cual los comerciantes ofrecen creaciones gastronómicas para el público que accede mediante la adquisición de unos tickets.
En la actualidad, el mercado de Felip II cuenta con 5 paradas de comercio avícola, 9 tocinerías y charcuterías, 6 carnicerías, 1 parada de congelados, 6 fruterías y verdulerías, 2 paradas de frutos secos, 2 paradas de legumbres y platos preparados, 1 parada de despojos, 1 huevería, 8 pescaderías, 1 parada de pesca salada, 12 perfumería, 1 supermercado y 2 bares. La mayoría de las paradas de la calle de Olesa, situadas fuera del mercado, han cerrado sus puertas. Tras 50 años de vida, este ágora espera una modernización que permita situarlo a la altura de las necesidades actuales y adaptarlo a las nuevas formas de ocio y consumo, tal y como se he hecho con otros mercados municipales de la ciudad durante estos últimos años. De este modo conseguirá ser nuevamente un espacio que otorgue vida a los barrios y permita dinamizarlos, contribuyendo así a mejorar la calidad de vida de las personas, a la vez que las integre allá donde vivan. Una remodelación debería convertirlo nuevamente en el agente que convierta las calles en un lugar con vida social y cultural. Así la tradicional "plaza" jugará un papel destacado como centro de referencia del consumo, y ayudará a que los barrios dejen de ser lugares donde vivir para convertirse en lugares donde convivir.
Fotos: El Poder de la Palabra, Melba Levick, Pérez de Rozas, Ricard Fernández Valentí, www.bcn.cat, www.bcncatfilmcommission.com.
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